Etapa 7: Porto Mougás - A Ramallosa | Al Loro

Hoy os sugerimos una etapa corta en kilometraje pero muy variada en su contenido, con tramos de costa salvaje, un recorrido muy bonito por monte y la visita obligada a la villa de Baiona, muy turística y que merece una pausa cultural y gastronómica.

Al inicio de la jornada recorreremos parajes de costa rocosa, expuesta al viento y a las olas del Atlántico. Resulta un hábitat perfecto para las aves marinas, tales como diferentes especies de gaviotas y cormoranes; éstos, también conocidos como cuervos marinos, son grandes nadadores tanto en superficie como buceando para pescar sus presas.

Durante la ruta se pasa cerca de varios petroglifos, misteriosas inscripciones sobre roca realizadas por los pobladores de la Edad del Bronce hacia el 2500 a.C., la misma época de las pirámides de Egipto o del monumento megalítico de Stonehenge.

Los ciclistas deben seguir por el carril bici que va en paralelo a la carretera PO-552, bordeando toda la costa hasta Baiona e incluso más allá, por un recorrido fácil y sin desniveles. Pese a ello, al ir siempre junto a la carretera deberán redoblar la precaución.

Atención a los caminantes: después del camping Mougás debemos seguir el carril bici durante 650 metros, y justo allí las flechas indican cruzar la carretera –con precaución, pues no hay paso de peatones– para comenzar la subida hacia el monte, por un tramo agreste y solitario con senderos de tierra y calzadas empedradas, sin duda uno de los más bellos de este camino.

En este tramo por monte, donde deberemos abrir y cerrar varias cancelas, tal vez veamos caballos salvajes; son de una raza autóctona y se utilizan en la famosa fiesta de los Curros o Rapa das Bestas que se celebra en varias localidades entre mayo y julio, donde una multitud acorrala a los equinos para meterlos en el curro –recinto cerrado–, raparles la crin y marcarlos.

Una de las estampas más fotogénicas de la etapa es la panorámica desde el camino sobre el faro de Cabo Silleiro, con el azul del océano como telón de fondo. El farol fue construido en 1924 para sustituir al anterior de 1862, en un punto de navegación peligrosa por los escollos, la proximidad a las islas Cíes y las Estelas, y la entrada a la ría de Vigo.

En marzo de 1493 arribó a Baiona la carabela Pinta tras el descubrimiento del Nuevo Mundo, comandada por Martín Alonso Pinzón, y en homenaje a esta gesta se ha instalado en el puerto una réplica de dicha nave, que puede visitarse; además cada año celebran la efeméride con una multitudinaria fiesta medieval.

El camino pasa ante la barroca capilla de Santa Liberata, una joven mártir nacida en Baiona en el siglo II que se considera la primera mujer cristiana que murió crucificada; la increíble historia de la niña, sus ocho hermanas gemelas y su nodriza es digna de una película gore, máxime cuando al final descubrimos que el gobernador romano que dictó su pena de muerte resulta que era, sin saberlo, el verdadero padre de la niña.

A pocos metros de la capilla antedicha está la excolegiata de la Anunciada, iglesia románica con un gran rosetón. A la salida de la villa descubriremos el cruceiro da Trinidade, del siglo XV y cubierto por un soberbio templete.

Los caminantes entramos a la localidad como antaño, por el puente románico sobre el río Miñor, que data del siglo XIII y consta de diez arcos. En el centro del mismo se levanta un cruceiro con una escultura de San Telmo, patrón de los navegantes.

Nada más cruzar el puente medieval deberemos decidir qué ruta seguiremos hacia Vigo: a la derecha tenemos las flechas amarillas del camino oficial por el interior, un recorrido rompepiernas sin apenas satisfacciones, y a la izquierda las flechas verdes de la ruta alternativa por el litoral, que pasa junto a las últimas playas de este camino.

No hay más que repasar los productos propios de la zona: pulpo, nécoras, erizos, percebes del Cabo Silleiro… ¿a quién no se le hace la boca agua?