Camino de Arles | Información

El Camino de Arles, también conocido como Vía Tolosana por atravesar Toulouse, la capital de Occitania, es uno de los cuatro grandes itinerarios jacobeos de Francia. Mencionado ya en el Códice Calixtino (s. XII), con sus grandes hitos en Arles, Saint-Gilles, Montpellier y Toulouse, en la actualidad es el segundo más popular del país, aunque aún muy alejado de la ruta de Le Puy. Señalizado como GR 653, en él encontramos una gran variedad paisajística y monumental, pero, sobre todo, mucha tranquilidad.

Saint-Guilhem-le-Désert

A mediados del s. XII, la célebre guía calixtina sentencia que “cuatro son los itinerarios que conducen hacia Santiago”, uniéndose en Puente la Reina, y el primero de ellos es la Vía Tolosana o Arelatensis. En aquel entonces los cuerpos santos constituían el leitmotiv de los peregrinos, y así lo explica Aymeric Picaud al citar cómo eran venerados los de Trófimo, Cesáreo, Honorato y Ginés en Arles, que también cuenta con la necrópolis de Les Alyscamps, en la que reposan numerosos mártires; el de San Gil, cuya fama fue tanta que llegó a nominar la propia ruta como Aegidiana (nombre originario del santo), en Saint-Gilles-du-Gard; el de Guillermo de Aquitania, conde tolosano retirado al monasterio de Gellone y protagonista de una canción de gesta carolingia, en Saint-Guilhem-le-Désert; y el primer obispo de la ciudad, mártir del s. III, en su basílica de Toulouse, la mayor del arte románico.

Por lo tanto, de cuerpo en cuerpo queda definido un itinerario de largo recorrido que, como la mayoría de la época, aprovecha la infraestructura de las vías romanas que estructuraban la provincia Narbonense. Así lo hace en el Languedoc con la Vía Domitia (GR-653 D), que procedente del alpino Montgenèvre, pasando por Arelate (Arles), se dirigía a Narbonne. Además, es menester recordar que este camino fue y sigue siendo de doble sentido, pues también es utilizado por los peregrinos que se dirigen a Roma (el occitano Camin Romieu), a partir de Arles empleando la Vía Aurelia (GR-653 A).

El itinerario atraviesa varios países o provincias históricos unidos por la lengua d’oc con sus variantes dialectales: Provenza, condado que durante un tiempo dependió del de Barcelona y se integra en el reino de Francia a finales de la Edad Media; el también poderoso condado tolosano, que tras haber apoyado a los herejes cátaros, se extingue en 1271; la Gascuña, temporalmente vinculada al reino de Navarra, que en el s. XI pasó a depender del rey de Inglaterra; y el también condado del Béarn, durante parte del Medievo vasallo del reino de Aragón y luego unido al de Navarra, que sucesivamente tuvo su capital en Lescar, Morlàas, Orthez y Pau.

La antigüedad de la vía queda probada al superar el Pirineo por Somport, paso anterior al de Ibañeta y Roncesvalles, dotado desde finales del s. XI, en la cumbre, con el monasterio y hospital de Santa Cristina, del que solo restan unas ruinas en la vertiente aragonesa.

Aunque esta vía del sur discurre por una zona de clima en general suave, resulta poco recomendable en los meses de invierno, sobre todo las montañas del Hérault y el paso del Pirineo por Somport, donde la nieve está asegurada y, a diferencia del Camino Navarro, no se regula el acceso. En cuanto a la lluvia, suele ser intensa también en las estribaciones meridionales del Macizo Central, e igualmente generosa en los Pirineos Atlánticos y el Languedoc durante el invierno, los primeros meses de la primavera y entrado el otoño. Como contrapartida, durante el estío suelen alcanzarse altas temperaturas en Provenza y la planicie tolosana (superiores a los 30º). Por lo tanto, la mejor época del año para hacer el Camino de Arles es la de los meses de abril a principios de julio, o como segunda opción en los de septiembre-octubre, receta idéntica a la del Camino Francés.

Previsión meteorológica diaria en: www.meteofrance.com o www.eltiempo.es.

El paisaje del Camino varía en función de las comarcas naturales. Primero atraviesa la Camarga (crianza de toros y caballos), con su Parque Natural Regional, y a dos leguas de la costa Mediterránea, por áreas de viñedo y frutales, se dirige a Montpellier. Al poco de salir de su área metropolitana se introduce en la garriga, monte bajo de arbustos espinosos, en el que se encaja el desfiladero del Hérault. Al salir de Saint-Guilhem-le-Désert asciende súbitamente al roquedal calizo de la Montaña Negra, estribación meridional del Macizo Central en la que experimentamos una progresiva transición del bosque mediterráneo al atlántico, más húmedo, por el que avanza entre masas  caducifolias (robles, hayas) y de coníferas (pinos, abetos). Gran parte de estos bosques forman parte del Parque Natural Regional del Alto Languedoc. Por un área ganadera, dominada por pastizales de altura, desciende por fin a la gran llanura tolosana, donde en la comarca del ondulado y fértil Lauragais se cultivan trigo, cebada, maíz, colza o girasol; lineales bosquetes de galería acompañan a los ríos y el Canal du Midi.

Superado el Garona y, acaso, el extenso bosque de Bouconne, poblado de robles, castaños, fresnos y carpes, el Camino discurre por los amenos valles y colinas del Gers, territorio agro-ganadero de L’Armagnac, con gran densidad de ocas y patos, en el que el arbolado va ganando terreno al cultivo del cereal. Con los Pirineos a la vista, el paisaje resulta más dulce y verde en el húmedo Béarn, de caudalosas gaves como las de Pau, con las vinateras terrazas del Jurançon, Ossau y Aspe, las dos últimas unidas en Oloron. En última instancia se introduce, a partir de Oloron, en el bucólico valle pirenaico de Aspe, que conserva su cultura pastoril, y como broche de oro atraviesa, camino de Somport, el Parque Nacional de los Pirineos.

Los principales accidentes del relieve son el Macizo Central, que se extiende por el Alto Languedoc entre Montarnaud y Castres, con altura máxima a 1.019 m, y por supuesto el paso del Pirineo, que en Somport alcanza los 1.632 m, techo de la ruta.

Tras la nueva planta regional, instaurada en 2015, el itinerario circula por las regiones de Provenza-Alpes-Costa Azul (Provence-Alpes-Côte d’Azur), tan sólo un pequeño tramo en el inicio; Occitania (Occitanie), resultado de la unión de las antiguas de Languedoc-Roussillon y Midi-Pyrénées; y Nueva Aquitania (Nouvelle Aquitaine), en el sector final.

Con salida de Arles, capital del departamento de Bocas del Ródano (Bouches-du-Rhône), tras recorrer una pequeña porción de la Camarga (Camargue) se introduce en Occitania por el departamento de Gard, con capital en Nîmes, al que pertenecen Saint-Gilles, Vauvert o Gallargues-le-Montueux. Bastante más largo es el tránsito por el departamento de Hérault, que se prolonga entre Villetelle y Saint-Gervais-sur-Mare, con paso por Montpellier, su capital, Saint-Guilhem-le-Désert, Lodève o Lunas. Le sucede el Tarn (capital Albi), de Murat-sur-Vèbre a Sorèze, con hitos en La Salvetar-sur-Agout, Castres o Dourgne.

La planicie tolosana se extiende por el departamento de Alto Garona (Haute-Garonne), que se prolonga desde Revel hasta Pibrac y el bosque de Bouconne, cruzando de cabo a rabo la gran aglomeración de Toulouse. La ruralidad vuelve a ser la nota dominante en el Gers, que comienza en L’Isle-Jourdain y concluye en Marciac, quedando a mitad de camino Auch, la capital. Y tras un breve trecho por Altos Pirineos (Hautes-Pyrénées), con capital en Tarbes y paso por la localidad de Maubourguet, alcanzamos la región de Nueva Aquitania por departamento fronterizo de Pirineos Atlánticos (Pyrénées-Atlantiques), con un largo trayecto de Anoye a Somport, circulando por Morlaàs, muy cerca de Pau (capital), Lescar, Oloron-Sainte-Marie y el valle de Aspe, por el que se asciende a Somport.

Las principales ciudades del recorrido son Toulouse, cuarta aglomeración urbana de Francia tras París, Marsella y Lyon, y Montpellier, que es la octava del país, ambas con la peculiaridad de su dinamismo económico, por lo que no paran de ganar población, con gran presencia de jóvenes. Su pujanza, reflejada en las interminables áreas metropolitanas, que suelen resultar agotadoras para el peregrino, marca un contrapunto con las restantes poblaciones de la ruta. Entre ellas se cuentan las pequeñas urbes históricas de Arles, Auch y Castres, mientras que el resto de poblaciones ya no pasan de ser cabeceras comarcales (Saint-Gilles, Lodève, Revel, Villefranche-de-Lauragais, L’Isle-Jourdain, Marciac, Maubourguet, Oloron-Sainte-Marie) o núcleos más modestos con o sin ayuntamiento.

