El castillo de Burgos renace de sus cenizas

En breve, sin embargo, la situación va a cambiar, porque está a punto de inaugurarse un ambicioso y controvertido proyecto, que no es otro que la recreación del que fue alcázar o palacio de Alfonso X, sí, ese, el rey el Sabio que compuso las Cantigas de Santa María, tan poco proclives a promover la peregrinación compostelana.

En otro tiempo las ruinas del castillo, con un proyecto a lo Viollet-le-Duc, podrían haber sido restauradas a la brava y, con vistosos torreones y chapiteles, convertidas en un parador nacional. Pero los gustos han ido cambiando, y avanzado el siglo XXI ya no se estila lo de reconstruir generando falsos históricos, sino rehabilitar, y en el caso de las ruinas, ante todo consolidar y preservar lo existente. No obstante, las últimas tendencias en el campo de la rehabilitación, cada vez con más recurso a la tecnología de vanguardia —a veces la realidad virtual permite recrear estructuras o policromías perdidas—, y a la utilización de materiales ligeros, está revolucionando el concepto de la recuperación del pasado. Veamos.

En Burgos, a través de la propuesta “Castillos en el Aire”, se ha aplicado una metodología que parte de recursos materiales, esto es, implementando la superposición, a las ruinas de basamentos y muros de piedra existentes, de una estructura metálica de malla que recrea, volumétricamente, parte de lo que el paso de los siglos hizo desaparecer. La obra, con un presupuesto de 2,5 millones de euros, responde al proyecto, ganador del concurso, de AU Arquitectos-AJO Taller de Arquitectura. En última instancia se pretende musealizar un recinto que, hasta el momento, permanecía bastante abandonado y ajeno al interés de los visitantes.

Y si bien no ha generado tanta polémica como las famosas puertas de la catedral de Antonio López, la obra ya ha suscitado algunas críticas entre quienes censuran una estética próxima al andamiaje, o entre quienes pensaban que esto era un montaje provisional, al modo de un escenario para dar un concierto.

Una solución similar, por cierto, intentó desarrollarse en León para reconstruir siete cubos de la muralla romano-medieval, demolidos entre 1893 y 1906 en la calle Carreras. La propuesta, cuya intención era a un tiempo didáctica y efectista, no llegó a buen puerto por falta de consenso, con dictamen final de la Comisión de Patrimonio para que los basamentos quedasen, una vez liberados de los edificios que se había ido adosando a la muralla, no tal cual se habían encontrado, sino mínimamente recrecidos como testigos de la continuidad del perímetro cercado.

La aportación burgalesa, sin duda cara y cuestionable en algunos aspectos, tiene la virtud de recrear con un material totalmente distinto y diferenciado de la piedra, para que entre por los ojos de forma clara y rápida, lo que fue la fortaleza medieval, aunque para ello desfigure la imagen romántica de las ruinas, ahora rodeadas por una estructura metálica de alzados en malla, andamiajes de sostén y pasarelas que prácticamente envuelven y en parte ocultan lo que subsistía. Además, a todo ello se suman los nuevos pabellones expositivos ubicados en el patio de armas, de un tamaño considerable, aunque de elevación contenida. Al respecto podemos poner el ejemplo del castillo de Ponferrada, donde también se integraron en la estructura, pero con metodologías de reconstrucción bastante discutibles, edificios de nueva planta.

Por nuestra parte, y visto que ni siquiera en el ámbito de la reconstrucción patrimonial existe un consenso sobre cuál pueda ser la mejor solución para actuar en este tipo de edificios históricos, vamos a esperar a la inauguración, y a una visita no virtual, sino in situ, para posicionarnos.