Problemas físicos habituales en el Camino de Santiago

Las ampollas. Es el percance más común en el ámbito peregrino. Puede llegar a ser muy molesto, aun cuando no deja de ser, en principio, un problema leve. Se produce por el constante rozamiento de la piel con los calcetines, y aparecen habitualmente durante las primeras jornadas. Los consejos para evitarlas se cuentan por decenas, pero son de dudosa efectividad. De todas formas, hay tres consideraciones importantes para intentar evitarlas: la calidad de las botas, haber andado mucho con ellas y que los calcetines no tengan ni costuras ni componentes sintéticos. Ya en el camino, también merece la pena tomar algunas precauciones: andar siempre con las botas y los calcetines secos, y poner tiritas o apósitos en las zonas de mayor rozamiento antes de que aparezca la ampolla. Algunas personas se untan los pies con vaselina o alguna crema hidratante antes de empezar la etapa. Si aun así aparece una ampolla, cosa muy probable, deberemos pincharla con una aguja hipodérmica esterilizada (con cuidado de no tocar la carne viva), drenar completamente el líquido interior y, acto seguido, secarla con alcohol o bien aplicarle un desinfectante. Después deberemos mantener los pies limpios y secos, y al día siguiente, antes de empezar la etapa, proteger la ampolla con una tirita. La piel muerta de la ampolla protege de infecciones y, por lo tanto, nunca debe arrancarse. Si una ampolla se infecta debemos dirigirnos a un centro médico a la mayor brevedad posible.

La tendinitis. Algunos dolores musculares sin importancia, cuando se presentan de una forma intensa y persistente, se confunden a veces con una tendinitis, cuando en realidad no lo son. La tendinitis, o sea, la inflamación de un tendón, aunque en la fase inicial se puede tratar con antiinflamatorios, es un problema importante y que posiblemente nos obligará a abandonar el Camino, dado que requiere un tratamiento prolongado, que incluso puede durar meses. Las causas principales de la aparición de la tendinitis son: la sobrecarga en las articulaciones por exceso de peso de la mochila (o por andar cojo a causa de una ampolla), la falta de preparación física, el exceso de kilómetros diarios, y la deshidratación producida por el calor o por no haber ingerido suficientes líquidos.

La deshidratación. En su grado más extremo puede provocar el golpe de calor, de consecuencias muy graves. Debemos evitar andar durante las horas de más calor, protegernos del sol con un sombrero, beber agua a menudo aunque no tengamos sed, y hacer etapas cortas los días de calor intenso.

Otros problemas físicos. Las rozaduras, sobretodo en la entrepierna, en las axilas y en la zona lumbar, son frecuentes los primeros días. Pueden prevenirse usando ropa interior tipo short, poniendo vaselina en las partes más expuestas a los rozamientos y andando siempre con la ropa seca. Debemos tener mucha precaución con las quemaduras. Para prevenirlas usaremos una crema solar con un factor de protección adecuado a nuestro tipo de piel. El agotamiento físico también es a menudo causa de abandono y para evitarlo es necesaria una buena preparación previa, no excederse en los kilómetros diarios y hacer una alimentación energética. Las agujetas, los calambres y los dolores musculares son habituales durante las primeras jornadas, y se pueden mitigar realizando estiramientos antes de empezar y al acabar cada etapa. La pérdida de peso en las caminatas de larga distancia es habitual, pero debe ser moderada. Las picadas de insectos se pueden evitar usando repelentes.