Por lo tanto, y quizás en una situación pareja a la del Camino de Tours, la Vía de Arles es la que más equilibrio proporciona entre el mundo urbano y rural, una realidad que, a los peregrinos, nos suele satisfacer. Así, de la rutinaria paz de los campos, salvado el inconveniente de los extrarradios urbanos, transitamos a ciudades como Arles, Montpellier o Toulouse, e incluso, con un mínimo desvío, Pau, todas las cuales precisan al menos una jornada completa para ver algo.

En avión es posible llegar en vuelo directo a Toulouse desde Madrid, Barcelona, Alicante, Sevilla o Tenerife; también en tren o autobús (directo desde Bilbao). Para alcanzar Montpellier o Arles la mejor alternativa es el tren, que circula por la línea que se dirige a Marsella.

No disponemos de una estadística específica sobre al Camino de Arles. En la oficina del ACIR (Agende de Coopération Interrégionale et Réseau), situada en Toulouse, citan la entrega de unas 2.000 credenciales al año, pero por allí ya no pasan los que vienen de atrás. En cuanto a la Oficina del Peregrino de la catedral de Santiago, en una demostración de dejadez, ni siquiera recoge los principales puntos de partida de este itinerario (Toulouse, Arles), englobando a estos peregrinos en el capítulo de los procedentes de Francia por el Camino Francés: 1.570 en 2017, el 0,52% del total.

Los anteriores datos resultan incompletos si tenemos en cuenta que, dada la enorme distancia de Arles o Toulouse a Santiago, la mayoría de los peregrinos que nos encontramos en la ruta son personas que tan sólo recorren el trayecto en Francia, y lo más frecuente es que ni siquiera hagan todas las etapas seguidas. Por lo tanto, será frecuente toparnos con peregrinos, sobre todo franceses, que caminan durante un período vacacional corto, entre unos días y una semana, o simplemente en fines de semana alternos, cuyo perfil es el del senderista. Entre los peregrinos de larga distancia, además de franceses, el mayor contingente es el de alemanes e italianos. Y también hay peregrinos que hacen la ruta pero con destino a Roma.

Una estimación ponderada nos sitúa en torno a unos 6.000 peregrinos al año, cifra que no para de crecer.

Dada la longitud de este Camino (de 778,2 km a 807,1 km según las variantes), que del Ródano se prolonga hasta el Pirineo, y para el que se precisa algo más de un mes de marcha a pie, muchos peregrinos se plantean realizar solo una parte. Para ello suelen recurrir, por estar bien comunicada, a fijar la partida en la ciudad de Toulouse, una de las más vitales y animadas de Francia. Hasta Somport aún restan 314,4 km, por lo que hablaríamos de un trayecto de media distancia que se puede cubrir en 12-14 días.

Quien elija Toulouse, sin embargo, se perderá hitos notables, desde luego Arles, Saint-Gilles y Montpellier en el plano monumental, así como el tránsito por el Macizo Central, que se prolonga entre Saint-Guilhem-le-Désert y Castres, más de una semana en las que se disfruta de la naturaleza. Las cuatro primeras etapas no ofrecen mayor problema, salvo cuando aprieta el calor, pero desde Montarnaud se multiplican los desniveles y los caminos suelen ser más complicados, de firme irregular y con presencia de agua.

Las etapas tipo, con una distancia de entre 20 y 30 km, aparecen bastante bien definidas hasta Toulouse, con la única duda de hacer una más corta para detenerse en Montpellier. A partir de Toulouse, sin embargo, la presencia de poblaciones, y de más opciones de alojamiento, favorecen una mayor flexibilidad en función de nuestros gustos y posibilidades.

Diversas variantes permiten acortar las etapas propuestas por el GR o recuperar la traza histórica. Entre las más relevantes están las siguientes:

1. En la primera etapa la del Pequeño Ródano (Le Petit Rhône), de carácter paisajístico.

2. De Lodéve a Lunas, la que desciende directamente a la segunda localidad, mucho más corta que la oficial por Joncels.

3. Cuando se llega al Canal du Midi, la tentación de apartarse del camino histórico será grande, ahorrando muchos kilómetros y cuestas, aunque las dos etapas hasta Toulouse pueden acabar resultando monótonas. La mayoría de los peregrinos toman el canal solo a partir de Montgiscard, o sea, una etapa.

