El Camino de Santiago y la fábula de los Tres cerditos

Organizadas por el Consello da Cultura Galega, durante los días 6 y 7 de julio se han celebrado en Santiago unas interesantes Jornadas con el título de “Turismo masivo y patrimonio. Convergencias y divergencias de un diálogo posible”. Por supuesto hemos asistido al coloquio para aprender, desde una visión multidisciplinar, cómo se analiza el reto de la masificación en el Camino, que ha sido uno de los ámbitos considerados con mayor atención, y en el caso de que así fuere, cómo se está afrontando un problema que ya está afectando seriamente desde hace años al Camino Francés, y comienza a ser igualmente perceptible en el Camino Portugués.

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Cartel de las Jornadas sobre Turismo Masivo, celebradas en Santiago
Cartel de las Jornadas sobre Turismo Masivo, celebradas en Santiago

Aunque en la próxima colaboración vamos a intentar valorar los resultados de estas Jornadas, ahora mismo nos sale del cuerpo ofreceros una especie de versión -en el Camino, mejor diremos variante-, de una popular fábula para niños que en realidad, como sucede con todos los cuentos clásicos, no es tan infantil. Viene ello a colación, como veremos, a propósito de los remedios que las administraciones implicadas en el cuidado y promoción del Camino ponen sobre la mesa para intentar resolver la masificación y el desencanto por ella generado.

Pues bien, como todos sabemos, y el que no lo sepa tiene algún problema grave, éranse una vez tres cerditos que decidieron construir sus casitas, cada uno como Dios le había dado a entender. El más perezoso la hizo de paja, ¡para qué perder el tiempo cuando el mundo está lleno de placeres, a cantar y a bailar que la vida es corta, emulando a la cigarra de la historia paralela!; el hermanito del medio, glotón y poco trabajador, la hizo en madera y tampoco muy resistente, a saber dónde adquirió el pack de auto-construcción, ya que prefería andar de terraceo y disfrutar fogones con estrellas Michelín; pero el laborioso y precavido hermano mayor, que tardó mucho en la faena, la levantó en piedra, bien sólida, una de esas obras hechas a conciencia que perduran para que los nietos hagan luego apartamentos y los vendan en plataformas de economía colaborativa, al tiempo que se van de “vacas” a las Seychelles. Lo que viene después ya lo conocemos, y la lección moral que se intentaba transmitir en aquella época también: el esfuerzo y la planificación tienen recompensa, en la fábula a corto plazo.

La metáfora del cuento nos viene al pelo. Y es que cada vez que se menciona la palabra masificación en el Camino, con el peligro que esto conlleva para la devaluación de la imagen de un itinerario idealizado por quienes desean experimentar su “autenticidad”, los responsables de la planificación turística, que antes preferían emular al avestruz cuando veían llegar el peligro, ignorando el problema, ahora suelen responder con unos argumentos que nos aproximan al relato de los cerditos y el lobo. Además de recomendarnos, con criterios más propios de planeamiento comercial turístico, que desestacionalicemos nuestra peregrinación, pues en invierno, obviamente, no hay masificación alguna, ahora se ha puesto de moda recurrir a una nueva receta mágica e infalible: que probemos con otro Camino.

Es así que cuando le ven las orejas al lobo, que ciegos no están, y escuchan sus aullidos cada vez más próximos, el juego que nos proponen es cambiar de Camino, algo además muy lógico para los “repetidores”, aunque los primerizos también deberán renunciar, salvo que sean masoquistas, a su primera elección si hay abarrote. Añaden que podemos considerarnos muy afortunados, porque actualmente disponemos de una carta con mucho donde elegir, bastante más que las simbólicas tres casitas de los cerditos, nada menos que, considerando únicamente los últimos 100 km hasta Compostela, ocho rutas: Francés, Portugués Central, Portugués de la Costa, Norte, Primitivo, Inglés, de Invierno y, si se hace al revés, incluso la Prolongación de Fisterra y Muxía. ¡Qué nadie se queje, y por si fueran pocos está a punto de parir la abuela, y visto como está el corral, es más que probable que la nueva prole pronto se sume a la oferta inmobiliaria de casitas-refugio!: Camino Inglés del Sur desde la ría de Muros y Noia, Camino del Ribeiro, Camino de A Mariña y Ortegal,… ello sin contar largas variantes como la mandanga de la “Espiritual”, entre Pontevedra y Pontecesures.

Entonces, soplando casitas o quemando caminos, la admonición es clara: ¿que el lobo ha arruinado tu primer Camino?, pues te vas al segundo, que aún mantiene el espíritu, los valores tradicionales que tú estás buscando, la tranquilidad, el compañerismo… ¿Que como todo el mundo ha tenido la misma y brillante idea, el segundo se quema también?, pues ahí está el tercero, que todavía mantiene los valores, el alma, la esencia que tú deseas encontrar, la paz, la fraternidad… Pero dado que la tropa, bien aleccionada, ha pensado lo mismo, habrá que pasar al siguiente, y así sucesivamente hasta que todos los caminos estén contaminados, machacados, devaluados, sus emprendedores arruinados, y entonces vendrá otra vez el lobo, y ni siquiera la casita de titanio podrá resistir sus soplidos, aunque…

…es muy probable que entonces la primera casita de paja ya habrá sido de nuevo reedificada, puesto que tras una honda crisis, con profunda reconversión de sus servicios, de la mano de sesudos analistas, reformadores puristas, desinteresados y entusiastas amigos del Camino, y con la ayuda de fondos europeos, haya recuperado parte de su espíritu primigenio, y alborozados podamos regresar a ella, sin temor aparente al lobo, hasta que pase el tiempo y la rueda vuelva a reproducir los mismos errores en aras del beneficio rápido y de la propaganda política.

Tal vez las consejas del pasado, mucho mejores que la bazofia de relatos políticamente correctos con los que atiborran de insustancial “todo el mundo es bueno” la cabeza de los niños hoy en día, nos ofrezcan, en su carácter universal y permanente, la clave de la cuestión: por más que nos avisen nunca aprendemos, pues vivimos en el cortoplacismo de nuestra terrenal existencia, los responsables políticos más que nadie por ser esclavos de los aún más reducidos ciclos electorales, y solo vemos las orejas al lobo cuando éste ya nos tiene trincados por la yugular. Qué le vamos a hacer, la vida es así, no la he inventado yo…, ¡quien manda y más ordena no es Grandola vila morena, sino el mercado!

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador