Relato del Camino del Invierno

Autor: 
Dani Hernández
Fecha: 
Invierno 2016

EL CAMINO DE INVIERNO

De Ponferrada a A Laxe a través del genuino, bello y solitario camino que recorre el Bierzo a través de Las Médulas, la comarca de Valdeorras y la Ribeira Sacra…

Barcelona-Ponferrada

Jueves, 10 de noviembre

El primer vuelo de la mañana nos lleva a Rubén y a mí desde Barcelona a Santiago de Compostela, por la que pasaremos fugazmente para coger el tren que en algo menos de 3 horas nos llevará a Ponferrada. Desde la estación de la capital del Bierzo, nos dirigiremos al ya conocido albergue municipal de San Nicolas de Flue donde pasaremos la primera noche antes de nuestra partida para emprender el Camino de Invierno. La tarde dará para mucho visitando el famoso castillo templario, recorriendo el casco antiguo de la localidad con la Basílica de la Virgen de la Encina o la Torre del Reloj entre otros lugares destacables, pero sobretodo citándonos con Róger en la caseta de la oficina de información cercana al albergue. Allí, además de departir con él y con otro vecino sobre las singularidades de la provincia leonesa y de la región del Bierzo, en particular, nos dará buena y útil información sobre el camino que nos disponemos a emprender a partir del día siguiente. Además, nos llevará al punto donde se encuentra el primer mojón de este camino, que paradójicamente, no se encuentra a la vista desde la salida natural desde el albergue municipal por la avenida del castillo, y que debería estar colocado a la altura del cruceiro donde si se encuentra el que lleva a seguir el camino francés. En fin, una decisión absurda e ilógica que dificulta el poder seguir este camino correctamente y que el ayuntamiento de Ponferrada, suponemos, debería corregir colocando el mojón en un lugar mucho más visible. Hoy no nos iremos a dormir demasiado tarde al albergue, bastante lleno y animado teniendo en cuenta las alturas del año en las que nos encontramos. Sin embargo, como podremos comprobar durante los días siguientes de recorrido, la totalidad de los demás peregrinos, seguirán la ruta del Camino Francés, cediéndonos a nosotros el honor de ser los únicos en poder disfrutar del maravilloso, solitario y auténtico Camino de Invierno…

 

Ponferrada-Las Médulas

Viernes, 11 de noviembre

Amanece en Ponferrada y tras el desayuno matinal en un bar cercano, nos dirigimos hacia el cruceiro de la avenida del castillo donde giraremos a la izquierda dejando a la derecha el mojón que señala el camino francés. Desde allí, y una vez cruzado el puente medieval sobre el río Boeza seguiremos las abundantes señales que nos llevarán en un suave ascenso a bordear el monte Pajariel. En breve, el río Boeza juntará sus aguas con el Sil, que nos acompañará durante buena parte de este camino La capital berciana quedará cada vez más lejos difuminada entre la niebla otoñal y comenzaremos a apreciar los maravillosos colores del bosque que nos ofrecerá esta estación del año. Tras un curioso e impresionante tramo donde caminaremos encajonados entre dos paredes que parecen talladas a cuchillo, llegaremos a la primera localidad que transitaremos, Toral de Merayo.

El día no será nada frío, tal y como nos comentará un vecino a la altura de la ermita del Santo Cristo. Algo más adelante nos llama la atención un cartel de madera que indica el camino a la Ermita Mozárabe de San Salvador. Como son sólo 200 metros según pone, comenzamos a seguir el sendero que se adentra entre muros de piedra y que parece muy poco transitado. El camino parece que hace tiempo no ha sido desbrozado, y como empezamos a mojarnos los pantalones debido a la abundante vegetación existente, decidimos recular y volver otra vez al camino principal. ¡Ya tendremos ocasión durante este camino de ver otros lugares y edificaciones interesantes!

Dejaremos la localidad pasando por la Iglesia parroquial de El Salvador y pronto entramos en un camino que nos llevará en ascenso entre viñedos y cerezos hasta un alto desde el que ya divisaremos la población de Villalibre de la Jurisdicción. Una pequeña parada a la altura de la iglesia de San Juan Bautista, y otra a la altura de una casa donde observaremos a un señor que con maña corta las calabazas, y saldremos una vez cruzada la carretera, por una pista asfaltada que nos llevará a Priaranza del Bierzo.

Antes de cruzar la carretera nos llama la atención el mojón jacobeo conmemorativo de una plantación de Sakura, o cerezos, fruto de la amistad según se indica, de la Sociedad Hispánica de Yokohama y de la localidad donde nos disponemos a entrar. Llegados a la plaza de la cruz donde también hay una fuentes, continuaremos en un principio en busca de algún bar donde hacer una pausa, sin embargo, viendo que ya nos alejamos del pueblo, retornaremos para tomar la calle que en fuerte subida sale de la misma plaza y que nos llevará a la iglesia primero, y luego a pie de carretera donde también se encuentra la casa consistorial de la población. Realmente vale la pena la visita del pueblo, ya que podremos ver las casas típicas de Priaranza además de conseguir el sello del ayuntamiento. Rubén, comprará algunas pastas en la panadería, de las que daremos buena cuenta en el bar contiguo. En el consistorio, un vecino se interesará por nosotros como peregrinos del Camino de Invierno y nos explicará cómo el domingo de esa semana, él, y otros vecinos de diferentes poblaciones de la zona, se dispondrán a hacer una etapa de este camino entre Villamartin de Valdeorras y Bendilló, ya en tierras gallegas.

Retomamos el camino hacia la plaza de la cruz, encontrándonos antes con un vecino que nos explicará algo de su vida por tierras catalanas y que nos deseará buen camino en nuestro recorrido. Salimos de Priaranza viendo sus bonitas balconadas de madera, hasta salir luego del pueblo hacia la carretera y encontrarnos en breve con un mirador donde podremos ver las llamadas Barrancas de Santalla. No, aún no son las Médulas, pero se asemejan bastante en su estructura. Por lo que parece, también son restos de una antigua explotación de oro de la época romana. Desde ese mirador, también llamado como indica el cartel El mirador del Bierzo, se tiene una panorámica fantástica de todo el valle berciano, así que, como no podía ser de otra manera, aprovechamos para tomar unas cuantas fotos. Los chopos que jalonan el Sil y el valle, ofrecen un panorama realmente espectacular.

Entramos en Santalla del Bierzo, donde podemos ver las casas construidas con el adobe y las balconadas balaustradas como habíamos visto también en Priaranza. A la altura de una fuente abrevadero, una pintada en la pared nos indica el camino a tomar para bajar a las Barrancas, sin embargo, nosotros seguiremos cruzando el pueblo siguiendo el mojón jacobeo por encima de la fuente. Algo más adelante nos llama la atención una fuente que según se indica data de 1900 así como una curiosísima casa adornada en su fachada con todo tipo de artilugios rurales, una rueda y hasta una bicicleta. Más arriba llegamos a una plaza donde un edificio que externamente parece ser una iglesia por estar rematado con una bonita torre con reloj, resulta ser la escuela donde a esa hora una maestra da clase a tres niños. A través de la ventana, saludamos a los menores y a la profesora y continuamos el camino siguiendo cuesta arriba y saliendo a la carretera por la que continuaremos un rato.

No tardaremos mucho en darnos cuenta que no vamos por el camino correcto, o al menos, el que indican los mojones, porque dejamos de ver flechas ni cualquier otro tipo de marca, así que, decidimos retroceder sobre nuestros pasos y volver a Santalla y a la escuela donde habíamos visto el último mojón. Como suponíamos, el camino seguía por la calle inferior tal como estaba indicado. Salimos ahora sí, correctamente, de Santalla por un camino de tierra para adentrarnos en una bonita zona húmeda de chopos por la que pasa un arroyo. Continuamos por ese camino inferior a la carretera, dándonos cuenta que de haber continuado por la misma hubiésemos llegado al mismo sitio, puesto que las señales nos llevarán a la carretera, que cruzaremos para comenzar un pronunciado y largo ascenso camino de Villavieja. Arriba y a lo lejos se levanta majestuoso el Castillo de Cornatel. Rubén y yo nos preguntamos si el camino nos llevará a él, cosa que dudamos dado que desde allí se ve lejos y a gran altura, sin embargo, nos limitamos a seguir las marcas y seguir la pista que en continua y pronunciada pendiente nos llevan cada vez más arriba.

La subida son de las que requieren un importante esfuerzo físico, sin embargo, las vistas, a medida que ascendemos, son cada vez más espectaculares. El castillo, desde el peñasco, cada vez parece más cercano y el silencio y la quietud del barranco que queda abajo, hace que el esfuerzo quede de largo compensado por la belleza del paisaje. Un descanso en una zona que parece una pequeña cantera, o quién sabe si un trozo de la montaña desprendido, y en breve, entre madroñales, llegamos a la pequeña y silenciosa población de Villavieja. Antes de llegar al núcleo del pequeño pueblo, unos nogales nos invitan a comer sus frutos caídos en el suelo. Rubén da buena cuenta de los frutos, mientras yo, me dirijo a la pequeña iglesia que está algo más abajo. Se trata de la iglesia de Santiago; la puerta del cementerio está abierta, así que, para seguir la tradición y viendo que el acceso al campanario es posible, subo a él desde donde saludo a Rubén, que sentado espera en la cuesta de subida al pueblo. Bonita iglesia y bonito cementerio de tumbas adornadas con flores colocadas de manera artística sobre la tierra a modo de alfombras florales. Finalmente, Rubén decide bajar también y subir al campanario conmigo, desde donde tomaremos unas divertidas fotos junto a las campanas.

Retomamos la ruta adentrándonos en Villavieja; unos gatos y algunas gallinas parecen ser los únicos habitantes de ese pueblo, en un entorno mágico y acogedor. Vamos dejando el pueblo admirando su quietud y el bucólico entorno en el que se encuentra. La salida del pueblo y el ascenso posterior hacia el Castillo de Cornatel, es de los que perduran en la memoria. Caminamos a lo largo de un castañar sobre un manto de hojas y castañas caídas. Los colores ocres, pardos y rojizos, adornados con el verde del musgo sobre algunos troncos son un verdadero espectáculo para la vista. El camino, convertido al final en pista asfaltada, nos lleva a los pies del Castillo de Cornatel. ¡Qué lejos parecía cuando lo veíamos desde la carretera una vez salidos de Santalla!

El camino continúa ahora en bajada, sin embargo, el castillo queda tan a tocar, que decidimos subir a él. Ante nuestra sorpresa, el mismo está abierto, así que, no podría ser de otra manera, aprovechamos para visitarlo. Somos los primeros visitantes del día. Dejaremos la mochila en la caseta de la entrada, donde una amable chica nos explicará la historia de la fortaleza así como el recorrido que deberemos seguir en la visita. Desde el castillo las vistas son espectaculares, y además podremos ver el camino por el que hemos ascendido hasta llegar a él además de ver también la población de Villavieja. Tal como nos explicará la guía, el castillo parece ser que perteneció a la orden del temple así como posteriormente a las posesiones del Conde de Lemos. Una visita que realmente vale mucho la pena.

