Camino de Santiago: Lecturas de confinamiento

Este año el 23 de abril, Día del Libro, nos pilla confinados. Nadie, cuando hace unos meses comenzó cierto run-run sobre un extraño virus que asolaba una región de la lejana China, nadie –repito– hubiese imaginado que ese COVID-19 provocaría aquí tal catástrofe, con tantas muertes de personas anónimas que disfrutaban hasta entonces una vida normal, sin grandes riesgos ni temor a enfermedades, como tú y como yo. Ni tampoco pasaba por nuestra mente que esta epidemia, como si de una peste medieval se tratase, provocaría el confinamiento de la población, el cierre de los caminos y la vuelta a casa de cuantos peregrinos se hallaban en ruta, así como la incertidumbre ante una reapertura que, visto lo visto, no se adivina fácil ni inmediata.

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Diversas portadas de libros jacobeos
Diversas portadas de libros jacobeos

Pues eso, la mayoría seguimos confinados en casa, y demos gracias. Y así vamos a pasar esta jornada de Sant Jordi, un día laborable pero festivo en que se regalan libros y rosas, sin poder salir a la calle ni –oh, grave pecado– acercarnos a las librerías que aquí, incomprensiblemente, permanecen cerradas por orden gubernativa. En España, al parecer, acudir a una floristería o a la librería de la esquina entraña un riesgo enorme, mucho mayor que tomar un autobús o hacer cola en la puerta del Mercadona. Suena ridículo pero, de momento, es lo que tenemos.

Para muchos el confinamiento ha sido una buena excusa para quitar el polvo y poner orden en nuestras librerías domésticas. Como tantos otros jacomaníacos, en la mía tengo varios estantes dedicados a los libros que he ido reuniendo sobre el camino de Santiago (unos comprados, otros fruto de algún regalo, distraídos los menos…). Estos días me he decidido a ordenarlos y, a falta de un criterio más racional, los he distribuido en cuatro secciones: guías, libros de autoayuda, raros o inclasificables, y –finalmente– aquellos que de verdad me interesan.

Sobre los libros raros, mejor no hablar. Tampoco me extenderé sobre las guías. Como en todo, cada uno tendrá sus favoritas. Constituyen la parte práctica de los caminos y a muchos nos gusta, además de consultar las etapas en la web, llevar todavía una guía impresa durante nuestras caminatas, ya sea en la mochila o mejor aún si nos cabe en el bolsillo. Conservo como oro en paño la primera guía que adquirí días antes de arrancar mi primer camino; era de la editorial El País-Aguilar, con espiral y unos mapas un tanto infantiles. Era muy práctica, y reconozco que me encantó… No imaginaba entonces que al cabo de los años acabaría escribiendo guías –no en papel, sino en la red, en Gronze– para facilitar y amenizar la ruta a otros peregrinos. El mundo da muchas vueltas. 

Por suerte, la porción de estante destinada a libros de autoayuda es mínima: la verdad, no me interesan mucho, los considero mera literatura alimenticia –y soy generoso al utilizar el término literatura–, pues sobretodo alimenta el bolsillo de sus autores. Sin duda el camino es una revelación, y caminar será muy sano, ayuda a meditar, a conocerte y blablablá. Todo eso es indiscutible, pero defiendo que su verdadera magia radica en descubrirlo por ti mismo, y no a través de las páginas azucaradas y las frases ampulosas de escritores o psicólogos que actúan como si fueran gurús iluminados… Me perdonarán, pero Paulo Coelho no es santo de mi devoción, y menos todavía la pandemia de diabetes jacobea que vino detrás.

Queda, por fin, el rincón de los libros escogidos; aquellos que, siempre con el camino como escenario, considero que pueden considerarse literatura de calidad, ya sean novelas, relatos, ensayos… Unos más serios, otros provocadores o jocosos, pero todos sinceros y bien estructurados. Con vuestro permiso, voy a aprovechar esta tribuna para recordar varios de ellos, antiguos o recientes, que no me importa leer y releer, y que desearía compartir con vosotros en este Día del Libro. Creo que cualquiera de ellos sería una lectura perfecta durante este tiempo de confinamiento. Tal vez tengáis en casa alguno, olvidado en vuestra biblioteca o en la mesita de noche; tal vez os lo regalaron, pero no encontrasteis el momento para pasar de la primera página; más de uno os sonará, y tal vez decidáis buscarlo por internet, ya sea para descargarlo como ebook o tomando nota para encargarlo en vuestra librería habitual una vez vuelva la normalidad. Sea como sea, si esta recomendación sirve para estimular el deseo de leer, me daré por satisfecho.

