¿Tiene el Camino Alma?

El tiempo en el Camino parece que transcurre diferente y uno tiene la sensación de que lo que sucedió hace días pasó realmente hace meses. Los días se alargan, parecen tener cuarenta horas. Lo mismo sucede con las personas, la sensación es de conocerlos desde siempre. Desde la lógica es completamente inexplicable, pero se siente así. (A. Diehl, El Alma del Camino, p. 109)

La pregunta puede parecer una disquisición filosófica contemporánea, pero si entendemos por alma, entre las muchísimas definiciones que recoge el diccionario, como aquello que «da espíritu, aliento o fuerza a algo», podemos colegir que el alma del Camino la conforman, precisamente, sus virtudes o valores. El estudio de la psyché o alma es cosa de filósofos y psicólogos, pero transmitir de forma sencilla la esencia del Camino, que muchos peregrinos llegan a captar, no es nada fácil. En nuestro opinión lo ha conseguido, huyendo de análisis concienzudos pero con una claridad meridiana, Alejandra Diehl Urriza, la peregrina argentina que ha publicado un libro titulado, precisamente, El Alma del Camino.

Bajo la forma de un diario verídico y sin concesiones a la ficción, con una galería de personajes reales, Alejandra relata su segunda peregrinación sin apartarse un ápice, a no ser con la interpolación de algún recuerdo de la infancia o posterior, y de breves relatos tomados de diferentes autores, del marco espacial y cronológico del Camino. Nada nuevo bajo el sol, hemos leído más de 150 diarios escritos en los siglos XX y XXI, producción reiterativa, tópica, las más de las veces cansina, poblada de quienes creen haber descubierto la cuadratura del círculo después de haber hecho una peregrinación, a veces corta, y de quienes se van por peteneras.

Pero su narración nos ha cautivado porque, pese a la semejanza con un prontuario para la reflexión diaria, casi en la línea de los temas propuestos cada mañana en unos ejercicios espirituales, con pensamiento de autoridad incluido en el prólogo de cada etapa, pronto la narración fluye y se torna muy humana, absolutamente comprensible, tanto es así que cualquiera podrá sentirse identificado con sus gozos y penas, descubrimientos y causalidades, reflexiones y logros, encuentros y despedidas.

Preguntamos a Alejandra algunas cosas sobre su experiencia como peregrina y sobre el libro.

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Portada del libro y su autora, Alejandra Diehl.
Portada del libro y su autora, Alejandra Diehl.

¿Cómo se te ocurrió un título tan redondo, en la vereda de la metafísica?

Para ser honesta no se me ocurrió a mí, sino a mi amiga Carmen. Ella es filóloga e hizo la corrección de mi libro, por lo cual sabía lo que quería transmitir, la esencia del Camino. Una tarde paseábamos por Madrid y pensábamos en un título para el libro y de pronto me dice: «y ¿El alma del Camino?», y sentí «¡ese es!», porque definía exactamente lo que quería contar.  

Parece que, acaso que sin desearlo, tu diario se ha convertido en un manual de autoayuda, con las claves para despertar el alma dormida del peregrino que aún no ha desconectado…

Como bien dices, sin desearlo, porque simplemente he intentado compartir mis vivencias como peregrina. Pero creo que hasta en los detalles el Camino es la mejor metáfora de nuestro peregrinaje por la vida, por eso creo que muchos de los aprendizajes son aplicables a nuestra vida cotidiana.

Relatas la segunda peregrinación desde Roncesvalles a Santiago, que tuvo lugar en 2009, pero ya habías hecho el mismo recorrido en 2003. ¿Es un grado la experiencia para disfrutar más en la segunda ocasión, o puede ser al revés, al haberse reducido la capacidad de sorprenderse?

Creo que la experiencia fue un grado para poder disfrutarlo más en la segunda ocasión. Yo ya sabía por mi primera experiencia qué errores no podía volver a cometer, como no cargar mucho la mochila o no llevar las zapatillas adecuadas. Parecen cosas muy simples, pero en el Camino pueden llegar a ser determinantes. La segunda vez elegí también hacer el camino más despacio, para poder disfrutarlo más.

Al hilo de lo anterior, has tardado bastante en publicar el libro: de 2009 a 2019, ¿una década rumiando los apuntes?

Sí, me llevó mucho tiempo porque no encontraba la forma de contar todo lo que había escrito en mi diario. Una vez que decidí narrar cada día de mi Camino en un capítulo, todo fluyó mucho mejor.

Salvo los dos momentos en que, confiesas, estuviste a punto de abandonar por flaquear las fuerzas, todo en tu Camino va como la seda. ¿Eres una optimista nata o has pretendido transmitir, como síntesis, una imagen amable?

Soy bastante optimista en mi vida cotidiana, al menos es algo que me dicen siempre. De todas maneras, más allá del cansancio cotidiano por los kilómetros recorridos y los dolores corporales, fue una experiencia muy feliz para mí. Y esa creo es la sensación que le queda el lector al leer el libro. 

Una cosa que llama poderosamente la atención es la calidad de los peregrinos con los que te encuentras, todos ellos transcendentes, casi como los filósofos populares de «Amanece que no es poco». ¿Se han alineado los astros para que hayas concurrido con la Academia platónica?

Me siento privilegiada por las personas maravillosas que he encontrado en mis dos peregrinajes. Quizás también tenga que ver la actitud de apertura y de búsqueda con la cual iba yo, en definitiva «el que busca encuentra». Iba abierta y atenta a cada detalle, cada experiencia, cada gesto, porque la segunda vez además ya iba con la idea de contar mi experiencia en un libro. 

Hace años, la hospitalera Maribel Roncal acuñó el símil del Camino con un confesionario lineal. Seguro que lo podrías corroborar, tal vez porque tienes un don para inspirar confianza a tus interlocutores.

Agradezco lo que me dices en relación a generar confianza, pero creo que en el Camino es bastante habitual esto de que confiemos unos en otros, porque todos sentimos la necesidad de abrir nuestro corazón y compartir cosas que muchas veces no hemos contado a nuestros seres más íntimos. Es una de las tantas paradojas del Camino.

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Alejandra en Manjarín.
Alejandra en Manjarín.

Muchos de tus peregrinos van penando por la ruta, buscando soluciones a sus problemas. ¿Caminoterapia?

Todos los peregrinos tenemos nuestros dolores, miedos, secretos, sueños pendientes, nuestra «mochila invisible», como digo en el libro. Y el estar tanto tiempo a solas con nosotros mismos, o compartiendo vivencias con personas que van desde ese mismo lugar de búsqueda interior, acaba haciendo que para la mayoría la experiencia acabe siendo profundamente transformadora, muchas veces un antes y un después en nuestra vida.

Entre los cambios que percibes respecto a tu primer Camino comentas varias veces la «velocidad», y también a los «turigrinos», que hacen acto de presencia en Sarria. ¿A qué atribuyes esta prisa actual de los peregrinos, y ese consumo de corto recorrido que crece cada año?

Lo atribuyo a la misma prisa con que vamos por la vida, vamos corriendo y nos perdemos las pequeñas cosas, el trayecto, que es lo que realmente vale la pena. En cuanto al consumo de corto recorrido que crece cada año, creo que hay personas que quieren vivir la experiencia pero tienen poco tiempo, entonces eligen hacer un tramo corto del Camino.

Elogias, en diferentes lugares, a los hospitaleros. ¿Qué sería del Camino sin ellos?

Me resulta imposible imaginar el Camino sin los hospitaleros, porque ellos son una parte fundamental de la experiencia, no solo porque nos ayudan con nuestras dolencias físicas, sino porque muchas veces con su intervención y sus palabras en el momento oportuno nos ayudan a sanar heridas del alma, como relato en el libro. Su rol es maravilloso.

¿A qué atribuyes esas supuestas «casualidades» o momentos mágicos del Camino que tú misma has vivido y relatas? Creo que podríamos responder copiando lo que escribes en las págs. 104-105, pero dínoslo tú.

Forman parte de la magia del Camino y por eso son tan difíciles de explicar y comprender lógicamente. Creo que estamos en un estado especial, muy diferente al que tenemos en nuestra vida cotidiana, mucho más abiertos y receptivos, y esto hace que se produzcan permanentemente «casualidades», sincronismos y momentos mágicos.

Señalas, poco después, que «lo que sucede en el mundo mientras estamos en el Camino pierde toda importancia». ¿Entonces funciona la peregrinación como una droga que nos evade de la realidad, será como el soma de Aldous Houxley, no es esto peligroso?

No lo he vivido como peligroso, sino como profundamente liberador. Esa sensación de que todo lo que en la vida cotidiana me preocupaba perdía gravedad y peso, me resultaba muy liberadora.

Una de tus conclusiones, sobre las lecciones del Camino, es el valor de lo sencillo, el concepto de felicidad de Diógenes. ¿Pero se pueden trasladar este y otros valores de la ruta a la vida en el mundo exterior?

Esa ha sido la enseñanza más importante que aprendí en el Camino: que puedo ser muy feliz con muy poco, solo con una mochila a cuestas. Creo que sí puede trasladarse este concepto a la vida en el «mundo exterior», y si todos lo hiciéramos sería un mundo mucho más amable y feliz, pero también entiendo que resulta difícil, porque el contexto no es el mismo.

Si en el Camino has encontrado la felicidad, tal y como reiteras, ¿por qué no has repetido como peregrina?, es algo muy habitual en muchos (me incluyo, necesito mi dosis anual).

¡Qué buena pregunta! Tanto que no tengo clara la respuesta, creo que quería terminar mi libro antes de volver a peregrinar, porque temía que una nueva experiencia me confundiera a la hora de narrarlo. Ahora comprendo que era una presunción equivocada. Después vino el Covid y todo se complicó, pero pronto volveré al Camino.

Para concluir, ¿qué ha quedado de aquellos lejanos caminos en tu vida, personas, emociones, aprendizaje,…? ¿Tal vez el natsukashii que tú citas hacia el final, ese concepto nipón de la nostalgia feliz?

En el fondo siento que queda todo, que todo lo vivido ha dejado su huella en mi alma. Y en relación a las personas significativas que encontré en mis dos peregrinajes, la sensación que tengo es de conocer a estas personas de verdad, en su esencia. Y esa hermosa palabra nipona, natsukashii, con la cual los japoneses definen el momento en el cual la memoria nos transporta a un bello recuerdo que nos llena de dulzura el alma, creo que es la que mejor define lo que siento cada vez que recuerdo aquellos días de peregrinaje: una nostalgia feliz.

¡Muchas gracias!, recomendaremos encarecidamente tu libro a los seguidores de Gronze.

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador

Comentarios
Indi
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No creo que finalizar el artículo haciendo referencia a recomendar encarecidamente el libro a los seguidores de Gronze sea un simple guiño o un gesto hacia la autora o editorial a la que se quiere hacer un favor. Me da en la nariz que realmente lo recomiendas, así que más pronto que tarde se incorporará a mi biblioteca jacobea. Muchas gracias.
jordisud
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Lo leeré. Me gustaría que en los cuestionarios de estas entrevistas se incluiera una pregunta personal, todos sabemos que en los Caminos estas abundan y nos apetece responderlas. La pregunta: ¿ Te has enamorado en el Camino ?
Jaor
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El tiempo en el camino se hace breve pero a la vez intenso, son muchas las sensaciones que nos ofrece el contacto con la naturaleza para que nuestros pensamientos y sentimientos se impregnen de vida, salimos de la rutina y de la cotidianeidad y a través de nuestros pasos nos dejamos llevar hacia un destino inmersos entre la sorpresa, el esfuerzo y el compromiso. Cuando tenemos la ocasión de departir con alguna persona en el camino con la que tenemos la oportunidad de caminar e intercambiar conversación, se produce una simbiosis y conexión más profunda, las relaciones de amistad y cooperación son más auténticas. Estamos supeditados a un destino: el camino, que propicia que nuestras vivencias sean más intensas.