La sensatez se impone en el mundo jacobeo con el cierre masivo de albergues

Negar la realidad, mirar hacia otro lado —por no hablar de hacer mofa en temas de salud— nunca ha llevado a nada bueno. Aquello que era previsible hace unas semanas con el brote de coronavirus en Italia, y en su peor versión, se ha cumplido. ¿Desde cuándo los virus necesitan pasaporte para cruzar fronteras?

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De camino a Pontevedra
De camino a Pontevedra

Con la más grave crisis de salud en España desde hace décadas, y con el ministro de sanidad recomendando «evitar todos los viajes que no sean imprescindibles», la decisión de cerrar los albergues de peregrinos nos parece sensata y responsable. Los albergues no están preparados para una desinfección diaria, ni para mantener una distancia segura entre personas. Y hacer el Camino de Santiago no es imprescindible. Incluso la catedral de Santiago quedará cerrada hoy mismo.

Se trata de proteger a los trabajadores de los albergues, de proteger a los propios peregrinos, de proteger a las personas mayores o de salud frágil —nuestra mayor obligación moral como sociedad—, de proteger al personal sanitario, y de evitar el colapso del sistema de salud público (una de cada diez personas infectadas necesita de una asistencia sanitaria intensa). 

Mientras no se decrete un confinamiento de la población —esperemos que no sea necesaria tal medida—, con el cierre de todos los negocios excepto los imprescindibles, habrá peregrinos en el Camino. Y encontrarán, sin muchas dificultades, alojamientos para dormir. Tendrán que informarse en el propio camino, en los alojamientos anteriores o llamando por teléfono, de qué lugares están disponibles.

En Gronze pensamos que no es un buen momento para hacer el Camino de Santiago, por responsabilidad, para evitar riesgos innecesarios, y por el desconocimiento sobre cómo evolucionará la situación. Tampoco es el momento de priorizar los aspectos económicos en un momento de crisis sanitaria.