Dejamos el castillo y en continua bajada por carretera llegamos hasta un cruce donde tomamos una carretera vecinal que nos llevará a Borrenes. Preguntamos a unos operarios si hay algún bar en la población, y nos indican que nos debemos dirigir a la plaza central de la pequeña población. Antes de llegar allí, pasamos por un bonito parque con una fuente, una especie de capilla y un cartel informativo que nos explica que en ese lugar existió antaño un Hospital de Peregrinos. El bar Casa Marisol nos espera. Allí, nos prepararán unos bocadillos y tendremos la ocasión de conversar con la amable y simpática Marisol, que casualmente ese día cumplía años. Escribimos nuestros nombres en el libro de paso de peregrinos y nos explica que ella, también, al igual que nos había comentado el chico en el ayuntamiento de Priaranza del Bierzo, participará el domingo en la concurrida etapa del camino de invierno entre Villamartín de Valdeorras y Bendilló.

Abandonamos Borrenes después de fotografiar su bonita fuente de La coladeira y su estatua alegórica de madera, y seguimos el camino real que nos sacará del pueblo para cruzar un pequeño arroyo seco que superamos por una pasarela. Poco a poco, entre castaños y madroños, nos acercamos a la carretera que lleva a Las Médulas, que ya vemos a lo lejos. Una vez en la carretera, sólo quedará continuar para llegar finalmente a la población del mismo nombre, que nos recibirá con un cartel informativo en diferentes idiomas donde se anuncia que estamos ante un Patrimonio Mundial. Empieza a oscurecer y el Aula arqueológica ya está cerrada. Una vecina nos indica donde se encuentra el Centro de Recepción de visitantes así como el Hospedaje Socorro, que es donde pernoctaremos.

Llegados al lugar que nos han indicado, será la propia Socorro quién nos recibirá preguntándonos si somos los peregrinos que esperaba. Alojados en nuestra habitación y después de una reconfortante ducha, una pequeña visita al pueblo y a cenar en el Bar Restaurante Marifé, donde podremos degustar unos buenos embutidos y un buen vino de la tierra…

Las Médulas-Puente de Domingo Flórez

Sábado, 12 de noviembre

La gestión que llevamos de los días de los que disponemos para poder hacer el Camino de Invierno, nos hacen tomar la decisión de hacer una visita extensa como merece de la explotación aurífera romana de las Médulas, Patrimonio de la Humanidad por el que es casi obligado no pasar de puntillas. Socorro nos ha preparada hoy el desayuno que tomaremos junto a parte de su familia, los bares de la población abren algo más tarde y queremos aprovechar para adentrarnos por nuestra cuenta al parque de Las Médulas antes de realizar la visita guiada que no será hasta las 11:30 de la mañana.

Ligeros de mochila seguimos las indicaciones que nos adentran en el parque por una pista asfaltada siguiendo una de las rutas por la zona arqueológica. Caminamos sobre todo entre castaños encinas y robles hasta llegar a una bifurcación donde se encuentra la Fuente de la Tía Bibiana. Por el camino, un perrito nos ha ido siguiendo hasta la propia fuente. Allí, comienza el camino en fuerte subida que lleva al Mirador de Orellán y que decidimos tomar. Las rampas son importantes, sin embargo, la quietud del bosque y el piso de hojas y erizos de castaña hacen del trayecto una verdadera delicia. Algo más de un kilómetro de continua subida que nos llevarán a una amplia pista que
nos lleva al mirador. Nosotros, decidimos bordear la montaña por un estrecho camino a pie el barranco bastante seguro, desde donde la panorámica que se nos ofrece es espectacular. Desde allí, se tiene la conocida panorámica de las médulas con el pueblo de las Médulas a la izquierda, y con las cuevas horadadas y los restos de la montaña con sus pináculos rojizos que surgen entre los tonos rojo amarillentos de los castaños. Realmente espectacular.

Ya en el mirador, la panorámica nos permite también ver a la derecha el pequeño balcón que constituye la Galería de Orellán, que queda a nuestra izquierda. De vuelta, nos acercarnos a ver el otro lado de la vertiente, al otro lado de la pista de acceso, donde podemos observar el monumento a un montañero de Orellán. Por el mismo camino, volvemos hacia Las Médulas, para dirigirnos al Centro de Recepción de Visitantes e inscribirnos a la visita guiada de las
mismas. En el centro, coincidimos con dos visitantes de Madrid en el grupo donde nos explicarán en qué consiste la visita y el comienzo de la misma. Hacemos tiempo para tomar un café en el Bar Restaurante Marifé, hasta que a las 11:30, y previa visión de un corto audiovisual ilustrativo, comenzamos la visita guiada. Se trata de un fácil paseo de unos 3 km de distancia en total donde nos explicarán, aparte de curiosidades botánicas y etnológicas de la zona, como se modeló el actual paisaje del impresionante lugar. Nos cuenta como la explotación aurífera abasteció el imperio romano, y cómo fueron derrumbando la montaña siguiendo el método conocido como “ruina montium” donde se hacían circular grandes caudales de agua a través de canales sin salida horadados en la montaña, para hacer a la misma sucumbir y luego poder a través de canales, lavar la tierra donde se extraían las partículas de oro que quedaban enganchadas en arbustos que colocaban en los mismos. Todo una obra de ingeniería espectacular.

En la ruta, con puntuales momentos de lluvia, que no deslucen en absoluto la visita a las entrañas de este lugar, Patrimonio de la Humanidad desde 1997, nos dirigimos a ver las formaciones artificiales que quedan de las minas y los canales que hicieron los romanos y que se conocen como La Cuevona y la Encantada. Por el camino, nos divertimos entrando a uno de los grandes castaños en cuyo interior nos hacen algunas fotos. La visita acaba al pie de la llamada la Encantada, donde la guía retorna el camino de vuelta y los que lo desean, nosotros en este caso, por ejemplo, se quedan para visitar el lugar con más detenimiento. A Rubén y a mí nos puede el espíritu aventurero, y puesto que disponemos de frontales, disfrutamos recorriendo los canales y las oquedades.

Acabada la visita volvemos otra vez al pueblo donde recogemos nuestras mochilas, después de despedirnos de Socorro, nuestra hospitalera en este inolvidable lugar, para emprender nuestro camino hacia nuestro destino de hoy, la población de Puente Domingo Flórez. Rubén aprovecha para comer algo antes de reemprender la marcha, abandonando el pueblo por la plaza donde además de un mojón jacobeo, encontramos la fuente de la Resaca, por cierto, sin agua. Una señal nos indica que a 1 kilómetro de distancia se encuentra el lago Somido, y puesto que hoy parece que no vamos a hacer demasiados kilómetros, decidimos acercarnos a él para visitarlo. Se trata de un lugar cercano y fotogénico, un pequeño lago de origen no natural, ya que se formó con las aguas de lavado debido también a la acumulación de cantos durante el periodo de la actividad minera. También cerca se encuentra otro lago más grande, el de Carucedo, que en nuestro caso, no visitamos por falta de tiempo.

Volvemos otra vez al pueblo, por última vez, ahora sí, y antes de abandonarlo nos encontramos con un señor mayor que nos pregunta si vamos a Yeres, una población cercana. Le comentamos que nos dirigimos a Puente Domingo Flórez, que queda a unos 8,5 km de allí, y nos dice que nos va a llover. Efectivamente, no se equivoca, ya que mientras nos alejamos de la población con la bonita panorámica de fondo de los pináculos rojos tan característicos, empieza a llover cada vez con más intensidad, lo que nos obliga a cambiar nuestra indumentaria para protegernos de la lluvia.

Vamos siguiendo el llamado Camino Real hasta que llegamos a una bifurcación que decidimos tomar para visitar el camino que lleva en continua subida hacia el Mirador de las Pedrices, junto con el de Orellán, que hemos visitado por la mañana temprano, el que ofrece la mejor panorámica del conjunto de las Médulas. Desde allí, podemos ver los grandes montículos de piedras que quedaban tras el lavado del oro, y de los cuales toma el nombre el mirador.

Volvemos al camino que habíamos dejado, y ahora ya, en bajada evidente, nos dirigimos hacia Puente Domingo Flórez por el valle de Valdebría. Desde la pista que transitamos bajo la lluvia más o menos intensa, observamos la majestuosidad y la soledad de los bosques que nos rodean, de pinos, y en la zona más inferior de castaños. Pasamos por una cruz homenaje a un cazador de la zona y algo más adelante emprendemos el último tramo de la etapa de hoy. Al otro lado del valle podemos ver las poblaciones de Yeres y Vega de Yeres entre la bruma que va disipándose por momentos.

Deja de llover y ya en la bajada que nos llevará al pueblo, nos cruzamos con un coche de cazadores que se dirigen al lugar del cual venimos. Llegados a la carretera, dejamos los hitos y las señales de lado y nos dirigimos hacia el Hostal La Torre en el que nos alojaremos. Antes, pasaremos por el Centro de interpretación de los Canales Romanes, donde aprovecharemos para hacer un receso antes de ir a nuestro alojamiento. Estamos bastante mojados, pero la pausa es más que interesante. Allí, además de un audiovisual que vemos, un chico nos explica las características de los canales romanos que constituían la gran red hidráulica que abastecía a Las Médulas y cuya agua era utilizada en la explotación. Aprovechamos para poner un sello en nuestra credencial, nos hacen entrega de algunos interesantes trípticos explicativos y nos recomienda alguna de las rutas de los canales por las inmediaciones de la zona del valle del Cabrera donde nos encontramos.

Una pena de no disponer más tiempo para hacer rutas por la zona, pero el camino, es lo que tiene, no se puede estar a todas. Instalados en el hostal la Torre y después de ducharnos y poner la ropa a secar, aún tendremos tiempo hoy para visitar la población y enterarnos entre otras cosas, del origen de la población y también de su curioso nombre…

Puente de Domingo Flórez-A Rúa de Valdeorras

Domingo, 13 de noviembre

Hacia las 7:30, cuando apenas comienza a amanecer, dejamos el hostal y tomamos un café en la gasolinera contigua antes de comenzar nuestra etapa de hoy. Apenas cruzado el puente sobre el río que separa la Castilla León de Galicia, o lo que es lo mismo, Puente Domingo Flórez de Quereño, primera población gallega, nos encontramos con una central hidroeléctrica que dejamos a nuestra izquierda. Inmediatamente cruzado el puente, observamos que los hitos jacobeos cambian de aspecto y de forma, señal inequívoca de que ya estamos en Galicia.

Consultamos la guía para asegurarnos de que tomamos el camino correcto, ya que al poco de pasar el puente y a la altura de unas casas, hay una bifurcación que te lleva por un camino alternativo más largo. En nuestro caso, tomaremos el tradicional y recomendado, que nos llevará a seguir el río Sil. Dejamos las últimas casas en un ascenso, que hará que decidamos despojarnos de ropa, para luego comenzar poco a poco a descender hacia la localidad de Pumares. Un mirador habilitado ofrece unas magníficas vistas del embalse de Pumares, lugar donde aprovechamos para hacernos algunas fotos.

Continuamos el cómodo y ancho camino que discurre al lado de la vía férrea y que nos llevará a Pumares. Un techado con maquinaria agrícola y un pequeño cartel de madera, nos dan la bienvenida a la localidad orensana. Cruzamos el pueblo desierto a estas horas llegando a la plaza de la Estrella, donde está su ermita y también una fuente, llamándonos la atención los televisores abandonados en los bajos de algunas casas, aparentemente, habitadas. Abandonamos Pumares despidiéndonos de un rebaño de ovejas en un cercado junto a unos perros y continuamos el agradable camino paralelo a las vías del ferrocarril.

Al otro lado del río podemos observar diferentes naves y explotaciones de pizarra, tan características de esta zona de la comarca de Valdeorras. Un aparentemente nuevo cartel nos sorprende en el camino, en él se puede leer “Nogueiras, tu pueblo”. Estamos en esa población abandonada de la que quedan apenas cuatro casas a uno y otro lado de la vía. En una de las casas sin techo, hay un pequeño y bonito altar con una virgen que visitamos y fotografiamos. Dejamos “nuestro pueblo”, Nogueiras, y continuamos el trayecto hasta divisar a lo lejos Sobradelo, al que entramos por la parte alta donde se encuentra el cementerio. Una plaza con una capilla dedicada a San Antonio, nos recibe con los ladridos de dos pequeños perros a los que parece inquietar nuestra presencia.

Continuamos hacia la parte nueva donde se encuentra el local social donde aprovechamos para tomar un café. Por suerte, la apertura del mismo coincide prácticamente con nuestra llegada. Antes de dejar Sobradelo descendemos la calle para ver una curiosa fuente, para después seguir los hitos que nos llevarán, previo paso por la Casa Consistorial, a abandonar el mismo. Desde la carretera, y cuando dejamos las últimas casas, podemos ver el bonito puente conocido como “Pontenova”, puente de 7 arcos destruido en parte para impedir el paso de las tropas francesas y reconstruido a principio del siglo pasado. Abandonamos la población por la carretera, donde un cartel nos indica que a escasos 20 metros podemos ver el conocido como Petroglifo de Entoma, que faltaría más, no dejamos de visitar. Llegamos a Éntoma cruzando su bonito puente de un arco, y allí, en una pequeña plaza, podemos ver un curioso árbol estatua hecho con diferentes aperos agrícolas.

Ya saliendo del pueblo nos encontramos con la bonita iglesia de San Juan Bautista, de piedra rojiza y en la que nos llama la atención la cruz de malta que adorna su fachada. Salimos por un bonito camino entre pinos y alcornoques en ligera subida, y por el camino, nos encontramos con dos paseantes de fin de semana que nos confunden con militares de la Unidad Militar de Emergencias… ¿Será por nuestra mochila o por nuestra indumentaria? El camino discurre también entre viñedos en los que se entremezclan los colores pardos, rojizos y verdes, para acabar saliendo a la carretera, que acabamos cruzando para inmediatamente aprovechar para beber de una fuente a pie de vía. Seguimos la carretera para luego pasar bajo un paso subterráneo la via de ferrocarril y poco a poco acercarnos a O Barco de Valdeorras, localidad que ya comenzábamos a divisar antes de cruzar la carretera.

Entramos en O Barco por la calle Real, y al llegar a la plaza donde está la iglesia, dejamos las mochilas un rato, Rubén para comer algo, y yo ya para dar un pequeño rodeo por la población. Hace un día espléndido y soleado y la plaza y las terrazas están llenas y animadas. Continuaremos dirigiéndonos a la zona del bonito Ponte da Barca sobre el Sil y posteriormente el animado paseo del Malecón que prácticamente vertebra la población a la vera del Río. Una simpática mujer que departe en la terraza acompañada de familiares o amigos nos desea “Buen camino” animosamente, cosa que nos alegra. Tal y como nos informa un panel informativo del Camino de Invierno, vamos siguiendo el camino oficial que sigue todo el malecón, y no el que nos introduciría al centro de la población para ir en dirección al albergue municipal de Xagoaza que se encuentra a unos 3 km del camino.

Una vez acabado el bonito y animado paseo salimos a un camino entre álamos siempre siguiendo el río hasta que finalmente salimos a la zona conocida como A Pobra. Desde allí, saldremos a una carretera secundaria cerca de la nacional que nos llevará en dirección a la localidad de Arcos que dejaremos a nuestra derecha. Una pequeña serpiente en la carretera nos llama la atención, y uno que es aficionado a estos reptiles, y viéndola inmóvil como acostumbran al calor del asfalto de la tarda, decido cogerla y apartarla de la carretera hasta llevarla a un lugar seguro libre de coches. Algo más adelante, cruzaremos bajo un pasadizo llegando a una gran nave industrial junto a la vía del tren donde se almacenan grandes placas de pizarra. Estamos a tocar de Villamartín de Valdeorras, al que llegamos después de dejar a un lado la especie de presa que hace el río y la pasarela que lo atraviesa hacia el pueblo que está al otro lado.

Seguimos caminando por el malecón de la población después de cruzar un antiguo puente, dejando sucesivamente la zona donde está el albergue municipal y algunas instalaciones deportivas. Por lo que parece, el camino no nos va a introducir en el pueblo, y cuando ya dejamos las últimas casas, decidimos retroceder en busca de algún bar donde poder comer algo. Acercándonos a la población, nos toparemos con un bonito y colorido mural que representa las labores de la vendimia. Tal y como se ve en él y como nos podremos informar después, esta población es conocida por sus bodegas subterráneas o “covas” excavadas en la montaña aprovechando los restos de las antiguas excavaciones romanas para obtener oro. El centro del pueblo está a un rato aún del lugar donde nos encontramos, pero no tendremos dificultad para llegar a él. Parece que no hay mucha actividad en la zona, así que decidimos preguntar a una señora para que nos recomiende algún bar para poder comer algo. La señora, una portuguesa vecina del pueblo, nos indica donde está el más adecuado mientras nos acompaña y nos cuenta sus experiencias como peregrina y sus inquietudes jacobeas. El bar, al lado de un muy bonito cruceiro, parece ser el principal del pueblo, un centro tipo casino bastante concurrido con vecinos que juegan a las cartas.

Desde allí, y después de reponer fuerzas, volveremos otra vez al inicio del malecón recorriendo el paseo que habíamos ya transitado anteriormente. Tras un tramo por asfalto entre el río y la vía férrea llegaremos a un embalse sobre el río Sil y poco después pasaremos al otro lado de las vías para ir ya por carretera hasta la población de A Rúa. Descendiendo por la carretera que vertebra la ciudad nos llevaremos la sorpresa de cruzarnos con el chico de la gasolinera que por la mañana temprano nos había atendido en Puente Domingo Flórez. Desde allí, aún nos quedará un buen trecho para llegar a nuestro final de etapa de hoy, en el Albergue Casa da Solaina, en el barrio alto de Fontei, al lado de la iglesia de nuestra señora de Fátima.

A pesar de que los kilómetros de la etapa de hoy pesan, el recorrido es agradable, podemos admirar los viñedos de la zona conocida como Campogrande y deleitarnos con las sombras que proyectamos sobre el asfalto a medida que el sol va bajando cada vez más antes de ocultarse. La casa albergue donde nos alojamos está perfectamente señalizada, en un barrio de casas antiguas de esos que tanto nos gustan y que solemos llamar “auténticos”. La jornada ha sido larga, pero el lugar es ideal para descansar. Asun Arias, nuestra hospitalera particular, apasionada de este camino y presidenta además de la Asociación de Amigos do Camiño de Santiago por Valdeorras, nos tratará de maravilla y tendremos la ocasión de departir con ella sobre el Camino de Invierno y sobre otros temas de actualidad incluso en lengua catalana.

Antes de la ducha y antes de que el sol se esconda definitivamente, aprovecharé para acercarme a los lugares que Asun nos ha recomendado para cenar y para hacer una visita express de la zona con la última luz del día. En el mesón O Toño, además de tomar un delicioso caldo gallego y huevos con jamón y patatas, nos prepararán unos bocadillos para la etapa del día siguiente, puesto que tal como ya estábamos informados y como será bastante habitual en este camino, no encontraremos bares ni otro tipo de comercios donde poder abastecernos.

A Rúa de Valdeorras-Quiroga

Lunes, 14 de noviembre

Asun nos prepara el desayuno con tostadas que aprovechamos bien visto que en la etapa de hoy no tendremos muchas, por no decir casi ninguna, de encontrar algún lugar donde poder comprar algo. Antes de marchar nos pide si podremos colaborar llamándonos para una pequeña entrevista para su sección Camiño de Inverno que hace en Radio Voz de Valdeorras, propuesta que aceptamos gustosamente. Además, nos facilitará el teléfono de unos vecinos de Bendilló, Lino y Esmeralda, que en esa localidad, a mitad de etapa más o menos, suelen atender desinteresadamente a peregrinos que pasan por allí ofreciéndoles algo que tomar caliente. ¡Sin duda agradeceremos un café caliente a medio trayecto!. Por si acaso, pensamos en comprar algo dulce en la panadería más próxima para llevarlo por el camino, pero como eso nos supondría tener que desviarnos para retomar el recorrido correcto, y hoy nos hemos demorado algo en la salida, Asun se ofrece para ir a comprar ella los bollos mientras nosotros comenzamos a caminar.

El camino se retoma muy cerca de la casa da Solaina de Asun. Llegados a la plaza donde se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de Fátima de Fontei, tomamos la carretera en ligera subida dejando a nuestra derecha un hito homenaje a Ramón García Rodríguez, presidente de honor del camino de invierno por Valdeorras tal y como pone en la inscripción. La carretera va en ligera subida, vamos dejando atrás A rúa y en uno de los muros de una vivienda nos llama la atención un reloj de sol bastante particular con su versión estival y de invierno. Hacemos un alto en la residencia Os pinos, donde hemos quedado con Asun para que nos traigo las pastas que nos ha comprado. Allí, Rubén aprovecha para cambiarse para adecuarse el calzado y el pie donde parece que una incipiente ampolla comienza a molestar. Asun se ofrece para comprar algo en una parafarmacia para aliviar la molestia, pero decidimos no abusar más de su generosidad despidiéndonos de ella y agradeciéndole lo bien que nos ha tratado y todo lo que ha hecho por nosotros. Si las molestias persisten, ya tendremos tiempo en Quiroga de comprar algún remedio.

Dejamos a Rúa y en breve, mientras dejamos a un lado las viñas con sus tonos color vino, rojizos y pardo, comenzamos a transitar por una carretera secundaria por la que parece no transitan apenas vehículos. El recorrido a media ladera entre un frondoso bosque, nos permite ver a tramos el río Sil además de la carretera nacional así como las vías del ferrocarril. Lo que podría parecer un tramo pesado, puesto que serán unos 8 kilómetros hasta llegar a la primera población por la que pasaremos, no lo es tanto, debido en gran medida a la creación artística que suponen una serie de montículos de piedras pintadas que vamos viendo a un lado de la ladera, así como unas curiosas esculturas de madera colgadas en los árboles de lo más variopinto. Unas representan conchas peregrinas indicando el camino, otras son caras con la bandera de Galicia, luego un par de ojos que parecen dar vida al bosque… ¡Hasta el pato Donald sale a nuestro encuentro!. Desde luego, una manera original, divertida y muy adecuada al entorno para hacer estos kilómetros más amenos.

Antes de llegar al límite provincial entre Orense y Lugo, vemos pasar el prácticamente único vehículo que nos cruzará durante el recorrido, un camión de recogida de residuos. Damos la bienvenida a la provincia de Lugo haciéndonos algunas fotos junto a las señales indicadores para continuar luego el trayecto deleitándonos con el bonito paisaje que ofrecen las coloridas viñas en la ladera junto con los meandros que va trazando el Sil. Mientras tanto, regularmente, se suceden las esculturas de madera que representan peces, mariposas y alguna que otra flor. Finalmente, alcanzamos la primera población del día, y la primera localidad lucense por la que transita el Camiño de Inverno, Alvaredos. El pueblo parece desierto, dejamos a un lado una pequeña capilla de la que nos sorprende el poste eléctrico que con bastante poco acierto le ha sido colocado justo delante, y nos desviamos para ir a la pequeña plaza donde encontramos una fuente jalonada por una placa de agradecimiento al artífice de la llegada del agua a la pequeña población.

