Guía del ministerio para los albergues: incompleta e incongruente
La Secretaría de Estado de Turismo, en coordinación con el Ministerio de Sanidad y, dice que recogiendo las propuestas de las CC.AA., la FEMP y, supuestamente, esto ya no lo tenemos tan claro en el caso del Camino, de los agentes sociales y asociaciones sectoriales, bajo la coordinación del Instituto de Calidad Turística ha publicado una guía, primer avance de lo que serán las futuras normativas, por subsectores (Albergues, Alojamientos Rurales, Campings, Hoteles, Restaurantes, etc). Y lo hace no para prevenir, qué curioso (será que ya no lo creen posible), sino para «reducir el contagio por el coronavirus».
Vamos directamente a lo que se propone para los ALBERGUES:
En primer lugar, sorprende sobremanera que no se haga ningún tipo de alusión a los albergues del Camino de Santiago, al parecer equiparables a cualquier otro tipo de albergue/hostel, tal como figura en el título.
La mayor parte de las obligaciones, sobre todo recomendaciones, en un 70% son genéricas, similares a las de los restantes tipos de alojamiento.
No deja de resultar gracioso que se aluda a las empresas que no cuenten con un «Comité de Seguridad y Salud», algo bastante normal en esta oferta atomizada, ¿no creéis?
Se hace mucho hincapié, sobre todo (los sindicatos sí parece que han estado presentes) en que no se contagien los empleados: planificación de horarios, trabajadores vulnerables, higiene personal, presencia de gel hidroalcohólico, de termómetro sin contacto y equipos de protección individual, normas de uso de espacios compartidos, distancia de seguridad, ventilación, etc, y de las medidas que habrá de tomar el personal especializado (copia de hoteles) de recepción, limpieza, cocina, lavandería…, que en muchos albergues suele coincidir.
Pasa luego a tratar por separado diferentes espacios:
- En la recepción se sugiere la instalación de marcas de seguridad en el suelo para mantener distancias, y en la instalación de pantallas protectoras de metacrilato, eliminando los elementos decorativos. Asimismo, en promover el auto-cheking y el pago con tarjeta, desinfectando el TPV cada vez que se utilice, y también los mostradores, teléfonos u ordenadores con cada uso.
- Los responsables del albergue no deberán manipular las mochilas (¿qué pasa con el transporte?, nada se dice, primera laguna), sino proporcionar a los peregrinos una bolsa de plástico para que las metan dentro, como ya se hace en muchos lugares para prevenir las chinches, estamos habituados, sacando de ella solo lo imprescindible.
- Las botas deberán situarse (¡solo es recomendación, toma ya!), en un lugar específico y no en los dormitorios, previo paso sobre alfombras desinfectantes o tras aplicar un espray. Aquí nos tememos que están pensando en hostels urbanos, y que no tienen mucha idea de la dinámica de un albergue del Camino.
- Inciden en la importancia de definir aforos de los espacios comunes: dormitorio, aseos, duchas, salón-comedor, cocina…, pero nada se añade sobre cómo organizar los dormitorios, ni de las plazas por m3, sobre las literas y el uso de sus camas inferiores y superiores. Nuevo vacío.
- En el caso de que haya bar o restaurante y comedor, de nuevo se apuesta por el minimalismo, fuera decoración, cartas manuales, el auto-servicio o buffet (tan común en los desayunos para ahorrar costes), con uso preferente de monodosis y de menaje desechable (¿dónde está el compromiso con el medio ambiente?, además de suponer una flagrante contradicción respecto a lo que se dirá sobre la ropa de cama). Tampoco se prohíben las máquinas de vending, solo se indica que se limpien tras cada uso, algo surrealista si están operativas en todo momento, día y noche.
- Sobre las cocinas de uso compartido, tema escabroso, se exige que el personal controle la desinfección de materiales, electrodomésticos y del espacio propiamente dicho después de cada uso, lo que en la práctica resulta inviable. El sentido común nos indica que no se debería permitir el uso de cocinas compartidas en esta fase, tan solo disponer, como mucho, de un microondas.
- En los dormitorios se señala la obligatoriedad de mantener la distancia de seguridad de 2 metros. Los clientes deberán hacer sus propias camas, y no tocar las de los demás (jaja, dejad que nos riamos). Se proporcionará lencería empaquetada y desinfectada sin que se diga nada del material, que irresponsabilidad, cuando ahora debería primar el uso de desechables, dado que el lavado no garantiza la desinfección a no ser que se realice, es un dato científico, a 90º; en la guía solo se indican 60º. ¿Pero, no notáis algo en falta? ¿será el saco de dormir?, que puede ser un aliado para la profilaxis, ya que cada uno lleva el suyo y se encarga de su limpieza. Ahora mismo, para usar los albergues de montaña de Suiza, se incide mucho en que cada uno debe obligatoriamente portar su saco, una funda de almohada, toalla e incluso mascarilla y desinfectante, aquí ni mu sobre todo esto, ¡vergonzoso!
- Para los baños se recomienda tener papel de secado en lugar de toallas y que se retiren las alfombrillas. Se habla de dispensadores de gel, y no de monodosis como en el comedor. Y de proceder a limpiarlos un mínimo de 6 veces al día, que es una cifra de lo más arbitraria si no se tiene en cuenta la intensidad del uso, por lo que sería más lógico aplicar la misma receta de las cocinas. Otra gracieta es señalar que «se recomienda el uso de calzado apropiado para el uso de las duchas comunes» (estos nunca en su vida utilizaron un albergue, resulta más que evidente).
Como resumen se nos antoja concluir que la recua de expertos que nos pretende guiar, tan amiga de instaurar normas y consejos que a las 24 h chocan con el muro de la realidad y deben de ser modificados, está aquejada del síndrome de la caverna platónica, o sea, que ven sombras de los ideales, sobre las que construyen su realidad, y hablan de oídas, desde luego nada asesorados por quienes están a pie de obra día a día.
Buena parte de lo que se recomienda resulta imposible de cumplir dada la actual estructura y gestión de la mayoría de los albergues del Camino de Santiago, sobre todo las distancias de seguridad y esa permanente desinfección cada vez que se usa o toca algo, que más que evitar, nos obligaría a levitar por los espacios, como almas en pena desprovistas de capacidad tangible.
Además, el documento estimula un ambiente de psicosis colectiva, un reino de la desconfianza en el que todos somos sospechosos, por lo que el trato se volverá tan frío como podría serlo entre presos peligrosos y funcionarios de prisiones.
Tras leer esta guía a uno se le quitan las ganas de hacer el Camino, y a los dueños de los albergues, probablemente, las de abrir, porque si pasa algo parece que serán ellos los únicos responsables. Más allá del sentido común parece querer instaurarse el miedo, porque es obvio que tales medidas no se van a poder cumplir al 100%, y que por muchos certificados expedidos por empresas homologadas que se exhiban en la puerta, nadie va a poder garantizar que un descuido en la desinfección, o el propio trasiego, puedan propiciar un contagio. No se logró con las chinches, que son seres vivos y visibles, y menos aún se conseguirá con lo invisible.
Creemos que la responsabilidad y el compromiso personal, tanto por parte de albergueros como de peregrinos, será la mejor consigna para reforzar la confianza, y no tanto un listado de consejos repleto de contradicciones y ausencias, además poco o nada práctico y bastante alejado de la realidad de la acogida en el Camino. Es por eso que la guía no solo nos parece incompleta, sino incongruente, y por ende irresponsable.
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