Etapa 29: Sarria - Portomarín | Al Loro

A partir de Sarria, según el requisito de la Oficina del Peregrino para entregar la Compostela, se nos exige que sellemos la Credencial dos veces al día: un sello a mitad de etapa (en cualquier sitio), y otro sello en el alojamiento de final de etapa.

SOBRE LA ETAPA:

Etapa interesante y sin dificultades a reseñar: los desniveles son frecuentes pero moderados. Avanzamos hoy por la Galicia rural, entre prados y frondosos bosques de robles y castaños, saliéndonos al paso una infinidad de pequeñas aldeas.

Los caminantes que prefieran los entornos rurales pueden alargar la etapa hasta Gonzar, donde hay varios albergues. Además, mañana podrán alcanzar Melide en una etapa razonable.

Encontramos bares y restaurantes en numerosas aldeas a lo largo de la etapa, así como alojamientos alternativos a los finales de etapa clásicos.

Disfrutemos, hoy que todavía es posible, de los bosques autóctonos gallegos, compuestos mayormente por robles (carballos) y castaños, así como por especies ripícolas próximas a los ríos (alisos, fresnos, sauces). Estas masas, en general de reducido tamaño, pronto serán sustituidas por pinares a medida que avancemos hacia poniente, y por el tedioso monocultivo del eucalipto.

Barbadelo es una parroquia, que, como todas, se compone de varios «lugares» o aldeas, cada una con su propia toponimia. El hecho de que el albergue de la Xunta tome el nombre de la parroquia, algo frecuente, y no el nombre de la aldea en la que se encuentra, provoca a veces cierta confusión.

Además de estar dedicada a Santiago, la iglesia parroquial románica de Barbadelo reviste interés por varios motivos: en primer lugar, por haber pertenecido a un monasterio, en segundo por el misterioso relieve del tímpano en su portada y, para concluir, por la inusual estructura de la torre, sostenida en el interior de la nave por dos arcos.

Aquí es donde ha sido trasladado, tras la nueva medición de la ruta, el mojón del kilómetro 100.

Para bajar a Portomarín hay ahora tres alternativas. Sin dudarlo, para quienes vamos a pie la más aconsejable es la histórica (camino oficial), que parte a la izquierda tras Vilachá, y luego baja a la derecha por un sendero pedregoso, entre muretes, en el que se han labrado unos rudimentarios escalones. Las otras dos variantes (ver Recorrido), con más asfalto, son aptas para los ciclistas.

SOBRE PORTOMARÍN:

Si ya conoces el pueblo —de otro modo sería imperdonable—, no es necesario subir al centro de la localidad para continuar la ruta: pasado el embalse seguimos la carretera a mano izquierda y, a 200 metros, ya encontramos el camino de salida bien señalizado.

El efecto de los 100 últimos kilómetros se vive intensamente en Portomarín, convertido en el más genuino emporio jacobeo con 15 albergues, además de pensiones, hoteles, apartamentos, restaurantes… ¡más de 2.500 plazas hoteleras en un pueblo de 450 habitantes! Si no te gustan las aglomeraciones es mejor que,… sigas camino adelante.

La localidad medieval desapareció en 1963 bajo las aguas del embalse de Belesar. A la moderna villa fueron trasladadas las edificaciones de más alto valor histórico: la robusta iglesia de San Nicolás, la escalera y Capilla de la Nieves (a la entrada), etc.

En el centro de la moderna población, a la que el arquitecto Pons Sorolla dotó de cierta armonía —y que se va perdiendo por la falta de planificación—, se alza la iglesia de San Nicolás. Perteneció a la orden de San Juan de Jerusalén, que aquí tuvo una encomienda. Posee una nave de gran altura, de transición al gótico, y una portada que, de forma sintética, es un preludio del compostelano Pórtico de la Gloria.

En el mercado de la localidad nos aguarda una curiosa sorpresa: un pequeño museo de la historia de la automoción en miniatura.

Destaca también la tarta de Portomarín, similar a la típica tarta de Santiago.

En las panaderías de la localidad elaboran la empanada de anguilas.