Un gato quizás poco acostumbrado a las visitas foráneas nos observa desde una casa cercana mientras vamos dejando el pequeño pueblo pasando por unas bonitas casas bien cuidadas en su exterior. Por el camino vamos encontrando alguna higuera y olivos, dejando a nuestra derecha una fuente lavadero mientras vamos descendiendo hasta cruzar la carretera. Allí, el camino en un descenso muy pronunciado pero agradable en tramos herbosos y de pizarra, previo paso por el lugar de Fraga Furada tal como nos anuncia un cartel de madera, nos llevará hasta el arroyo Ferreiros que cruzaremos por un antiguo puente. Allí al lado, además de los castaños y lo que parece ser un antiguo molino, un pequeño puesto colocado estratégicamente nada más cruzado el puente, nos ofrece fruta ecológica. Evidentemente, no desaprovecharemos la ocasión para coger algunas castañas, un par de deliciosas manzanas y también dos tomates que nos irán de perlas para untar el pan de nuestros bocadillos. Ciertamente, como catalanes, echamos de menos la costumbre tan habitual en nuestra tierra de origen de untar el pan de los bocadillos con tomate maduro y aderezarlos con aceite y sal. ¿Estarían ahí esos tomates pensando en nosotros?. Pregunta sin respuesta que forma parte como muchas otras de los misterios del camino… No caminaremos mucho para en breve pasar por el apeadero de Montefurado.

La verdad, es que nos hace mucha ilusión pasar ahora por los lugares que unos días antes habíamos visto en nuestro trayecto entre entre Santiago de Compostela y Ponferrada donde habíamos comenzado nuestro camino. En subida, nos acercamos a la población de Montefurado, de la que ya atisbamos su rojiza iglesia dedicada a San Miguel. El lugar es ideal para hacer la primera pausa larga del día y dar buena cuenta de las pastas que nos ha comprado Asun en A Rúa. La iglesia se levanta majestuosa y silenciosa ante nosotros, y dejando las mochilas en uno de los bancos de piedra, subimos sus escalinatas para visitar el cruceiro anexo así como el cementerio que la rodea. Como suele ser habitual, la iglesia, está cerrada, así que nos contentaremos con verla por fuera.

Tras la pausa, en la que nos ha acompañado un simpático y manso perro del lugar, vamos abandonando el pueblo entre casas en las que destacan los voladizos entre ellas para resguardarse de la lluvia así como el tono rojizo de la piedra. En una pequeña plaza, con una fuente y un lavadero, se erige una cruz junto a la que nos fotografiamos. A medida que vamos saliendo del lugar las casas parecen estar cada vez en peor estado. De hecho, las últimas, parecen presentar un estado de abandono más que evidente. El camino de piedra gana altura de manera continua, y a medida que la pendiente se acentúa y vamos dejando el pueblo a lo lejos, podemos ver al otro lado del Sil, la panorámica del majestuoso túnel de Montefurado, auténtica obra de ingeniería hidráulica romana construido para poder desviar las aguas del río Sil y extraer oro de él.

Tras la subido saldremos a la carretera que abandonaremos en breve para llegar al agrupado de casas de Hermidón. Pasada la pequeña aldea, retomaremos la carretera por la que caminaremos unos kilómetros camino de Bendilló. Será en ese tramo donde recibiremos la llamada de Radio Voz de Valdeorras y de Asun, que nos entrevistará en directo sobre nuestra experiencia como peregrinos del camino de invierno. Dejamos la carretera para volver al camino que nos llevará a través de edificaciones abandonadas como a Venta Nova primero, y algo más adelante, a A Venta Vella. Será allí donde llamaremos a Lino, tal como nos había indicado Asun, para anunciarle nuestra llegada al pueblo. Tal como nos explican, él y su mujer se encuentran recogiendo las castañas algo lejos de la población, así que le comentamos que no hace falta que se tomen la molestia de bajar a atendernos. El camino es realmente bello, con vegetación claramente mediterránea en la que no falta la jara, los madroños y el tomillo. Parece que vamos subiendo y vemos un grupo de casas a nuestra derecha en lo alto que confundimos con Bendilló.

El bonito camino, sin embargo, ahora nos lleva en bajada hacia una zona en la que volvemos a encontrar otra vez castaños. El piso cubierto de erizos con sus frutos se ofrece ante nosotros cual magnífica alfombra otoñal camino del arroyo que fluye en la parte más baja. Aprovechamos para comer algunas castañas, realmente deliciosas, mientras que observo en el móvil alguna llamada perdida. Resulta ser Lino, que finalmente, a pesar de haberle pedido que no se tomase la molestia, ha decidido bajar al pueblo a atendernos. Una buena noticia inesperada. Y una muestra más de la bondad y la dedicación que ofrecen las gentes de estas tierras hacia los peregrinos que se aventuran por este poco transitado camino. Cruzado el arroyo volvemos a subir de manera evidente hasta alcanzar otra vez la carretera, que nos llevará hasta la Capilla das Farrapas, curioso nombre que hace referencia a la costumbre de los antiguos caminantes que se despojaban de sus sucias y rotas vestimentas para evitar enfermedades infecciosas.

Al lado de la misma, vemos una antigua almazara para hacer aceite junto a la cual como nos comentará Lino, parece ser que se hace una fiesta anual. Ciertamente, una de las cosas que nos sorprende en esta jornada, como ya habíamos advertido al salir de Albaredos, es encontrarnos con olivos en esta zona, árbol que creíamos más habitual de otras latitudes y que como se demuestra, encuentra su lugar en el microclima de esta zona interior
de Galicia, y además, tal y como nos informan, con una calidad de sus aceites excelente. 

Dejamos la almazara, y para variar, en constante subida, llegamos a Bendilló, donde a la entrada, ya nos está esperando Lino, y su bonito perro. Lino nos prepara un café en el recinto, que según nos cuenta, funciona como lugar de reunión del pueblo y como bar en los meses de verano cuando en esa época aumenta ostensiblemente la población. Allí pasaremos una hora y media larga agradable alrededor de la lumbre de la chimenea, donde además de comernos los bocadillos que nos habían preparado el día anterior en el bar O Toño de A Rúa, Lino asará castañas para nosotros. Tan a gusto estamos y la charla con nuestro anfitrión es tan interesante que nos cuesta acabar marchando y despidiéndonos del lugar. Antes, nos haremos unas fotos con él y nos recordará que el próximo mes de mayo en Bendilló, se celebrá la fiesta del aceite de Quiroga. Además, nos obsequiará con una buena cantidad de castañas recogidas por él para que nos las llevemos. A pesar de que el kilo y medio de las mismas en la mochila suponen un incremento de peso importante, y más, teniendo en cuenta que todavía nos quedan días hasta llegar a Santiago… ¿Quién puede renunciar a llevar consigo semejante obsequio tan gallego y tan otoñal a la vez?

A la salida de la población nos despide su iglesia de Santa María para a continuación comenzar una fuerte bajada desde la que podemos contemplar la carretera N- 120 además de la vía ferroviaria y cómo no, el río Sil, que en esa zona traza un fotogénico meandro que no dudamos en fotografiar. Llegamos a Soldón, donde volvemos a ver las típicas casas entre voladizos así como la curiosa Casa de O Forno. Volveremos a salir en subida de ese pueblo para dejar a un lado Sequeiros y acercarnos otra vez a la nacional. Desde allí, la cruzaremos a través de un túnel y después de un tramo boscoso alcanzaremos la localidad de Novaes. A medida que el camino nos acerca a esa localidad, a lo lejos, podemos ver el cuerpo principal de su castillo con su torreón cuadrangular que domina la población.

Dejamos las mochilas en la pequeña plaza de la población y subimos a nuestra izquierda para visitar los restos del castillo. En la fachada de su entrada principal, la cruz de Malta, que nos recuerda que perteneció a la Orden Hospitalaria de los Caballeros de San Juan. Los restos, parecen bien conservados, al menos para evitar la ruina total del edificio. Desde el interior de la torre principal a través de sus ventanas, se tienen buenas panorámicas del río Sil que fluye a sus pies. Este castillo de Novaes a pesar de su sencillez, es de los lugares que se recuerdan una vez concluido el camino. El silencio, el testimonio de las piedras del edificio, el bosque que lo rodea, y el río Sil…

Por momentos, parece que vuelvo a encontrarme en uno de los muchos castillos visitados apenas hace dos meses durante mi recorrido por la Vía Francígena en Italia desde los Alpes camino de Roma… Dejamos el castillo para volver a cargar con las mochilas y reprender el camino, pero antes, nos acercamos a la pequeña capilla que discreta en la plaza, resulta iluminada por el sol de la tarde y que nos permite ver en su interior, lo que parece es un santo peregrino con un perro a sus pies.

Tomamos un sendero que baja bruscamente hacia un puente entre frondosa vegetación hasta cruzar el arroyo, para luego comenzar una espectacular subida otra vez sobre camino empedrado y arbustos, que aun lado y otro del sendero, parecen formar un túnel por el que vamos ganando altura. Desde este lado del valle, se tiene una bonita panorámica del castillo de Novaes imponente en su alto. Alcanzado otra vez el llano, el camino se rodea sobretodo de viñedos y árboles frutales para pasar primero por San Xulián de Arriba, y poco después por Caspedro, desde donde ya podemos ver la población de Quiroga que será nuestro final de etapa.

En el lugar de Caspedro, al lado de una pequeña capilla que rodeamos, unas señoras que toman el sol de la tarde, se interesan por nuestro recorrido y nos recuerdan la suerte que estamos teniendo con el tiempo. Ciertamente, hoy tampoco nos podemos quejar. Son casi las cinco y media de la tarde cuando desembocamos en la carretera que nos lleva a la calle Real una vez cruzado el puente medieval. El albergue municipal de Quiroga en el que nos alojaremos, queda a pie de esa calle y no será difícil dar con él. A pesar de que la jornada de hoy se ha alargado algo más de lo previsto, aún dispondremos de tiempo para callejear algo por la población y hacer unas visitas al estanco y a un supermercado antes de que se vaya el sol. Mañana, se nos presenta la etapa reina del Camino de Invierno, que nos llevará a Monforte de Lemos, y será necesario comprar provisiones para afrontar el recorrido.

Quiroga-Monforte de Lemos

Martes, 15 de noviembre

Hoy hemos decidido levantarnos antes para poder empezar a caminar justo cuando ya empiece a clarear el día y haya luz natural. Hacia las 7 menos cuarto cuando aún es de noche, ya estamos en pie, tenemos las mochilas preparadas y podemos desayunar en el albergue lo que hemos comprado el día anterior. Hacia las 7 y media salimos del mismo y comenzamos siguiendo la calle principal del pueblo la larga etapa de hoy. Abandonamos Quiroga por la carretera que lleva a Monforte y pasamos bajo el puente de la carretera nacional. Algo más adelante nos encontramos con el mojón jacobeo que nos lleva a cruzar por el puente nuevo hacia San Clodio, en la otra orilla del río Sil, que hoy abandonaremos de manera definitiva. Existe la posibilidad de seguir recto por la carretera y no hacer el rodeo que supone pasar por San Clodio, ya que la carretera luego se une en el otro puente por el que tendremos que pasar una vez cruzada esta localidad.

El camino siguiendo la carretera quizás nos ahorre apenas 2 km, pero nosotros preferimos evitar en lo posible el asfalto y decidimos seguir las flechas y los hitos indicadores. Por lo visto, San Clodio dispone de una playa fluvial y un paseo a orillas del Sil muy concurrido en época estival. En pleno mes de noviembre, sin embargo, y a estas horas de la mañana, no parece que sea demasiada buena idea pasarnos por allí. Las indicaciones nos llevan a la estación de ferrocarril de San Clodio-Quiroga, que también recordamos haber pasado en tren el día que llegamos a Santiago para ir a Ponferrada, y poco después nos llevarán a cruzar el último puente del camino por el que cruzaremos el río Sil y por el que nos despediremos de él. Se trata del llamado puente viejo, donde tomaremos unas fotografías antes de proseguir el camino que nos llevará a la antigua y poco transitada carretera de Monforte. Cruzamos la población de Espandariz dejando una capilla a nuestra derecha y más adelante volvemos a pasar bajo un túnel que nos deja al otro lado de la N-120. Allí, tomamos una antigua carretera que poco a poco va subiendo hasta que dejamos abajo la población de Nocedo con sus tejados de pizarra a pie de la nacional.

Al margen de la carretera por la que ascendemos gradualmente, en un paisaje donde domina el pino, podemos observar bastantes “rovellons” , apreciada seta en Catalunya de alto valor culinario. Las señales nos hacen abandonar la carretera saliendo por una pista forestal a la derecha, donde aprovecharemos para hacer una pequeña pausa y quitarnos algo de ropa. La pista continua en subida entre frondosa vegetación, en un largo tramo que resultará ser de los más solitarios y bucólicos de todo el camino de Invierno. Alejados del tráfico, entre pinos sobretodo y entre la niebla que a tramos apenas deja ver a unos metros de distancia, la comunión con la naturaleza parece total. La pista asciende en fuertes rampas hasta salir a lo que parece una antigua carretera en desuso prácticamente convertida también en pista por encontrarse en parte cubierta por la vegetación. Poco a poco, entre los pinos comenzamos a ver también madroños y castaños que adquieren una tonalidad fantasmagórica entre la niebla aún persistente. En  algunos recodos abundan los líquenes que cubren árboles y rocas y que nos dan una idea de la pureza del aire que en este paraje tan solitario se respira.

El camino nos lleva hacia un arroyo para luego volver a subir poco a poco hasta el alto en el que nos encontramos con la Ermita de los Remedios donde hacemos una pausa para comer algo. Después de tantos kilómetros en este tramo tan solitario, parece que finalmente nos acercaremos a alguna población. Ahora en descenso llegamos a Carballo de Lor, solitaria población donde nos recibe un perro que con sus ladridos despierta a su amo, que nos deseará buen camino desde la ventana de la casa. Tenemos las manos heladas, así que, aprovecharemos para ponernos los guantes a la vez que seguimos la señal que nos lleva a la fuente de la población.

Continuamos bajando camino ya de Barxa de Lor, pero antes, aún tendremos tiempo de pararnos y retirar una salamandra que Rubén ha encontrado en medio del camino para evitar que acabe como otras muchas que hemos visto, atropellada por algún vehículo. La bajada nos regala una bonita panorámica del valle del río Lor, que cruzaremos una vez llegado a Barxa de Lor y su majestuoso puente romano a cuyos pies nos reciben unos canes, que aunque grandes y de aspecto fiero, resultan ser por suerte bastante más mansos de lo que aparentan. Un desvío que supone hacer uso cuantos cientos de metros de más, nos indican un lugar donde poder tomar algo tal y como nos habían informado los días precedentes. Sin dudarlo, tomamos el desvío hacia la zona del imponente nuevo viaducto a cuyos pies se encuentra la Pensión Pacita. Es un camino cómodo y agradable al lado del río que fluye manso al abrigo de abundantes olmos y fresnos.

Al llegar nos encontramos el bar cerrado, unos perros que nos siguen parecen interesarse por nosotros, tomamos asiento y dejamos nuestras mochilas en la entrada mientras llega un señor en un coche que nos comenta que en breve llegará Pacita que ha ido a hacer unos recados. Un café con leche y unos sobaos nos sentarán de maravilla en esta larga etapa de la que aún nos queda algo más de la mitad del recorrido. El segundo desayuno del día, por así llamarlo, resultará agradablemente amenizado con la charla con nuestra anfitriona, que nos comentará, casualidades de la vida, que su hermano, que justo el día anterior estaba aún por allí pasando unos días, es vecino mío en Castelldefels. Volvemos sobre nuestros pasos para tomar el punto donde nos habíamos desviado para retormar el camino. Antes, tomamos unas fotos del resultón espantapájaros que parece hacer guardia cerca de un cartel indicador de la zona por la que transitamos. Una vez más, en este evocador sube y baja que resulta el Camino de Invierno, volvemos a subir por una calle de importante pendiente que nos deja junto a la iglesia de Santa Mariña.

El camino continúa allí por un tramo herbáceo, en una empinada cuesta que nos llevará hasta un lugar conocido como O Castro da Lama, donde cruzamos la carretera. Un verde prado en el que vemos pastar a las vacas a lo lejos, nos da un poco de tregua para continuar después ascendiendo por un camino ahora de tierra que parece seguir la carretera nacional. El camino se aleja de ella y serpentea en un falso llano durante algo más de un par de kilómetros para acabar saliendo a un cruce carreteras donde un cartel indica la dirección hacia Piñeiros, Castroncelos y A pobra do Brollón. Tras una recta por la carretera llegamos a Castroncelos, en el que destaca un caserón con un imponente y cargado escudo heráldico en su fachada. Cruzamos la población dejando a la derecha fuera del camino la iglesia de Santiago, mientras más adelante, en una casa, dos perros de desgañitan a ladridos a nuestro paso. Dejaremos la carretera a nuestra izquierda para tomar un camino entra prados que en descenso, nos llevará a la siguiente población, A Pobra de Brollón. Hace una tarde espléndida, y el área recreativa junto a un arroyo, colorida y bien equipada, es un lugar ideal para pararnos a comer nuestros bocadillos y dejar descansar nuestros pies un rato quitándonos el calzado.

Dejamos A Pobra do Brollón pasando delante de su casa consistorial para cruzar la carretera a la izquierda y dejar el asfalto algo más adelante por un camino donde la frondosa vegetación otoñal cubre de hojas el firme. El sendero discurre junto al río Saá y tras pasar por algún pequeño agregado de casas nos lleva a un pequeño puente por el que pasamos sobre el río. El siguiente grupo de casas que pasamos  es Cereixa, que resulta ser la población de origen de la célebre María Castaña del dicho de los tiempos pretéritos, y que nos ofrece a la salida su blanca iglesia de San Pedro donde hacemos otra pausa junto a su cruceiro. Hacemos un pequeño paseo por la misma y por su cementerio a la par que observamos el bonito cruceiro en el que destaca el Santiago Peregrino en su fuste, y que Rubén aprovecha para saludar a la población con un toque de campana de la iglesia. Dejamos Cereixa para  por la carretera local pasar el siguiente núcleo poblacional, Rairos. Poco después tomaremos una ancha pista forestal en subida por la que caminaremos durante los próximos 5 kilómetros aproximadamente. Este es otro de los tramo para recordar de esta casi maratoniana etapa ya en plena comarca de la Tierra de Lemos y la Ribeira Sacra.

La constante subida por la ancha pista nos lleva primero a caminar entre robles para poco a poco dar paso a los altos pinos que jalonaran la senda a uno y otro lado, una vez pasemos el punto más alto de la subida. En los márgenes llaman la atención multitud de setas de todo tipo en un caminar a buen ritmo que nos lleva a cruzar una pequeña carretera vecinal y que algo después nos conducirá al núcleo de Reigada, ya a tocar de Monforte de Lemos. En el centro del lugar, un señor mayor toma el sol en uno de los bancos. En el anexo, tomamos asiento nosotros dejando las mochilas para darnos un respiro antes de acometer el final de la etapa en la capital de la Ribeira Sacra. El señor, que se expresa con fluidez, no parece entender nuestra pregunta al respecto de la distancia que queda para llegar a Monforte. Una vecina que deja el coche junto a nosotros saluda al vecino alabándole su impecable aspecto de Don Juan a sus 95 años. Nada más y nada menos. La vecina nos explica que al señor, de encomiable aspecto para su edad, y de apariencia mucho más joven, solo le falla el oído tal y como hemos podido comprobar anteriormente. El anciano se interesa por nuestra procedencia y tras un locuaz y simpático comentario, nos despedimos de él y de la vecina volviendo a cargar nuestras mochilas y reemprendiendo la marcha.

Entre prados y ya divisando Monforte con su imponente Torre del Homenaje que domina el paisaje, pasamos por una zona de huertas que nos llevan a pasar un canal de riego en la zona de las siete fuentes. Entre muros de piedra, pasamos por un tramo anegado y lleno de barro en el que algunas piedras colocadas estratégicamente nos sirven de gran ayuda. Siguiendo recto por la carretera nos acercamos cada vez más a Monforte y ya cerca de la población, nos sorprende el efusivo saludo de una lugareña que departe con otro vecino.

Para nuestra sorpresa, y tal como en seguida reconozco, se trata de Aida Menéndez, monfortina de pro, autora de la guía que nos está acompañando durante nuestro Camino de Invierno y Presidenta de la Asociación Camiños a Santiago pola Ribeira Sacra. Máximo, que así se llama el vecino que está con ella, nos invita a tomar unos vinos en su bodega. Aida se despide de nosotros deseándonos buen camino y continuando su paseo vespertino de esta tarde espléndida que apura sus últimos momentos de sol, mientras nosotros, a pesar de la inicial reticencia de Rubén, hoy especialmente cansado debido a la dureza de esta exigente etapa, acabamos aceptando la invitación de Máximo entrando a su bodega y realizando la última pausa antes de llegar por fin a Monforte. Nuestro anfitrión nos obsequia con vino de su cosecha en abundancia a demás de deliciosos embutidos, jamón y chorizo, del que damos buena cuenta. Como él nos cuenta, un buen vino como el suyo, un auténtico Ribeira Sacra sin conservantes ni añadidos, debe ir siempre acompañado por alguna vianda como las que nos ofrece para que no acabe subiéndosenos a la cabeza. Máximo, además de hablarnos de su vino , nos deleita con divertidas anécdotas de otros peregrinos que han pasado por su bodega. La compañía es más que agradable, pero queremos llegar aún con luz natural a Monforte y nos despedimos de él para afrontar los últimos metros de la etapa.

Pasado el paso a nivel, entramos ya de lleno en el entramado urbano de la capital de la Ribeira Sacra. Rubén aprovechará para hacer alguna compra en la farmacia antes de dirigirnos a nuestro alojamiento de hoy, la pensión Miño, donde tras una ducha, aprovecharemos que estamos en una ciudad grande para hacer la colada de estos pasados días en una de las lavanderías automáticas cercanas. El largo día de hoy aún dará para bastante más, ya que cuando ya poco a poco comienza a extinguirse el día, aprovecharemos para hacer una visita a la monumental ciudad visitando el puente medieval sobre el Río Cabe, recorriendo su casco antiguo, la plaza de España, pasando a poner un sello en nuestras credenciales en el Centro del Vino de la Ribeira Sacra, y cómo no, subiendo al conjunto monumental de San Vicente del Pino, con su monasterio, la torre del homenaje, sus murallas y sus puertas de entrada, y el palacio condal donde se encuentra el Parador Nacional, lugar en el que también pondremos el sello y del cual podremos visitar su claustro. Una más que merecida cena en la que degustaremos entre otras cosas una deliciosa empanada y habremos dado el día por concluido. La etapa reina del Camino de Invierno ha hecho honor a su nombre. 47 kilómetros ni más ni menos, es lo que marca mi smartband o pulsera inteligente, de eficacia y precisión más que probada, cuando hacia las once de la noche nos despedimos del día de hoy para irnos a dormir.

