Camino Sanabrés: El dilema de A Gudiña
Las bifurcaciones, en el Camino como en la vida, siempre han resultado inquietantes para el peregrino, sobre todo cuando carecen de indicadores. En las rutas jacobeas del presente, más concebidas para el turismo verde masivo que para la aventura, no se suele exigir un gran esfuerzo orientativo dado que las señales, más que por carencia, suelen ser excesivas. Y sin embargo, cada vez que alcanzamos una de esas encrucijadas en las que se presentan dos variantes, máxime cuando estas son largas y a pesar de que la información suele ser cuantiosa al respecto, la duda nos asalta. Si elegimos la variante de poniente, dejaremos de ver, visitar, vivir, todo lo que se encuentra en la de naciente, y si hacemos lo contrario, viceversa.
Llegados a A Gudiña, primera población importante del Camino Sanabrés (Vía de la Plata en Gronze), que bien pudiera ser también denominado Camino Ourensano por ser el único de los oficiales que por el momento atraviesa de cabo a rabo esta provincia y su capital, en una plaza de su casco antiguo se encuentra una de las bifurcaciones más renombradas de los itinerarios compostelanos: por la izquierda la ruta de Verín, 228,226 km a Santiago según la prolija contabilidad oficial de la Xunta; a la derecha la variante de la Serra Seca (por Laza), 197,108 km a la meta.
¿Lanzamos una moneda o nos dejamos guiar por la intuición? Pues nos tememos que ninguna de las dos cosas, porque la decisión ya suele estar tomada a priori, y si no es el caso, el peregrino estándar realizará su elección con criterios pragmáticos que, en el fondo, eran los mismos que guiaban a nuestros predecesores: prosigamos a la meta por el camino más rápido, corto y fácil, tres dimensiones que no siempre coinciden.
La suerte está echada
Desde el Xacobeo, con refrendo en los albergues de paso, nos comentan que el 95% de los peregrinos, o incluso algunas décimas más, se decanta por la variante septentrional, esto es, por la que avanza por la solitaria Serra Seca y tiene sus principales jalones en Laza y Xunqueira de Ambía, confluyendo con la anterior una legua antes de llegar a la ciudad de Ourense.
Nos tememos que el principal argumento de peso para elegir la alternativa de la derecha radica en que es más corta, nada menos que 31 km respecto de la de Verín, lo cual supone una jornada menos a pie, incluso una jornada y media menos. (Nota de Gronze: según nuestros datos la diferencia es de 26,1 km, exactamente 5 km menos de los que indica la Xunta)
Otros elementos pesan igualmente en la balanza, algunos de carácter más emotivo. Uno de los más importantes se sostiene en el relato de la naturaleza y el paisaje: montañas solitarias y amplios horizontes hacia Laza, esa ya mítica Serra Seca antaño recorrida por segadores y arrieros de ida y vuelta entre Galicia y Castilla, un camino real estudiado a fondo por Eligio Rivas Quintas, primer presidente de la Asociación Galega de Amigos do Camiño de Santiago y gran sabio de la cultura popular ourensana con una ingente producción bibliográfica en su mochila.
Si bien estas montañas que se extienden entre A Gudiña y Laza, otrora de monte bajo, están siendo modificadas por repoblaciones masivas de coníferas, acompañadas por la instalación de sucesivos parques eólicos, aún conservan su solemnidad. Al estar escasamente pobladas —sucesión de vendas o ventas, con los modestos núcleos de Campobecerros o Portocamba—, proporcionan esa grata sensación de avanzar en soledad y silencio, dos aspectos muy valorados por los peregrinos, y de forma más especial por aquellos que han elegido la Vía de la Plata.
Las localidades de Laza, Vilar de Barrio y Xunqueira de Ambía resultan, asimismo, agradables dentro de su ruralidad, y cuentan con albergues públicos, otro dato relevante.
También es menester hacer constar que en esta variante se avanza en toda una jornada por las cumbres, evitando realizar grandes subidas, y que tan solo existe un alto propiamente dicho, el de Alberguería, con larga bajada posterior hasta el valle del Miño.
Por si lo anterior fuera poco, el donde va Vicente va la gente es poderoso imán, pues a la mayoría gusta compartir experiencia con otros peregrinos, y aquí los hay, aunque es cierto que no en demasía.
En resumen, victoria por goleada de la variante de Laza, no se puede ocultar la realidad.
E pure…
Como dicen que murmuraba Galileo por lo bajini, a pesar de los pesares el mundo gira y la realidad siempre tiene dos caras, una de las cuales se suele ocultar con sus secretos y certidumbres. Hablemos, pues, de lo que el 95% o más de electores se han perdido por el momento, porque siempre puede haber una segunda oportunidad.
Para empezar, hemos de desfacer entuertos, perjuicios y habladurías inconsistentes, tales la del maleficio de la N-525. Es verdad, no lo negamos, que la nacional que comienza en Benavente y concluye en Santiago de Compostela siempre va a estar próxima, y también su sustituta la A-52, bautizada como Autovía das Rías Baixas, pero esto es algo que ya no asusta a nadie; pensemos, por ejemplo, en el Camino Francés con la N-120 y las A-12 y A-231 (Autovía del Camino de Santiago), o en el Camino Norte con la N-634 y la A-8 (Autovía/Autopista del Cantábrico). Los pocos tramos en que esta variante coincide con la nacional, siendo de justicia reconocer el esfuerzo que se ha realizado en los últimos años para crear sendas paralelas de tierra a su vera, no reviste gran peligro al haberse convertido, salvo en las zonas en que los camiones acuden a las áreas de servicio, en un vial solo frecuentado por el tráfico local.
Es verdad que esta zona de Galicia, sobre todo en la bajada a Verín y los restantes bordes del valle de Monterrei, ha sido bastante castigada por los incendios forestales en las últimas décadas, y que ello ha causado un evidente deterioro en el paisaje, pero para compensar el estropicio de los pirómanos ahí están los magníficos soutos o castañares de Riós, incluidos en la Ruta Europea de la Castaña; los bosquetes de A Limia, renacidos en el entorno de lo que fue la laguna de Antela; y desde luego las densas y encantadoras carballeiras (robledales) de Allariz, y el bosque de ribera del Arnoia, masas arbóreas que no abundan en la variante norte.
Si hablamos de poblaciones y patrimonio, la ruta meridional acoge monumentos de primer rango, tales el castillo de Monterrei, una de las mayores fortalezas medievales de Galicia, junto a la que pasa el Camino; el casco antiguo de Allariz, meritorio ejemplo de rehabilitación premiado en Europa y orgullo de Galicia; la iglesia románica de Santa Mariña de Augasantas..., y por supuesto las grandes villas de Verín y Xinzo de Limia.
En cuanto al perfil, subidas y bajadas continuas desde A Gudiña hasta Fumaces, con el largo descenso a Verín, y sucesivas cotas para pasar de la comarca del Val de Monterrei a la de A Limia (alto das Estivadas), de ésta al valle de Arnoia y Allariz, y de aquí al valle del Miño, pero en ello radica también parte de su encanto.
La oferta de alojamiento es suficiente, con albergues públicos en Verín, Trasmiras y Xinzo, y la única ausencia en Allariz, que se puede solventar con algunas pensiones económicas de la N-120 (el casco histórico, por ser un pueblo turístico, resulta más caro).
Y dejamos para el final la distancia, los 31 km de marras, planteando una sencilla pero a la vez contundente pregunta: ¿si lo más importante del Camino es la meta, entonces por qué no vamos en coche? ¿Una etapa más? Qué suerte, ¿no?
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