Lo que primero me gustaría escribir es la enorme felicidad que se nota en las gentes de los pueblos y aldeas por las que pasa el camino, el gran entusiasmo que muestran hacia los peregrinos que optamos por pasar por sus pueblos y montañas. Nos saludan y obsequian con caras amables, sonrisas y gestos que a uno le hace poner, como dijo Johan Cruyff en su día, “la gallina de piel”.