A mediados del s. XII, la célebre guía calixtina sentencia que “cuatro son los itinerarios que conducen hacia Santiago”, uniéndose en Puente la Reina, y el primero de ellos es la Vía Tolosana o Arelatensis. En aquel entonces los cuerpos santos constituían el leitmotiv de los peregrinos, y así lo explica Aymeric Picaud al citar cómo eran venerados los de Trófimo, Cesáreo, Honorato y Ginés en Arles, que también cuenta con la necrópolis de Les Alyscamps, en la que reposan numerosos mártires; el de San Gil, cuya fama fue tanta que llegó a nominar la propia ruta como Aegidiana (nombre originario del santo), en Saint-Gilles-du-Gard; el de Guillermo de Aquitania, conde tolosano retirado al monasterio de Gellone y protagonista de una canción de gesta carolingia, en Saint-Guilhem-le-Désert; y el primer obispo de la ciudad, mártir del s. III, en su basílica de Toulouse, la mayor del arte románico.
Por lo tanto, de cuerpo en cuerpo queda definido un itinerario de largo recorrido que, como la mayoría de la época, aprovecha la infraestructura de las vías romanas que estructuraban la provincia Narbonense. Así lo hace en el Languedoc con la Vía Domitia (GR-653 D), que procedente del alpino Montgenèvre, pasando por Arelate (Arles), se dirigía a Narbonne. Además, es menester recordar que este camino fue y sigue siendo de doble sentido, pues también es utilizado por los peregrinos que se dirigen a Roma (el occitano Camin Romieu), a partir de Arles empleando la Vía Aurelia (GR-653 A).
El itinerario atraviesa varios países o provincias históricos unidos por la lengua d’oc con sus variantes dialectales: Provenza, condado que durante un tiempo dependió del de Barcelona y se integra en el reino de Francia a finales de la Edad Media; el también poderoso condado tolosano, que tras haber apoyado a los herejes cátaros, se extingue en 1271; la Gascuña, temporalmente vinculada al reino de Navarra, que en el s. XI pasó a depender del rey de Inglaterra; y el también condado del Béarn, durante parte del Medievo vasallo del reino de Aragón y luego unido al de Navarra, que sucesivamente tuvo su capital en Lescar, Morlàas, Orthez y Pau.
La antigüedad de la vía queda probada al superar el Pirineo por Somport, paso anterior al de Ibañeta y Roncesvalles, dotado desde finales del s. XI, en la cumbre, con el monasterio y hospital de Santa Cristina, del que solo restan unas ruinas en la vertiente aragonesa.