Etapa 15: Boissezon - Castres | Al Loro

Distancia: 
17,3 km
Duración: 
4 h 15 min
Dificultad: 
2
Paisaje: 
3

Si bien con algún tramo puntual complicado, después de varias jornadas se puede decir que hoy es posible seguir la etapa en bicicleta. Más rápido, desde luego, se va por la D93 hasta Noailhac, y desde aquí por la misma vía hasta Valdurenque, y por la D612 a Castres (anodina). Más próxima al Camino, de Noailhac parte al norte una pista local que enlaza con la D66, que también se dirige a Castres pero dando más rodeo (enlace final con la D622). La distancia es tan corta que los ciclistas podrán llegar a Dourgne sin problema, incluso parando en Castres algunas horas.

Su iglesia de Nôtre-Dame conserva la portada románica, abocinada de triple arquivolta.

Tras pasar junto a la gîte de Lavergne atención: no se desciende en línea recta hacia la carretera D66, según parece indicarnos el sentido común, sino que tras el albergue sale a la izquierda un camino encajado entre una galería de arbustos.

El Camino ha sido modificado recientemente para pasar por Lavergne, donde funciona un albergue rural. El rodeo es mínimo y se gana en belleza paisajística.

Aunque algunos de los albergues u hoteles están alejados del centro, los incluimos por contar la ciudad con un servicio gratuito de transporte. Además de los citados aún hay más, sobre todo los que se concentran en el área empresarial inmediata a la N126, la carretera de Toulouse, pero están a más de 4 km del centro.

Moverse por Castres es ¡totalmente gratis! a bordo de sus 8 líneas del bus Libellus. El microbús Libellus Chrono recorre el centro de la localidad y se detiene por solicitud.

Si disponemos de tiempo, sugerimos una atractiva idea: remontar en barco el río (servicio de mayo a octubre) hasta el enorme parque de Gourjade, de 53 hectáreas, con buena sombra y playa fluvial. Los más exigentes podrán acceder, por un módico precio, al Complejo Acuático l’Archipiel, provisto de varias piscinas, hidromasaje y un restaurante de libre servicio. Parque y piscinas se encuentran 2,3 km al norte (líneas de bus 2 y 3 a Borde Basse).

La Place Jean Jaurès acoge los martes, jueves, viernes y sábado un mercado de alimentación. Los miércoles se celebra en la Place de Lameilhé. Está, además, el mercado cubierto de l’Albinque, del s. XIX (Place Pierre-Fabre), abierto de martes a domingo (viernes y sábado hasta las 19:00). Alrededor de él, los jueves por la tarde tiene lugar un mercado biológico (de 16:00 a 19:30), y de junio a agosto, los martes, el de productores de la comarca (de 18:00 a 22:00), con puestos de comida para tomar al aire libre.

El Camino entra a la ciudad histórica junto a la Villégiale Saint-Jacques, residencia de la tercera edad ante cuya puerta ha sido colocada la escultura de Le Pélerin de l’Autan (Roger Arènes), que intenta avanzar con dificultad frente al viento seco procedente de la Montaña Negra y evoca el desaparecido hospital de peregrinos de Villegoudou.

Aunque bastante alterado, el casco histórico aún reúne un buen número de edificios medievales y de la Edad Moderna. En la orilla este se alza la iglesia Saint-Jacques, con su torre medieval y la nave del s. XVII.

Al cruzar el Agout descubrimos la estampa más característica de la ciudad: el conjunto de edificios ribereños en colores pastel, provistos de variopintas galerías de madera, en cuya planta baja funcionaban los caoussinos, talleres de curtidores, tejedores y tintoreros.

En la orilla de poniente, donde se situaba el Quai des Jacobins, localizamos la plaza Jean Jaurès, gran espacio rectangular rodeado de edificios con arcadas, ejemplo del urbanismo neoclásico. No lejos de él quedan la iglesia de la Platé, barroca de 1755 (su carrillón ofrece a diario, a las 12:00, un pequeño concierto), los renacentistas hôteles Jean Leroy y de Nayrac, o los de Poncet, con sus cariátides sosteniendo la terraza, y Viviès (Centro de Arte Contemporáneo), ambos del s. XVII.

Sobre la antigua abadía medieval, de la que tan sólo restan una torre y una arcada del claustro, se alza la catedral de Saint-Benoît. Su fábrica barroca, construida entre 1677 y 1718, posee un singular baldaquino, que se halla sostenido por columnas de mármol. Cerca de ella, ante los jardines, sigue cumpliendo su función el Teatro Municipal, diseñado a la italiana, en estilo neo-rococó (1904).

El Musée Goya es, sin duda, el principal referente cultural de la ciudad. Lo acoge el antiguo palacio episcopal, obra del arquitecto Jules Hardouin-Mansart (1669), actualmente también ocupado por el Hôtel de Ville y del que formaban parte los clásicos jardines de l’Évêqué, diseñados por André Le Nôtre, que también trabajó en Versalles. La colección está especializada en la pintura española, desde el Medievo hasta el presente, y su valor es tal que está considerada la segunda mejor pinacoteca francesa de nuestra escuela tras el Louvre. En ella veremos obras de Velázquez, Murillo, Ribera, Valdés Leal, Miró, Dalí y, por supuesto, del gran pintor aragonés a quien está dedicada, de quien conserva grabados y tres lienzos, entre ellos un excelente autorretrato.

Además de haber entrado en el país de la cassoulet, plato del que habrá ocasión de hablar cuando nos aproximemos a Toulouse, en Castres se pueden consumir buenos embutidos de cerdo, a adquirir en sus boucheries o mercados, por ejemplo el típico melsat del Tarn, salchicha blanca rellena de carne de cerdo, huevos y pan. Con los mismos ingredientes se elabora la bougnette, que es una especie de pan o bizcocho relleno de panceta y hierbas. En el campo de la repostería tenemos la nougatine castraise, bombón de almendras cubierto por el denominado “helado real”, una capa de clara de huevo y azúcar glas; tienen fama las de la pastelería Sianovert (5 rue Emile Zola).