Masificación y Compostela: Debate abierto
La propuesta de la FICS (Fraternidad Internacional del Camino de Santiago) de ampliar de 100 a 300 km la distancia mínima a recorrer por los peregrinos de a pie para obtener la Compostela, ha puesto sobre la mesa un interesante debate que afecta al presente y al futuro del Camino de Santiago.
Recordemos que la exigencia de un mínimo de 100 km (200 km en bicicleta) para obtener la Compostela se impuso, a mediados de los 90, por parte del Cabildo de la Catedral de Santiago; jamás existió antes ninguna distancia mínima. Si sobre un mapa de Galicia dibujamos una redonda de 100 km con centro en Santiago, entenderemos de inmediato el porqué de esta distancia: Sea cual sea el camino elegido, el recorrido es íntegramente dentro de Galicia, maximizando los días de peregrinación. La distancia mínima de 100 km es un artificio de causa puramente económica. Evidentemente se justifica por otros motivos, porque mezclar lo crematístico con lo espiritual vende fatal.
Ni el Cabildo ni la Xunta de Galicia aceptarán nunca ampliar de 100 a 300 los kilómetros para obtener la Compostela, porque ello conllevaría irremediablemente a un descenso en el número de peregrinos en Galicia. Y el turismo aporta el 11% del PIB gallego, con el Camino de Santiago como la joya de la corona. Eliminar las subvenciones de los albergues públicos sería, posiblemente, aún más efectivo para reducir la masificación. Por supuesto, tampoco eso se hará nunca. La mayor parte de la subvención al Camino de Santiago provienen de la UE, aunque la gestión corresponde a la Xunta de Galicia.
Por otra parte, ampliar a 300 los km mínimos llevaría al Camino Inglés de cabeza a la UCI, porque a nadie se le pasaría ni remotamente por la cabeza ir a Southampton para tomar un ferry a Ferrol. Además, cualquier distancia mínima para obtener la Compostela es un agravio para los peregrinos que viven a una distancia de Santiago inferior, pues se les niega la Compostela saliendo desde su propia casa, que es la más genuina y auténtica de todas las peregrinaciones. Ahora se da el caso de que un habitante de A Coruña que peregrine desde su casa no podrá obtener la Compostela, lo cual contradice el más elemental sentido común. Se le exige que tome un tren y se vaya un poquito más lejos.
Lo más sensato sería que no existiera ninguna distancia mínima, pero que se incluyera en algún lugar de la Compostela una referencia a la localidad o lugar de inicio de la peregrinación. Esto último sería, para los peregrinos de largo recorrido, un reconocimiento a su tesón kilométrico; y, al mismo tiempo, desaparecería para todos la angustia de los 100 km, que lleva a algunas personas a hacer cosas realmente muy extrañas, como tomar taxis y autobuses parando aquí y allá para sellar. Estos últimos podrían ir tranquilamente al Monte do Gozo, bajar a Santiago y recoger, felices, su Compostela. El argumento de que “no han hecho el esfuerzo suficiente” es pobre; el esfuerzo es muy subjetivo, es incuantificable, depende bastante poco de los kilómetros y mucho de otros condicionantes. ¿Quién no ha visto sufrir hasta lo indecible a alguién que empezó hace dos días, y ver pasar ligero y sonriente a un jubilado que salió de París?
De todas formas, es el Cabildo de la Catedral de Santiago, una entidad privada, quien expide la Compostela; por tanto, libres son de poner las condiciones que quieran. Hace pocos días han anunciado que solamente entregarán la Compostela a los que usen la credencial (un invento, por cierto, de Elías Valiña en los años 80) que imprimen y venden ellos. Cada día más ricos, y cada día más alejados de los peregrinos.
Pero la cuestión de fondo es: ¿Por qué los peregrinos no católicos (la mitad más o menos según las estadísticas) desean tanto como los católicos la Compostela? Es obvio que por muchos pecados de los que se arrepientan, no la quieren para obtener la indulgencia plenaria. Quizá sea porque es el único certificado que existe que demuestra haber hecho el Camino de Santiago. Quizá porque al ser un documento milenario tiene esa pátina de autenticidad que tanto cotiza al alza en nuestra sociedad moderna, reforzado además por el paripé de estar escrito en latín. Quizá la quieren solamente porque todos la quieren. O quizá no les apetezca pensar por qué la quieren, pero la quieren. Humanos somos, humanos nos comportamos. Pero lo cierto es que el hecho de que aproximadamente el 90% de los peregrinos recojan la Compostela da al Cabildo una potestad sobre el Camino de Santiago muy por encima de lo que en buena lógica les correspondería.
La masificación en algunos tramos del Camino Francés, en determinadas épocas, no solamente tiene su origen en esos famosos 100 km. También se da en tramos no gallegos del Camino, aunque es cierto que el tramo Sarria - Santiago se lleva la palma. Cada día más personas quieren hacer el Camino de Santiago porque, posiblemente, es una de las experiencias más maravillosas del mundo. Es un fenómeno singular, sin parangón posible, irreproducible en ningún otro lugar. Y cada día más conocido gracias a los libros, películas, reportajes, webs, asociaciones, etc, pero sobre todo por el boca-oreja. Es magnífico que la gente quiera hacer el Camino: Por un lado, por el valioso poso de experiencias que deja a quien lo emprende; por otro lado, porque, al contrario que el turismo convencional, el Camino beneficia básicamente a las zonas rurales y a las economías familiares.
Es lógico pensar que el número de peregrinos seguirá aumentando año tras año, hasta que se estabilice de forma natural. Como vivimos en una sociedad libre, nadie podrá influir en el deseo de la gente de hacer el Camino. Que crezca el número de peregrinos puede ser un “problema” a “solucionar”, o una “característica” a “gestionar”, depende del punto de vista. Pero quienes puedan, deben tomar decisiones lo antes posible. Afecta a la misma experiencia de hacer el camino, y también a su imagen, por tanto no es un tema menor ni de soluciones sencillas. Como ejercicio lúdico-teórico, escribo algunas de estas posibles actuaciones:
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En general, potenciar al máximo los caminos alternativos al Camino Francés, con una mejora de los albergues, buena señalización e itinerarios atractivos para las inquietudes del peregrino del siglo XXI.
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Crear un sistema de información, en tiempo real, sobre el porcentaje de ocupación de los albergues públicos por localidades. Y si es posible con datos abiertos y accesibles, para que se puedan incluir en webs de terceros, como por ejemplo en Gronze.com ;-). Porque resulta que ahora los peregrinos saben perfectamente qué tiempo les hará, pero no tienen ni idea de cómo encontrarán los albergues. Además, los datos históricos pueden ser útiles para planificar el camino.
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Informar a los grupos organizados muy numerosos que es conveniente, por el bien de todos, que eviten ir en temporada alta a ser posible, que no hagan uso de los albergues públicos y que tengan previamente reservado el alojamiento (hay albergues privados que hacen descuento a grupos grandes).
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Reconocer de una vez las virtudes de un camino muy importante: El Camino de Invierno, ese enorme by-pass del Camino Francés que une Ponferrada con Santiago por el valle del Sil. Es triste ver que las tres asociaciones (Bierzo, Valdeorras y Ribeira Sacra) llevan 15 años trabajando frente a la indiferencia de las administraciones. Igual de triste es ver unos maravillosos caminos absolutamente vacíos, y, unos pocos kilómetros más al norte, los también maravillosos caminos del Francés absolutamente abarrotados.
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Acondicionar los albergues para que hacer el Camino Francés en invierno sea algo más factible. Hay excepciones, pero en general los albergues que abren en invierno no están bien acondicionados.
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Crear un camino que una Ribadeo con Ferrol; daría la opción a los peregrinos del Camino del Norte de enlazar con el Camino Inglés, evitando así la confluencia con el Camino Francés.
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Etc, etc.
En fin, es una buena noticia que la FICS actúe como un think tank del Camino de Santiago, que nos despierte del letargo interpelando e incomodando con propuestas y opiniones al mundo jacobeo en su conjunto, generando un debate necesario sobre los retos del presente y del futuro de la ruta jacobea.
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Feliz Navidad y siempre Buen Camino.
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