Etapa 96: Sutri - Campagnano di Roma | Al Loro

Distancia: 
24,2 km
Duración: 
6 h
Dificultad: 
2
Paisaje: 
3

Al salir de Sutri conviene prestar atención, porque hasta tres opciones están marcadas para seguir la Francígena: 1. Seguir la Cassia (SR2), aún siendo la más corta, la descartamos completamente por demasiado peligrosa, 2. Variante por Contea Flacchi (septentrional) es la más tranquila, aunque alarga el recorrido en 2,3 km respecto al camino principal, 3. Camino principal.

Toda la etapa es ciclable.

El lago de Monterosi, pese a contar con unas dimensiones mucho más modestas —600 m de radio— que los de Bolsena, Vico o Bracciano, tiene el mismo origen volcánico, y se formó en un cráter. De escasa profundidad, tan solo 7 metros, posee una rica vegetación adaptada, como los nenúfares. Actualmente está protegido como reserva natural.

Para un primer descanso y el avituallamiento, la mejor opción es Monterosi. Podemos sentarnos a comer en la Piazza Garibaldi (fuente), que precede a la iglesia de San Giuseppe, o en alguno de sus cafés.

El Café-Enoteca Gorgeous, a la entrada, es una parada casi obligada para los peregrinos. Tiene buen café, y también pasteles y comidas.

Junto al camino, en Via Roma, la panadería Arte del Pane tiene fama por su pan, pasteles y pizzas; también preparan suppli.

Además del lago, en la villa podemos visitar las iglesias de Santa Croce, barroca del s. XVII, provista de una espadaña que, en italiano, se conoce como «campanile a vela», y San Giuseppe (s. XVI), con sus dos torres y cúpula.

Al salir de Monterosi la Cassia (SR2) marca 10 km a Campagnano, una tentación, porque por el camino son 14 km. Pero que a nadie se le ocurra la temeridad de seguir la carretera, muy peligrosa, ni siquiera a los bicigrinos.

Vale la pena detenerse un tiempo a visitar las cascadas de Monte Gelato, junto al camino y de acceso libre, que si bien no son las de Marmore (cerca de Terni), constituyen un bello espacio natural. Formadas por el río Treja, aparecen acompañadas por el molino de La Mola. Los peregrinos suelen meter sus pies en el agua, pero el baño está prohibido. Junto a ellas existe un bar-restaurante con terraza y buenos precios (La Vecchia Mola).

El albergue parroquial, con mayor capacidad que la media, es uno de los alojamientos «clásicos» de la Vía Francígena, por lo que conviene no perdérselo. Sin embargo, en el casco medieval también se encuentra el Ostello del Borgo, de buena calidad.

El Bar dell Pellegrino, frente al albergue parroquial, ofrece un menú aceptable a muy buen precio, que incluye pasta y carne, con música italiana para ambientar.

La localidad presenta dos partes diferentes: la Francígena accede por el núcleo medieval, dominado por la colegiata de San Giovanni Battista, del s. XVI, en la que sobresale su enorme torre barroca, y con la desfigurada iglesia románica de Santa María della Pietà (s. XI); a continuación se adentra en el regular Borgo Paolino, nacido a partir del s. XVII, con su plaza del ayuntamiento, la fuente barroca de los Delfines, atribuida a Vignola, y la Puerta Romana. 

Atención, en el casco antiguo, a la figura de Il Tifo, del s. VIII, integrada en una hornacina donde los ciudadanos escribían, como ante el Pasquino de Roma, sus protestas.

Al acercarnos a Roma podemos ir probando los suppli, especie de grandes croquetas o bolas de arroz rebozadas y fritas que también contienen salsa de tomate, carne picada de ternera y un corazón de mozzarella. Son económicos y, si están bien hechos, sabrosos, y además llenan rápido.