¿Saltarse la Meseta? Que no te tomen el pelo

Admirado, como tantos lectores, con el artículo que mi compañera de “Gronze Actualidad”, Nieves Casanova, ha publicado sobre la “Meseta”, quería por mi parte refrendar todo lo que ella ha analizado desde un punto de vista psicológico cuando habla de silencio, introspección y pensamientos rumiativos, y aportar otras claves que puedan hacer reflexionar a los desertores.

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Rabé de las Calzadas
Rabé de las Calzadas

Conocedor de la maldición que afecta, en el Camino Francés, a las etapas comprendidas entre Burgos y León, donde los trenes están más llenos de peregrinos que en ningún otro lugar, me voy a centrar en este itinerario clásico, todavía mayoritario en número de peregrinos, para conjurar la desafección y, como dicen los economistas, incidir en las fortalezas del trayecto.

Quede claro, ante todo, que esto no es un artículo promocional camuflado pagado por la Junta de Castilla y León, pues si hay una comunidad autónoma que está actualmente maltratando el Camino, o pasando olímpicamente de su protección efectiva, es la que ganaría el premio gordo: hormigonado de Redecilla del Camino sin resolver, kilómetros de asfalto y carreteras peligrosas en el Bierzo sin sendas alternativas, cartelería invasiva antes de Cacabelos, destrucción del Camino en la variante de Villares de Órbigo y Santibañez de Valdeiglesias, hormigonado de la Calle Real de Foncebadón, reciente destrucción de la senda balizada a la salida de Rabanal, abandono a su suerte del Santiago de Santa Marta de Tera…, en fin, la desafección estaría más que justificada.

Campos de Castilla

“La Madre en otro tiempo fecunda en capitanes,
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes…

Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora”.
(Antonio Machado, Campos de Castilla, 1912)

El corazón del viejo reino de Castilla, por su potencial en la producción de cereal y la riqueza de la Mesta, no pudo o supo entrar con buen pie en el mundo contemporáneo de la revolución industrial, y pese a tentativas ilustradas como el Canal de Castilla, una sinrazón al extenderse el ferrocarril, el territorio quedó marginado en el desarrollo decimonónico. Pasó entonces a convertirse en un paisaje típicamente romántico, de antiguas poblaciones que presentaban una imagen del pasado, remitida en muchos casos al Medievo, pero con su caserío empobrecido, sus castillos, monasterios e iglesias desmoronándose, y sus campos cada vez más vacíos.

La España marítima, periférica, donde florecen el comercio y la industria, ignora a esta Castilla venida a menos, una suerte de revancha histórica que tan solo el Romanticismo, y con más intensidad los miembros de la Generación del 98, superan al ensalzar su paisaje, leyendas, romances, paisanaje…

"No puede ver el mar la solitaria y melancólica Castilla. Está muy lejos el mar de estas campiñas llanas, rasas, yermas, polvorientas; de estos barrancales pedregosos;…” (Azorín, Castilla, 1912)

Son estos escritores, Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Pío Baroja o Azorín, quienes revalorizaron el paisaje castellano, territorio ignoto de nuestro propio ser, para que volviese a ser captado por las almas sensibles, aquellas que saben interpretar la grandeza de planicies y oteros, de los inmensos horizontes aplastados por la bóveda celeste, la humildad del adobe, el tapial y el ladrillo, la visión de las torres desmochadas de castillos e iglesias, y esos grandiosos atardeceres que son preludio del último sol muriendo en el mar de Fisterra.

“Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario”.
(Miguel de Unamuno, “Castilla”, Poesias, 1907)

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Iglesia de San Martín de Tours, Frómista
Iglesia de San Martín de Tours, Frómista

El peso de la historia y el arte

Otrosí para no evitar las etapas malditas, en las que supuestamente el paisaje es monótono, desangelado y el sol castiga implacable a los caminantes, viene de la mano de la riqueza patrimonial.

Templos magníficos, iconos de un estilo, piezas fundamentales en la historia del arte y a la vez relicarios que acogen tesoros ignotos. ¿Cómo entender el Camino Francés sin haber pasado bajo las desnudas arcadas de San Antón de Castrojeriz, cómo sin haber entrado en San Martín de Frómista o en Santa María de Villalcázar de Sirga con su Vírgen de las Cantigas, o sin haber contemplado la portada de Santiago de Carrión de los Condes o el esplendor del mudéjar en Sahagún a través de San Tirso, San Lorenzo o La Peregrina?

Entre Burgos y León se localizan significativos enclaves y edificios, hospitales de peregrinos también, que nos remiten a la mítica Edad Dorada descrita por el Códice Calixtino, esos siglos XI y XII en los que el Románico se difunde por las rutas de peregrinación.

Y si somos realmente curiosos, en el interior de los edificios nos asombrará la enorme densidad de retablos, tallas, pinturas, orfebrería, marfiles, piezas en muchos casos desconocidas hasta que Erik el Belga, famoso ladrón de arte de los años 70 y 80 que actuó en lugares como Castrojeriz o Frómista, las puso en valor al tiempo que nos advertía sobre la falta de protección de nuestro legado artístico.

Pueblos que fueron, son y han sido por y para el Camino, con su estructura viaria perfectamente definida, tales como Hornillos del Camino, Castrojeriz o Bercianos del Real Camino. Antiguas abadías que jugaron un papel relevante en la configuración de la ruta jacobea, así la de Sahagún; humildes capillas reconvertidas en albergues con espíritu, como San Nicolás de Puentefitero; plazas tradicionales en las que se respira el alma de Castilla y León, como las de Castrojeriz, Carrión de los Condes, Sahagún o Mansilla de las Mulas; rollos monumentales como el de Boadilla del Camino; palomares, cruceros, fuentes, sirgas…; y también un tramo solitario antaño temido, con su encina solitaria turbando nuestra percepción espacial y temporal, entre Carrión y Calzadilla de la Cueza.

