Treinta años del Primer Itinerario Cultural Europeo

El tiempo pasa rápido. Hace ahora tres décadas, el 23 de octubre de 1987, el Consejo de Europa declaraba en Compostela el Camino de Santiago como I Itinerario Cultural Europeo. Algunos estiman que este acto, unido a la visita que había realizado el papa Juan Pablo II a Santiago en 1982 tocado con la esclavina de peregrino, conchas y bordón, supusieron el definitivo relanzamiento, simbólico y efectivo, de la aletargada peregrinación jacobea.

Por nuestra parte no ponemos en duda que todo ha contribuido a dar a conocer el Camino de Santiago, pero si atendemos a la presencia de peregrinos registrados, por más que las fuentes sean incompletas (secretaría de la catedral, en aquel momento), no parece que ninguno de los dos acontecimientos haya tenido un efecto, al menos inmediato o acelerador, en la popularización de la ruta y, por ende, en la llegada de peregrinos. Bastará con recordar que si en 1987 se entregaron 2.905 Compostelas, al año siguiente tan sólo 3.501. El único salto cuantitativo apreciable, en la serie contemporánea, lo percibimos en 1993, primer Xacobeo, donde de 9.764 peregrinos del año precedente saltamos a 99.436, o sea, que la cifra se multiplicó por más de 10, y desde entonces también el crecimiento en años ordinarios se disparará: de 1992 a 1994 en algo más del 60%.

mapa-caminos-europa.jpg

A partir de 1987 la emblemática jacobea del Consejo de Europa, con los colores azul y amarillo de la bandera de la Unión Europea, han sido asumidos como iconos recurrentes del Camino de Santiago.
A partir de 1987 la emblemática jacobea del Consejo de Europa, con los colores azul y amarillo de la bandera de la Unión Europea, han sido asumidos como iconos recurrentes del Camino de Santiago.

La distinción otorgada por el Consejo de Europa llegó en el mismo momento en que se celebraba en Jaca el I Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas (22-26 de septiembre de 1987), generando un gran alborozo entre los reunidos. Pero para llegar a la solemne declaración del 23 de octubre hubo que esperar, pues los primeros trámites ya se habían iniciado en 1984, a partir de la ambigua propuesta del diputado alemán Günther Müller sobre itinerarios devocionales en Europa, y con el gran trabajo de sensibilización y documentación realizado por la asociación viguesa de Amigos de los Pazos, presidida por Juan Manuel López Chaves. Asimismo, hubo dos personas claves para que el proyecto llegase a buen puerto: Marcelino Oreja Aguirre, ex-ministro de Asuntos Exteriores, a la sazón secretario general de dicho organismo europeo, y José María Ballester, jefe de la división de Patrimonio Cultural del Consejo, que coordinaba un comité de expertos formado por René de La Coste-Messelière (Francia), Manuel Díaz y Díaz (España), Paolo Caucci von Saucken (Italia), Robert Plötz (Alemania), Albert d’Haenens (Bélgica) y Derek Lomax (Reino Unido). Lógicamente, también se contó con el apoyo del alcalde de Santiago, Xerardo Estévez Fernández, del presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga Iribarne, y del arzobispo de Santiago, Antonio María Rouco Varela.

Los debates de la declaración fueron más complicados de lo que se presuponía en el Comité de Ministros, ya que algunos de los miembros consideraban que se trataba de un asunto que tan sólo incumbía a España, y que una vía de peregrinación “católica” no casaba con los valores laicos del Consejo. Otros, en cambio, propugnaban lo contrario, presionando para que la declaración recogiese el legado cristiano de las peregrinaciones. Como es sabido, al final se optó por la vía del medio, propia de la burocracia europea, para no molestar a nadie. Sin embargo, la declaración adolece de un defecto de omisión que será habitual en las altas esferas institucionales, y que está pasando a la historia revisionista sobre el renacimiento jacobeo: no se menciona el trabajo de base que hasta entonces habían realizado Elías Valiña, sus colaboradores y los amigos del Camino en la recuperación de los itinerarios históricos de peregrinación.

En la clausura del XI Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas, que acaba de celebrarse en Antequera (18-22 octubre 2017), estaba presente José María Ballester. A lo largo de su interesante intervención ha recordado que en la cocina del Consejo se elaboró un primer informe sobre la preeminencia del Camino de Santiago entre los itinerarios ya no de fe, sino “culturales”, de Europa, entendiéndose que su reconocimiento podría servir de modelo para los que se presentaran a posteriori.

La propuesta contó con el apoyo de las asociaciones europeas de Amigos del Camino de Santiago entonces constituidas, que eran las de Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Reino Unido. Por su parte, el Ministerio de Obras Públicas encargó un estudio a Arturo Soria Puig y Jean Passini, aportaciones que han pasado a libros convertidos en clásicos.

En palabras de Ballester, se trataba de una “invitación para volver al Camino, un movimiento identitario sobre el territorio europeo para que se volvieran a recorrer los caminos del espíritu con los valores que siempre los habían animado”. Al mismo tiempo, sin embargo, ha apuntado que no conviene regodearse en éxitos pasados, pues ya se ha cubierto un largo camino en estos 30 años, y ahora es conveniente pensar en el futuro.

Su reflexión es sabia, pues a la vez que hemos de reconocer lo mucho que hemos avanzado desde entonces, también hemos de ser conscientes que “con los beneficios llegaron los peligros: mercantilización, turismo que me da terror y pánico, porque somos incapaces de definir un turismo cultural, y nos hemos limitado a trasladar los modelos existentes de sol/playa a la cultura, y por eso nos hemos visto invadidos”.

Frente a los retos del presente, como solución sugiere “mantener el Camino en su realidad, una vía de peregrinación y civilización, y hacerlo sostenible con criterios de nuestra época, y transmitirlo a los jóvenes”. Para ello resulta preciso aplicar modelos de aproximación al paisaje, pues el Camino no es tan sólo una traza lineal con sus monumentos, sino un bien cultural fijado en su propio entorno y territorio.

Y concluye advirtiendo que la peregrinación no sólo evoca la historia, las aportaciones de Europa a la civilización y a la sociedad humanista, pues no basta con conocerse a uno mismo, sino al prójimo: conocer y conocerse. “Lo que en realidad nos une, a los peregrinos, es la emoción, ahí está el futuro”.

via-brabantica.jpg

Vía Brabantica, el Camino de Santiago en Bélgica
Vía Brabantica, el Camino de Santiago en Bélgica

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador