Luces y sombras del II Encuentro Internacional de Asociaciones Jacobeas
Hemos asistido a una de las dos jornadas centrales del II Encuentro Internacional de Asociaciones Jacobeas, celebrado en el Monte do Gozo, buen lugar para evitar las interferencias del bullicio compostelano, entre el 12 y el 15 de octubre. Cónclave nutrido no solo por el entusiasmo de los asistentes, sino también porque la Xunta de Galicia financiaba el viaje a dos miembros de cada asociación, así como el alojamiento y la manutención mientras durase.
A priori, los objetivos del evento han sido el intercambio de experiencias entre los colectivos jacobeos de los cinco continentes, cuya multiplicación confirma que vivimos una gran efervescencia de la peregrinación compostelana, el conocimiento y trato personal entre los representantes y, sobre todo, el debate y los acuerdos en ciertos temas que afectan al Camino de Santiago (representatividad asociativa, pérdida de los valores del Camino, multiplicación y reconocimiento de itinerarios, seguridad de los peregrinos, hospitalidad, defensa del patrimonio, etc). Muchos de estos asuntos ya son recurrentes en los foros jacobeos, y surgen una y otra vez sin que se avance gran cosa en un compromiso por analizarlos, centrarlos y, mucho menos, resolverlos.
El formato adaptado para el desarrollo del Encuentro, popurrí o cajón de sastre a base de intervenciones y mesas redondas temáticas siempre redundantes, más atentas a satisfacer cuotas de representación y poder que a generar un debate fructífero y resultados, no ha sido el más conveniente. En realidad, muchos de los congresos y encuentros deberían cambiar de receta si pretenden resultar prácticos, ya que las mesas cerradas con tiempos pautados, las preguntas anónimas únicamente por escrito y sin derecho a réplica, y en general la falta de diálogo e intercambio real de pareceres, pueden evitar las discrepancias y quizá algún que otro exabrupto, pero no redundan en que se alcancen consensos.
Por otra parte, prevaleció de nuevo el ambiente de una feria de muestras en la cual, básicamente, cada asociación iba a lo suyo, limitándose a contarnos lo mucho y bien que realizaban su cometido («buenas prácticas»). Algunas recuperando antiguas vías jacobeas en su territorio (en ocasiones para intentar replicar allí el éxito de aquí con toda la parafernalia de sellos, credenciales, albergues y certificados) o celebrando con gran pompa la fiesta de Santiago. Otras informando en la medida de sus posibilidades a los peregrinos que parten hacia Compostela, loable propósito para evitar sorpresas y desengaños. Las más esforzadas enviando —esto es muy meritorio— hospitaleros voluntarios para echar una mano en los albergues de acogida tradicional (entre ellas alguna de las cuales, léase por ejemplo Roncesvalles, se han prácticamente apoderado de él imponiendo un estilo que rechina a muchos peregrinos nacionales). Y las más críticas, por ejemplo la danesa, mostrando los muchos defectos que aún tienen los caminos de peregrinación en España, léase tramos de riesgo por el arcén de carreteras o albergues con rejas en las ventanas y sin vías de escape.
Lo que se percibe con bastante claridad, es casi una fórmula matemática (no siempre se cumple, por irrupción de factores, sobre todo individualidades, que distorsionan el resultado), es que las asociaciones muestran un mayor entusiasmo y compromiso con la causa cuanto más alejadas se sitúan de la meta y, sobre todo, en relación al tiempo que llevan trabajando. A propósito nos limitamos a recordar el cuento de Anthony de Mello, al que recurrimos como despedida de la revista Peregrino, sobre las múltiples sociedades de socorros a náufragos que se fueron instalando en la costa brasileña, y cómo a medida que se iban aburguesando, y el esfuerzo inicial las transformaba en asociaciones meramente decorativas, iban naciendo otras que, con el paso del tiempo, acababan más o menos igual de alejadas de su premisa inicial. Se supone que la acomodación y el pesebrismo son humanos.
Sin duda, el proyecto estrella de este Encuentro ha sido la presentación de la futura Federación Europea del Camino de Santiago. El núcleo duro de quienes desean constituirla está formado por la Federación Española de Asociaciones Jacobeas (FEAACS), la homóloga Federación Francesa, la veterana Société Française des Amis de Saint-Jacques y las respectivas de los Países Bajos y Bélgica (flamenca y valona). Resulta curioso, sin embargo, que otros colectivos veteranos del continente no estén por la labor o no hayan manifestado tanto entusiasmo, en gran medida porque ni han sido invitados a participar hasta ahora (Confraternity of Saint James, asociaciones alemanas) o, caso de la Confraternita italiana, escéptica por haberlo ya intentado con los alemanes dos veces sin resultados. Los portugueses, incomodados por haber sido relegados en el Congreso, tampoco están por ahora en la pomada. Este tipo de estructuras de poder y representación suelen tener como finalidad posicionarse como interlocutores únicos ante organismos e instituciones, en este caso la UE, para actuar como lobbies y captar fondos. En tal sentido, también se anunció la posibilidad de ampliar una futura Federación Americana ya existente, más de lo mismo, por ahora compuesta por Chile, Uruguay y México.
No llegamos a comprender la afirmación, por parte del presidente de la FEAACS, Jorge Martínez Cava, halagando a holandeses y belgas con ello, de que España era un país con baja densidad de caminos jacobeos respecto a ellos. Todo habrá que ponerlo en relación a la extensión del país, y aquí el efecto embudo resulta evidente en el sentido de que no tenemos tantos capilares y conexiones, sino grandes ejes receptores muy densos, sobre todo, por la frecuentación, que al fin y al cabo es lo que importa. Entre los promotores nos pareció percibir un indisimulado afán de protagonismo que no augura, salvo que alguien asuma el papel de comparsa, grandes acuerdos.
En relación con lo anterior resultó chocante la insistencia, por parte del moderador de la mesa de Asociaciones españolas, al preguntar una y otra vez si la creación de tantas federaciones, sea por comunidades (Andalucía, Cataluña, Cantabria, Galicia, esta última, al parecer, en vías de disolución, porque el sustrato tribal de los galaicos nos hace muy pacíficos siempre y cuando no traspasemos los muros y parapetos de nuestro castro, pero tremendamente beligerantes —a no ser que exista un enemigo común— entre nosotros), sea por itinerarios (Francés, Norte, Vía de la Plata, Levante-Sureste, Ebro, etc), no resultaba contraproducente, al tiempo que debilitaba a la Federación Española. Los interpelados respondieron con la necesidad de trabajar en común, la efectividad de las gestiones en la estructura del estado autonómico y por la singular promoción de cada itinerario con sus necesidades y peculiaridades.
Habría en este campo que recordar que en la FEAACS, actualmente compuesta por 50 socios (no solo asociaciones jacobeas, también agrupaciones de municipios), no figuran pesos pesados como las asociaciones de Navarra o La Rioja, y que recientemente han abandonado la misma otras relevantes del Camino Francés (así Burgos y, hace poco, Palencia, cuyo presidente, Ángel Luis Barreda, había sido el primer presidente de la Federación Española). Evidentemente, los problemas de representatividad son para todos.
Surgió también el dilema de qué hacer con los muchos neo-caminos que pretenden cimentar su historicidad jacobea en datos muy endebles o falsedades. Ya hace tiempo que hemos acuñado la paradoja de «Si todo es Camino, nada es Camino». Nacen como los hongos en otoño para apoderarse del valor de la marca, y del beneficio que recae sobre ella en todos los planos (prestigio, publicidad, inversiones), sin que nadie parezca poder poner coto a esta invasión sin fin de la flecha amarilla. El presidente de la AACS de Lugo, incluso, fue honesto al reconocer que no podían oponerse a los deseos de alcaldes y vecinos, y que la única alternativa viable pasaría por crear una 2ª división de caminos, para la que propuso el nombre de «Ruta Cultural a Santiago».
Este sería, junto a la falta de relevo generacional en las asociaciones jacobeas (mayoría de jubilados), el mayor problema actual del Camino según Laureano García, presidente de la Federación del Camino Norte.
En cuanto a la evolución del perfil del peregrino, si bien no se trata de datos concluyentes, el Director General de Turismo de la Junta de Castilla y León aportó algunos muy llamativos del año en curso, en parte contradictorios con los de la catedral de Santiago, hasta septiembre: que allí el 76,6% de los peregrinos han sido extranjeros, el 59,3 % varones y, atención, que tres de cada cuatro peregrinos que pisan la comunidad lo hacen a partir de León.
Representó a la catedral de Santiago, en la mesa a ella dedicada, el canónigo archivero, que apuntando a un titular expresó que «un Camino sin meta puede ser un selfie, un mirarnos a nosotros mismos, o un laberinto». El Camino de Santiago puede tener sentido hacerlo a trozos, aunque se empobrezca la experiencia, pero carece completamente de razón si se plantea sin llegar a Compostela. En esto estamos totalmente de acuerdo, y ya hemos criticado los supuestos Caminos de Santiago sin Santiago, en que la tumba del apóstol es sustituida por cualquier capilla o iglesia de su advocación (excusatio non petita).
Compleja también por su peso la mesa de Patrimonio, donde se recordó el éxito de la FICS de haber iniciado el expediente, por parte del Ministerio de Cultura, para que la acogida tradicional jacobea sea considerada un bien inmaterial protegido, que pronto será recogida en un decreto que ya incoa la protección del bien. En este debate también surgió, por parte del profesor Iacopo Caucci, la denuncia de las obras que ahora mismo se están realizando en la Cruz de Ferro, aunque no quiso condenarlas, solo llamar la atención sobre este tipo de actuaciones poco pensadas.
Por fin, la mesa de Hospitalidad fue entrañable, pues no cabe duda de que el trabajo de los voluntarios, llegados de todo el mundo a los albergues de acogida tradicional para asistir a los peregrinos, es una de las más bellas y provechosas actividades de entre las que se prestan en el Camino. También en este ámbito hay problemas, porque la acogida tradicional está acosada por la hostelería, las normativas, la cada vez más difícil viabilidad del método del donativo, el aprovechamiento indebido por los turistas, etc, pero las exposiciones se centraron en la estadística, los relatos amables y la anécdota. Podría haber dado más de sí.
En resumen, un placer reencontrarse con tantos compañeros de fatigas, los sucesores de Andrés Muñoz Garde, Paco Beruete, José Ignacio Díaz (recordado por Angel Urbina), José María Alonso, José Mariscal, Antonio Viñayo, Elías Valiña y tantos otros, con las generaciones nuevas de Europa Central y del Este, de América y Asia, savia nueva de un fenómeno global, pero una oportunidad perdida para trabajar con método y rigor en las cuitas que realmente afectan al Camino de Santiago del presente. En cualquier caso el patrocinador podrá sentirse encantado de la foto final: ese bloque armónico y sonriente, al pie del apóstol, instantánea que simula el sueño imposible de una unidad de acción bajo la premisa de los estatutos asociativos cuando no se les aplica un valor, incalculable y tan difícil de sostener, como el de la independencia.
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