4. También a la salida de Toulouse se ha habilitado una ruta que asciende por el Garona, pero luego se topa con el aeropuerto y una zona industrial, por lo que no resulta muy apetecible, rodeando Colomiers por el norte para llegar a Pibrac.

5. Desde Pibrac surge otra de las grandes alternativas, el camino histórico y directo por Léguevin, Pujaudran y el centro de L’Isle-Jourdain, balizado por los amigos del Camino y si llueve obligado, ya que el GR, que atraviesa el extenso bosque de Bouconne, presenta muchos problemas de paso.

6. De Giscaro es posible, y además recomendable, seguir la línea recta y cruzar la villa histórica de Gimont, que el GR absurdamente rodea.

7. Otro cansino rodeo se puede evitar, entre Montégut y Auch, si seguimos la carretera.

8. A no ser que se pretenda utilizar como fin de etapa, carece de sentido la variante de Lembeye, entre Lacrabére y Anoye.

En cuanto a los principales enlaces, conviene recordar que en Montpellier nace el Camino del Piémont (GR-78-1) por Saint-Thibéry, Béziers (desde la ciudad es factible seguir a Perpignan y Cataluña), Carcassonne (a partir de aquí GR-78) y Lourdes hasta Saint-Jean-Pied-de-Port (712,2 km). De la de Arles se dirigen a la vía del Piémont la Vía Garona (GR-861), inaugurada en 2017 entre Toulouse y Saint-Bertrand-de-Comminges (170 km); en Saint-Gervais-sur-Mare hace lo propio el GR-787, que pasa por la abadía de Fontcaude y concluye en Capestang (60 km); y desde Maubourguet el GR-101, directo a Lourdes (60 km). Por fin, al llegar a Oloron también podemos desviarnos por el Camino del Piémont hasta Saint-Jean-Pied-de Port (86,4 km).

Por último, apuntar que algunas sendas entre Oloron-Sainte-Marie y Somport transcurren al borde de barrancos; las personas que sufran vértigo, quizás, deban buscar alternativas a estos tramos. De ellos informamos en "Recorrido" o en "Al Loro", dentro de las etapas.

Para estar al día sobre los cambios de trazado, que no son excepcionales, debe consultarse la página de la FFRP (www.ffrandonnee.fr).

Señalizado desde los años 80 por las asociaciones de amigos del Camino, el Camino de Arles pronto ha sido asumido como un itinerario de largo recorrido por la FFRP (Fédération Française de la Randonnée Pédestre), convirtiéndose en el GR 653, inaugurado en 1990. Por lo tanto, a lo largo de la Tolosana ya nos podemos ir olvidando de las flechas amarillas y de los mojones de piedra o cemento, porque la guía principal la vamos a encontrar en las marcas rojas y blancas. Junto a ellas conviven otros elementos colocados por asociaciones y municipios: postes azules y amarillos con distancias y tiempos, logos con la vieira, pequeños marcadores amarillos con el emblema santiaguista del Consejo de Europa, algunas flechas amarillas discretas y de molde, etc. Tampoco faltan las zonas en las que las señales resultan escasas, siendo preciso recurrir a la guía o a nuestra capacidad de orientarnos.

Más allá de la verosimilitud histórica, los grandes senderos franceses, entre ellos los de Santiago, pretenden hacer agradable la travesía, abierta a senderistas, deportistas y todo tipo de personas dispuestas a disfrutar de la naturaleza. Es por ello que la norma fija en el 30% el máximo de asfalto permitido, y de ahí la constante articulación de alternativas amables aunque den más rodeos y se aparten de la ruta histórica.

Por fortuna se ha superado la falta de señalización en las dos grandes ciudades del recorrido, Montpellier y Toulouse, que ahora disponen de conchas en el suelo y carteles. En Toulouse hay doble señalización, pues la traza del GR al borde del Garona resulta demencial y obvia el casco histórico.

Desde un principio hemos de ser bastante rotundos en nuestra valoración: la Vía Tolosana no es un itinerario apto para bicicletas, ni siquiera de montaña, a no ser que uno sea un gran aficionado y sin temor al riesgo. Los numerosos tramos de caminos estrechos, pedregosos, resbaladizos, empinados o cerrados de vegetación desaconsejan por completo el tránsito de bicicletas con alforjas por todo el Macizo Central o en el ascenso por el Valle de Aspe.

En los tramos indicados las alternativas tampoco son halagüeñas ni están señalizadas: se trata de carreteras, en ocasiones con tráfico pesado como es el caso de la que recorre el Valle de Aspe, llenas de curvas y cuestas, o de trayectos anodinos.

