Etapa 10: Santa Marta de Penaguião - Vila Real | Al Loro

Distancia: 
17,8 km
Duración: 
4 h 30 min
Dificultad: 
4
Paisaje: 
4

El perfil es endiablado para las bicicletas, sobre todo por las empinadas rampas que avanzan monte arriba entre bancales y barrancos. Quien no desee sudar tinta, o poner pie a tierra cada dos por tres, ya sabe lo que toca: N2.

En el paso por Assento se dan mil vueltas, por los arrabales, para eludir la N2 y los servicios, pasando, eso sí, junto a la iglesia tras dibujar un monumental rodeo. Lo más lógico y corto, desde luego, es dirigirse por la Rúa do Pombal, entre el cementerio y la escuela básica, hasta la N2, donde hay fuente, cafés y tienda, y luego seguir por ella hasta encontrar a mano derecha la Rúa da Igreja, por la que se vuelve a enlazar con la ruta señalizada.

Su iglesia de Santa Eulália es de 1729, y muestra elegante fachada con torre e interior con meritorios retablos joaninos, en especial el mayor.

Cuenta con un bar-tienda.

La bajada de Parada de Cunhos hacia Vila Real por la N2, sobre todo a ciertas horas punta, es uno de los tramos más peligrosos del Camino Interior.

Actualmente han dejado de prestar el servicio de acogida a los peregrinos tanto el Seminário Diocesano como los Bombeiros Voluntários. Por fortuna, en el centro hay un hostel y varias hospederías económicas para suplir un vacío que esperamos sea temporal.

En pleno centro existe un supermercado Pingo Doce (Rua Miguel Torga), abierto a diario de 8:00 a 20:00, fin de semana hasta las 17:00. Saliendo por el Camino quedan el mercado municipal, que opera de 8:00 a 19:00 salvo domingos, y el super Amanhecer (Rua Dona Margarida Chaves, 73).

Un café clásico y céntrico, de 1925, es el Gomes (Largo do Pelourinho), surtido por la pastelería homónima y vecina (Rua António de Azevedo, 2).

Si te apetece una bifana, bocadillo de carne de cerdo marinada con salsa, tu lugar es Bifanas da bila (Praça Luís de Camões); a 2 €.

La catedral no tiene «pinta» de catedral. La razón está en que se trata del templo del antiguo convento dominico (s. XV), que adquirió este rango al ser creada la diócesis en 1922. Otra iglesia interesante es la Capela Nova o dos Clérigos, atribuida a Nasoni, que se encaja portentosamente en la trama urbana, entre dos calles, y guarda una de las más bellas imágenes del apóstol peregrino de la ruta, procedente de la desaparecida capilla de Santiago. Igualmente vistosa resulta la iglesia de São Pedro, con elegante fachada de dos torres y capilla mayor decorada con azulejos del s. XVII.

La principal avenida del casco antiguo, por la que pasearemos arriba y abajo, está dedicada a Carvalho Araújo, con la estatua obra de Artur Anjos Teixeira, por lo que conviene que sepamos quien fue este prócer. De nombre Jose Botelho, nada que ver con nuestro rey Pepe Botella, fue un marino que si bien nació por casualidad en Porto (1881), su familia era de Vila Real, donde vivió hasta que se enroló en la armada. Ferviente republicano, murió joven al ser atacado su navío, en 1918, por un submarino alemán. Dilema resuelto de un infortunio.

Un paseo nos llevará a la Vila Velha, tras los Paços do Concelho y la casa manuelina de Diogo Cão, navegante que descubrió Angola. Desde aquí, tras visitar la capilla gótica de São Brás y el colindante templo de San Dinis, con romántico cementerio alrededor, nos asomamos a la Foz do Corgo, río que pasa por la ciudad encajado. Se puede bajar por una senda hasta el cauce, y recorrer un gran parque público y el paseo fluvial, regresando luego por el rehabilitado barrio dos Ferreiros, de interesante arquitectura popular, y por la decimonónica alameda (Jardim da Carreira).

El famoso palacio barroco Solar de Mateus (s. XVIII), sobradamente conocido por el vino rosé que lleva su nombre, dista 4 km del centro, y hasta sus inmediaciones llega la línea 1 del autobús urbano. Se trata de una fundación privada y la entrada es cara: 9,50 € los jardines, 13 € si también se visitan palacio y museo. Tú decides. Más info: www.casademateus.com

Uno de los platos más peculiares de la ciudad son las tripas, que a diferencia de Porto y otros lugares, se sirven en grandes porciones, enrolladas en una tira de bacón. Deliciosas.

De origen monástico son varias recetas de dulces con curiosos nombres, entre ellos las cristas de galo, empanadillas así denominadas por su forma, elaboradas con dulce de huevo y almendra; los pitos de Santa Luzia, con relleno de calabaza y canela; el pastel de Santa Clara, especie de media luna con huevo, almendra y hojaldre; las tigelinhas de laranja, otra creación de las clarisas; las bexigas de São Lázaro (esto serían ¡ampollas!, aunque no está probado que al comerlas curen las de los pies); los santórios, panes dulces; o los covilhetes, salados y con relleno de carne de vaca. A adquirir en pastelerías como Casa Lapão (Rua da Misericórdia, 64), especializada en repostería conventual, o A Loja do Covilhete (Rua António de Azevedo, 60).