Ángel, alma mater del albergue Bela Muxía
Nos desplazamos a Muxía, uno de los epílogos de la prolongación jacobea al fin del mundo medieval, para entrevistar a un hospitalero que ha adquirido merecida fama, por su bonhomía, en el mundillo de la peregrinación. Nos referimos, por supuesto, a Ángel Manuel Castro Fernández (Muxía, 1958), que desde 2012, junto a su mujer Celia, se encarga del albergue Bela Muxía, segundo de iniciativa privada en abrir sus puertas en la localidad tras el Delfín, con el que acabó la pandemia.
Antes del Camino, del albergue, que han fraguado tu personalidad en los últimos años, entiendo que hubo vida…
Claro, vida en el mar, mis padres tenían dos barcos, y casi todos los hijos fuimos al mar. Pero en mi caso una hernia de disco puso fin a mis días en el barco, y entonces entré como voluntario en la Oficina de Turismo de Muxía, y luego seguí en la hostelería.
¿Y cómo acabaste vinculándote con la peregrinación?
Pues mira, había una persona que era un referente en el Camino, María Teresa Rodríguez, una santiaguesa que residía en Muxía, y que ya hace 35-40 años reivindicaba la historia y tradiciones de la localidad para que fuese reconocida como fin del Camino. Quería crear aquí un centro cultural con estas referencias, y la acompañé a Santiago para hacer gestiones. En aquel entonces no cuajó, y por el momento nos quedamos con los peregrinos, muchos, que venían al santuario de A Barca, pero fue un primer contacto con todo aquello del Camino, los peregrinos, las posibilidades que podía tener Muxía.
¿Cuál fue tu trabajo en la Oficina de Turismo, desde los años 90 también del Peregrino?
A comienzos de los años 90 pasaban al año unos 200 peregrinos, más o menos, y cuando salí de la oficina, una década después, ya eran más de 6.000 al año. Les informábamos lo mejor que podíamos de las necesidades prácticas, pero también para que comprendiesen el significado de Muxía dentro del Camino de Santiago.
Llegué a tener un contrato en la oficina, pero con los cambios políticos me largaron. No ocurrió como en Fisterra, donde lo que funciona no se toca, y así ha habido una responsable de la oficina y el albergue con diferentes colores políticos.
Pero hubo un antes y un después en el Camino a Fisterra y Muxía, ¿a qué crees que se debió?
Al principio había poca propaganda de esta ruta, pero se produjo un boom espectacular cuando la Asociación Galega de Amigos do Camiño de Santiago comenzó a reivindicarlo, y a realizar aquellas marchas anuales que duraron diez años.
En aquel entonces, a comienzos de los 90, había una clamorosa falta de servicios para los peregrinos, tan sólo funcionaba un hotel, y no querían saber nada de peregrinos, solo deseaban turistas. Sabes que en esos tiempos se despreciaba a los peregrinos, como mochileros, porque se pensaba que no aportaban nada.
El albergue de la Xunta, inaugurado en 2006, fue un acicate para salir adelante. Fue una lástima que no se hiciese, como estaba previsto en un inicio con el acuerdo de todas las partes, en la rectoral de A Barca, junto al santuario, pues hubiera sido algo impresionante. Al final el cura no quiso, y hubo que optar por un edificio de nueva planta en un terreno propiedad del concello, algo apartado del centro, pero más valió así que nada.
Cuéntame sobre tu desembarco en Bela Muxía.
En junio de 2012 comenzó esta aventura. Vine con mi mujer Celia, porque en aquel entonces trabajaba en A Coruña, en una empresa de extinción de incendios. Pero pese a la corta distancia teníamos mucha morriña por la casa, la familia, el pueblo, regresar a los orígenes. Era una oportunidad única para conseguirlo, y además para recobrar el vínculo con el Camino.
Supongo que habrás notado, en estos nueve años, algún cambio en los peregrinos.
Cuando comencé había mucha humildad en el peregrino, y ahora son de otra forma de ser, aunque no todos, y por lo común más exigentes.
¿Y desde tan privilegiada atalaya, cómo ves el futuro del Camino?
Creo que en el futuro próximo el Camino dará un bajón, como ha ocurrido ahora por el Covid, pero por otra parte se mantendrá el estilo de siempre, eso no va a cambiar. Tal vez vuelvan a venir más peregrinos tradicionales, volverán a ser mayoría frente a los turistas.
Este año, por ejemplo, será atípico, faltan las agencias, los peregrinos de Irlanda, Canadá, USA…
Te felicito por tu optimismo, y me imagino que tendrás un libro de anécdotas, de todo tipo…
Anécdotas muchas, muchísimas. Fíjate, esta semana me acaban de traer la postal dedicada de un italiano, Marco Ferrari, que falleció este mismo año, y sus familiares me la entregaron en persona de recuerdo, con su foto en Muxía y el famoso poema de Antonio Machado traducido al italiano. Emocionante, y más aún que se acordara de nosotros.
Mira, también me viene a la memoria a un legionario de Almería que cada año, cargado con su botiquín de 3-4 kg de peso, hace el Camino curando ampollas y heridas a los peregrinos, y siempre para aquí.
Podría estar toda la mañana contándote historias de peregrinos, alegres y tristes.
De lo que me han hablado es de la gran fiesta que hacéis a los peregrinos en Navidad.
Sí, lo comenzamos a preparar por nuestra cuenta, mi mujer y yo, porque merecen algo especial cuando están lejos de casa en estas fechas. Les preparamos una comida digna de la celebración, con marisco, pescado, carne, vino, cava, licores…, un menú que en un restaurante valdría 60-70 € por barba. Un peregrino italiano que participó en una ocasión, ya amigo, nos manda cada año, en señal gratitud, una caja de botellas de vino para los peregrinos que ese año estén por aquí.
¿Es Bela Muxía, gracias a vosotros, un albergue con alma?
Eso lo tienen que decir los peregrinos, pero aquí, a mayores del servicio tarifado, intento darles lo que puedo sin pedir nada a cambio, y sobre todo comprensión, sinceridad, cariño, amor…, procurando ser muy flexibles, buscar el feeling. En el Bela Muxía queremos que todo funcione como si se tratase de una familia, nos desvivimos por los peregrinos, y creo que lo notan y agradecen.
Ahora en los albergues privados se fomenta un poco más que en los públicos el espíritu de acogida, pues los segundos son más fríos y rutinarios, con un estilo más propio de funcionarios. Esta acogida calurosa funciona también, sobre todo, en los albergues de donativo, aunque cada vez sean menos.
¿Y qué ocurrirá cuando te jubiles, lo echarás de menos?
Aunque mi mujer es diez años más joven, nos quedará una pensión suficiente para vivir, y el Bela Muxía, en el que hemos creado un estilo fruto del trabajo y la dedicación, tendrá que reinventarse. Es un trabajo muy bonito, el intercambio con gente de tantos países, buena gente en su mayoría, pero también agotador, la jornada se alarga todos los días y no hay tregua en la temporada.
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Desde el 16 de mayo pasado el albergue vuelve a estar abierto, y Celia y Ángel a pie de obra, como siempre, solícitos. Ambos constituyen todo un referente de hospitalidad que circula día a día en las redes sociales.
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