Crecen las agresiones a los hospitaleros del Camino de Santiago

Lo anterior nos recuerda las excusas de los políticos, pero preferiríamos realizar una interpretación en un contexto general, porque la violencia contra responsables de otros campos también ha crecido, por ejemplo en la educación o la sanidad. Sin embargo, el Camino de Santiago era hasta ahora un espacio de convivencia bastante plácido, aunque tal vez las cosas estén cambiando, y con una rapidez preocupante.

Hace un mes la prensa se hacía eco de un episodio en Frómista, titulado como Noche de terror en Frómista, según el cual la hospitalera del albergue municipal, Carmen Calvo, tuvo que soportar los excesos etílicos y el desvarío de una peregrina autotitulada «influencer»: destrozos, insultos, agresividad desatada y hasta un paseo por el pueblo como Dios la trajo al mundo. Carmen reconoció que no es la primera vez que es agredida por un peregrino, pues le pasó algo parecido en octubre, lo nunca visto.

Poco después, y aprovechando que Jesús Jato se encontraba en el hospital para una operación, desde el albergue Ave Fénix se denunciaba el robo, por parte de unos hospitaleros que se hacen pasar por neotemplarios y supuestamente habían venido a ayudarles, de la recaudación íntegra de varios días, además de una colección de medallas jacobeas en bronce realizadas por Irene de la Barca.

Igualmente grave, y con una gran difusión tras haber sido denunciado por la víctima, José Ramón Blanco, y la Fraternidad Internacional del Camino de Santiago (FICS), de la que es socio, ha sido la agresión física realizada por un peregrino contra el hospitalero del albergue Porta de Santiago, de O Pedrouzo (Un hospitalero de O Pino recibe un puñetazo). En este caso, el incidente consistió en amenazas de muerte por parte de un peregrino exaltado que se negaba en rotundo a realizar el registro, seguidas de dos fuertes puñetazos en la cabeza, según se puede visualizar en la grabación que circuló por TV (Antena 3), a causa de los que tuvo que acudir al centro de salud. El mismo peregrino violento volvió a liarla, dos días después, en el albergue público de Palas de Rei.

Por último, y aunque pertenece a otro género, queremos reproducir aquí la denuncia que ha presentado otro hospitalero, en este caso del albergue de Puente Duero (Valladolid), en el Camino de Madrid. Versa sobre la actitud intimidatoria de un grupo de peregrinos: «Llegaron al albergue tres coches de alta gama y de uno de ellos salieron unas mujeres con 20 credenciales para que les pusiera el sello del albergue. Les dije que cada peregrino llevara la suya, y se las sellaría. Comenzaron a insultarme, y al ver el revuelo desde los otros coches, salieron varios hombres que, además de intensificar los insultos, trataron de pegarme».

Tan solo son cuatro ejemplos, pero nos consta que otros hospitaleros han vivido situaciones semejantes, y muchos de ellos constatan que el perfil del peregrino se ha modificado notablemente en los últimos tiempos, y que cada vez son más los que faltan al respeto tanto a quienes los acogen como a sus compañeros de ruta.

Hay quien piensa que la situación del Camino está degenerando a pasos agigantados, máxime este año en que varios itinerarios están desbordados por la afluencia, y adentrándose en un estado de entropía (descomposición, desorden, caos). No queremos ser alarmistas, pero quizá gran parte del problema radique en la masificación propiciada por la industria del turismo, incluido el efecto llamada del bajo coste, que ha traído a estos itinerarios de peregrinación a gente a la cual, sin tanta publicidad y efecto llamada, nunca se le habría ocurrido hacer el Camino.

La ruta jacobea se ha convertido en un destino de moda, un objeto de deseo, un reto que todo el mundo tiene que completar, so pena de quedarse fuera de la onda del consumo, aunque sea en cuatro o cinco días. Y de aquellos polvos..., vienen estos lodos.