Camino Inglés | Información

El Camino Inglés es la ruta jacobea que une los puertos de Ferrol y A Coruña con Santiago de Compostela. Su distancia por el ramal de Ferrol es de 112 km que pueden realizarse perfectamente en 4 o 5 etapas a pie, todas ellas bastante asequibles y bien señalizadas, por lo que resulta un recorrido muy apto para aquellos que sólo dispongan de una semana para escaparse a caminar, incluyendo los desplazamientos hasta el punto de partida y el regreso a casa.

Este camino nació en plena Edad Media por una combinación de motivos  espirituales y logísticos, fruto de una hábil fusión de transporte comercial y de pasajeros que permitió que muchos fieles de Gran Bretaña, Irlanda o del norte de Europa embarcasen en navíos mercantes para visitar la tumba del Apóstol. Tras bajar a puerto iniciaban un corto itinerario por tierra hasta Compostela, ya fuese en caballerías o a pie, que hoy en día se ha recuperado y que se conoce como Camino Inglés.

Dicha denominación oficial, como es lógico, no acaba de complacer a los peregrinos irlandeses, que reivindican que esta ruta debería llamarse “de los ingleses y los irlandeses”, pues ambas nacionalidades aportaron similar número de peregrinos, a la luz de los datos que constan en los  registros de navíos que fondeaban o zarpaban en los diferentes puertos.

Torre de Hércules al atardecer, A Coruña

En el siglo XII se produjo en Inglaterra, Irlanda y otros países del norte de Europa un verdadero boom del culto al apóstol Santiago, construyéndose bajo su advocación más de 600 templos, lo cual provocó el deseo de muchos feligreses de peregrinar a su tumba, recientemente descubierta en la lejana Galicia. Mucho debió influir en ello la decisión tomada en 1122 por el papa Calixto II, concediendo a Compostela la celebración de Años Jubileos in perpetuum, durante los cuales los peregrinos que llegasen ante el Apóstol obtendrían la indulgencia plenaria, cosa que debió ser todo un reclamo para numerosos feligreses con mala conciencia por sus pecados.

En los primeros siglos del fenómeno jacobeo, quienes decidían peregrinar hacia Compostela desde las islas británicas o los fiordos escandinavos debían atravesar primero el canal de la Mancha, el mar del Norte o el golfo de Vizcaya, para seguir después una larguísima ruta a pie por desconocidas tierras francas, navarras, castellanas y gallegas, en un periplo azaroso y plagado de riesgos. A la vista de ello algún avispado armador naval tuvo una brillante idea: aprovechar los avances náuticos de la época para reabrir las antiguas rutas comerciales con la península Ibérica (surcadas un par de siglos antes por los drakkars de vikingos y normandos) y convertirlas en una nueva ruta económico-espiritual, donde además de paños ingleses (en la ida), vino, carne o aceite gallego (en la vuelta), transportarían también pasajeros (éstos siempre de ida y vuelta), por lo general grupos de peregrinos solventes (comerciantes, burgueses o rentistas) en busca de la salvación de su alma. De ello resultaría un viaje mucho más breve y seguro, un todo incluido con desplazamientos marítimos y terrestres, manutención y algún guía en su propio idioma, que debían abonar siempre por anticipado. Vamos, idéntico a lo que hacemos hoy en día al contratar un viaje de turismo por agencia.

De esta manera, a lo largo de los siglos XII al XV centenares de peregrinos ingleses, irlandeses, galeses, escoceses, bretones, neerlandeses, alemanes y de los países nórdicos desembarcaban a diario, repartidos entre diferentes puertos (la mayoría en A Coruña, pero también en Ferrol, Neda, Pontedeume, Fisterra, Muros o Noia). Los navíos fletados a tal efecto estaban obligados a pagar importantes aranceles aduaneros al Cabildo de la Catedral y a la Hacienda Real, no sólo por las mercancías sino también por cada pasajero transportado, convirtiendo dicho negocio de viajes chárter en una ingente fuente de ingresos para la curia compostelana y para la Corona.

Así lo relataba el gran viajero y peregrino William Wey en 1456, tras cuatro días de navegación desde Plymouth hasta el puerto de A Coruña, en cuya bahía contó 84 navíos fondeados, 37 de ellos con bandera inglesa: “En el puerto había mucha gente de Inglaterra, de Gales, de Irlanda, de Normandía, de Francia, de Bretaña y de otros lugares”.

Tras la singladura marítima, los barcos esperaban fondeados durante 7 u 8 días, que dedicaban al trasiego y carga de mercancías; mientras tanto los grupos de peregrinos se desplazaban hasta Santiago (ya fuese a pie, en caravanas de carros o en caballerías alquiladas), donde realizaban sus ofrendas al apóstol y acto seguido regresaban al puerto, para zarpar de vuelta a su país de origen. El tiempo destinado a todo este periplo, incluyendo las travesías por mar de ida y de vuelta, debía oscilar entre dos y tres semanas, en función del puerto de origen y de los vientos. Por supuesto, dicho viaje organizado no estaba al alcance de todos los bolsillos. 

