Etapa 6: Santa María la Real de Nieva - Coca | Al Loro

Distancia: 
22,2 km
Duración: 
5 h 30 min
Dificultad: 
1
Paisaje: 
2

El camino sale de Santa María la Real de Nieva junto a su plaza de toros, que data de 1848. Es una curiosa construcción realizada mediante mampostería de pizarra, en la que intervinieron cuadrillas de peones venidos de Galicia.

Hoy entraremos en la comarca de Tierra de Pinares, caracterizada por los bosques de pinos piñoneros y resineros. La resina, extraída mediante incisiones que se practican en el tronco de los pinos adultos, se utiliza para la producción de disolventes, trementina o aguarrás, adhesivos, barnices, pinturas, brea, betún e incluso ciertos medicamentos.

Durante muchos tramos caminaremos sobre un lecho de arena fina que se hunde ligeramente a nuestro paso, lo cual dificulta la marcha y puede provocar lesiones o sobrecargas. En lo posible intentaremos pisar sobre aquellos puntos o márgenes con firme más compacto.

Si este recorrido por pistas de arena resulta un tanto incómodo para los peregrinos a pie, la situación se complica para los ciclistas, quienes deberán prestar atención a los tramos de arena más fina para evitar que ésta frene su pedaleo.

A la salida del pueblo de Nieva entraremos en el primero de dichos pinares, cuyo firme de arenas eólicas nos recuerda las dunas de acceso a una playa. Justo al entrar en el bosque se halla una zona recreativa, con una fuente y mesas de piedra, alrededor de un gran pino que destaca del resto: es un ejemplar emblemático conocido como Pino Morgas, tiene 24 metros de altura, una copa inmensa y su edad ronda los 350 años.

Los sonidos y silencios de este primer bosque sólo se verán perturbados por el paso de algún tren AVE cuyo silbido escucharemos muy cerca, acercándose por nuestra derecha, si bien la enorme masa forestal impide que veamos los trenes; el efecto resulta insólito.

A pesar de no ser final habitual de etapa, en Nava de la Asunción disponemos de un modesto refugio para peregrinos y ahora también de un albergue turístico. Si pensamos pernoctar en alguno de ellos conviene avisar previamente.

Hoy llegaremos a Coca, la Cauca de los celtas y vacceos, e importante ciudad romana. Aquí nació Flavio Teodosio I, también conocido como Teodosio el Grande (347-395), el último de los tres emperadores romanos de procedencia hispánica. Junto a la puerta medieval de la villa existe un busto en recuerdo del fundador de la Dinastía Teodosiana, quien en el año 380 proclamó el cristianismo niceno –germen del catolicismo- como única religión oficial del Imperio.

En el año 392 Teodosio consiguió reunir bajo su mando las porciones oriental y occidental del orbe romano, sumido durante décadas en múltiples guerras civiles y de fronteras; pero dicha reunificación duraría sólo tres años, pues Teodosio había ordenado que tras su muerte la parte Occidental del imperio –incluyendo Roma, su capital- pasase a manos de su hijo Honorio (que fue nombrado emperador con apenas 9 años de edad), mientras dejaba el imperio Oriental y su capital, la poderosa Constantinopla –antes Bizancio y siglos más tarde Estambul- a Arcadio, su hijo mayor. También es célebre su hija Gala Placidia, que tuvo una vida ajetreada, pues fue reina de los visigodos tras casarse con su rey Ataulfo (con quien vivió en Barcino-Barcelona durante el año 415, y donde éste fue asesinado), mientras que otro matrimonio posterior la convirtió en emperatriz consorte de los romanos.

Una placa en la fachada de la plaza del Instituto recuerda al insigne escritor Miguel de Cervantes y a una de sus Novelas Ejemplares,  El licenciado Vidriera (1613), en la que se cita la villa de Coca. Junto a ésta tenemos otra placa dedicada a la memoria del no menos genial René Goscinny, guionista y editor de cómics francés (creador entre otros de Astérix el galo y de Lucky Luke), quien en Astérix en Hispania (1969) inmortalizó la antigua ciudad romana de Cauca; su periplo por las tierras de una hilarante Hispania romana es, en realidad, una radiografía caricaturesca de la España tardofranquista.

En Coca confluyen el río Eresma, que ya conocimos a su paso por Segovia, y su afluente el Voltoya. Durante nuestra estancia deberemos visitar los restos de la muralla prerromana, la muralla medieval, el gran castillo en estilo gótico-mudéjar (visitas hasta las 18h), la iglesia de Santa María (donde se hallan los sepulcros de diferentes miembros de la influyente familia Fonseca, esculpidos en mármol de Carrara durante el s. XVI) y la torre de la desaparecida iglesia románica de San Nicolás, que servía también de atalaya defensiva.

Destacan asimismo los tres verracos prerromanos que se conservan en la villa, esculturas zoomorfas realizadas en granito hacia el siglo IV aC.; eran propias de los vacceos y vetones, pueblos celtas que poblaron estas tierras durante la Edad del Hierro. Habitualmente representaban a cerdos rollizos, jabalís, osos o toros (como los famosos Toros de Guisando hallados en El Tiemblo, Ávila), y se piensa que tenían una doble función mágica (como símbolo de fecundidad) y política (para marcar hitos en el territorio o a la entrada de poblaciones).

En la gastronomía de Coca destacan los asados, los embutidos ibéricos, la morcilla de calducho con piñones, los cangrejos del río Voltoya y, como dulces típicos, los empiñonados, las tortas de chicharrón y las rosquillas de palo.