Pero no querría que esto quede en una simple prescripción. Os pido que, a través de las redes sociales de Gronze, por Facebook, Instagram o en el foro de la web, nos digáis el libro o libros sobre el Camino que os han marcado de verdad, aquellos cuya lectura recomendáis sinceramente a otros peregrinos. Insisto: pueden ser novelas, narraciones de viaje, alguna guía especialmente bien documentada… sobre todo aquellos que os hayan provocado un recuerdo imborrable. Tras el recuento de vuestras sugerencias prometemos publicar un ranking con el top ten de las lecturas más votadas.

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Portada de la edición japonesa de El Gran Caminante
Portada de la edición japonesa de El Gran Caminante

Vamos allá con las recomendaciones. Empezaremos con un libro sobradamente difundido, a pesar que es fruto de una autoedición: El Gran Caminante, de Antxon González Gabirain “Bolitx” (1971-2012). Seguro que muchos lo conocéis, y también la conmovedora historia de cómo escribió esta novela durante sus últimos meses de vida, antes que el ELA se lo llevase con sólo 40 años. Se trata de una camino movie radiante, intensa y divertida, muy crítica y muy lúcida, plagada de situaciones hilarantes y descripciones antológicas; y todo ello sin concesiones al sentimentalismo, sin verter una sola lágrima, donde las alusiones a su enfermedad son mínimas y sutiles. Bolitx, además de caminante incansable, era un forero desbocado y un cronista ácido de la realidad; quien tenga oportunidad de leer sus relatos cortos, que todavía se pueden encontrar en internet, se hará un hartón de reír. Además de sucesivas ediciones en castellano, el libro está también en inglés (The Great Westward Walk, con espléndida traducción por parte de Rebekah Scott, la dama de Moratinos), tanto en papel como en formato kindle de Amazon. Y aquí viene una primicia: en enero de 2020 ha aparecido publicado en japonés (no me atrevo a deletrearlo en nipón, pero os aseguro que va con el lomo a la derecha y su lectura es en sentido inverso al nuestro), cuya edición ha sido una epopeya que merecería todo un artículo. El libro físico lo podéis encargar en la web (19 euros) y os lo envían por mensajería sin coste alguno, incluso durante el confinamiento.

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Jesús Torbado y portada de El Peregrino (Planeta, 1993)
Jesús Torbado y portada de El Peregrino (Planeta, 1993)

Mi segunda recomendación sería El Peregrino, gran novela histórica del periodista y escritor leonés Jesús Torbado (1943-2018). Estamos ante un magnífico retrato de la peregrinación medieval, cuando en pleno siglo XI el joven Martin de Châtillon parte desde el valle del Loira hacia Compostela en cumplimiento de una encomienda, con la convicción que así salvaría su aldea de la epidemia de peste y del hambre que la azotaban. Durante el viaje conocerá a un copista mozárabe, convirtiéndose ambos en falsificadores de reliquias, mercaderes de huesos u otros restos de supuestos santos. Además de su trama absorbente, cabe destacar la rigurosa documentación histórica utilizada para la confección de la obra, que recibió el premio Ateneo de Sevilla en 1993; fue publicada por Planeta y Ediciones B, existiendo diferentes reediciones. Quien desee más información, aquí tiene el enlace al artículo que Antón Pombo dedicó a esta gran novela en Gronze tras la muerte de su autor: Jesús Torbado y El Peregrino.

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Cees Nooteboom y la portada de su libro de culto El desvío a Santiago
Cees Nooteboom y la portada de su libro de culto El desvío a Santiago

Pasemos ahora a un híbrido entre el libro de viajes y el ensayo: El desvío a Santiago, del hispanista holandés Cees Nooteboom (ediciones Siruela 1993, reeditado con fotos en 2010). Una digresión erudita en que relaciona presente y pasado, cultura e historia. Aunque su lectura no es fácil, hay que reconocer la visión caleidoscópica del autor, donde tan pronto explica sus impresiones de viaje por España, como las conecta con textos literarios y obras de arte de cualquier época o país.

No podemos olvidar el que, en mi modesta opinión, es el mejor ensayo sobre la construcción de la leyenda jacobea: Santiago: trayectoria de un mito, del gran filólogo e historiador Francisco Márquez Villanueva (1931-2013), con prólogo de Juan Goytisolo, publicado en 2004 por ediciones Bellaterra. Un libro riguroso y esclarecedor, cuya lectura resulta muy amena. De verdad, un imprescindible.

