Etapa 1: Firenze - Prato | Al Loro

Distancia: 
27,0 km
Duración: 
7 h
Dificultad: 
3
Paisaje: 
2

SOBRE FIRENZE:

El primer sello de nuestra credencial lo podemos poner tanto en la catedral —durante la visita turística en la taquilla, o de paso pidiendo a los vigilantes entrar un instante por la Porta dei Canonici, en el lado derecho— como (más fácil) en las oficinas de Turismo de la Piazza Stazione (junto a Santa María Novella), Via Cavour, 1 o Borgo Santa Croce, 29 (de 9:00 a 19:00, domingo hasta las 14:00).

En Piazza de la Signoria hay una fuente de libre uso con dos grifos: de uno sale agua natural, del otro con gas. ¡A llenar bidón o cantimplora!

En la ciudad existe un templo de Santiago para quienes deseen comenzar en él, pero no es católico, sino ortodoxo del rito griego. Se llama San Giacomo Soprarno y está, como su nombre indica, junto al río pero en la otra orilla (Via Borgo San Jacopo, a 200 m del Ponte Vecchio). ¿Me ponen un sello? Pues va a ser que no.

La Comunità Toscana Il Pellegrino propone algunos alojamientos que encajan con el perfil y el ambiente de un peregrino. Todos están bastante céntricos, y la mayoría regentados por comunidades religiosas.

En el cruce de Via San Gallo con Via Guelfa tenemos una estupenda opción para desayunar en el Vecchio Forno, panadería y pastelería con variedad de productos dulces y salados.

La catedral de Santa Maria del Fiore es conocida por muchas cosas, pero sobre todo por su gran cúpula renacentista, concebida por Brunelleschi y concluida en 1436. La visita es de pago, y el billete más completo incluye templo, baptisterio, subida a la cúpula y al campanile, y el Museo dell’Opera.

El Camino pasa ante el Battistero di San Giovanni (s. XI), cuyas puertas de bronce (Norte y del Paraíso) fueron realizadas, tras un célebre concurso (1401), por Lorenzo Ghiberti. Los originales, trasladados al museo, han sido sustituidos por copias.

Pasamos ante la basílica de San Lorenzo (s. XV), con su fachada inacabada, cuyas sacristías vieja y nueva fueron concebidas por Brunelleschi y Miguel Ángel, casi nada. La visita, de pago, incluye el soberbio, nunca mejor dicho, panteón de los Medici.

Visitar la Galleria Uffizi, un museo a la altura del Louvre o el Prado, es casi una obligación. Imposible, aquí, plantear una panorámica de sus obras, pero no os olvidéis de la concha más famosa de la historia del arte: aquella de la que nace Venus (Botticelli), que explica el posterior uso de este emblema por parte de los peregrinos jacobeos. Otra curiosidad es la representación que Alberto Durero hace de Santiago, un viejo canoso con cara de pocos amigos.

El museo Galleria dell'Accademia, uno de los más visitados del mundo, expone la escultura más admirada y, quizás, la más bella de todos los tiempos: David (1504) de Miguel Ángel.

El Giardino dell’Orticoltura y Orti del Parnaso (a pie de camino) es un espacio muy divertido en el que además de un bello invernadero de hierro y cristal, más una pequeña logia, podemos ver una escultura de Pinocho con el grillo y, en la parte alta, un curioso dragón cerámico que, en realidad, representa a la serpiente del Parnaso. Más serio, el Giardino dei Giusti evoca en sus árboles a los justos inmolados durante la ocupación nazi.

Es recomendable degustar sus especialidades en alguna osteria tradicional acompañadas de un Chianti Clásico. Por nuestra parte os aconsejamos que no os vayáis de la ciudad sin tomaros un helado biológico insuperable en Edoardo, junto a la cabecera del duomo, ni sin probar a muy buen precio un panino di lampredotto (bocadillo con carne del cuarto estómago de la vaca y salsa), en el Trippaio del Porcellino, puesto callejero inmediato al Mercato del Porcellino.

SOBRE LA ETAPA:

Si madrugáis mucho no podréis atravesar, saliendo de Firenze, los jardines Orti del Parnaso, porque abren a las 7:00, en invierno a las 8:00.

La subida a Calenzano Alto se debe de realizar por carretera, no por el camino peatonal.

El único tramo que no se puede hacer en bicicleta es el paso por la ladera del monte della Calvana. La alternativa pasa por bajar de Pizzidimonte a Via Firenze y proseguir por esta hacia Prato. Tras cruzar la vía férrea se sigue la pista ciclable Fausto Coppi, a la orilla del río.

Tras el convento dei Capuccini la Via Casamorata se transforma, a primera hora en días laborables, en un atajo para muchos conductores, y carece de acera o arcén. ¡Prudencia!

Se suele decir que en su villa medicea nació el Renacimiento, pues en ella se reunieron los filósofos neoplatónicos, comandados por Marsilio Ficino y Pico della Mirandola, y artistas como Botticelli. Está previsto que pueda ser visitada.

