Sarriafobia; la evitación del tramo Sarria - Santiago

Que si el Camino se ha convertido en un parque temático. Desde Sarria hay más maletas que mochilas. Los políticos de turno siguen exprimiendo la gallina de los huevos de oro hasta que muera del todo. Desde Sarria solo hay gente (que no peregrinos) que no respetan el silencio, a veces van con los altavoces a tope compartiendo su ruido con todos. Al llegar a Sarria se acaba la introspección, la empatía, el compañerismo y, por lo tanto, se acaba el Camino.

Hay peregrinos que aseguran que su camino termina al llegar a Sarria. Algunos incluso cogen el autobús allí para no juntar sus pasos con los de cientos de otras personas que caminan desde Sarria hacia Santiago con diminutas mochilas y botas limpias. Algunos dicen que no son  peregrinos, sino turistas. O, el término de moda desde hace ya años: turigrinos.

Reconozco que yo misma sufrí de Sarriafobia. Sí; intentaba evitar ese tramo a toda costa. Por lo de siempre: no me gustan las masificaciones. Y siempre que veía fotos o hablaba con otros peregrinos, ese tramo era el más masificado de todos los caminos. Y lo sigue siendo.

Pero llegó un día que Sarria - Santiago fue el camino elegido. ¿Por qué? Pues porque iba a caminar con una niña, mi sobrina, en diciembre. Y su madre pensó que empezar en Sarria era el mejor tramo para «iniciar» a la niña en su primer contacto con el Camino. Mi opción tal vez hubiese sido otra, pero acepté. ¿Qué no haríais por un sobrino?

Al contar con bastantes servicios, es un tramo ideal por si a las criaturas se les ocurre aburrirse, cansarse o por si les entra hambre. Además, el transporte de mochilas está garantizado en ese tramo en caso de que fuese necesario. Podríamos decir que el tramo Sarria – Santiago se ha convertido en el tramo más comercial y conocido. Eso implica muchos peregrinos, pero también muchos servicios.

Yo quería que la niña se llevara una imagen de lo que era el camino: caminar, comer, beber, dormir y compartir con lugareños y peregrinos y esos otros aprendizajes aparentemente sutiles pero profundos que solo el camino es capaz de regalar.

Pero además, la niña se llevó casi el máster y el doctorado peregrino, por caminar con meteorología adversa. Fuimos en un mes de diciembre. Y uno de los días, el diluvio universal hizo acto de presencia. Por supuesto, para la niña fue su primera vez en la vida que caminaba tantos kilómetros enfundada en un poncho bajo la lluvia. Y quedó empapada, por supuesto.

Ese día llegamos a Monte do Gozo, al albergue de peregrinos. Al llegar allí el cielo se despejó. Y el de su hospitalera nos supo a gloria. Mi sobrina, su madre y yo, fuimos las únicas tres peregrinas que se alojaron ese día en ese enorme lugar.

Tras esta terapia de exposición al lugar que me causaba fobia, quedé completamente curada, empapada y encantada.

¿Por qué? Pues porque ninguno de los miedos que tenía, ninguna de las situaciones imaginadas, ocurrió. Supongo que la meteorología adversa ayudó, claro.

No hubo masificaciones. No tuvimos que reservar plaza en ningún albergue y pudimos dormir en albergues públicos, en algunos como en Monte do Gozo, completamente solas. En alguna etapa, como en Melide, dormimos solas en la planta de arriba. Una habitación enorme para tres personas. Eso es puro gozo, un regalo del camino.

Tampoco encontramos masificaciones caminando durante las etapas. Encontramos algunos peregrinos de corto recorrido, como nosotras, y otros de más largo recorrido que venían desde Francia enfundados en sus ponchos y con cara de satisfacción. ¡Cómo se nota en la profundidad de la mirada quienes caminan desde lejos!

Además, el tramo Sarria – Santiago es bonito. El camino es cómodo de andar y atractivo. Cuenta con suficientes servicios abiertos incluso en esas fechas. Me resultó un camino bonito y confortable. Y, además, contaba con una compañía de lujo: mi sobrina y su mamá. Así que Sarria – Santiago resultó para mí un camino maravilloso y perfecto.

Las auténticas fobias, en los manuales de diagnóstico clínico están englobadas dentro de los trastornos de ansiedad. Son temores exagerados e irracionales hacia alguna persona, situación o cosa. Y llegan a condicionar la vida de la persona que las padece, normalmente evitando la situación o el estímulo que la causa, además de generar reacciones fisiológicas desagradables. Las fobias más conocidas son la agorafobia, la fobia social y las fobias específicas a estímulos concretos. Y se suele necesitar terapia para resolverlas.

Si tuviésemos que considerar la Sarriafobia una patología (por supuesto no lo es) la consideraríamos una fobia específica. Pero sí, realmente hay peregrinos que evitan directamente ese tramo o si piensan en él les entra una ligera angustia que oprime su pecho. A algunos incluso les cambia el estado de ánimo para peor y salen maldiciones de sus entrañas. 

Vale, no es ninguna fobia, claro que no… es un descontento con la realidad de lo que hay. 

Pero hay opciones a ese turismo de masas en el que se ha convertido ese tramo. Y hay opciones al estilo «terapia de exposición» para que la Sarriafobia desaparezca: hacerlo en invierno y que no sean puentes ni festivos. Sí, ya sé que no todo el mundo puede hacerlo en esas fechas; pero quien pueda, es totalmente recomendable.

Es un tramo precioso al que sería bonito no renunciar. Y además, es ideal para hacerlo con niños.

Buen camino.