El Camino de San Jacopo in Toscana, un futuro prometedor
A diferencia del Camino de San Francesco, que por su longitud se puede inscribir entre la media y la larga distancia, la ruta que hoy consideramos, también italiana, se puede realizar en 6-7 días de Firenze a Livorno.
La razón de ser del Camino de San Jacopo in Toscana —en esta región se denomina también Iacopo o Giacomo al apóstol Santiago— se fundamenta en la presencia de una reliquia de Santiago el Mayor en la catedral de Pistoia, única científicamente documentada y verificada a partir de las reliquias depositadas en la catedral gallega. Esta ciudad, calificada como «la pequeña Compostela», ejerció el papel de un centro devocional a partir de la llegada de dicha reliquia en tiempos del arzobispo Diego Gelmírez, que se la donó al obispo Atto en 1139.
El recorrido se instala sobre la propia red viaria del Gran Ducado de Toscana, y su conexión con Santiago de Galicia se justifica en la existencia del puerto de Livorno. En su rada ha quedado constancia del embarque de peregrinos, sobre todo con destino a Barcelona, a lo largo de la Edad Media y, en mayor medida, a partir del siglo XVI y durante la Edad Moderna.
El relato que mejor define la ruta es el del viaje de Cosimo III de Medici, que aún como heredero del ducado, y en compañía de un pequeño cortejo, se dirigió en el año de 1668 hacia España, donde visitaría la tumba de Santiago. De su itinerario se conservan tres relaciones, y lo que nos interesa es saber que recorrió el tramo terrestre itálico de Firenze a Livorno, desde donde partió por el Mediterráneo para arribar a Barcelona.
Con anterioridad a Cosimo III había hecho lo propio Fabrizio Ballarini, notario de Perugia, que en 1588 se embarcó en Livorno para recalar en Barcelona. Otros peregrinos del centro y sur de Italia aprovecharon el atajo marítimo, que evitaba el largo rodeo por Francia, e incorporaron en su itinerario los santuarios marianos de Montserrat y el Pilar de Zaragoza.
Quienes han recuperado esta ruta, y más en concreto la Comunità Toscana Il Pellegrino con el apoyo de otras asociaciones locales, municipios y vecinos entusiastas, ponen el acento en esta circunstancia: que el Camino toscano de San Jacopo, además del valor que posee en sí mismo por recorrer una ruta devocional en la que se visitan siete catedrales, además de numerosas capillas e iglesias antiguas, varias de ellas dedicadas a Santiago, y reliquias tan preciadas como el hueso del cráneo del apóstol y la pala argéntea de Pistoia, a las que sumar el milagroso Volto Santo de Lucca y otras menores (cuerpo de San Zanobi en Firenze, el Sacro Cingolo de Prato, Santa Giulia en Livorno), debe de ser entendido como una vía terrestre que, mar por medio, prosigue desde Barcelona por el Camino Catalán y converge en Logroño con el Camino Francés.
El trabajo ha dado sus frutos, y actualmente ya están pisando el camino entre 2.000 y 3.000 peregrinos cada año, bastantes si tenemos en cuenta que fue señalizado en 2016. En base a las opiniones y recomendaciones de estos peregrinos se van realizando pequeñas modificaciones sobre la marcha, intentando siempre evitar los tramos peligrosos (cruces de carretera, sectores con tráfico) y el asfalto. Cada año se edita en papel, incorporando las actualizaciones pertinentes, una guía editada por Nuove Esperienze (Pistoia), y la ruta también cuenta con una detallada web desde la que es posible descargar la traza al GPS o el móvil.
Durante el reciente peregrinaje por esta vía, acompañados en todo momento por Nedo Ferrari, presidente de la Comunità Toscana Il Pellegrino, el florentino Alessandro Guerra, uno de sus socios más activo y entusiasta, y otros miembros de dicha asociación, pudimos asistir en directo a lo que puede ser una gran noticia para el itinerario y el peregrinaje jacobeo: la potente naviera Grimaldi, que opera con grandes ferries de Livorno a Barcelona, establecerá en breve la opción de trasladar también pasajeros en camarote, y no solo vehículos y transportistas. Hasta ahora la solución era más compleja para quienes deseasen completar la travesía marítima, pues de Livorno era necesario tomar la línea a Cerdeña (Olbia), y desde la isla, en Porto Torres, embarcarse en otro buque para proseguir a Barcelona.
