Finales de etapa injustamente olvidados por las guías (parte I)

Analizamos los finales de etapas relegados en el Camino Francés, Portugués Central, Portugués de la Costa y Camino Inglés

Desde el inicio de la divulgación práctica del Camino de Santiago, en el libro V del Códice Calixtino (s. XII), las guías de peregrinos han organizado el itinerario en etapas. Herederos de una larga tradición, quienes hoy elaboramos estas guías seguimos, mayoritariamente, eligiendo este modelo descriptivo, que es el que mejor se adapta a las necesidades de un viajero. La etapa, que nunca es rígida y depende de las capacidades y circunstancias de cada peregrino, permite establecer un orden que atiende a realidades objetivas: distancia media habitual diaria, existencia de servicios, relevancia histórica y patrimonial de la localidad, tradición jacobea, impronta de la acogida, etc.

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Puente de Hospital de Órbigo
Puente de Hospital de Órbigo

La definición estándar de las etapas suele mediatizar al peregrino, que en cierto modo se puede creer obligado a realizar los tramos propuestos por los prescriptores. Este dejarse llevar ha marginado injustamente a muchas poblaciones, de mayor o menor tamaño, en las que también existe un rico patrimonio y se dispensa una cálida acogida. A ello hay que sumar la competencia desatada por los intereses comerciales, pues el impacto económico de la peregrinación es un hecho indiscutible.

Dado que sería imposible citar todos los finales de etapa relegados, propósito inabarcable dado que el que más y el que menos se sienten agraviados, nos vamos a centrar en aquellas poblaciones relevantes que, por cuestiones de distancia, no suelen figurar como fin de jornada pese a contar con todo lo que necesita un peregrino, tanto, como dirían los clásicos, para el cuerpo como para el espíritu. Lo vamos a hacer echando un vistazo a los itinerarios más populares y en base a las etapas propuestas por Gronze.

Camino Francés

En el gran itinerario jacobeo por antonomasia la historia, como no podía ser de otro modo, es quien ha definido en gran medida las etapas, que por lo general aparecen fijadas con bastante lógica. Por otra parte, dado el gran número de usuarios de la ruta, la sopa se reparte, y el sentimiento de postergación no es tan intenso. Cabe también citar que la costumbre, por haber sido el primer itinerario jacobeo en ser recuperado (años 80), ha generado un marco bastante estable. Los ejemplos que podamos citar a continuación, por lo tanto, no son tan, digamos, radicales, como los que veremos en los restantes itinerarios.

Sansol o Torres del Río, pueblos prácticamente unidos, y el segundo con un notable templo románico, podrían ser un fin de etapa sustitutivo de Los Arcos. En la siguiente jornada lo mismo cabría decir de Viana, relevante conjunto histórico en el límite de Navarra, relegada por la proximidad de Logroño. Un día después, Navarrete padece el mismo estigma al partir de la capital riojana.

Entre La Rioja y Castilla hay dos etapas en las que el estilo de hospitalidad aparta a los peregrinos de dos finales de libro: Grañón, frente a Santo Domingo de la Calzada, y Tosantos, respecto de Belorado.

Al salir de Burgos el planteamiento es complejo, pues si se elige Hornillos del Camino por distancia para que luego case Castrojeriz, cita casi obligada, se evita Hontanas, que haría pareja con Puente Fitero o Boadilla del Camino. Pero cada vez que la distancia de una etapa baja de los 20 km los peregrinos suelen decidir alargarla, que es lo que actualmente sucede en este caso.

Entre León y Astorga sí creemos que falta un pueblo emblemático que debería ser fin de etapa; hablamos, es evidente, de Hospital de Órbigo, que además de su famoso puente medieval dispone de un gran número de albergues, para todos los gustos. Otro tanto sucede, en el tramo que parte de Astorga, con Rabanal del Camino, que tras la resurrección de Foncebadón ha pasado a ser, cada vez con más notoriedad, un lugar de paso; tal vez sea la penitencia por haber permitido que destrozaran el Camino en su partida.

Otros casos podrían ser los de Molinaseca, precioso enclave viario, que sufre la cercanía de Ponferrada, y ya en Galicia los de Samos, por su emplazamiento entre Triacastela y Sarria, o de Melide, importante cabecera de comarca a medio camino entre Palas de Rei y Arzúa.

Camino Portugués Central

Aquí el panorama está mucho más claro, y los casos de discriminación son contados.

Vila Franca de Xira, desde que hay albergue en Alpriate, se va consolidando como segundo fin de jornada desde Lisboa, y de este modo, dada su entidad y encanto, se repara una injusticia. Ansião o Rabaçal poseen mayor entidad que Alvorge, pero la matemática no ayuda. Mealhada tiene lo que se merece por no contar con un albergue público o privado. Con Oliveira de Azémeis, pequeña y dinámica ciudad, ocurre tres cuartos de lo mismo, aunque también influye la larga distancia desde Albergaria-a-Velha, y la proximidad de São João da Madeira. Y de la situación de Vila Nova de Gaia qué decir: el satélite sucumbe gravitando alrededor de Porto, a la otra orilla del Douro tras cruzar el Puente Eiffel.

Más allá de Porto ha habido un cambio reciente que ha perjudicado a Rates, con su iglesia románica de São Pedro y emblemático albergue, en beneficio de Vilarinho: aquí las distancias mandan. Ya en la frontera, la estrella de Valença no brilla tanto como debiera por la primacía de Tui, con mayor oferta de acogida. Y en base a esta cabeza de puente, nunca mejor dicho tras haber superado el Miño, Porriño queda a medio camino y paga el pato.

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Fortaleza de Valença do Minho al atardecer
Fortaleza de Valença do Minho al atardecer

Camino Portugués de la Costa

Tal vez por ser un itinerario relativamente joven, aquí las ausencias son llamativas, e incluso claman al cielo.

La primera y gran injusticia es Vila do Conde, muy alejada de Porto para quien siga la ruta puramente litoral, que se ha puesto de moda en el último lustro en detrimento de la histórica por el Marco da Légoa. Otro destierro relevante e injustificado es el de Esposende, pueblo comprometido con el Camino que cuenta con tres hostel y todo tipo de servicios (su sustituta es Marinhas, pequeña población). Por su parte, A Guarda padece el mismo síndrome de Valença pero a la inversa en relación a la frontera, pues el remate de jornada se ha fijado en Caminha.

Al mismo nivel que Vila do Conde, por contar también con un bello conjunto histórico, y tal vez por haberse convertido en un enclave de turismo de calidad, donde los albergues no parecen encajar, Baiona es otra ausencia hasta cierto punto discutible. Y el caso opuesto es Vigo, que si bien es la ciudad más poblada de Galicia, y forzó hasta el límite el reconocimiento de este discutible itinerario costero con el argumento de su marginación frente a las restantes seis urbes gallegas, todas con su Camino, hasta ahora no ha demostrado un gran interés por los peregrinos (traza urbana sin señalizar), aunque con la apertura de un gran albergue en el antiguo barrio marinero del Berbés, patrocinado por la Xunta de Galicia, es de esperar que la situación comience a cambiar.

Camino Inglés

Por su corto recorrido, este Camino solo ofrece ciertas dudas en las dos primeras etapas, donde para quien salga tarde de Ferrol existen dos poblaciones intermedias que pueden funcionar como fin de etapa: Neda, en la primera jornada, y Miño, en la segunda. Por lo demás, acaso sea la ruta en la que los fines de etapa surgen con mayor claridad, apoyados en todo tipo de razones, tanto la distancia como los servicios y la historia, siendo muy relevante el valor patrimonial de Pontedeume o Betanzos, simbólico el de Hospital de Bruma y práctico el de Sigüeiro.

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador