Etapa 15: Baena - Castro del Río | Al Loro

De nuevo nos enfrentamos a una etapa sin poblaciones ni servicios intermedios, por lo que deberemos llevar agua suficiente y algo para picar durante el trayecto. Para nuestra fortuna, el recorrido en la segunda parte de la etapa es llano, a lo largo de una carreterilla local sin apenas tráfico, lo que nos permitirá avanzar a buen ritmo.

Los más caminadores tal vez prolonguen la jornada 9,6 km más hasta Espejo (serían 30 km en total), donde hay un albergue municipal de sólo 4 plazas. Quienes así lo hagan podrán plantearse para el día siguiente una larguísima etapa de 38,7 km hasta Córdoba.

La salida de Baena es por una carretera local que va hacia Cañete de las Torres, cuyo arcén es mínimo. Si bien son apenas 1,1 km, debemos extremar la precaución.

Tras dejar dicho tramo de asfalto, el recorrido discurre por un agradable camino de tierra entre olivares, solitario y sin ruido de vehículos. Más tarde, mientras descendemos al valle del río Guadajoz, advertiremos cierto cambio de paisaje, que pasa a ser más llano y donde las extensiones de olivos se irán alternando con algunos frutales y campos de cereal.

Nada más cruzar el puente de la Maturra sobre el Guadajoz el camino gira a la izquierda; a 200 metros de allí está la entrada a la cueva del Yeso, una gruta con ríos subterráneos y poblada por una colonia de murciélagos de una especie en peligro de extinción. Sólo puede visitarse en ciertas épocas del año, y siempre con cita previa.

A 12 km al norte del puente, fuera del camino y en un lugar totalmente solitario, está el yacimiento arqueológico de Torreparedones, también conocido como Castro el Viejo o Torre de las Vírgenes, una ciudad olvidada de épocas tartesia, íbera y romana. Ocupaba una extensión de 15 hectáreas, que hoy pertenecen a los términos municipales de Baena y Castro del Río; por ahora sólo se ha excavado las zonas del santuario, el foro, las termas y el mercado, pero recientemente han descubierto restos de un gran anfiteatro.

La segunda parte de la etapa discurre por una pista de asfalto en paralelo al sinuoso cauce del río Guadajoz. El vocablo árabe Uadi o Wad significa río, curso de agua, y aparece en el nombre de muchos de ellos, especialmente en Andalucía: Guadiana, Guadalquivir, Guadalete…

En lo alto del casco antiguo está el albergue municipal de peregrinos, pero es francamente espartano y –al menos a principios de 2020– parecía poco cuidado. Las llaves se recogen en la policía local, junto al ayuntamiento.

Como su propio nombre indica, la localidad tiene su origen en un castro o campamento militar romano levantado en lo alto de una colina que dominaba el valle del entonces Flumen Salsum, hoy río Guadajoz. La muralla, cuyo perímetro disponía de 40 torres, envuelve el barrio de la Villa, con callejas empedradas, arcos, fachadas de color blanco y muchas macetas con flores, donde se respira su pasado morisco.

Según reza el dicho popular, «este es el lugar donde Cervantes tuvo un hijo y engendró otro». Entre 1587 y 1592 Miguel de Cervantes, en su calidad de recaudador de tributos, pasó varias veces por Castro del Río, donde llegó a estar encarcelado por un asunto de comisiones fraudulentas; al parecer fue en su mazmorra donde inició la escritura de El Quijote. También se dice que mantuvo un idilio con una mujer del pueblo, relación clandestina de la cual nació un bastardo; pudo ser con la hija del posadero, aunque las malas lenguas afirman que fue con la esposa del sacristán.

Ejemplos de artesanía local son los encajes de bolillos (existe una asociación de encajeras formada por 60 mujeres del pueblo), así como los trabajos de talla de madera de olivo, especialmente utensilios de cocina, sillas y mecedoras.

En un edificio de la calle Rincón, una calleja del barrio de la Villa, se conserva el reñidero de gallos más antiguo de España, construido a finales del siglo XVIII; sus bancadas forman un pequeño anfiteatro de color azul alrededor de la arena del ring, donde antaño se congregaban hasta 300 personas, entre galleros y aficionados. Pese a que era un espectáculo cruel, el lugar tiene un encanto especial.

Se come de fábula en el bar Córdoba, con un menú casero a precio imbatible; Manuel, su dueño, cocina como los ángeles. También hay buenas tapas en el bar Casa Liebre, junto al Círculo El Liceo.

Por la festividad de Corpus Christi las familias preparan bollitos del Día del Señor, dulces amasados a mano, dándoles forma de trenza o de corazones. También son tradicionales las madalenas, las tortas de aceite, los castillos de caramelo y, en Semana Santa, los roscos de agua.

Aunque parezca sorprendente en tierra de olivares, la villa es conocida por su actividad de elaboración de bacalao noruego e islandés. Una empresa de origen familiar trocea, envasa y distribuye desde aquí más de 2.000 toneladas al año de este producto, del cual –igual que del cerdo– se aprovecha todo.