Etapa 3: Irún - San Sebastián | Al Loro

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El simbólico punto de inicio del camino —para quienes empiecen en Irún— es el medio abandonado puente de Santiago sobre el río Bidasoa, en la frontera con Francia. Se halla a poco más de un kilómetro del centro, cerca del parque ferial.

La Credencial del Peregrino puede conseguirse en el mismo albergue de Irún (aunque no se pernocte) o en la cercana parroquia de San Gabriel y Santa Gema (Padres Pasionistas, en la calle Estación, 24-26, de martes a domingo de 9:00 a 12:30).

A pocos metros del ayuntamiento, en la esquina de la calle Mayor con su primera bocacalle, hay una bifurcación: los que tomen el Camino del Norte deben descender por la calle Fueros y girar por el Paseo de Colón; por el contrario, quienes tomen el Camino Vasco del Interior continuarán en ascenso a lo largo de la calle Mayor.

Los pescados y mariscos, reyes absolutos en las cartas de los restaurantes, son también ingrediente imprescindible en la elaboración de sopas y guisos. Aquellos que prefieran la carne disfrutarán con el chuletón, cuyo precio varía en función del peso, producto estrella en las sidrerías que encontraremos a las afueras de la villa.

Durante la etapa deberemos superar fuertes cuestas en los montes Jaizkibel y Ulía, así como sus correspondientes bajadas, tramos rompe-piernas que castigarán duramente nuestras rodillas. Conviene tomárselo con calma, pues es un ligero aperitivo ante lo que nos espera en días venideros.

En el Santuario de Guadalupe hay una fuente. A partir de allí no encontraremos bares ni ningún otro servicio hasta Pasajes de San Juan.

350 metros después del Santuario de Guadalupe hay un cartel que indica la bifurcación entre el camino habitual, por una agradable pista de tierra sin apenas desniveles, o la opción montañera, que discurre por el cordal del monte Jaizkibel —se trata de un recorrido duro y solitario que incrementa notablemente el desnivel, solo aconsejable con buen tiempo y para personas con buena preparación física—, con vistas espectaculares si el día es despejado.

Durante el tramo final de la pista por el bosque, veremos una desviación a mano izquierda que desciende hacia el bonito pueblo de Lezo, donde hay un carril bici que conduce a Pasajes de San Juan. Aunque esté indicada como camino oficial, la mayoría de peregrinos sigue el trazado de toda la vida, de frente por la pista forestal.

En lo alto del pueblo, junto a la ermita de Santa Ana, disponemos de un sencillo y agradable albergue de peregrinos, ideal para los que decidan partir la etapa.

Llegados al centro del pueblo, junto a una plaza con bares y terrazas, tenemos el embarcadero donde una pequeña lancha a motor nos transportará al otro lado de la ría, al pueblo de Pasajes de San Pedro. La frecuencia es de 5 o 10 minutos, la duración del trayecto es de dos minutos y el precio (en 2022) es 1,10 € por pasajero, más otro tanto por cada bicicleta.

Villa marinera con un precioso casco antiguo, en el que destacan la plaza de Santiago, con sus balconadas de vivos colores, la iglesia de San Juan Bautista y la estrecha Donibane kalea, calle empedrada que discurre en paralelo a la ría.

No somos los primeros en quedar encandilados por la belleza de este pueblo: el escritor francés Víctor Hugo (1802-1885), autor de Los miserables, vivió aquí durante el verano de 1843. La casa donde residió acoge un pequeño museo, de entrada libre (actualmente cerrado por obras).

Hoy recorreremos un tramo espectacular del Camino del Norte, entre Pasajes de San Pedro y San Sebastián, tras ascender los interminables escalones del faro de la Plata. Si sois varios compañeros, os proponemos un juego para hacer la subida más llevadera: cada uno debe contar —en silencio— el número de peldaños, y veréis como los resultados nunca coinciden; a nosotros nos salieron 312 escalones. Un consejo: no los hagáis de un tirón, aprovechad cada uno de los rellanos para coger aire y contemplar las vistas sobre el mar.

Los bicigrinos suelen utilizar un recorrido alternativo a partir de Pasajes de San Pedro, que discurre por las avenidas de Euskadi y de José Elósegui; es una opción poco vistosa, pero que evita tramos no aptos para bicis con alforjas o con remolque. Los caminantes no deben seguir esta variante bajo ningún concepto, pues se perderían algunos de los tramos más bellos de toda la ruta.

En pleno monte Ulía, a pie del camino y unos 3 km antes de San Sebastián, hay una curiosa casa de espiritualidad que suele acoger peregrinos: se trata de Las Doce Tribus (en clara referencia a las antiguas tribus de Israel), comunidad —o secta— no exenta de polémica que vive según el evangelio de Yahshua. Aunque no vayamos a pernoctar, se puede parar a comprar pan artesano y otros productos que elaboran ellos mismos.

Ciudad moderna y cosmopolita, con numerosos atractivos. Os recomendamos pasear por las playas de La Concha y de Ondarreta hasta la escultura del Peine del Viento (1977), de Eduardo Chillida, salir de pintxos por el Casco Viejo, contemplar los surfistas en la playa de Zurriola, descubrir múltiples edificios art déco, así como el bellísimo Club Náutico de los arquitectos Aizpurúa y Labayen (1929), uno de los primeros edificios racionalistas en la Península.

Estamos en tierra de grandes cocineros, algunos de ellos famosos y la mayoría anónimos; ello se debe a la excelencia del producto en los mercados, así como a la tradición de las sociedades gastronómicas, entidades reservadas a sus socios y simpatizantes, donde comida y cocina no sólo son una cuestión nutricional, sino una verdadera religión.

Para los amantes de la alta gastronomía, en San Sebastián y sus alrededores hay numerosos restaurantes que cuentan con estrellas Michelin; destacan con tres estrellas Arzak, Akelarre (Pedro Subijana) y Martín Berasategui, cuyas cartas no están al alcance de todos los bolsillos.

Por suerte, existen otras ofertas gastronómicas mucho más asequibles, ya sea en bares o a pie de calle: nos referimos por supuesto a los pintxos, protagonistas de las barras en todo el País Vasco. También entre éstos hay verdaderas delicatesen.