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Ruinas del convento de San Antón, Castrojeriz
Ruinas del convento de San Antón, Castrojeriz

La clave para una interpretación global

Si alguien pretendiese hoy, con todas las técnicas del moderno diseño turístico, crear una ruta del espíritu, tendría que inspirarse en el Camino Francés, larga vía que circula de este a oeste, en el sentido del sol y bajo la Vía Láctea, que se convierte en metáfora existencial hacia un colofón inevitable, al pie de un Océano que siempre ha simbolizado el tránsito al Más Allá, con una lectura cristiana de vida, muerte y fe en la resurrección. Pero también un camino, soportado en un territorio, con fases que favorecen la iniciación y la transformación personal, con un comienzo sensorial a través de montañas y bosques, un tránsito jovial por una tierra de viñas y verdes colinas, y una gran prueba de resistencia e introspección en la Meseta para recibir, ya en la madurez, el premio de feraces huertos, más bosques y montes, y verdes campiñas, anticipo de Compostela y el Finis terrae.

Todo carece de sentido por separado, la experiencia plena del peregrino solo se alcanza en el largo recorrido continuado espacial y temporalmente, y desde esta concepción la Meseta es una pieza clave, el momento que algunos califican de primera muerte simbólica, el espacio referido a todo lo que ya ha expresado Nieves. El relato resultará ininteligible, salvo que acudamos al Camino con mentalidad liviana y desinteresada, si le amputamos una secuencia extensa y esencial.

Nada que objetar a que cada uno haga el Camino como quiera, por tramos, saltándose etapas como Hape Kerkeling, buscando solo las terrazas y calles de los vinos más animadas, huyendo desesperadamente de un sol que volverá a alcanzarte al día siguiente, siguiendo los consejos de prescriptores que no han llegado a entender que la ruta jacobea no es Disneylandia, pero sin la Meseta tu credencial y tu Camino estarán incompletos, y nunca sabrás si lo que has obviado pudo haber sido fundamental para tu experiencia y, quién sabe, acaso también para tu vida.

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador

Comentarios
Jaor
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Estoy de acuerdo Antón con lo expresado en este artículo. La vorágine del camino está alcanzando con su masificación, que el sentimiento peregrino, que debe de prevalecer, se desvirtúe. La soledad que nos proporciona los inmensos campos de cereal, desprovistos de masas arboreas, nos infunden la introspección y la relajación que nuestra mente necesita. A medida que nos acercamos a Compostela aumentan los lugares de ocio y esparcimiento que consiguen evadirnos para la meditación en soledad. Saludos
ALBERTOP
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Sin comentarios Sr. Pombo. Completamente de acuerdo.
Anónimo
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Ningún verdadero peregrino debe abstenerse de esta experiencia. Adentrarse en ese océano lleno de historia y de recuerdos, oler esas tierras y esas piedras, dejarse acariciar por ese viento, beber de esas fuentes, sentir el calor de las velas que iluminan esos templos, pisar esos tramos del camino que han sobrevivido al paso de los siglos. El silencio de la meseta. Silencio auténtico que da sentido a una soledad buscada.
Penedo
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Hola. Nada que añadir al artículo del Señor Pombo. Yo soy bastante pesimista en cuanto a que la gente NO se salte el tramo Burgos - León. Es frecuente leer, en este mismo foro, contestaciones a principiantes con poco tiempo, la sugerencia de saltarse la Meseta y dicho por personas que se autoproclaman "peregrinos con experiencia". Hoy la cultura no vende. ¿Que importa, San Antón y su Convento, Frómista y su Iglesia de S. Martín, Carrión y el Monasterio de S. Zoilo, Villalcazar de Sirga y su blanca Paloma?. ¡¡¡Bahhhh!!!!, es un rollo patatero. Además, es todo muy aburrido entre poblaciones, no hay nada. Y si, efectivamente, no hay nada, pero es en la cabeza de los que así piensan, donde no hay nada. Una pena. Bo Camiño.
pablero
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Genial artículo!! Sólo decir que en este tramo de la Meseta, gracias a esa deserción, (lo digo en tono irónico) al final sólo te rodeas de aquellos caminantes que de verdad quieren sentir el Camino en su estado natural y auténtico y gozar de cierta soledad que por desgracia no se podrá una vez se pisa tierras gallegas.
Alberto69
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Totalmente de acuerdo. Los atajos en el Camino solo conducen a la perdida del mismo.
thievery
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Cierto, por eso los que somos de caminar por el verde no hacemos ese camino ya que tenemos muchos caminos verdes por el norte. A vosotros os emociona ver esos parajes secos pero te aburrirás de verlos dentro de unos años por culpa del cambio climático. Por eso lo mejor es aprovechar y ver verde, mar, lluvia. El verde es vida, lo seco es todo lo contrario. Así que cada cual haga el camino que más le guste y si solo quiere hacer las etapas del Francés de SPDP hasta Burgos no se tiene que objetar nada, respetar.
viriato
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No hay nada entre Burgos y León, nada nuevo que te distraiga, sólo tu, por eso ¿hay algo más importante?
Kiernan
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No añadiría ni una coma. Edito: me refería al comentario de Penedo