Pontevedra, paraíso peatonal para el peregrino

No es nuestra intención contribuir a la campaña electoral de los partidos que gobiernan el municipio de Pontevedra, sino dar testimonio de una realidad, la de la humanización urbana desarrollada en los últimos años, que ha convertido a la capital de provincia en un referente internacional en la peatonalización. Y lo hacemos porque esta es una realidad que tampoco escapa a los ojos y experiencia de los peregrinos, que por fin encuentran, en su recorrido por el Camino Portugués, una ciudad amable, pensada para quienes se desplazan a pie, y no una carrera de obstáculos como suele ser habitual.

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Praza de A Ferraría, junto al santuario de A Peregrina, gran espacio de encuentro urbano
Praza de A Ferraría, junto al santuario de A Peregrina, gran espacio de encuentro urbano

De las grandes urbes del Camino podríamos poner ejemplos, muchos, sobre el infierno cotidiano de tener que transitar por grandes avenidas sobrecargadas de tráfico, que aunque proporcionen seguridad con sus paseos y aceras, no evitan el ruido y la contaminación, grandes enemigos del peregrinos. También tenemos que aludir a los polígonos industriales, o a las áreas suburbanas de tipo comercial, que se han interpuesto entre el campo y los barrios. O, por citar una de las quejas más recurrentes, a la mala señalización, en ocasiones ausente, y en otras, por calificarla de algún modo, variopinta y mayormente debida al esfuerzo de los amigos del Camino ante la indiferencia de los respectivos ayuntamientos.

Entre las experiencias más negativas, en el Camino Francés siempre se cita la entrada a Burgos por Villafría, con su infrautilizado aeropuerto y polígono industrial, y a través del barrio de Gamonal, con su rectilínea e interminable avenida sobre la cual, tras una fuerte presión popular que trascendió a los medios, no se pudo proceder a una remodelación, considerada un despilfarro por asociaciones y vecinos. Por fortuna existe una alternativa, cada día más popular, que desde Castañares permite acceder al centro sigilosamente por el corredor verde del Arlanzón, pero ni es la oficial y ni siquiera se encuentra debidamente señalizada más allá de las flechas pintadas por almas caritativas.

Un segundo calvario es el de León, y aquí sin paliativos, tanto a la entrada como a la salida. Desde el alto del Portillo, donde por fortuna se ha hecho una obra, con pasarela incluida, que evita la vergüenza de tener que pisar una vía de cuatro carriles, tipo autovía, no hay descanso hasta Puente Castro, y de aquí hasta el mismísimo casco murado de León (avenidas, tráfico, semáforos, un completo desastre). Peor aún, si cabe, es la partida, pues poco después de cruzar el Bernesga, ya por el municipio de San Andrés de Rabanedo, nos metemos en otro embudo de casas y tráfico, por Trobajo del Camino, que prácticamente se prolonga hasta la Virgen del Camino. ¿Hasta cuándo?

La propia Compostela, que nunca se ha interesado en gran medida por los peregrinos, ¿para qué si van a llegar de cualquier modo que sean tratados?, no se queda libre de culpa, y su acceso por el Camino Francés, en el que ya han desembocado los caminos Primitivo y Norte, tampoco es el mejor recibidor a partir del ya de por sí controvertido Monte do Gozo. Parece que con vistas al próximo año santo, y con la supervisión del arquitecto y ex-alcalde Xerardo Estévez, se va a actuar para “ablandar” esta entrada, regulando aparcamientos que en ocasiones llegan a impedir el paso de los peregrinos, y mejorando la aproximación desde el puente sobre la A-9, recientemente remodelado sin gran compromiso (oportunidad perdida para crear un paso peatonal), hasta el acceso al conjunto histórico. Por cierto, que en este pasillo hay una rúa absolutamente caótica, la de Os Concheiros, cuya adecuación como tránsito hacia el casco antiguo desmerece por completo en una ciudad declarada Patrimonio Mundial.

Hemos salvado de la quema a Pamplona, acaso con la traza mejor urbanizada y cuidada tanto en su llegada como a la partida, pero también, con salvedades, a Ponferrada o Jaca.

Si nos desplazamos a otros caminos encontraremos la misma historia: terrible la salida de Lisboa y Porto, o la entrada a Coimbra o Tomar, aunque es cierto que en Portugal, pese a que van lanzados a pedir a la Unesco una declaración, apenas se han realizado obras de mejora orientadas al Camino; bastante mejores resultan el acceso y partida a Santarém, o en la variante costera los de Viana do Castelo. Sumamente agresiva resulta la aproximación a Oviedo desde Colloto, pero aún se queda muy lejos del espanto que nos aguarda en Avilés o Bilbao, de lo peor que se pueda imaginar en ambos casos y con el inconveniente de una partida similar, que incluso llega a ser disuasoria para muchos caminantes, provocando el uso de otros medios de transporte. Tampoco abandonar Santander es agradable, una ciudad que se salva de juzgar la entrada, puesto que se realiza en barco. Del Camino Norte el modelo a seguir sería Donostia, cuyo trayecto urbano es una delicia a la que contribuye la disposición de los montes Ulía y Urgull. Y en el Camino Inglés mejor ni hablamos de la partida de Ferrol, y menos aún de la auténtica aventura, jalonada de obstáculos, que supone hacerlo de A Coruña. Y así podríamos seguir con la vía de la Plata y el Camino Sanabrés (las únicas plazas que se salvan a medias son Mérida, por la salida, y Zamora, por la llegada, y con otros caminos menos trillados.

Por lo tanto, y aunque veloz, el repaso de los trayectos urbanos jacobeos aún realza y valoriza más lo que se ha hecho en una pequeña ciudad, con un casco compacto de 65.000 habitantes, como Pontevedra.

De acuerdo con un ambicioso Plan Estratégico de Desarrollo Urbano y Sostenible, el municipio ha conseguido, en los últimos dieciocho años, no sólo peatonalizar por completo su casco antiguo, ahora realzado y recuperado para el paseo, las compras de proximidad y el recreo, sino también gran parte del Ensanche, los barrios y las riberas del Lérez. El modelo, que entiende el espacio público como un lugar de convivencia para los ciudadanos, responde a un compromiso con el patrimonio natural y cultural, promueve el ahorro energético para adaptarse al cambio climático y favorece la seguridad viaria con una movilidad pausada, que se ha plasmado en el “Metrominuto” o carta de movilidad de distancias y tiempos.

El planteamiento pontevedrés ha sido premiado, entre otros, con el Europeo Intermodes (2013), el Hábitat de la ONU (2014) o el Center for Active Design de Nueva York (2015), y se ha convertido en un ejemplo para otras ciudades europeas de tamaño medio; por ejemplo, Cádiz se está inspirando en Pontevedra para su proyecto de humanización.

Nosotros, los peregrinos, y aunque la estancia sea breve, tenemos la fortuna de poder disfrutar de un escenario monumental y de servicios tan amable y en sintonía con nuestros planteamientos. Como deuda pendiente tan solo es de esperar que se solucione, a través de una nueva delimitación, el acceso a la ciudad por la senda fluvial de Os Gafos, puesto que la actual, coincidente con la carretera EP-0002, desmerece de lo que luego vamos a encontrar.

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Jardines de Vicenti, en el ensanche decimonónico
Jardines de Vicenti, en el ensanche decimonónico

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador