Vamos a comenzar con lo peor, y es que hoy vamos a subir la cuesta más exigente de todo el itinerario: la del monte Verde. Por fortuna no es demasiado larga, pero sus rampas rondan el 20% de inclinación, todo un reto, y además en una zona muy solitaria. La buena noticia es que luego todo será bajar, si bien los descensos también tienen su riesgo, ¡qué se lo cuenten a rodillas y tobillos! Camino adelante, parece ya obligado en cada etapa, un nuevo eremo, el de Cerbaiolo, es todo un cántico a la hospitalidad. De este modo regresamos, en Pieve Santo Stefano, a un valle que quizá no deberíamos haber abandonado, el del río Tevere, si bien el placer del recorrido por la montaña ha compensado con creces todas las fatigas.