La cosa cambia, desde luego, tanto entre Arles y Montpellier, amena planicie, como de Castres a Toulouse, sobre todo al seguir el Canal de la Rigole y, sobre todo, la variante del Canal du Midí, más apropiada para ciclistas que para peatones. En las etapas por la Gascuña, y hasta Lescar, de nuevo llegan los contratiempos en forma de subidas a pueblos medievales y sendas poco apropiadas para bicis, ya que de seguir el camino habrá que poner pie a tierra constantemente.

Nuestra percepción debe ser vox populi, porque en este itinerario, a diferencia del de Tours, apenas se ven bicigrinos. A ello también contribuye, desde luego, su marginación en el acceso a los albergues públicos.

La carencia de albergues específicos para peregrinos ha sido uno de los grandes obstáculos para el desarrollo de esta ruta, pero por fortuna la situación ha ido cambiando en los últimos años, y a día de hoy prácticamente todos los fines de etapa clásicos cuentan con al menos un albergue (gîte d’étape). También son muchas las alternativas intermedias de alojamiento, sean albergues u otro tipo de establecimientos orientados a los peregrinos, entre ellos las populares chambres d’hôtes, sencillas casas rurales que en ocasiones ofrecen habitaciones a precio reducido (siempre con ropa de cama, toalla y desayuno incluidos); los campings, que también pueden reservar para peregrinos algún bungalow; y por supuesto, a veces planteando descuentos, ciertos hoteles.

Sin embargo, en Francia hemos de tener presentes algunas circunstancias: 1. a diferencia de España, la mayoría de los peregrinos acuden a los albergues entre abril y junio, sobre todo, y de septiembre a octubre, pero no tanto en julio y agosto; 2. que los albergues suelen ser pequeños, y en fines de semana, puentes o períodos vacacionales se llenan de senderistas con credencial; por lo tanto, es casi imprescindible reservar, en fechas complicadas al menos con dos o tres días de antelación, para evitar sorpresas; 3. que la oferta es más escasa entre Arles y Toulouse, y más amplia de aquí a Somport; 4. que en los albergues privados sin cocina es habitual alojarse en régimen de media pensión, con un precio que oscila entre los 30-40 euros/persona, gozando de preferencia quienes reservan el paquete completo (será bueno tenerlo en cuenta para calcular el presupuesto); 5. que por lo general los albergues son algo más caros que en España, y raros los gestionados por asociaciones de Amigos del Camino o, ya no digamos, los de donativo; y 6. por contra, y gracias a que el Camino no está aún masificado, todavía se puede pernoctar en algunos centros parroquiales, diocesanos o monasterios, en los que nos invitarán a participar en sus actos religiosos.

Una modalidad propia de Francia es la acogida en familias cristianas (www.webcompostella.com). El precio es más bajo que en un alojamiento que ofrezca media pensión, pero no resulta fácil, sin hablar francés, acceder a ellas. Sin embargo, una vez que se pernocta en una casa de esta red, nos proporcionarán contactos para seguir en ella.

Conviene advertir que en muchos de los pueblos de esta ruta, y en los albergues rurales aislados, no se acepta el pago con tarjeta, y que hay tramos largos, identificados en Al Loro, en los que no existen cajeros.

En razón a la plaga de chinches (punaises) que ha afectado a éste y otros caminos jacobeos, en algunos albergues es obligatorio dejar el equipaje en una dependencia separada del dormitorio, e incluso dentro de cajas o bolsas de plástico para mayor profilaxis. Hay casos en los que se solicita a los usuarios que vayan provistos de un spray anti-chinches.

Por lo general, salvo en las etapas de la montaña central, los servicios de alimentación, restauración o sanitarios son suficientes. En el ámbito de la compra diaria, por concentrarse los supermercados en las afueras de las poblaciones, no será habitual que estén cerca del Camino, siendo necesario conformarse con las pequeñas tiendas (épicerie), cuyos precios suelen ser elevados. A falta de bares y tapeo, hemos de recordar que en Francia es habitual recurrir a la panadería-pastelería (boulangerie-pâtisserie) para adquirir bocadillos, quiche lorraine, pizza, pasteles a veces rellenos de pescado o carne o porciones de tarta, y por supuesto también para desayunar; suelen abrir muy temprano. Otra opción recomendable es la de la carnicería (boucherie), que siempre suele tener comida preparada que despacha al peso, en su caso caliente, y bebidas. De la suerte ya depende que coincidamos con algún mercado local, donde los productores de la zona traen sus frutas y verduras, quesos, patés y también platos preparados, todo ello de gran calidad y con mucha oferta bio.

