Etapa 2V: Vegadeo - Trabada | Al Loro

Distancia: 
19,0 km
Duración: 
4 h 45 min
Dificultad: 
3
Paisaje: 
3

Hoy tenemos por delante una etapa muy bonita y bastante exigente, con un perfil de continuas subidas y bajadas, que en algunos momentos nos puede recordar tramos del Camino Primitivo.

Los que estén más fuertes, y saliendo muy temprano de Vegadeo, pueden plantearse seguir 10 km más hasta San Tomé de Lourenzá (donde hay un hostal), o incluso doblar y proseguir 19 km más hasta Mondoñedo, aunque eso convertiría la etapa, ya de por sí exigente por sus desniveles continuos, en un etapón de casi 40 km.

La jornada se caracteriza por sus largos tramos por monte, entre bosques solitarios y sin apenas servicios intermedios: sólo disponemos de un restaurante en Santiago de Abres (a 300 metros del camino) y un par de bares y una panadería (todos ellos junto al camino) en Pedrido, justo tras cruzar el puente sobre el río Eo.

Aunque la etapa es ciclable, en época lluviosa puede acumularse barro en algún tramo de pista de tierra; también cabe señalar los durísimos repechos –por suerte son cortos– que encontraremos a partir de Dongo.

Tras la localidad de Santiago de Abres, el camino cruza el río Eo y entra en Galicia. Aquí el sentido de las vieiras en los mojones ya no nos servirá de referencia, pues se mezclan señales antiguas (que fueron colocadas en su día al revés de las que nos han guiado hasta aquí) con las nuevas señales, y no siempre siguen el mismo criterio. Ante tal desaguisado, al caminar por tierras gallegas deberemos fijarnos siempre en el sentido que marcan las flechas amarillas.

El albergue del concello, de solo 7 plazas, se encuentra en la aldea de A Igrexa, 8,8 km antes de Trabada. Quien quiera pernoctar en él debe llamar un día antes, y llegar al albergue antes de las 14:00. No hay servicios cercanos, pero dispone de una cocina completa. 

Junto a algunas casas de campo veremos cabazos o cabozos, construcciones tradicionales destinadas a almacenar grano, parecidos a los hórreos pero con forma alargada y soportados mediante cepas (muros de piedra situados en sus dos extremos). Probablemente sean de origen suevo, y son habituales en el occidente asturiano y en buena parte de Galicia.

El plato más representativo de la zona es la enfariñada o enfaragullada, una especie de revuelto a base de harina, agua, sal, leche, huevos caseros y torreznos, pasado todo ello por una sartén con aceite o grasa de cerdo, como si hiciéramos una tortilla fina, y finalmente desmenuzado; incluso hay quienes le añaden al final un toque dulce, con uvas pasas, miel o azúcar, mientras que otros prefieren mezclarlo con pimientos de Padrón. Como tantas otras recetas fruto de la cocina de las abuelas, resulta un manjar delicioso y que sin duda nos evocará sabores de la infancia.