Albergues del Camino de Santiago: 5 «cosas de peregrinos» imprescindibles (y otras 5 que se agradecen)
El aumento del número de albergues (de peregrinos y turísticos) en las rutas jacobeas en los últimos años es incontestable. La mayoría son albergues privados que ven en el auge del Camino de Santiago una oportunidad económica, si bien quienes emprenden en este contexto son generalmente conscientes (si no ya peregrinos) de que los caminantes no somos viajeros especiales, pero sí tenemos necesidades diferentes. Sin embargo, ya sea por falta de experiencia o por mero desconocimiento, hay propietarios y hospitaleros que no caen en ciertas cosas (a menudo algo tontas) que un peregrino requiere y valora en un albergue. Y que muchas veces no dice porque solo se queda una noche, y no ve al encargado al día siguiente.
No es nuestra intención aquí exigir nada, sino expresarnos desde la crítica constructiva basada: 1) en nuestra propia experiencia en albergues de todo tipo, y 2) en las decenas de reseñas que los peregrinos publican en Gronze. Con este objetivo clasificaremos estas observaciones en aspectos indispensables (por motivos de seguridad e higiene) y deseables (en cuanto a confort y atención). Aclaramos que, si bien en muchos albergues ya se aplican, por evidentes que parezcan, no se dan siempre (y lo decimos por experiencia).
Airear las botas, secar el impermeable y otras «cosas de peregrinos» indispensables
Atender ciertas necesidades básicas del peregrino, además de sencillo, puede ser muy económico, más aún si consideramos su beneficio en términos de seguridad e higiene: tanto para quien se desplaza días o semanas por sus propios medios y a la intemperie… como para la limpieza y el mantenimiento del propio albergue.
Botas aparte. Y, en lo posible, donde puedan ventilarse. Armarios zapateros o empotrados y otros muebles cerrados no son aptos para ello, menos aún en estancias interiores y de paso. Como en todo, hay excepciones y se acaba aprovechando el espacio disponible, pero una galería, un garaje o la lavandería son espacios siempre más recomendables para el calzado (cuando no al aire libre y resguardado, claro).
¿Y esto dónde lo dejo? Un paragüero, una papelera o un simple cubo son ideales para los bordones y bastones, cerca de las botas si es posible (para no olvidarlos al irse). Prever un lugar cubierto para dejar secar chaquetas, impermeables y fundas de mochila también es imprescindible. A falta de ello, en el mejor de los casos suele usarse el tendedero; es buena idea ofrecer perchas (para ganar espacio) e incluso percheros móviles adicionales.
Respecto a la colada, nada mejor que un amplio tendedero exterior (o que pueda sacarse): apenas llevamos ropa; necesitamos que le dé el aire. La secadora, en nuestra opinión, debería ser siempre una opción.
¡Guárdame esos periódicos! Muchos peregrinos aprovechamos el Camino para desconectar de la actualidad, pero el papel de periódico nos viene genial para secar las botas tras una etapa lluviosa: agradecemos tenerlo a la vista, a mano y en cantidad, porque hay que cambiarlo cada pocas horas. Calzarse las botas húmedas con kilómetros a pie por delante es de lo más desagradable, por no hablar de consecuencias obvias que no le deseamos a nadie.
Improvisar mola…, menos en el baño. Comenzando por las duchas y acabando por el váter. Unos simples colgadores pueden salvarnos la muda limpia y la toalla, y nos evitan equilibrios con manijas, puertas, barras o mamparas (en los dormitorios también son muy prácticos). Respecto al papel higiénico, que se termine durante la noche o por la mañana es un clásico, por lo que no está de más darle un repaso a última hora y reponerlo si es necesario.
Literas que quitan el sueño. Mención aparte merecen las escaleras de las literas: nos las hemos visto con ellas de muchas maneras (hasta imaginándolas), y las hay muy modernas… ¡sin pasamanos a tramos! Es frecuente usarlas a oscuras, a tientas y de espaldas: necesitamos saber dónde acaban los peldaños. En cuanto a la tortura de pisarlos —porque lo es; más aún con dolor de pies—, y sin pensar ya en cambiar las camas, existen cubiertas acolchadas y almohadillas autoadhesivas, antideslizantes y de instalación sencilla. Las barandillas son otro tema: a veces quedan tan bajas que parecen decorativas.
De albergue «sin más» a albergue «obligado»: limpieza, comodidad… y trato
Una vez cubiertas las necesidades básicas, el margen de exquisitez es amplio: hay albergues con piscina, biblioteca, futbolín o guitarra, y hasta ducha de hidromasaje o zona de sauna. Aunque si algo se desprende de las reseñas en Gronze es la relevancia de una tríada sacra: la limpieza de las instalaciones (sobre todo de los baños), la comodidad de camas y espacios… y el trato de los encargados. Este último es clave: puede compensar el resto… o mandarlo todo al traste.
Compartimos, sin ánimo de ser exhaustivos, algunos de los trucos que, para un peregrino, hacen de un simple albergue un albergue de lujo.
Baños compartidos… y limpios (en la misma frase). Y con limpios nos referimos a su estado general: con instalaciones bien mantenidas, sin humedades, que no se encharquen. Y que puedan ventilarse. Somos conscientes de que somos muchos y debemos poner de nuestra parte. Lo deseable es que duchas y aseos puedan usarse por separado. Las duchas individuales con espacio para cambiarse son un regalo muy apreciado.
La prioridad, el descanso. Que es más que el colchón y la almohada: el silencio y la temperatura marcan una diferencia esencial entre dormir y descansar. Por mucho que haya que amortizarlas, cuantas menos plazas por dormitorio, mejor: un descanso reparador es una publi excelente. Polémicas aparte, los dormitorios para roncadores son una realidad en algunos albergues.