Villa La Quiete: mansión rural medicea construida en el s. XV y ampliada hasta el s. XVIII. En su iglesia se encuentra el panteón de la gran duquesa Vittoria della Rovere (1694). Conserva un bello jardín geométrico con fuentes. Se puede visitar.

Villa La Petraia: de la fortaleza originaria conserva la torre, pero luego fue convertida en suntuoso palacio de los Medici, siendo residencia de Vittorio Emanuele II en el s. XIX, mientras Firenze fue capital de Italia. Sobresale por su patio y las estancias amuebladas decoradas con frescos, pero sobre todo por los jardines, que pueden ser visitados de martes a domingo de 8:30 a 18:30.

El atrio de la iglesia de San Michele a Castello ofrece excelentes condiciones para una parada.

Villa di Castello: es la sede de la Accademia della Crusca, la academia de la Lengua Italiana. En esta pintó Botticelli El Nacimiento de Venus y La Primavera, que ahora se pueden contemplar en la Galleria Uffizi. Su jardín italiano del s. XVI, ornado con fuentes, estatuas y grutas, es uno de los más notables de las villas mediceas. Visita de 8:30 a 18:30.

Si no queremos ir hasta el centro, donde concluye Via Chiavacci, ante la villa Chiavacci se puede seguir al frente Via Redini. Se ahorran 400 m, pero nos perderemos los bares y tienda de la plaza. No vale la pena.

Se puede tomar un estupendo refrigerio en la tienda y vinoteca Le Bontà di Giulia (panini, embutidos y quesos de calidad, comida preparada fría y caliente), donde Daniele sella la credencial y ofrece, a 20 m del bar, la Casa Pellegrino, que dispone de ducha y wc, para reposar e, incluso, para tomar la siesta.

La iglesia de Santa Maria e San Jacopo a Querceto acoge el milagroso Crucificado del Chiarito, sobrecogedora talla del s. XIV que participó en una multitudinaria perdonanza pacifista en 1399. En el lugar se guarda memoria del Padre Bortolotti, que en 1944 se ofreció a cambio de inocentes y fue fusilado por las SS.

Recomendable, al salir por el puente, la pizzeria al taglio L’Angolo, de Gigi, que pone sello y ofrece un económico menú a los peregrinos.

Conserva su carácter medieval el burgo alto, con el castillo (s. X-XIV) y la iglesia de San Niccolò. En el primero está instalado el entretenido Museo del Figurino Storico, con maquetas de modelismo que recrean la historia y sus batallitas (sellan la credencial).

Un entusiasta del Camino, Mauro, ha instalado en su propiedad el Orto di Pizzidimonte. En él ofrece a los peregrinos que pasan agua, tal vez fruta u otra cosa, y con toda seguridad reposo, conversación, un libro para que dejemos un testimonio y el sello. Junto al antiguo convento existe también un refugio cubierto.

A poco que llueva, el trayecto por las sendas del monte della Calvana, entre Pizzidimonte y Prato, se convierten en resbaladizos toboganes por los que se avanza rápido, cierto, pero no precisamente caminando.

SOBRE PRATO:

Tres opciones para sellar: la catedral, pagando la entrada; en la oficina de turismo de la Piazza del Comune, hasta las 19:00; o en el quiosco de la Piazza del Duomo, el más bonito y con un horario más amplio.

Es una ciudad más industrial y menos turística que Firenze, y por lo tanto más barata. Para los peregrinos hay algunos restaurante concertados que ofrecen menú, así las pizzerías Il Coccodrillo (Piazza Mercatale, 13) o Maggie (Via Bologna, 326), o el restaurante A i Canto del Mercatale (Via Canto Marcatale, 56), también con comida para llevar. Especialidades locales en la Trattoria da Lapo (Piazza Mercatale, 141). Y algo más ligero, modelo street food italiano, en Messer Lampredoto (Via Mazzini, 4), que además de su especialidad hace panini, hamburguesas y trippa frita.

De sus numerosos monumentos cabe destacar el duomo de Santo Stefano, cuyo interior posee unos delicados murales de Filippo Lippi dignos de ver. Al exterior posee un púlpito, obra de Donatello y Michelozzo, desde el que se muestra a los fieles la reliquia de la sacra cintola de la Virgen.

En el centro de la Piazza del Duomo vemos la fontana del Pescatorello (s. XIX). No lejos de la catedral se yergue el castello dell’Imperatore, erigido en el s. XIII por Federico II. El arte contemporáneo tiene su cita en el Centro Luigi Pecci (Maurice Nio, 2016), cuyo futurista contenedor parece una nave espacial.

Tiene fama su mortadela, muy especiada y diversa de la más conocida de Bologna; se puede comer con bozza pratese, un pan sin sal. Otra especialidad son los sedani ripieni, apio relleno de carne de vaca, mortadela y queso. Y para acompañar el vino Carmignano, D.O.

Presume también la ciudad de sus pastelerías, con dulces típicos como los cantucci, que fueron inventados aquí (Antonio Mattei, es su santuario en Via Ricasoli, 20) y se toman mojados en vin santo dulce, sin olvidar las pesche di prato o los setteveli. ¡Azúcar!