La generación de riqueza gracias a la llegada de peregrinos por mar quedó mermada a partir del siglo XVI con la pujanza en Europa de las ideas de Martín Lutero (quien consideraba la peregrinación a Compostela un gasto inútil y una blasfemia) y por la ruptura del rey inglés Enrique VIII con la iglesia católica, prohibiendo las peregrinaciones a sus súbditos. Tampoco ayudaron las tradicionales rencillas y conflagraciones bélicas entre España y el Reino Unido, especialmente la guerra de los años 1585 a 1604, con los ataques a poblaciones costeras por parte del corsario Francis Drake y el desastre de la Armada Invencible (denominación sarcástica acuñada, por supuesto, por los ingleses). 

Esta ruta marítima concebida para los peregrinos del norte fue poco a poco decayendo, hasta que en los siglos XVIII y XIX dejó prácticamente de utilizarse. De hecho, como otros caminos menores, el Camino Inglés no fue recuperado (y señalizado) hasta la década de los años 1990 gracias al esfuerzo de las asociaciones de Amigos del Camino y la colaboración de varios ayuntamientos.

A pesar de haberse perdido la parte de singladura marítima que históricamente daba sentido a esta ruta (pues ya no hay barcos mercantes que trasladen peregrinos desde sus países de origen hasta los puertos gallegos), todavía perviven algunas conexiones en ferry desde el Reino Unido con los puertos de Bilbao y Santander, si bien dichas ciudades corresponden al Camino del Norte.   

Hoy en día, con el avión, tren o autobús como medios habituales para llegar al punto de partida, casi todos los peregrinos que deciden acometer el Camino Inglés salen desde Ferrol, pues así la ruta resulta más completa y variada, y la distancia (112 km) les permite obtener la Compostela. Para llegar a Ferrol disponemos de autobuses cada hora desde A Coruña, así como algunos trenes; también es el final de una línea casi testimonial de FEVE (ferrocarril de vía estrecha) que une la ciudad con Oviedo y Gijón, si bien el número de servicios actualmente es escaso.

Cabe recordar que en el Medievo la inmensa mayoría de peregrinos venidos por mar desembarcaban en el puerto de A Coruña (ya fuese en O Parrote o en O Burgo), por ser éste el más importante y más cercano a Compostela, y desde allí acometían los 72 km que separan dicha ciudad de la tumba del Apóstol. Sin embargo hoy dicho ramal es poco utilizado; el motivo de ello es su corta distancia, inferior a los 100 km mínimos fijados por el cabildo de la catedral de Santiago, que no resulta suficiente para obtener la preciada Compostela; las excepciones serían los residentes en A Coruña, y aquellos peregrinos del Reino Unido, Irlanda, Brasil y Argentina que hayan realizado previamente (y sellado) algún tramo del camino en su país de origen.

Una opción que cada día gana más adeptos es aprovechar la ocasión para caminar ambos ramales del Camino Inglés: los que comiencen en Ferrol pueden tomar autobuses para A Coruña tras la confluencia de ambas rutas cerca de Hospital de Bruma, al final de la etapa 3 de nuestra guía (paradas de As Travesas o de Mesón do Vento); lo mismo pueden hacer los que arranquen en A Coruña, tomando autobús de vuelta a la ciudad herculina al final de la etapa 2AC, y enlazando allí con Ferrol (hay autobuses de A Coruña a Ferrol cada hora, además de trenes). 

Un amigo de Gronze.com nos recomienda: “creo que la mejor opción es hacer primero Ferrol-Bruma...Una vez en Bruma, bus hasta A Coruña, y de allí caminar a Bruma... para finalmente seguir hasta Santiago...Así es menos jaleo.”

La señalización es buena en ambos ramales, mediante los habituales mojones colocados por la Xunta de Galicia, azulejos y flechas pintadas en las encrucijadas. El único lugar en que cabe la posibilidad de perderse sería en el largo trayecto a lo largo de las calles y avenidas de A Coruña; para evitarlo no tenéis más que seguir las indicaciones que encontraréis en la pestaña Recorrido de la etapa 1AC de nuestra guía-web, donde hemos descrito detalladamente dicho tramo. También conviene estar atentos tras una pasarela peatonal sobre la vía del tren a la salida de Miño (etapa 2 de la guía), y en la nueva señalización a la salida de Sigüeiro (etapa 5).

En conjunto, y en una imaginaria clasificación (que no pretendemos), el Camino Inglés se situaría en una posición intermedia entre los caminos duros (como el Primitivo) y los caminos fáciles (como el tramo gallego del Camino Portugués, o como su hermano menor el Portugués de la Costa). La parte que presenta una orografía más quebrada son los 24 km entre Betanzos y Hospital de Bruma, si bien ahora la distancia y los desniveles se han dulcificado tras la polémica modificación del trazado decidida por la Xunta en 2017. En la etapa anterior, de Pontedeume a Betanzos, también afrontamos algunos desniveles pero de carácter moderado, salvo la demoledora cuesta a la salida de Pontedeume, con una de las rampas más duras que recordamos de todos nuestros caminos. 

