Etapa 86: Monteriggioni - Siena | Al Loro

Distancia: 
20,3 km
Duración: 
5 h
Dificultad: 
2
Paisaje: 
3

Las pistas agrarias de Toscana, conocidas como strade bianche por la composición de su zahorra, resultan un tanto monótonas para el caminante, y peligrosas cada vez que pasa un vehículo, ya que generará una nube de polvo que nos dejará perdidos.

Hay una Variante panorámica de llegada a Siena, muy seguida por los peregrinos italianos, con una distancias similar al camino oficial. No está señalizada, pero es muy sencilla de seguir (ver Recorrido). Ofrece, supuestamente, mejores vistas sobre Siena respecto al camino oficial.

En BTT la etapa se puede hacer sin problemas, salvo los inherentes al tráfico y las calles peatonales en Siena. Pese a ello la ruta azul busca alternativas, tan absurdas como no ascender a Monteriggioni, básicamente recurriendo a la SR2 casi todo el tiempo: lo desaconsejamos. Habría que decirles a estos diseñadores, tan alejados del mundo de la bici, que los caminos de tierra también son aptos para ellas.

Del Castillo della Chiocciola destaca su torre cuadrada y almenada (s. XIV), a la que se adosa un cuerpo cilíndrico por el que sube la escalera de caracol, que es la que le da nombre (chiocciola significa caracol). Adquirió relevancia, durante la guerra entre Firenze y Siena a mediados del s. XVI, por la resistencia que ofreció al cerco de los primeros.

La casa de Marcello Pagnini (Punto Sosta La Villa) es una de esas paradas imprescindibles del Camino. En su terraza, ambientada con música y muy decorada, se ofrecen bebidas y para comer siempre tiene galletas, bizcocho, huevos cocidos, fruta o lo que se tercie, todo de donativo. Con libro de peregrinos y sello, también se pueden adquirir camisetas y recuerdos del camino. Te pedirá que, cuando regreses a casa, le mandes una postal: tiene una gran colección. Abierto de inicios de marzo a finales de octubre.

Obelisco di Leopoldo. El Granduca Pietro Leopoldo mandó desecar un lago palúdico, situado en el lugar de Plan del Lago, y evacuar sus aguas por un canal subterráneo de algo más de 2 km (1766-1781). La ciudad de Siena, en agradecimiento, levantó el obelisco junto a la Francígena.

Hoy estamos en la ciudad más turística, junto con Roma, de toda la Vía Francígena. Esto quiere decir abarrote de gente en el centro, pero también mucha oferta de camas para todos los gustos. Los peregrinos somos afortunados, pues al igual que en Lucca o San Gimignano, disponemos de un albergue específico muy céntrico, y si hay sitio nos permitirán quedarnos una segunda noche.

De la inmensa oferta solo unas sugerencias para comer en el centro: la Trattoria L’Aquila (Via Casato di Sotto, 58), típica y a buen precio, con los pici de la casa; la Osteria da Gano (Via Pantaneto, 146), con una buena calidad a un precio razonable; y la familiar Pizzeria Carla e Franca (Via Pantaneto, 138), bonita y para comer bien a buen precio.

El Palio de Siena, fiesta mayor de origen medieval en la que participan los barrios o contradas, y tiene su epicentro en una carrera de caballos (se celebra el 2 de julio y el 16 de agosto), es como Sevilla en Semana Santa o Pamplona en Sanfermines, lleno completo. Si te coincide serás afortunado de poder verla, pero conviene que tengas una reserva, con la debida antelación, para esa noche.

Del mismo modo que la Compostela, el Testimonium y otros certificados de final o de trayecto, Siena ofrece a los peregrinos la Charta Peregrini Sienensis. Se obtiene en el centro de recepción del duomo mostrando la credencial.

El palazzo dei Diaboli, junto al camino a la entrada (barrio de Marciano), data de los ss. XIV y XV, y fue construido en ladrillo, con una torre circular y la capilla renacentista de Santa María degli Angeli. Perteneció a los Turchi, y sus demonios aluden a la victoria sienesa, al parecer con cierta ayuda satánica, sobre las tropas papales y florentinas en 1526.

La Piazza del Campo, o Il Campo a secas, pasa por ser una de las más bellas del mundo. Con forma de concha, cuyos nueve radios aparecen definidos en el suelo, se encuentra presidida por el Palazzo Pubblico y su esbelta torre del Mangia (1348), que tiene una altura similar a la del duomo; es posible ascender sus 505 escalones para contemplar una vista fantástica de la ciudad (10 €). El escenario medieval del ágora se completa con un armonioso conjunto de palacios y casas, levantados en ladrillo, y por la presencia de la fuente Gaia (Jacopo della Quercia, 1419), cuyas esculturas fueron renovadas en el s. XIX.

Aconsejamos muy vivamente visitar el Duomo, asombroso templo gótico del s. XIII cuya obra fue dirigida por Giovanni Pisano. Lo primero que sorprende es la combinación de bandas de mármol blanco y negro, tanto en el exterior como en el interior, así como la fachada con sus mosaicos y pináculos, y la alta torre, con remate del s. XV. Dentro es un paroxismo del gozo artístico, con los pavimentos historiados en mármol y grafito (solo se muestran del 27 de junio a finales de julio, y de 18 de agosto a 18 de octubre), la librería Piccolomini con sus frescos del Pinturicchio, el púlpito y los anejos de la cripta, el baptisterio y el museo, con obras como la Maestá de Duccio (1311), o el panorama (ampliación inconclusa del templo). Conviene reservar el billete (13-17 €). Más info: www.operaduomo.siena.it.

Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1995, la ciudad es un laberinto de calles y plazas distribuidas por sus diferentes contradas o distritos, con notables iglesias y conventos, así las basílicas de Santa Maria dei Servi, San Domenico o San Francesco, o la colegiata de Santa Maria in Provenzano, palacios góticos y renacentistas, las murallas y la fortaleza medicea, la Pinacoteca Nazionale, el parque botánico, etc.

Entre Firenze y Siena se produce el Chianti Classico (DOP), el vino más afamado de la Toscana y elaborado con la uva Sangiovese, por lo que la ciudad es un buen lugar para catarlo. Quizá acompañado por los embutidos de la región, por ejemplo la finocchiona, y especialmente los obtenidos de la raza porcina cinta senese (DOP), de gran calidad.

Entre los dulces locales están el panforte di Siena, de alto poder calórico, que en su composición incluye frutas confitadas, frutos secos y miel, y los ricciarelli, de origen conventual y parecidos a los mazapanes, que incorporan almendra y un inconfundible aroma de naranja.