Por descontado, una ventilación adecuada es indispensable, y la luz natural, aunque recomendable, debe poder amortiguarse con cortinas, estores o persianas: en verano no solemos acostarnos tarde. En cuanto a las luces automáticas, que no lleguen a las camas (¡por favor!). (Y alguien tenía que decirlo: en los aseos son un incordio. Mucho mejor un pulsador).
Como en casa… o casi. Asearse y dormir son, sin duda, las prioridades en un albergue, y a nadie se le ocurriría abrir uno sin camas ni duchas. Sin embargo, hay una tendencia palpable a prescindir de espacios igual de importantes, relegándolos a la mínima expresión o incluso a lugares de paso: nos referimos a las áreas comunes, donde sentarse a descansar, escribir, leer… ¡y relacionarse! Por supuesto que suele haber bares y también salimos a pasear, pero si algo aprecia uno estando días o semanas en ruta es sentirse como en casa en algún lugar.
Aunque solemos pensar en sofás, butacas e incluso hamacas (que no están de más), no deberíamos desdeñar la magia de una mesa grande, en la que estar a tu aire o compartir lo que surja. Sin ir más lejos, la cena, aun con la cocina hoy también en declive y convertida (con suerte) en estancia simbólica, cuando no en mueble. Una terraza, un patio o un jardín siempre suman, y más si puedes tumbarte sobre césped.
Volviendo a los dormitorios, agradecemos que el espacio entre las camas sea amplio: compartir habitación día tras día ya es un esfuerzo considerable; que nosotros sepamos, ningún peregrino sueña con dormir pegado al de al lado. Y si ofrecemos taquillas para las mochilas…, comprobemos que caben (de 40 litros en adelante). El hueco inferior de las camas es un espacio muy aprovechable en forma de compartimentos o cajones que puedan cerrarse.
Toma lo que necesites. Ya sea un vaso de agua fresca, un café o una infusión. Una galletita. Comida para salir del paso. Jabón para la colada. Un apósito, una tirita. Una compresa o un tampón. Esa camiseta que a otro peregrino le sobraba en la mochila, o el libro que ya leyó. Y deja lo que consideres: el bote grande de champú para rellenar frasquitos, el medio paquete de pasta que no cocinas, un bordón, una guía, un euro o dos.
Cuando pensamos en términos de costes y beneficios, no hay que olvidar el valor añadido, el retorno en satisfacción y el impacto en la reputación. Por eso la cortesía no es un coste, sino una inversión. Que en los albergues cobra un sentido especial: nos hace sentir cuidados en un contexto de esfuerzo, tanto físico como personal. ¿Cuánto llega a valer un gesto para el precio que puede costar?
No somos ingenuos: un albergue debe poder mantenerse. Hablamos de inversiones asumibles que retornan con creces. Y que con donativos, si se quiere, se pueden cubrir. Otro truquito consiste en habilitar un rincón de intercambio: de equipamiento, de libros, de productos varios… La cortesía es el primer paso para hacer de un albergue un hogar, la piedra angular del trato.
Acoger es más que alojar. Y esta es la gran diferencia entre un albergue de lujo y un albergue sin más. Ni las literas más nuevas, ni el jardín más grande, ni las vistas más espectaculares tienen sentido sin un equipo humano detrás. Y escribimos humano a conciencia: personas que tratan con atención y respeto, que ofrecen una disponibilidad real y que se interesan por la experiencia que estás viviendo para poder brindarte información y ayuda; que te escuchan aun en otro idioma porque saben interpretar: tu esfuerzo, tu descontento, tu emoción sentida, tu necesidad. El Camino de Santiago no debe ni puede entenderse sin la hospitalidad.
«¿Y qué podemos hacer para que los peregrinos os sintáis más a gusto?», nos han llegado a preguntar. A lo descrito hasta ahora, añadimos: invita a acomodarse primero; a dejar la mochila y quitarse las botas, por lo menos. Y propón una cena comunitaria. Pero una cena comunitaria de verdad. No es algo exclusivo de albergues públicos o de donativo. Conocemos albergues privados con cenas comunitarias muy dignas, de las que recuerdas luego. Es la estancia, la mesa, la calma, la calidad de la comida (calidad y sencillez no están reñidas) y la cantidad, la bebida (por supuesto), la hora (no muy tarde; las 19:30 es perfecto) y que esté reservada a los peregrinos. Es ser un buen anfitrión dejándonos compartir lo vivido. Es ser capaz de ofrecer un tiempo y un espacio fraternal: habrás convertido tu albergue en un hogar peregrino, de esos que más nos gusta recomendar.
Y para nota…
Un último consejo: prueba tú mismo/a el albergue antes de ofrecerlo. Alójate en él un par de días. ¿Qué echas en falta? ¿Qué sobra? ¿Qué mejorarías?
Informa sobre el albergue donde los peregrinos miran:
- Da de alta el albergue en Gronze.com si aún no está. Más de 8 millones de visitas (y 53 millones de páginas vistas) en 2023 nos avalan como el medio de información del Camino de referencia y de confianza.
- Regístrate como Responsable de la página del albergue. Podrás responder a las reseñas de los usuarios y, próximamente, agilizar la actualización de los datos.
- Actualiza periódicamente la información para evitar sorpresas a los peregrinos (fechas de apertura, contacto, precios, servicios…).
… ¡Pídenos tu póster-mapa! Lo mandamos gratis a los albergues y algunos hasta lo enmarcan. ¡A los peregrinos les encanta!
… Si te ha parecido útil, comparte este artículo con otros responsables de albergues comprometidos con la acogida. Muchas gracias por tu labor ¡y buen camino!
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