El camino, lamentablemente, presenta algunos puntos negros tras dicha modificación de 2017: se trata de inexplicables tramos –por suerte breves– por el arcén de carreteras estrechas o con mucho tráfico, así como cruces peligrosos. A la espera de las necesarias actuaciones al respecto por parte de los responsables de la Xunta, en el Recorrido de las etapas os proponemos alternativas a algunos de ellos.

En el año 2009 sólo existían en la ruta tres albergues, todos ellos públicos (Neda, Miño y Hospital de Bruma), y ningún albergue privado; el Camino Inglés era en aquella época la Cenicienta de los itinerarios oficiales en Galicia, con poco más de 1.500 peregrinos al año. Por aquel entonces era habitual, fuera de la temporada estival, no encontrar a casi nadie durante la ruta. 

Pero todo ello ha cambiado drásticamente: el crecimiento de este camino en los últimos años ha sido exponencial (según los datos de la Oficina del Peregrino, ha pasado de los 3.577 peregrinos en 2012 a 24.209 en 2022), y en respuesta a esta progresión, el número de albergues también se ha multiplicado.

El Camino Inglés es asequible en cualquier época del año, puesto que la proximidad del mar atempera el frío en invierno y modera el calor en verano. Sin embargo, por su exposición en casi primera línea a los frentes atlánticos, también sería un camino con bastante posibilidad de lluvia; lo más habitual es que en 5 o 6 días de ruta pillemos algún chubasco, o cuando menos alguna llovizna.

Esta ruta combina los paisajes marineros de las rías de Ferrol, Ares y Betanzos, en los que deberemos convivir con estructuras viarias y urbanas, así como algunas instalaciones vinculadas a la industria marítima y militar, con otros tramos que transcurren por un territorio rural, agradable y solitario, salpicado de pequeñas aldeas dedicadas a la ganadería y a la agricultura. 

En cuanto al firme, aunque predomina el asfalto (mayoritariamente pistas o carreteritas locales, con escaso tráfico), el Camino Inglés ha recuperado varios tramos de tierra que corresponden al trazado del antiguo Camiño Real, utilizado tradicionalmente por los peregrinos que se dirigían a Compostela y también, por supuesto, para el transporte de mercancías.

La ruta atraviesa cuatro núcleos históricos relevantes: además de la bella ciudad de A Coruña, conoceremos también Ferrol, con su diseño ilustrado; Pontedeume, villa a la sombra de la poderosa familia de los Andrade; y sobre todo Betanzos, con un gran casco medieval y tres templos góticos intactos, que no podemos dejar de visitar. Además, quien disponga de tiempo suficiente no puede perderse el Parque Natural das Fragas do Eume, espectacular e inmenso bosque de ribera considerado un paraíso para senderistas, fotógrafos y amantes de la naturaleza, así como su monasterio románico de Caaveiro, ambos cerca de Pontedeume.

El trazado del Camino Inglés, al ser cortito, se circunscribe a la comunidad autónoma de Galicia, y en concreto sólo pisaremos una provincia, la de A Coruña.

El trazado habitual del Camino Inglés, de Ferrol a Santiago, recorre 112 kilómetros, y sólo 72 km desde A Coruña. Las ciudades con mayor población son A Coruña (245.000 habitantes), Ferrol (74.000), Betanzos (13.000) y, por supuesto, Santiago (95.000 residentes, más numerosos transeúntes –turistas y peregrinos– en determinadas épocas del año).

Para aquéllos que vayan a Galicia por primera vez, conviene aclarar que en esta comunidad los municipios se llaman concellos, los cuales a efectos administrativos se dividen en parroquias; a su vez, las parroquias suelen estar constituidas por unidades más pequeñas denominadas lugares (caseríos, pequeñas aldeas, urbanizaciones…). Por ejemplo, disponemos de un albergue de peregrinos en el lugar de Hospital, que se encuentra en la parroquia de Bruma, la cual forma parte del concello de Mesía. Casi siempre la parroquia más poblada es la cabeza del concello, donde estarían los servicios municipales (el centro de salud, la farmacia, las oficinas bancarias, etc.). En la mayoría de los casos el nombre del concello coincide con el nombre de su parroquia principal; pero hay excepciones, como por ejemplo Sigüeiro, que es la capital y localidad más importante del concello de Oroso.

A la vista de su orografía poco exigente y los firmes regulares, estamos ante un trazado en teoría muy apto para realizarlo en bicicleta tipo BTT; sin embargo, en este camino veremos muy pocos ciclistas: el motivo radica en su corta distancia, muy inferior a los 200 kilómetros mínimos (en bici) fijados para obtener la Compostela. Cualquier ciclista mínimamente entrenado podría realizar toda la ruta en menos de dos jornadas lo cual, para nuestros esforzados del pedal y de las alforjas, apenas alcanza  siquiera la categoría de mero entrenamiento.