Provisto de su ritual, que reproduce el compostelano en todos sus pormenores (señalización con flechas amarillas, credencial para sellar, entrega de sendos testimonium o certificados en la catedral de Pistoia y la iglesia de San Jacopo de Livorno a quienes hayan completado al menos 100 km a pie, etc.), el camino pretende hacerse un hueco entre quienes dispongan de poco tiempo y, al menos, pretendan completar una ruta santiaguista de una semana. Por supuesto, es muy recomendable, casi obligado, dedicar un tiempo suplementario para visitar ciudades de tanta riqueza artística como Firenze, Pisa, Lucca o Pistoia, las dos primeras declaradas por la Unesco Patrimonio Mundial al igual que el conjunto de las villas mediceas, algunas presentes en la partida.
Del mismo modo que la mayoría de rutas transalpinas, el recorrido ha sido señalizado, pensando sobre todo en los peregrinos italianos, en doble sentido: con marcas de senderismo, conchas estilizadas, flechas amarillas y pegatinas, entre Firenze y Livorno, que es la dirección mayoritaria; con marcas, flechas naranjas y también pegatinas de Livorno a Firenze, para quienes deseen evocar el desembarco en Livorno y la continuación hacia Roma con el objeto de enlazar con la Francígena en Lucca, con la Romea Strata en Pistoia o, una vez en Firenze, proseguir por la Via Ghibellina hasta La Verna para seguir hacia la ciudad eterna por el Camino de San Francesco.
El exceso de asfalto, aunque también hay bastantes tramos de tierra y por bosques, ha impedido por ahora que el itinerario haya sido reconocido como un GR. De hecho, y aunque es manifiesto el esfuerzo de la asociación promotora por encontrar variantes amables, que en ocasiones avanzan por colinas boscosas de gran belleza, o sobre los diques de torrentes o canales, aún quedan algunos tramos negros que con el tiempo deberán ser resueltos con algún tipo de intervención pública, bien sea un andadero o una vía verde también apta para bicicletas. Entre ellos se cuentan la llegada a Pisa, un tormento, o la aproximación a Livorno por el entorno del puerto industrial.
Pese a que el perfil es bastante plano y aparentemente fácil, sin que en ningún momento lleguemos a superar la cota de los 350 m, ello no es óbice para que las subidas y bajadas se sucedan, sobre todo entre Prato y San Colombano. A partir de este pueblo el perfil es casi totalmente llano hasta Livorno (¡echaremos de menos las cuestas!).
Al discurrir por una zona bastante urbanizada, aunque quienes han diseñado el camino han procurado buscar los viejos itinerarios mediceos, e incluso los trazados romanos, a media ladera de las colinas que rodean los valles, los servicios abundan, y esto favorece que evitemos ir cargados de más con agua o víveres. Evidentemente, para una semana o diez días, tampoco es necesario llevar una gran mochila ni mucho equipaje, menos aún durante el verano.
Sin duda uno de los grandes atractivos de este itinerario, tan cargado de arte e historia (una de sus entregas más insospechadas es la basílica de San Piero a Grado, en la etapa de Pisa a Tirrenia), es la llegada, a través de una sorprendente duna forestada, al Mediterráneo en Marina de Pisa. Darse un baño en sus aguas, bien en Marina o Tirrenia, es un ritual que ya forma parte de la ruta. El propio camino concluye al borde del mar en un templo santiaguista de expresivo título: San Jacopo in Acquaviva. Y como premio final, los peregrinos estamos tentados a degustar el plato más típico y reconocido de la cocina livornesa: el cacciucco, una sopa, en realidad bastante seca, de pescado y marisco.
Al amparo de la iconografía del Ospedale del Ceppo en Pistoia, en cuyo friso de la fachada se representan en cerámica las Siete Obras de Misericordia (escuela della Robbia), entre ellas la Acogida de los Peregrinos, este cometido va siendo resuelto con la colaboración de cofradías como la de San Jacopo di Perugia, que tiene su Spedale de Sant’Andrea en Pistoia, comunidades religiosas, parroquias y negocios de hostelería que ofrecen descuentos a los peregrinos identificados. La asociación promotora indica todas las opciones existentes, debidamente actualizadas, en cada etapa.
Por lo tanto, el Camino de San Jacopo es una forma diferente de acercarse a la Toscana, que a diferencia de los tours turísticos al uso nos ofrece una visión más relajada, a pie y cámara lenta, del paisaje y el patrimonio construido, todo ello bajo el signo de una vía de fe, historia y espiritualidad. La consecuencia es que cualquier viajero acabará transformándose, paso a paso y al margen de su motivación, en peregrino, un peregrino jacobeo pese a la lejanía de Galicia.
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