Eunate, ¿mito templario?
La iglesia de Santa María de Eunate es uno de los grandes iconos del Camino Francés de Santiago.
Su ubicación, en la última etapa del Camino Francés por Aragón y Navarra, ya próxima al enlace con la ruta procedente de Roncesvalles y Pamplona en Obanos, y también muy cercana a Puente la Reina, la ha convertido en un desvío cada vez más frecuentado para los peregrinos que realizan dicha variante. De hecho, el mayor aporte de los que visitan Eunate no procede de Somport y Jaca, sino por el ramal existente en Muruzábal, debidamente señalizado y recogido en todas las guías. Evidentemente, para quien haga el Camino desde Sarria, Eunate le sonará a chino, como tantos otros lugares emblemáticos de Aragón, Navarra, La Rioja, Castilla, León y parte de Galicia.
Pues bien, la fama de Eunate no solo se debe a la propia estructura arquitectónica, sin duda singular por tratarse de un edificio románico de plan central, concretamente octogonal como el Santo Sepulcro de Jerusalén, que además aparece rodeado por una arquería exterior exenta. Dicho prestigio se fundamenta, sobre todo, por la ausencia de documentación sobre su origen y utilidad, y cuando esto ocurre, ya se sabe, la imaginación se echa a volar y comienzan a surgir peregrinas interpolaciones, e interpretaciones, en las que el misterio y la magia se superponen al relato histórico.
No aspiramos a sentar cátedra, ni mucho menos, sobre el asunto de la fundación y la función de Eunate, sería imposible, pero sí a puntualizar algunas cosas en virtud de las investigaciones que se han realizado en torno a la historia y el análisis del monumento.
En los preliminares habría que considerar el propio topónimo, cuya etimología es también discutida, aunque la propuesta más popular, como la refutada pero irreductible del Campus Stellae, es aquella que lo hace derivar del vasco: a partir de ehun (cien) y ate (puerta), o sea, cien puertas en razón a multiplicar las muchas, aunque no tantas, existentes en la mencionada arquería externa. No obstante, la toponimia histórica no parece estar por la labor, ya que el lugar ha venido siendo denominado como Onat u Onate, y también Unat o Unate. Tanto es así que el primer Eunate no aparece hasta finales del siglo XIX, por lo que lo que consideramos eterno a veces es de hace tres miércoles. En tal sentido, algunos historiadores y lingüistas han creído más plausible que este Onate provenga sí del euskera, pero de la conjunción del prefijo on-, ona- como calificativo de puerta, por lo que el significado variaría notablemente: Buena Puerta o, Puerta del Bueno o del Justo. Recordemos que Oña, Oñate, alude a una puerta o paso entre montañas.
Procede desmitificar asimismo otro de los tópicos impuestos en el relato divulgativo del Camino de Santiago: el de la omnipresencia templaria. Para ello hemos de comenzar por conjurar esa simpleza argumental que atribuye a todo edificio de planta octogonal —recordemos el también navarro templo de Torres del Río, situado en el mismo Camino Francés— un origen templario. Esta hipótesis es relativamente moderna, ya que comenzó a difundirse a comienzos del siglo XX. Cierto que los templarios utilizaron esta estructura a menudo, ahí está la famosa rotonda de Tomar (Portugal), pero no solo, para sus templos. Además, otras muchas construcciones de plan central no son templarias, por ejemplo la dodecagonal de la Vera Cruz de Segovia, atribuida a sus competidores de la Orden de San Juan de Jerusalén.
Un tercer misterio que atenaza a Eunate es el de la galería externa que, también de planta octogonal, rodea el edificio. Se ha pretendido explicar como una especie de «claustro» en el que los caballeros realizarían desconocidos rituales o procesiones, algo que quedaría muy bien en una novela o película histórica de esas que tienen como telón de fondo la búsqueda del Santo Grial. Pero en este caso la idea de claustro, que siempre responde a un espacio recogido en el que se sintetiza la imagen del paraíso perdido, hortus conclusus para la oración y el contacto con Dios, resultaría chocante y antagónico, pues se trata de un espacio abierto al exterior. Por lo que atañe a una supuesta cubrición, la arqueología ha demostrado que nunca estuvo abovedado, ni techado con estructura de madera y teja o de otro tipo (telas).
A los historiadores del arte también les ha extrañado profundamente otra circunstancia, y es que el templo, pese a ser de reducido tamaño, posea dos puertas, ¿dos entradas, entrada y salida, o una de ellas reservada a un uso ritual específico, lo que podría redundar en el sentido del topónimo? La literatura toma otra vez la delantera a la ciencia suponiendo la existencia de puertas del cielo y el infierno, de la fe y el conocimiento (vetado, por supuesto, a las mentes simples y materialistas), y otros desvaríos que más vale ni mentar.
La que más enjundia posee es la puerta norte, ya que a unos kilómetros de Eunate, en la vecina localidad de Olcoz, que también forma parte del Camino Francés de Aragón, en su templo de San Miguel existe una réplica invertida o en espejo de ella. La rareza es explicada a través de una leyenda en la que dos maestros constructores compitieron en destreza. Sucedió cuando el de Eunate dejó la obra para atender otra, nada nuevo bajo el sol, y los promotores encargaron a otro, viejo y corpulento, su remate, algo que consumó tan rápido, y con tal perfección, que dejó a todos maravillados. Cuando el, llamémosle titular, regresó a «su obra», se enojó mucho, mostrándose orgulloso con el abad, el cual para rebajar sus humos le encargó que hiciese la puerta del claustro, pero tan bella como la ya rematada por el extraño.
Sintiéndose incapaz de emular al misterioso maestro, pero no queriendo dar su brazo a torcer, acudió a una bruja, que le entregó una piedra de la Luna para realizar un conjuro, en día de luna llena, para erigir la nueva puerta. Es así como, a través del reflejo de la primera en un recipiente con agua, consiguió construir en un santiamén la segunda. Al contemplarla el viejo maestro, enfadado ante la osadía, con gran fuerza la hizo volar hasta Olcoz, donde cayó junto a la aldea cual nave espacial. Bastante equivocados, los vecinos de Olcoz entendieron que aquello era un regalo del cielo para animarlos a construir su iglesia, que es la que actualmente podemos contemplar.
Otro elemento para la discusión y las interpretaciones es el de la iconografía presente en capiteles y ménsulas. Entre los primeros se citan dos máscaras de aspecto monstruoso que representarían sendos Bafomets, o sea, esa deidad maligna que los templarios invocarían y adorarían, y que la Inquisición utilizaría en su provecho para desplumar a la orden en tiempos de Felipe IV de Francia.
Aluden esotéricos, mistéricos y demás ocultistas a la representación, en otro capitel, de un Crucificado sin cruz, lo que simbolizaría la visión de Cristo como maestro terreno, amén de reflejar la repulsa que los templarios sentían hacia dicho elemento de tortura.
Por desgracia, poca es la documentación que se conserva sobre Eunate, pero en 1520 sí encontramos un pleito entre la cofradía de Onat, heredera de no se sabe bien quién, y la parroquia de Muruzábal. La cofradía aporta entonces la memoria de una supuesta fundación, por una reina tan misteriosa como la del puente de Gares (Puente la Reina), que había tomado esta decisión para que los peregrinos pudiesen tener un lugar de enterramiento en una zona, la del Alto del Perdón y aledaños boscosos, infestados de bandidos como lo estaban, también, los montes de Oca.
Esta reina o señora habría sido enterrada en el edificio de Eunate, que así se convertía en panteón de la fundadora y que mantendría este carácter funerario más allá de cualquier otra función. Esta teoría también ha sido propuesta para Torres del Río, y viene siendo denominada como de «linterna de muertos», ya que en lo alto del templo brillaría una llama en recuerdo de las ánimas. Una vez más, sin embargo, el estudio exhaustivo de la estructura ha demostrado que sobre la cubierta de Eunate no existió faro o linterna alguno, por lo que no procede establecer relación alguna con la hipótesis de Torres del Río.
Al final del recorrido será obligado hablar de la orden del Temple, que como es sabido, esto no se puede negar, en sus construcciones empleaba a menudo la planta octogonal para los templos, remedo del Santo Sepulcro de Jerusalén que sus caballeros habían custodiado y defendido desde su origen en 1119.
A favor de la filiación templaria se cita, a menudo, la presencia de los caballeros en diferentes encomiendas de la ruta jacobea con sus castillos y hospitales. Ahí están, en el Camino Francés, las fundaciones de Sangüesa, Puente la Reina/Gares, Villalcázar de Sirga, Carrión de los Condes, Terradillos de los Templarios, Rabanal del Camino o Ponferrada. Pues bien, tampoco hemos de exagerar el interés de la orden por el Camino y sus supuestos poderes ocultos, sobre todo si tenemos en cuenta que a lo largo y ancho de Europa llegó a contar con unas 9.000 encomiendas, o sea, por doquier. El Temple participó activamente, como las restantes órdenes militares, en la Reconquista, y acumuló grandes propiedades y rentas, lo que equivalía a poder, de ahí los celos de los reyes por hacerse con su patrimonio. Por lo tanto, su descripción como una especie de Guardia Civil medieval del Camino, auxiliando a los peregrinos en todo momento, constituye otra exageración.
Lo que nadie podrá conseguir por más que se esfuerce en exprimir la pobre documentación existente, o en establecer análisis arquitectónicos e iconográficos comparativos con otras iglesias románicas, es convencer a los devotos del misterio. Para ellos Eunate, como San Juan de la Peña, Torres del Río o el castillo de Ponferrada, son lugares perfectos para construir una ensoñación de la coreografía templaria. La planta, símbolos alquímicos, las dos cabezas de Bafomet, estrellas de ocho puntas, el Crucificado sin cruz, la puerta espejo, la arquería y otros elementos resultarían testimonios irrefutables de dicha presencia templaria.
Por supuesto, todos los anteriores elementos son pistas que la orden, entendida como una secta que manejaba códigos secretos, aportaría para la exclusiva lectura por parte de los iniciados, unos elegidos para los que Paulo Coelho escribió, en los años 80, su célebre Diario de un Mago. En fin…
Sabemos que en el presente las creencias y los mitos se siguen imponiendo, ahora también a través de las redes sociales, al conocimiento científico. Dado que los terraplanistas siguen siendo legión, vana pretensión será que exista, alrededor de Eunate, al menos una prudente duda. Nosotros, siempre escépticos, permanecemos a la espera.
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