Pasemos a un libro ilustrado que podría calificarse como divulgativo, pero que conjuga seriedad y claridad: Los Caminos de Santiago, de Julie Roux, con la colaboración de Humbert Jacomet, Carmen Saceda y José María Anguita (ediciones MSM, original en francés en 2004, ampliada en castellano en 2011). Cuenta con 320 páginas y multitud de fotos en color, cronologías y mapas. Está formado por capítulos breves donde se explica muy bien el fenómeno histórico de las peregrinaciones jacobeas: los hay dedicados al reino visigodo de Toledo, a la evolución del cristianismo primitivo en la Península, a los reinos musulmanes de al-Andalus, a los mozárabes, al imperio carolingio, así como a los múltiples caminos por Europa y, muy especialmente, por Francia. Una verdadera joya de fácil lectura, que aporta una visión amplia y sin los habituales prejuicios del jacobocentrismo hispano.    

Para los más gourmets, no podía faltar un libro de gastronomía: La cocina del Camino de Santiago, de María Zarzalejos, periodista bilbaína especialista en todo lo referido al buen comer. Incluye más de 200 recetas recogidas a lo largo del camino, a cual más suculenta. Hay una edición sencilla en Alianza Editorial (1993), y otra de bonito, ilustrada por el fotógrafo gallego Xurxo Lobato y publicada por Lunwerg (2003). La misma autora escribió en 1999 Parada y fonda para el peregrino, pero está agotado (si alguien lo conserva y me lo quiere hacer llegar, aceptaré gustosamente el obsequio); también es suya una Guía gastronómica de la Vía de la Plata (2011), editada en dos CDs por el Ministerio de Agricultura, pero que no ha llegado a publicarse en formato papel.

Finalmente dos libros de relatos para los amantes de la buena lectura: uno de ellos es una verdadera perla oculta, de la que se hizo una única edición de 200 ejemplares: El amigo del Caminante, de Roberto Fernández Bécares (1937-2016), gran fotógrafo y peregrino nacido en Barakaldo, que vivió en Barcelona a partir de 1982. Se trata de una recopilación de los textos que publicó en la revista Vestigium Viae entre 2005 y 2015, que sorprenden por el dominio extraordinario del lenguaje –un castellano casi cervantino–, así como por la ironía y sentido de la observación que destilan. La base o formato de todos los relatos sería la narración de múltiples anécdotas que un supuesto caminante explica, en tercera persona, a su amigo (el autor). Este recurso o juego de desdoblamiento caminante-autor resulta genial, y permite introducir en un mismo texto los puntos de vista de ambos; eso sí, siempre acompañados por los vapores de una generosa medida de orujo.  Hay relatos sencillamente hilarantes como “La cuesta de las gordas” o “Cuando mear parece imposible”. Créanme, es una verdadera delicatesen literaria y peregrina, aunque será muy difícil localizar un ejemplar.

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José Antonio de la Riera (Foto: La Voz de Galicia, Xesus Bua) y portada de su nuevo libro «Camino de Vuelta»
José Antonio de la Riera (Foto: La Voz de Galicia, Xesus Bua) y portada de su nuevo libro «Camino de Vuelta»

Y finalmente, last but not least, un sensacional libro de relatos de reciente aparición: Camino de vuelta, del maestro indiscutible Jose Antonio de la Riera, con prólogo del historiador y periodista Antón Pombo. Insigne peregrino, hospitalero, gaitero y agitador cultural, de la Riera es probablemente el verso más libre que resta en Jakobsland. Lo mejor será que lo leáis (podéis solicitarlo en esta web, por 20 euros incluyendo gastos de envío). Sólo destacaré el fino humor –gallego, por supuesto– de los relatos dedicados a Pepe el Lacónico y su taberna, o el de los burros calvinistas. Como muestra de la genialidad de su escribidera me permito adjuntar un fragmento de un texto del autor, que seguro os encantará:       

Lo que siguió fue una cena de Navidad en toda regla, el albañil no quería para nada el turrón y el champán que le habían regalado, pero devoraba nuestro chorizo de ciervo y tentaba sin compasión el vino de mi bota. Y de allí surgió una durísima historia de soledad, de amargura, de desapego. Felipe S. G., albañil cabal, no creía en Dios ni falta que le hacía. Abandonado por su mujer, una dura historia de desamor, hacía años que no veía a sus hijos. Iba por los pueblos haciendo chapuzas, aquí y allá. Y había caído en el monasterio donde José María, el cura, le había encargado algunas reformas. El cura se había ido y, tal y como él decía, le había dejado al cargo, “una responsabilidad de cojones, ¡ me cago en todo lo que se menea!”. Dormía en una pequeña habitación y atendía malamente aquello. Eso era todo y, encima, nosotros tocándole los huevos.