En el caso de que andemos mal de dinero, los precios más económicos siempre se encontrarán en la gran distribución, esas populares cadenas francesas (Auchan, E. Leclerc, Carrefour, Intermarché) que en los centros urbanos y pueblos también cuentan con pequeños negocios.

De los restaurantes franceses poco se puede decir que no se sepa. A mediodía sirven diferentes tipos de menús (no del peregrino), siempre elaborados y a un precio ligeramente superior al que estamos acostumbrados en España. El problema es que por lo general de noche no hay menú, sino que se trabaja a la carta, bastante más cara. En el sur del país, sobre todo en las ciudades, también se han popularizado los locales de tapeo o raciones, y nunca faltarán pizzerías, locales de comida rápida y, más escasas, creperías. Los cafés también suelen ofrecer menús o platos del día, siempre con el precio indicado en pizarras y cartas, por lo que no habrá grandes sorpresas. En muchos casos la bebida, más allá del agua, no suele estar incluida en los menús.

En muchos de los alojamientos será exigida para poder pernoctar. Es válida la credencial española, tanto la emitida por la catedral de Santiago como la de la Federación de Asociaciones Jacobeas. De hecho, en la oficina de ACIR de Toulouse venden por 10 € la segunda, que en España se puede conseguir por 1 o 2 €. Otras asociaciones la expiden en Arles, Montpellier, Castres, Leguevin u Oloron. Si preferís la credencial de la Iglesia de Francia, la podéis adquirir por 5 € en Arles, Montpellier, Toulouse o Auch, o solicitarla por internet a: pelerodez@yahoo.fr.

La densidad patrimonial de la Vía Tolosana es inmensa, a la altura, para que nos hagamos una idea, del Camino Francés en España, aunque inferior a la del Camino de Le Puy: antiguas poblaciones con catedral (Montpellier, Lodéve, Toulouse, Auch, Oloron-Saint-Marie), conjuntos arqueológicos romanos (Arles), pueblos bien conservados (entre ellos Saint-Guilhem-le-Désert), templos, fortalezas, puentes, parques naturales, etc.

Por no presentar aquí una lista exhaustiva, nos limitamos a recomendar la visita de aquellos monumentos que figuran en la declaración realizada por la Unesco en 1998:

En la misma partida incluye la iglesia románica de Saint-Honorat, aunque la ciudad de Arles ya había adquirido en 1981 el rango de Patrimonio Mundial por sus monumentos romanos (Arenas, Teatro, necrópolis de Alyscamps) y la basílica románica de Saint-Trophime, en la que debe comenzar el peregrinaje. En la primera etapa se sitúan la región de La Camarga, gran planicie en la que se crían caballos (en la lista de espera de la Unesco), y la abadía de Saint-Gilles-du-Gard, también románica y ya inscrita, en la que sobresalen su pórtico y cripta.

Superada la ciudad de Montpellier, donde a su mimado casco histórico hay que sumar el postmoderno barrio de Antigone, concebido por Ricardo Bofill, pronto alcanzamos el desfiladero del Hérault, donde encontramos otros dos monumentos de la lista: el osado puente del Diablo y, ya en la localidad a la que da nombre, la abadía románica de Saint-Guilhem-le-Désert.

Suma y sigue, del vasto patrimonio construido de Toulouse han sido agraciadas la monumental basílica románica de Saint-Sernin, de cinco naves, modelo para la catedral compostelana, y en la orilla opuesta del Garona el Hôtel Dieu Saint-Jacques, que conserva su antigua función. Sin haber sido clasificados, otros edificios religiosos tienen un gran valor, entre ellos la catedral de Saint-Pierre y, sobre todo, el convento gótico de los Jacobinos. Atraviesa asimismo la ciudad, y sirve como senda de peregrinos a lo largo de dos etapas, el Canal du Midí, Patrimonio Mundial desde 1996 al margen del Camino con sus sistemas de esclusas, estanques y aportes, entre ellos el Canal de la Rigole, procedente de Revel y que también coincide con nuestra vía.

Hasta el Pirineo aún nos quedan otros dos monumentos clasificados: en el corazón de la Gascuña la catedral de Sainte-Marie de Auch, última de las góticas francesas, y ya próxima a la frontera la también catedral de Sainte-Marie de Oloron, obra románica en la que sobresale su portada.