Ningún lugar vinculado a la vida de San Francisco podría ser más oportuno, para concluir nuestro itinerario temático, que La Verna. Su emplazamiento y entorno son singulares, el testimonio de los estigmas permanente, la acogida planteada en su albergue u hospedería modélica, y el ambiente creado por la comunidad franciscana idóneo para poner un digno broche a la experiencia peregrina. En cuanto al recorrido, prácticamente todo él cuesta arriba desde el valle del Tevere —el mismo por el que partimos de Roma— y en gran parte sobre la cota de los 1.000 m, posee una carga simbólica por lo que significa ascender al último monte sagrado. Como tal constituye una síntesis de lo que representa el Camino de San Francesco: amor por la Creación y, por ende, la comunión del hombre con la naturaleza.