Pero ahora Felipe nos abrazaba, le echaba un pulso al inglés, nos deseaba feliz navidad mientras brindábamos con su cava. Lo que siguió fue una de esas noches mágicas que sólo se dan en el Camino. Servidor subido a una mesa, gaita en ristre, y todo el mundo bailando y riendo frenéticamente. Había desaparecido la fatiga, la tensión, los miedos, el frío, había desaparecido todo, estábamos festejando la Navidad, nos lo habíamos ganado. Felipe irradiaba felicidad, “¡sois cojonudos, pero cojonudos!”. Irene intentó enseñarnos una especie de villancico francés que interpretamos a alaridos. Así mientras las estrellas todas, Aldebarán, Sirio, Las Pleyades, iluminaban la noche de San Juan de Ortega, cinco peregrinos rendidos y un albañil dormían plácidamente ante el fuego en el viejo monasterio.

No sigo. Reconozco que en esta breve selección me habré dejado decenas de buenos libros. Pero todo tiene solución: aprovechad este momento y desempolvad vuestra biblioteca jacobea, abrid de nuevo esas guías y libros que teníais allí olvidados y, por favor, escribid vuestras recomendaciones. Así, gracias a vuestra colaboración, podremos descubrir muchas lecturas de confinamiento, resiguiendo rutas con el recuerdo o la imaginación, un incentivo más para la vuelta a los caminos que, sin duda, pronto podremos retomar.

