Etapa 16: San Pietro in Vigneto - Gubbio | Al Loro

Distancia: 
16,3 km
Duración: 
4 h 15 min
Dificultad: 
2
Paisaje: 
3

SOBRE LA ETAPA:

Hay fuentes a mitad de camino, también un restaurante con panini y bebidas en Colonnata (Agriturismo Ponte di Riocchio), y un bar y tienda en Ponte d’Assi.

Etapa sin problemas para los ciclistas.

En la modesta capilla de la Madonna delle Ripe, también denominada delle Grazie, los peregrinos se detienen y colocan recuerdos, piedras, cruces, rosarios, estampas, plegarias y, si así lo juzgan oportuno, un pequeño donativo para mantener el culto.

SOBRE GUBBIO:

El mejor lugar para hacer la compra, a la entrada, antes de la Chiesa della Vittorina, es el surtido supermercado Emi (a diario de 8:00 a 20:30, domingo de 9:00 a 20:30).

Titulada por su diócesis como «Città dell’amicizia, accoglienza e riconciliazione», posee una variada oferta de alojamientos religiosos para peregrinos, al contrario que Assisi. La implicación es notable, pero algunos de ellos funcionan de forma bastante irregular, dependiendo de la disposición de alguna persona para atendernos. Avisad con tiempo de vuestra llegada.

A diferencia de la mayoría de las poblaciones históricas, en Gubbio no se fija el fin de etapa en el duomo, situado en la parte alta del casco antiguo, o en la plaza del ayuntamiento, sino en un lugar mucho más simbólico: el templo de San Francesco. De hecho, el camino oficial se limita a rodear el núcleo medieval sin franquear la muralla.

La PiccolAccoglienza (Via Baldassini, 22) es una oficina permanente, dependiente de la diócesis de Gubbio y atendida por jóvenes voluntarios, en la que se expide la credencial y ofrece información a los peregrinos. Es bueno pasarse por ella y, si todavía no se ha hecho un donativo al haber recibido la credencial por correo, dejarlo en persona.

Dadas las cuestas existentes, para moverse por Gubbio hay un par de ascensores un tanto ocultos. Resulta muy útil el de la Via XX Settembre, que nos acerca a la catedral.

Si no tenemos vértigo, estamos invitados a subirnos a la funivia (teleférico individual, sin cabina, más parecido a un telesilla sin silla). Asciende hasta el monte Ingino, de 908 m de altura, y la basílica de Sant’Ubaldo, patrón de Gubbio. El enclave constituye un privilegiado mirador sobre la ciudad, su valle y los Apeninos.

Al entrar en la ciudad no dejéis de visitar la iglesia de Santa Maria della Vittorina (s. XIII), con un completo ciclo de pinturas murales. Podemos sellar la credencial con un sello a libre disposición.

Cuando San Francisco deja Assisi y renuncia públicamente a sus bienes, emprende el camino a Gubbio. Tras ser asaltado, y acogido en el monasterio de Vallingegno, por fin entra en el burgo, donde es hospedado por la familia Spadalonga y asiste a los enfermos en la leprosería de San Lazzaro. Tiempo después, el obispo local le dona la iglesia de la Vittorina para que cree un convento.

Uno de los más célebres episodios de la vida de Francesco, contrapunto de los Trabajos de Hércules, fue el amansamiento de la fiera loba de Gubbio, que a diferencia del de Caperucita acabó convirtiéndose en un hermano (frate lupo). Según la tradición, el milagro habría tenido lugar en la Vittorina, donde ha sido representado en una escultura. Se cree que la loba vivió dos años en una gruta, y fue enterrada como una cristiana (se puede ver la lápida de su tumba), en el lugar donde luego se alzó la iglesia de San Francesco della Pace, junto a la Piazza Grande. Por supuesto, el comercio es el comercio y nos vamos a topar con la loba, en todos los formatos imaginables, por doquier.

Estamos en la ciudad dei Matti (de los locos), y para que no quede la más mínima duda de nuestra cordura mejor será no dar tres vueltas alrededor de la Fontana del Bargello o dei Matti (s. XVI). Si lo hacemos acabaremos «locos», es de entender que en un sentido figurado, y si pagamos unos euros allí mismo nos expedirán un certificado de matto di Gubbio. Una chaladura, aunque tiene su gracia, de principio a fin.

El teatro romano se encuentra junto al camino. Muestra dos pisos de arcadas y la cavea, aunque se percibe que fue restaurado en los ss. XIX y XX. A su lado se encuentra una domus, conocida como Antiquarium, con mosaicos.

En la ladera del monte Ingino, algo apartado del centro urbano, se localiza el duomo gótico dei Santi Mariano e Giacomo (ss. XIII-XIV). Sobrio al exterior (atención a los evangelistas, con la cabeza del animal simbólico que los identifica), acoge buenas pinturas del s. XVI.

El templo de San Francesco (ss. XII-XV), en su fachada consta de portada románica y un rosetón procedente de la iglesia homónima de Foligno. Tanto en el interior como en el claustro podemos admirar frescos góticos. A su vera ha sido dispuesta una estatua de San Francisco con la loba de Gubbio.

También es medieval, aunque oculta por una fachada neoclásica, la iglesia de Sant’Agostino (s. XIV), con frescos tardo-góticos sobre la vida del titular en su ábside (Ottaviano Nelli, 1410-1420). En una dependencia del claustro se muestra todo el año un Belén, ambientado en Gubbio, con efectos de luz y sonido que incluyen una tormenta con truenos y rayos.

De los muchos palacios destaca el dei Consoli (s. XIV), gótico y provisto tanto de una loggia panorámica como de una singular torre de campanas; acoge el Museo Cívico. Frente por frente en la Piazza Grande se yergue el del Podestà, también del s. XIV pero con fachada del s. XVII.

Cada uno de los cuatro barrios o rioni, que son los de San Martino, San Andrea, San Pietro y San Giulliano, aparecen en todo momento identificados, como es común en las ciudades italianas medievales, por sus banderas y emblemas.

Cada 15 de mayo se celebra en Gubbio la Corsa dei Ceri, una carrera devocional de la que forman parte tres pesadas máquinas de madera portadas por decenas de hombres de las cofradías de Sant’Ubaldo, Sant’Giorgio y Sant’Antonio. Vence el conjunto que es más diestro, no el más rápido.

De la típica cocina eugubina cabe destacar la crescia sul panaro. Se trata de un tipo de focaccia para acompañar los embutidos locales o el célebre friccò di Gubbio, un guiso de carne de pollo, conejo y cordero. Otro plato habitual, del que ya hemos hablado en otras localidades umbras, son los strangozzi al tartufo.