Etapa 9: Camasobres - Pesaguero | Al Loro

Una etapa para enmarcar, en la que destaca el ascenso al collado de Sobrepeñas, techo de nuestro camino con 1.460 metros de altitud, así como la larguísima bajada de casi mil metros de desnivel a la sombra de hayas y robles, durante la cual abandonaremos Palencia y entraremos en la Comunidad de Cantabria.

Si el día acompaña, la subida al collado de Sobrepeñas es espectacular: avanzaremos por un sendero junto a un arroyo, sorteando su cauce, para acto seguido ascender a una zona de pastos de altura, donde disfrutaremos del silencio y de la soledad más absoluta.

En esta zona de prados deberemos ir localizando visualmente los sucesivos postes de madera con señales, lo cual no resulta fácil a principios del verano, cuando la hierba está alta. Para no perdernos podemos usar Gronze Maps.

A lo largo del recorrido superaremos varios pueblos de postal pero sin servicios, salvo una fuente en Cueva. En Pesaguero hay el hotel-posada El Hoyal, con restaurante; 900 metros más adelante, a pie de la carretera, tenemos el bar-restaurante La Viñona, con buen menú del día.

Los ciclistas deberán tomar la carretera general CL-627 hasta el mirador de Piedrasluengas (subir con bici y alforjas por el arroyo y los prados hasta Sobrepeñas sería una heroicidad); una vez allí volverán a la ruta oficial, bajada que discurre por una pista ancha de tierra, perfectamente ciclable. Desde Cueva a Pesaguero las bicis suelen ir por la carretera, con precaución, pues es estrecha y muy virada.

Durante la subida disfrutaremos de buenas vistas de la Montaña Palentina; una vez en lo alto aparecerán súbitamente ante nosotros los Picos de Europa, y si el día es claro tal vez lleguemos a ver la línea azul del mar Cantábrico. En varios tramos de la ruta tendremos enfrente el pico de Peña Labra, de 2.029 metros de altitud, con su característica cresta que recuerda la forma de un volcán.

El puerto de Piedrasluengas, paso natural entre la Meseta y la comarca de Liébana, ha sido utilizado desde la antigüedad por viajeros, comerciantes, pastores y también —claro está— por peregrinos… o en nuestro caso crucenos. Había una calzada romana que llegaba aquí desde el valle del río Valdavia, construida en la época de las Guerras Cántabras (29 a.C. - 19 a.C.).

Pasado el pueblo de Cueva, tras descender 1,7 km por asfalto, llegamos al puente sobre el río Bullón, pero justo antes del puente debemos girar a la izquierda por un sendero, superando acto seguido la cancela de un prado. El desvío no está bien señalizado: si llegáis a la carretera general CA-184, volved atrás, pues nuestra ruta evita la carretera, estrecha y muy peligrosa.

En esta zona de la montaña palentina y cántabra se está recuperando la población de osos pardos, que a veces bajan del monte en busca de fruta, miel o contenedores con restos de comida. Si somos observadores probablemente veamos rastros, heces o marcas de sus garras sobre postes de madera… Pero no temáis, pues son animales huidizos que evitan el contacto con las personas. En el caso improbable de tropezar con uno, deberemos mantener la serenidad y no gritar, ni correr, ni intentar ahuyentarle.

Lo mismo que los osos, que bajan a los pueblos en busca de alimento fácil, sucede con los lobos, si bien el objetivo de éstos son los rebaños de ovejas o cabras, y no atacarán —ni se acercarán— a un humano. Tal como consta en numerosos carteles a lo largo de la ruta, nunca debéis molestar a los mastines, esos perros enormes encargados de proteger al ganado: ellos están trabajando y, por supuesto, no se fían de los desconocidos.

En toda esta zona es muy típico el borono, una masa de color negro elaborada con sangre de cerdo, tripa, cebolla, manteca, harina de maíz y especias al gusto. Se suele comer frito, en rodajas muy finas y acompañado con patatas, aunque también hay quien lo prefiere con azúcar o con manzana frita.