Arquitecto, fotógrafo y redactor de guías

Comentarios
Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio
. Dos sugerencias: 1- "Tu solus peregrinus" de Juan Antonio Torres Prieto, monje del monasterio Sto Domingo de Silos. Fue precisamente su peregrinación a Santiago lo que le despertó a este monje su vocación contemplativa.//. 2- "Hospedando: 25 años de historias y anécdotas de hospitaleros voluntarios" libro coral de la federación de asociaciones de amigos del Camino de Santiago. //. En tu artículo hablas bastante mal de toda una pseudo.literatura de auto.ayuda en torno al camino. Yo distinguiría, en todo caso, entre los autores a los que se les percibe "el sudor del camino" , y digamos " los que van en coche". En cada categoría hay libros buenos y malos, pero me merecen más respeto los primeros. //. Por poner un ejemplo algo estridente: prefiero las memorias jacobeas de Shirley Maclaine (!anatema!) que se pateó el camino, al ensayo de Luis Carandell, que lo escribió montado en coche. Para pillarle el punto a la peregrinación creo que hay algo de conditio sine qua non en la piel de burro sufrido y agradecido que se le pone a uno cuando va a pie. Si luego al burro le da por hacer filosofía barata, buenoooo! ... .
Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio
Por alguna razón, tu artículo me vuelve una y otra vez a la cabeza estos días. Será la rarefacción del confinamiento que marea la consciencia, pero en tu crítica de cierta "literatura" del camino me parece que se agazapan cuestiones de algún calado. Perdóname si me equivoco, y si "te" utilizo para soltar teorías que probablemente tienen mucho más que ver con mi forma de ver las cosas, que con lo que tú quisiste expresar. Pero ¿qué quieres? Es domingo, no puedo salir a airear las neuronas, así que me voy a poner a ronronear aquí un poco la cuestión. //// Decías... "libros de autoayuda... mera literatura alimenticia...Sin duda caminar será muy sano... ayuda a meditar, y blablablá...páginas azucaradas...las frases ampulosas de escritores o psicólogos gurús iluminados...Paulo Coelho no es santo de mi devoción...diabetes jacobea."//// Podría compartir contigo el juicio despreciativo sobre decenas de libros sobre el camino, incluso liquidar de golpe lo que se ha convertido casi en un género literario en sí mismo, las memorias del camino, cuyo prototipo sería: autor anglosajón, lectura.ligera.de.aeropuerto, combinación de dosis homeopáticas de espiritualidad new age o evangélica + humor + sentimentalismo + España Olé + épica aventurera de andar por casa.//// Extrañamente, este “ género”, aún con sus numerosos bodrios, no me acaba de molestar. Quizá porque, en general, los textos suelen contar con florilegios a España y sus gentes, y ciertamente, no andamos tan altos de autoestima en el país como para que no nos entren bien un par piropos. Pero hay algo de más de fondo: creo percibir en la voz de estas “memoirs”, en su mayoría, una voz verdadera, una genuina búsqueda personal, una sed existencial, un esfuerzo por verbalizar experiencias luego peor o mejor formuladas y escritas. Y aquí es donde me rebelo contra tus comentarios sarcásticos, y hasta quiero ver en ellos un problema cultural.//// Al perfilar el prototipo del género, he dicho “autor anglosajón”. Es interesante observar la gozosa naturalidad con que se asocia en el extranjero el camino de Santiago y la espiritualidad, y por el contrario, las dificultades que tenemos en nuestro país para hablar de esta relación. Probablemente se deba a las tortuosas vueltas de nuestra relación histórica con la Iglesia católica, pero el caso es que el ciudadano español moderno huye como de la peste de toda expresión que huela a vuelo del espíritu. ///// Aceptaremos una crónica histórica sobre un eremita del siglo XII que levitó por los montes de León. Aceptaremos relatos picarescos de peregrinos del siglo XVI. Aceptaremos páginas esperpénticas de Valle Inclán, tremendistas de C.J.Cela, o surrealistas de Buñuel… pero ¡ Por favor! que no nos hablen ni de Dios, ni del karma, ni de espíritus transcendentes.///// Pero, entonces, ¿de qué hablamos cuando queremos explicar lo que encontramos de especial en el Camino de Santiago? Las palabras siempre son torpes para reflejar la realidad, y solo somos capaces de hablar desde el vocabulario de nuestra experiencia, prejuicios y visión del mundo. Pero es claro que “cuando el río suena, agua lleva”, y que “algo pasa” en esta peregrinación que no es fácil diseccionar en laboratorio. ¿Fue un orujo tomado en Arzúa?¿Fue una pájara al subir hacia Manjarin? ¿Fueron demasiadas horas expuestas al sol de Palencia? ¿Fue la mirada de un gato tuerto en Puentelarreina?¿Fueron las voces gregorianas de Samos? ¿Fue una infusión de hierbas pirenaicas con efectos alucinógenos? El rastreo “fenomenológico” de lo que ocurre en nuestra interioridad en un mes fuera de casa, en experiencias liminares, con mucho tiempo para pensar, con una redimensión de lo que es nuestro cuerpo, y con ello, nuestra identidad, con esa fabulosa caja de resonancia que es el silencio de la naturaleza, nos debería llevar a pensar que…. ¡Joder!... lo raro sería que no nos burbulleran cosas en la consciencia!!! (Estoy convencido de que de esta temporada de confinamiento también saldrá una literatura alucinada de escala mundial. Ejemplo: este mismo texto jaja!).//// Este contraste entre abundancia de literatura extranjera sobre lo espiritual del camino, y nuestro estreñimiento patrio me recuerda al contraste entre los géneros musicales de la Ópera y la zarzuela. Si hay un país que sirvió como tema y escenario en la Ópera clásica fue España: Mozart, Rossini, Verdi, Wagner, Bizet encontraron en nuestra historia, literatura, paisajes y gentes una amplitud de resonancia que iba genial a los vuelos de su arte: de Don Giovanni a Fígaro, de Carmen a Parsifal, de Don Álvaro a Don Carlo o el trovador hay ahí una dimensión del mundo y del ser humano de muchos quilates. “Curiosamente” ninguno de estos artistas era español.///// ¿Qué hacían mientras tanto los músicos nacionales? Zarzuela. Que evidentemente tiene sus virtudes, pero que en su definición ya lleva su condena: “genero chico”. Y sí, ciertamente vemos a España reflejada en ella, pero “cierta” España solo, de andar por casa, pizpireta pero alicorta, pequeño burguesa, sainetera, que puede llegar a ser genial según el caso, claro…. Pero ¿Es el aliento de un Don Giovanni, de Carmen, de Parsifal menos genuino, menos veraz, es menos España? ¿No será todo lo contrario? ¿No será en la Ópera donde el espíritu humano se desenmascara de sus convenciones cotidianas y puede resonar en sus niveles más profundos y auténticos?//// Y ¿no es eso precisamente lo que logra hacer con nosotros el Camino de Santiago? ¿Desenmascararnos, sacudirnos la convención de nuestra vida cotidiana y hacernos resonar, profundizar en nuestra autenticidad? Bienvenida sea, por Dios (o por la virgen jaja!) la literatura que se esfuerza en verbalizar este proceso, esta búsqueda de autenticidad personal, con mejores o peores resultados, pero ahí, tras el manantial fluyente de la vida, “como el ciervo acercándose a la fuente, así mi espíritu…” que diría el salmista.//// Lo dejo aquí, Carles. Toma estás líneas como mejor creas, no te sientas más concernido por ellas porque te haya “usado” para soltar cuatro pedradas mías en esta extraña temporada que nos toca vivir. Espero que acabe pronto el confinamiento y que ¡reabran el Camino!. Un abrazo!///// Fernando Cristóbal Otxandio .