Monforte de Lemos-Chantada

Miércoles, 16 de noviembre

Son las 7 de la mañana y toca levantarse para comenzar hoy la etapa que nos llevará a la población de Chantada. Y la mañana no empieza precisamente bien, ya larga etapa del día anterior ha pasado factura a Rubén que siente molestias en los pies que le impiden caminar. Lo mejor es no forzar para evitar males mayores y dejar pasar el día de hoy para evitar males mayores. Rubén aprovechará para dormir lo máximo posible y luego visitar a un fisioterapeuta aprovechando que estamos en Monforte de Lemos, que es una ciudad que cuenta con todo tipo de servicios, mientras yo, hacia las 7:30 saldré de la pensión Galicia mochila a la espalda para realizar la etapa de hoy como teníamos previsto. Aún es de noche y nada más salir de la Pensión Miño veo que hay bastante niebla en la ciudad, busco una cafetería bar donde desayunar y me dirijo hacia el puente medieval donde el camino sale de Monforte.

El trajín de la ciudad es destacable con gente que seguramente se dirige a su lugar de trabajo y sobretodo de jóvenes camino de los colegios e institutos. Al otro lado del puente me paro en el cruceiro para ajustarme la mochila y me decido a rodear el convento de las Clarisas por la parte exterior para volver luego a la izquierda del cruceiro donde una flecha indica el camino a seguir. Paso delante de la Casa Consistorial de Monforte, de aspecto bastante poco habitual y que como luego podré, albergó con anterioridad un colegio, pasando por una calle con algunas casas por lo visto más antiguas que los edificios de la zona donde nos hemos alojado. Llego a la carretera y a una rotonda con un hórreo en el centro, para luego llegar a otro a la que me acerco entre la niebla para observar la escultura que representa un peregrino.

Siguiendo la carretera que lleva a A vide, paso por el cementerio y una serie naves, cruzándome con un señor y luego una señora que por lo visto han madrugado más que yo, y que a pesar de la niebla, caminan por el arcén de la carretera al igual que yo, pero ellos en dirección a Monforte. Las flechas me sacan del  tramo por la carretera por un camino de hierba bastante crecida y lleno de barro detrás de una casa. Cuando llevo unos metros y visto que la cantidad de barro es importante, pienso en recular y seguir por la carretera, sin embargo, finalmente decido seguir el camino que al poco me volverá a sacar a la carretera para acabar llegando al lugar de A Corga, donde al lado de la señal se sitúa un mojón jacobeo. Algo más adelante pasamos por unas casas abandonadas y por una iglesia con un cruceiro exterior.

Al salir a la carretera, un cartel indica que ese lugar parece ser O outeiro, aún en el concello de Monforte de Lemos. La niebla y la tonalidad de los bosques que rodean la carretera ofrecen unas bonitas a la vez que fantasmagóricas panorámicas. Un cartel señalizador indica la dirección hacia Reguengo, pero antes paso por Moreda, dejando la iglesia de San Salvador  a la derecha, y a la izquierda, una especie de palco en una plaza y una especie de pequeño altar con cruz que según señala los vecinos de Moreda han dedicado a la virgen del Rosario. La carretera comienza a ascender  poco a poco dejando atrás Moreda. Entre la niebla un coche que me acaba de pasar unos metros antes se para en medio de la carretera. A lo lejos vislumbre lo que para mi sorpresa parece un zorro que sorprendentemente se acerca al vehículo y lo rodea sin miedo alguno. El ocupante del coche baja de él y entonces el zorro, un poco reticente acaba cruzando el asfalto y saliendo por una pista a la derecha.

Llego hasta donde está el señor, que va a visitar a su madre a una aldea cercana, que me comenta que ese animal ya está acostumbrado a la gente, que ha matado alguna que otra gallina en las aldeas cercanas y que hace unos días incluso apareció durmiendo en el felpudo de una casa de Moreda. La zorra, tiene tres crías que suelen también deambular por la zona . Cuando ya él sube al coche y yo me dispongo a continuar el camino, ante nuestra sorpresa, vemos también cruzar la carretera a los pequeños siguiendo a la madre.

Acabada la subida llego a A broza, ya en tierras del municipio de Pantón, aprovechando para hacerme unas fotos desde la carretera con unas vacas que me observan con curiosidad y que parecen no asustarse ante mi presencia. La carretera jalonada por árboles a ambos lado me lleva al impresionante Pazo de O Reguengo que puedo observar primero desde una primera verja y después desde la entrada principal. Pasado el largo muro que rodea el pazo se gira más adelante en subida hacia el pequeño pueblo de San Lorenzo. El mojón que indica los 112,1 kilómetros a Santiago me saca a un camino con el piso entre piedras, hojas de castaño y erizos. Tras el siguiente grupo de casas, Castrotañe, que paso junto a la plaza con un lavadero y una fuente de piedra, comienza uno de los tramos más bonitos de la etapa de hoy y que me llevarán a Piñeiro primero y luego a Camiño Grande. El ancho sendero de tierra entre muros de piedra, cubierto de hojas  y con prados a los lados, ofrece una estampa totalmente otoñal.  Un par de caballos y un grupo de vacas junto a las que camino un rato junto a la propietaria que las dirige, amenizarán el bonito tramo a la par que, ahora sí, y bien entradas las 11 de la mañana, la niebla comienza a disiparse de manera definitiva.

Salgo a la carretera otra vez llegando a Camiño Grande,  ya en el concello de O Saviñao habiendo dejado atrás el de Pantón, donde un perro sale a mi encuentro. Sus ladridos alertan a la propietaria de la casa que me saluda desde la misma a la par que sale a mi encuentro iniciando una amena charla. Aprovecho para quitarme un rato la mochila y quitarme algo de ropa. La señora me habla de peregrinos del camino de invierno que han pasado anteriormente por allí, algunos de lugares realmente remotos, además de explicarme diferentes incidencias peregrinas que le han contado y con las que me siente bastante identificado. Me despido de ella y sigo la carretera hasta que pasado un pequeño núcleo de casas llego a un primer cruce que señala a Diomondi y a la iglesia románica de A Cova , y pasado un segundo cruce, en el lugar llamado Fontela, aparece el desvío que lleva al fotogénico lugar conocido como el mirador de “Cabo do Mundo”, que constituye el famoso meandro que realiza el Río Miño y que hemos visto en más de un cartel turístico de la zona. Unos señores mayores que realizan su paseo matinal me animan a unirme a ellos un rato advirtiéndome eso sí, que debo ir a paso de “anciano” como ellos mismo me dicen.

Durante el agradable tramo con ellos, hablando de lo humano y lo divino, de lo que han hecho en sus vidas, y de la curiosidad que les despierta el hecho de que vaya caminando desde Ponferrada hasta Santiago, recibo la llamada de Rubén que me indica que está esperando en el fisioterapeuta en Monforte de Lemos esperando una valoración de su dolencia. Me despido de ellos cuando como dicen, ya han llegado a su pensión, pero antes me explican, por si tengo alguna duda, el camino que me queda hasta llegar a Belesar a orillas del río Miño.

El día vuelve a ser espléndido, y camino a alto ritmo por la carretera dejando atrás una serie de pequeño núcleos poblacionales hasta llegar a Cirdeiro, donde me paro al lado de un bonito “peto de ánimas” donde dejo mi ofrenda y donde me demoro más de lo previsto debido a un perrito negro que me sale al encuentro y que retoza animoso a mis pies. El camino por asfalto me lleva primero a Vendanova y más adelante al lugar de Montecelo, donde destaca en un pequeño alto entre castaños un cruceiro al que me acerco para verlo de cerca. El camino sale de la carretera en descenso al lado de una marquesina en la que se encuentra el hito jacobeo que marca la mágica cifra de los 100 km a Santiago, sin embargo, es obligado caminar unos escasos 100 metros más adelante para visitar la Iglesia de San Paio de Diomondi, lugar al que me dirijo. Dejo la mochila a la entrada de la iglesia románica para rodearla y tomar diferentes fotos. La misma, formaba parte de un antiguo monasterio, del que aún  se conserva adosado lo que parece era la casa rectoral. La mochila me espera al lado del panel informativo del Camino de Invierno en su tramo de Monforte de Lemos a Belesar, para comenzar en breve el que es sin duda, uno de los tramos más espectaculares de todo el Camino de Invierno.

Empiezo a descender pasando por un conjunto de casas derruidas donde dos gatos que fotografío me observan a mi paso. El camino empieza a descender de manera ostensible sorteando la importante pendiente que me llevará a orillas del río Miño a base de continuos giros a izquierda y a derecha. Se baja por un frondoso bosque sobre un piso cubierto de hojas en el que se observan en buena parte el piso empedrado en lo que se conocen como los “Codos de Belesar”. El denso bosque sólo me permite ver el río entre la maraña de árboles, al que me voy acercando poco a poco. De vez en cuando echo la vista atrás para ver el camino descendido. El contraste del piso cubierto de hojas sobre el empedrado de losas, el verde del musgo que cubre las piedras de los muros laterales y la corteza de los árboles, y el tono amarillento parduzco de las hojas de los mismos, ofrecen unas imágenes inolvidables que inmortalizo con mi cámara.

A media bajada los tramos abiertos que aparecen en discontinuidad me permiten ver en la otra vertiente, al otro lado del Miño, los famosos bancales cubiertos de los viñedos que producen el conocido vino con denominación de origen de la Ribeira Sacra. Los tonos rojizos y pardos de las viñas que ofrece esta época del año son especialmente vistosos, en una panorámica clásica de esta zona gallega tan y tan publicitada a nivel turístico. Una parte del pintoresco pueblo de Belesar, aguarda al otro lado del puente que ya comienzo a ver cada vez más próximo, mientras que entre los bancales, se observa la carretera que zigzagueante remonta la pendiente al otro lado. En la parte más baja se camina ya a tocar de los bancales donde las viñas están a tocar, y poco después se entra en el pueblo, pasando bajo las pérgolas o emparrados entre casas. La bajada, acaba desembocando en una fuente y un lavadero  para tocar ya la carretera a tocar del puente que había visto durante el descenso.

Antes de cruzar el puente, donde los indicadores marcan la dirección hacia Chantada y el GR de la Rota dos Viñedos de Belesar, sigo la carretera a la derecha para acercarme al Club Náutico y a su restaurante donde haré un descanso para tomar el bocadillo. Allí, se pueden ver  algunas embarcaciones, tipo barcaza y catamaranes, que se utilizan para realizar paseos por el ancho río Miño. En la terraza, aprovecho para comer  en el marco incomparable que ofrece el estar a la orilla del río y con la fantástica imagen de los bancales de viñedos al otro lado del mismo. Continúo la ruta cruzando el puente nuevo de Belesar para llegar al otro lado de la población. Allí, destaca un peto de ánimas enrejado como alguno que ya he visto anteriormente donde se representan las ánimas purgatorio. Allí, dejo la mochila para subir a ver la iglesia se veía desde el otro lado del río. Desde allí, las vistas, esta vez de la vertiente por la que he descendido desde Diomondi, son una vez más inolvidables.

Antes de abandonar la población, ya en el concello de Chantada como indica un cartel, aprovecho para llenar la cantimplora en la fuente en bajada a la izquierda al lado del puente.  Se deja en pueblo en clara subida siguiendo la calzada romana de los codos de Belesar, en el que será el tramo más duro sin duda, de todo el Camino de Invierno. La pronunciada pendiente gana altura entre los bancales a uno y otro lado de la carretera, dejandonos ver  las plataformas a modo escalonado que se utilizan para subir la uva en época de vendimia. Por carretera, llego a la bonita bodega de Vía Romana, y poco después, se deja la misma en repentina bajada por estrecho camino a la derecha que baja hacia un molino al lado del cual fluye un riachuelo, que cruzo pasando por unas grandes losas colocadas en el mismo. Otra vez en ascenso, paso por pequeños núcleos como A Ermida o Queixeiros para volver a coger un sendero que se convierte en calzada romana otra vez, en las últimas y más empinadas pendientes de todo el recorrido.

Allí, camino entre grandes robles y la mirada curiosa de las vacas que pastan en las laderas que tocan al sendero empedrado, hasta llegar finalmente a San Pedro de Líncora, que aguarda con su bonita iglesia con cementerio. Desde allí, ya se ve Chantada, y sólo queda seguir las indicaciones que llevan por la carretera hasta la citada población. Rubén, que esta mañana ha visitado al fisioterapeuta en Monforte de Lemos, ya ha llegado en autobús a Chantada y me espera en la Pensión Yoel, que es donde nos alojaremos. Entro al pueblo dejando a la izquierda el desvío que lleva a la iglesia románica de San Salvador de Asma, que se puede ver en parte desde la carretera. Entro en el barrio de A Ponte donde un mojón conmemorativo pone de manifiesto la oficialidad del Camino de Invierno desde el 16 de agosto de este año 2016.

Cruzo un puente y entro a un bonito paseo arbolado que va paralelo al río Asma hasta llegar al centro de la localidad, por una bonita calle empedrada con casas tradicionales bien cuidadas y soportales en los bajos. En la plaza del mercado, destaca una casa en la que se encuentra la Casa de la Cultura y la oficina de turismo, es la casa de Lemos, en la que entro para pedir un plano de la localidad y para poner un sello en mi credencial. Allí al lado está la iglesia parroquial y entrando en la parte más moderno de la población paso por otra iglesia mucho más moderna con un cruceiro en la parte delantera. Desde allí, será fácil llegar a la pensión donde Rubén espera mientras se aplica hielo en la zona donde siente las molestias.

Después de un rato de descanso, realizamos una visita a la población, yendo primero al paseo fluvial del río Asma, por el que yo he hecho la entrada, y luego a su casco histórico y al ayuntamiento. Hacemos tiempo hasta la hora de cenar tomando un delicioso chocolate caliente con helado en una de las chocolaterías del centro. Parece que las molestias que sentía Rubén a primera hora de la mañana han remitido, que la visita a la fisioterapeuta ha dado sus frutos y que la sobrecarga muscular va en vías de solucionarse. Unas deliciosas pizzas para cenar en el restaurante donde para no perder la costumbre, nos preparan unos bocadillos para el día siguiente, y a descansar, yo de la etapa realizada y Rubén, para acabar de recuperarse de sus dolencias.

Chantada-Rodeiro

Jueves, 17 de noviembre

Dejamos la pensión Yoel y desayunamos en uno de los bares cercanos que está abierto. Nos dirigimos a la plaza de Santa Ana, donde una alegórica estatua representa sobre unos pedestales de piedra a tres personajes que soportan unas parras con sus racimos. Se sale de Chantada por una calle en subida en la que dejamos a uno y otro lado un par de colegios o institutos. Por suerte, parece que la jornada de descanso del día anterior que se tomó Rubén, fue una decisión acertada, ya que en estos primeros metros recorridos no siente molestias destacables.

El primer núcleo que pasamos tras Chantada, San Jorge de Asma, en el lugar de Centulle, destaca por un peto de ánimas, quizás el más destacable de los que veremos en toda la ruta, y que tan típicos son en el concello de Chantada. El peto, solitario en el campo rodeado de hierba, destaca por  su bien conservado relieve de las ánimas del purgatorio en llamas, y por la oquedad inferior metálica que seguramente servía para recoger las limosnas que se dejaban en él. Seguimos para llegar por carretera en poco tiempo a Casasoa, dejando a uno y otro lado diferentes hórreos, unos mejor conservados que otros, que hasta la etapa de hoy, no habíamos tenido la ocasión de ver en tal número. En el centro, destaca el cruceiro delante de una bonita casa de piedra.

Pasada la carretera, tomamos un desvío que nos lleva a un camino de tierra paralelo a la misma, y que durante un buen rato nos permitirá disfrutar del remonte del sol en la mañana, pudiendo tomar bonitas fotografías de los campos adyacentes. Nos llama la atención entre la vegetación la gran cantidad de telarañas que envuelven a las mismas a uno y otro lado. Volvemos a salir en breve a la carretera para volver a otra pista abierta donde podemos ver en la lejanía la Sierra de O Faro y el alto del monte del mismo nombre que en la etapa de hoy nos tocará subir. El contraste entre la tenue niebla, las dispersas nubes y el sol que comienza a ganar altura, nos ofrece unas bellas panorámicas camino de Penasillás, donde haremos la primera pausa larga del día.

Por una carretera local pasaremos antes por las aldeas de Boán, por su parte alta, y luego por Lucenza, donde un hito jacobeo marca que quedan 88.6 kilómetros para llegar a Santiago de Compostela, volvemos a tomar al poco una pista. Dejamos la pista que vamos siguiendo para volver a salir una vez más a la carretera donde llegamos previo paso por el agregado de casas de Vila Seco a Penasillás, dejando a un lado al margen de la carretera lo que parece un nuevo peto de ánimas o crucifijo. En Penasillás, que es la última localidad por la que transitaremos antes de subir al monte do Faro, nos llevaremos una agradable sorpresa, ya que cuando pensábamos que no encontraríamos ningún tipo de servicio abierto, resultará que la llamada Taberna de O Peto estará a nuestra disposición. Se trata de una bonita población con una cuidada plaza donde destaca una iglesia y un bonito peto de ánimas, en la que nos recibe un can que al descansa en medio de la carretera  y que parece no inmutarse a nuestro paso.

Antes de entrar a la taberna a tomar un café con leche, un vecino nos ofrece la posibilidad de abrirnos la iglesia capilla de San Antonio, ofrecimiento que no declinamos. Dentro, en la limpia y cuidada capilla, destaca un estandarte de la Virxe do Faro además de una talla de un Santiago Peregrino con su bordón y sus conchas peregrinas. El vecino, nos explica cuando se realiza la romería a la Ermita do Faro y cómo participan los vecinos en ella. Aprovechamos para llenar nuestras cantimploras en la fuente de la bonita aldea, y en la terraza de la taberna donde hemos dejado nuestras mochilas, observamos que hay dos mochilas y por lo tanto, dos peregrinos, los primeros que hemos visto en todo el camino, y que también han aprovechado para darse un respiro. Se trata de Víctor y Olalla, una pareja de vigueses que tal como nos explican, ya han realizado otros caminos hacia Santiago y que en esta ocasión han iniciado el recorrido en Monforte de Lemos, con lo que hoy están realizando su segunda etapa. Departimos un rato con ellos en la terraza, ponemos los sellos de la Taberna do Peto en nuestras credenciales, y aprovechamos que ellos se ofrecen, para hacernos unas fotos junto al bonito peto de ánimas en el centro de la población y en frente de la capilla.

Nos despedimos de Víctor y Olalla y salimos de Penasillás dejando a nuestra izquierda tras la plaza, otro peto de ánimas más modesto que el anterior, situado en la pared de una de las casas que dejamos atrás. Aunque al parecer, y también tiene su lógica y sus defensores, parece que el camino de invierno en una de sus alternativas rodeaba el monte Faro para evitar la exigente subida que suponen los más de 1000 metros sobre los cuales se emplaza la Ermita del mismo, nosotros seguimos el trazado señalizado que nos llevará a subir hasta esa cota.

Primero por asfalto, vamos subiendo progresivamente hasta cruzar la carretera donde supuestamente se inicia el recorrido alternativo que nosotros no tomaremos. Allí, comienza un tramo empedrado donde las rampas comienzan a ser cada vez más evidentes. A continuación comenzamos a ascender siguiendo una amplia pista forestal hasta que ganada cierta altura, podemos ver a nuestra derecha la dorsal que tomaremos en la bajada y que alberga un importante parque eólico. Aproximadamente a la mitad de la larga subida, alcanzamos la carretera que sube a la Ermita, lugar en el que se encuentra un gran monolito con un poema dedicado a dicho monte. Ahora subimos por el asfalto hasta alcanzar un área de descanso con un par de fuentes de fresca agua y un aljibe que no dejamos de visitar dejando nuestras mochilas a pie de la carretera. Llenadas las cantimploras acometemos el último tramo de la subida, llegando a un desvío a la izquierda que parece subir directo a la Ermita, en un bonito tramo herbado y que parece ser un vía crucis.

Decidimos tomar este camino por la empinada rampa en la que vamos ganando metros sobre la hierba dejando a uno y el otro lado las diferentes cruces del via crucis, viendo como poco a poco la ermita se va ofreciendo ante nosotros hasta alcanzarla finalmente. La planicie en la que se asienta la Ermita do Faro, de singular forma de nave, alberga también un pequeño altar capilla, así como un precioso cruceiro con una representación de Adán y Eva en el fuste, y diferentes rocas con diferentes cantigas y poemas. Estamos sólos en la ermita, dejamos las mochilas al borde de unas de sus muros y aprovechamos para comer los bocadillos tomándonos un descanso disfrutando  del espectacular día que se nos ofrece hoy. Pasamos el cruceiro y seguimos las marcas que nos llevan ahora en bajada hacia el lugar por el que hemos subido, sin embargo, la cumbre del monte faro con su torre de vigilancia está a apenas 200 metros y no podemos dejar la ocasión de subir hasta allí aunque el camino no pase por la cima. Dejamos las mochilas en un indicador y subimos hasta el punto culminante donde destaca , a parte del clásico vértice geodésico a modo de cilindro de cemento, el edificio vidriado, la torre de vigilancia de madera y un bonito y colorido mosaico donde se señalan diferentes montes y edificios de interés, entre ellos, la Ermita do Faro con sus 1154 metros.

El lugar es un auténtico mirador al cual vale la pena subir, ya que, además de constituir el límite geográfico entre las provincias de Lugo y Pontevedra, ofrece extensas panorámicas de las cuatro provincias gallegas. Recogemos nuestras mochilas y seguimos los hitos indicadores en descenso hasta llegar casi al inicio del via crucis por el que hemos ascendido a la ermita. En la bajada, observamos que estamos a tocar, por la parte posterior, de las fuentes y el área de descanso en el que hemos estado apenas una hora y media antes.

El continuo descenso va siguiendo la línea del parque eólico con sus imponentes molinos blancos, que vamos dejando a nuestra izquierda. De vez en cuando, nos vamos parando al borde de la pista observando las extensas y bonitas estampas que se nos ofrecen. Un cazador recoge a sus perros y se dirige a su vehículo a nuestra derecha, mientras que a nuestra izquierda, pequeños ratoncillos de campo saltan de un lugar a otro hasta perderse entre la vegetación. Llegamos a la carretera donde cruzamos el puente sobre la autovía. Un indicador, señala que el Mirador de Faro está ya 6 kilómetros atrás. Algo más adelante, un hito nos indica que estamos ya en el concello de Rodeiro, en la provincia de Pontevedra. El camino continua descendiendo en un tramo entre robles hasta que alcanzamos, tras una fuerte rampa, las primeras casas del lugar de Vilanova, con una fuente y abrevadero.

El lugar es ideal para hacer un pequeño descanso para adecuarnos el calzado y la mochila. Después, alcanzada la carretera llegamos al singular conjunto del Pazo de Camba, con su Casa Fortaleza, su iglesia, su cementerio, y cómo no, su cruceiro. Entramos al cementerio y la capilla observando el curioso contraste que ofrecen las cruces que culminan los panteones y los molinos a lo lejos, que hemos tenido a tocar apenas una hora antes. Continuamos el trayecto dejando a un lado un novísimo e impresionante por su tamaño, mojón jacobeo conmemorativo de la oficialidad del Camino de Invierno el pasado mes de agosto. Al poco tomaremos un camino de tierra que recorreremos unos pocos cientos de metros antes de volver a la carretera a la altura del lugar conocido como Ermida. A lo lejos ya, observamos ya la bonita estampa que ofrece la Fortaleza de Camba así como La Sierra de O Faro con sus aerogeneradores.

En seguida llegaremos a Río, donde aprovechamos para visitar los “pendellos”, que tal como nos informa el panel informativo a la entrada de la población, eran antiguas construcciones de piedra cubiertas que servían como mostradores para la venta de productos de los feriantes de antaño. Una pena que algunas de estas tan singulares construcciones, se encuentren en un estado de conservación tan deplorable, algunas incluso ya, con el techo ya hundido dejadas por lo que parece a su suerte. A la salida de Feira, o Río, tomamos un pedregoso camino entre muros que seguimos durante un rato hasta alcanzar la carretera que nos llevará definitivamente a Rodeiro. Nos acercamos al centro pasando por la avenida del Aviador Gumersindo Areán camino de nuestro alojamiento de hoy, el hospedaje O Guerra, pero antes pasaremos por la rotonda donde se levanta la gran rueda que ejerce de símbolo de la localidad.

En la entrada del mesón restaurante O Guerra, nos encontramos con los peregrinos vigueses, Olalla y Víctor, que han llegado bastante antes que nosotros a Rodeiro y que han dado buena cuenta como nos comentan de una copiosa comida. Nélida nos ofrece una deliciosa tapa con nuestro refresco antes de llevarnos hasta la que será nuestra habitación en nuestra estancia en la localidad pontevedresa. Tras la ducha de rigor, realizaremos la habitual ruta vespertina por nuestro destino final de hoy.

Nos dirigiremos inicialmente a la biblioteca del pueblo y Centro Cultural Municipal “Manuel Llamazares” donde se situa además el museo municipal, que abrirán para nosotros, en el que podremos ver diferentes piezas tanto arquitectónicas como aperos de labranza y otros utensilios recopilados de las aldeas y castros del concello tal y como nos explicara el chico que nos acompañará. Allí mismo, veremos también la exposición pictórica de un artista local, donde podremos observar bonitas y coloridas obras de estilo naïf donde entre otras cosas se representan escenas costumbristas de la región. A continuación, nos dirigiremos a la casa consistorial fortaleza de Rodeiro con su fuente exterior, aprovecharemos para estar un buen rato en el bonito y cuidado parque adyacente al ayuntamiento  junto al río Rodeiro, y luego nos dirigiremos al pequeño parque junto a la pensión, en el que se alza una estatua dedicada a dos personas mayores. Una completa visita a la población, sin duda, antes de la merecida cena de hoy que nos prepararán Nélida y Suso, y que compartiremos también con Víctor y Olalla.

Rodeiro-A Laxe (Lalín)

Viernes, 18 de noviembre

Después del desayuno junto a los peregrinos vigueses, nos tomamos unas fotos junto con nuestra anfitriona Nélida, nos despedimos de ella y los cuatro peregrinos emprendemos la salida de Rodeiro pasando por la rotonda con la escultura simbólica de la población. Al poco de salir nos encontramos con un puente sobre el río Arnego, que cruzaremos unas cuantas veces a lo largo de la etapa. Pasada la gasolinera, algo más adelante, las señales nos sacan a un camino inicialmente asfaltado pero que pronto se convierte en un bonito y frondosos sendero de tierra en el que nos entretenemos por ejemplo, a tomar fotos de unos bonitos ejemplares de Amanita muscaria, las conocidas setas tóxicas de color rojo y blanco. Nos acercamos al cristalino río Arnego que vamos siguiendo en paralelo pero que cruzaremos en alguna ocasión más a través de pequeños puentes. En algunos tramos, el camino, a caballo entre el río y los prados, presenta bastante barro y debemos proceder con cuidado.

El camino deja el río para acercarnos al agrupado de casas de Penerbosa, que dejamos por el asfalto para llegar al núcleo de A Puza. Desde allí, por una pista de gravilla, nos acercaremos a la zona del Monte da Penela, atisbando entre los árboles alguna que otra pequeña catarata que va haciendo el río que no se aleja de nosotros. La aldea de A penela a la que llegamos nos ofrece una de esas sorpresas que  dejan atónito al peregrino o a cualquier paseante que desconozca lo que se va a encontrar. El pueblo nos recibe con un bizarro monumento a modo de mausoleo de gusto más que discutible, que desde lejos parece uno de esos monumentos que se dedican en algunos países orientales a sus endiosados dirigentes. Sin embargo, tal como nos entretenemos a leer en la explícita  explicación que ofrece el monumento, se trata de un homenaje que un tal Ismael Calvo Gutiérrez se ha hecho en vida a sí mismo vanagloriándose de las sentencias ganadas para conseguir llevarse diferentes cauces fluviales a los terrenos de su propiedad, todo eso aderezado con alguna fotografía de algún dictador del pasado que dan al monumento un aspecto entre lúgubre y freak al mismo tiempo.

Dejamos A Penela por la carretera para salir a un camino en pleno monte de A Penela, que por lo que parece, es un lugar donde se concentran diferentes enterramientos funerarios y por el que caminamos entre muros cubiertos de musgos y helechos y numerosos restos de tala de árboles.  La llegada a un cruceiro al borde de la carretera nos anuncia la llegada a Eirexe donde aprovecharemos para hacer una pausa. El lugar es idóneo para ello, dejando nuestras mochilas sobre un banco de piedra al lado de la fuente y el lavadora que tocan la pared del muro del cementerio que rodea la bonita iglesia de San Xiao, que aprovechamos para visitar desde el exterior, al son del fluir del agua. La iglesia, que dispone de un cruceiro en el atrio, es el clásico edificio de muchas poblaciones y aldeas gallegas, con el cementerio adyacente mostrando parte de sus nichos y lápidas al exterior. Dejamos Eirexe por carretera para acercarnos al lugar que se conoce como Laxas, en una zona donde encontramos grandes piedras y rocas planas. Antes de llegar al puente medieval de Ponte Pedroso, sobre una de las grandes rocas, parece que está puesta una cruz también de piedra.

Desde el puente se tiene una preciosa panorámica del río Arnego, que cruzaremos por última vez, de los colores de la vegetación de ribera otoñal y de los hórreos de la localidad. Salimos del lugar de A Ponte por una carretera asfaltada que se acaba convirtiendo en una pista de gravilla para entrar en el último y largo tramo que lleva la esencia y que resume en buena parte, lo que está siendo este maravilloso Camino de Invierno. Entramos en el llamado Val del Boi por el que transitaremos durante unos 7 kilómetros hasta llegar a Palmaz, en un continuo sube y baja entre prados, zonas de monte bajo y de bosque en el último tramo. El camino va describiendo grandes lazadas ganando altura sobre todo al inicio. Un mojón al lado de uno de los clásicos hitos jacobeos, nos indica que dejamos el Concello de Rodeiro para adentrarnos en el de Lalín. La lluvia, nos obliga momentáneamente a ponernos los chubasqueros y los cobertores de las mochilas, mientras que el solitario camino, en algunas partes presenta mucho barro y en alguna zona, los charcos que nos encontramos, nos obligan a buscar alternativas para poder continuar si no queremos mojarnos los pies.

Volvemos a encontrarnos con una zona de castaños y luego en importante descenso, llegamos a un riachuelo que cruzamos para llegar a un camino entre muros de piedra que nos conduce finalmente a Palmaz. Pasamos algún hórreo y también algún establo desde donde las vacas nos observan con curiosidad, mientras buscamos un lugar adecuado para poder sentarnos y comernos alguna cosa. En la salida del pueblo vemos a un margen de la carretera una serie de grandes rocas blancas bajo unos castaños, que parecen pertenecer a alguna cantería cercana y que nos parece ideal para hacer el descanso. La carretera deja atrás Palmaz hasta comenzar un pronunciado y evidente ascenso por la misma que invita a echar la vista atrás y ver el trecho ascendido. El cruce de una carretera nos llevará a pequeño tramo arbolado que volverá a desembocar hacia arriba en la carretera que nos anuncia que estamos ya en Lalín, capital de la comarca del Deza como reza en el cartel.

Las marcas nos llevan a las primeras casa de la ciudad pontevedresa, pasando primero por un cruceiro con una especie de mesa o altar delante así como una fuente con un abrevadero y lavadero. A continuación pasamos junto a la iglesia del barrio donde nos encontramos, Lalín de Arriba, o la zona vieja de Lalín, para luego ya dirigirnos a la zona nueva de la población. Junto a esta iglesia monacal, un cartel del Camino de Invierno nos señala donde nos encontramos y el camino que nos queda hasta llegar a A Laxe. Ya en el nuevo Lalín, delante de la iglesia parroquial, que tiene uno de sus ascensos una imponente escalinata, una estatua en los jardines que la rodean homenajea a un científico suponemos oriundo de la localidad. La intención es dirigirnos al restaurante que nos han recomendado, Las Palmeras, donde podremos dejar las mochilas antes de comer y realizar una serie de gestiones que teníamos previstas.

De camino pasamos por un lugar que nos hace especial ilusión, el kilómetro 0 de Galicia, tal y como lo atestigua una bonita placa en medio de la carretera. El tráfico es continuo, pero aún así, finalmente conseguiremos obtener unas fotos de recuerdo con nuestras deportivas junto a tan simbólico lugar. No es para menos, el Camino de Invierno nos ha llevado a pasar por esta importante ciudad, cuna del cocido gallego y centro geográfico de Galicia. Que estamos en un lugar donde se celebra la conocida “Feira do cocido”, nos lo recordará la simpática escultura dedicada al cerdo, “O porco”, junto al cual evidentemente, también inmortalizamos nuestras estampas. La excelente comida casera del restaurante Las Palmeras nos deja más que satisfechos y dispuestos a recorrer los últimos kilómetros que nos separan de A Laxe, donde concluye el Camino de Invierno. Antes de abandonar Lalín, nos perdemos un poco, voluntaria o involuntariamente, para visitar alguna de sus otras atracciones.

Pasamos ante el monumento al aviador Joaquín Loriga y luego nos dirigimos al moderno y original edificio de la Casa Consistorial lalinense que a estas horas de la tarde se encuentra ya cerrada. Unos breves momentos de duda para retomar el camino que encontramos en seguido para dirigirnos al túnel de circunvalación bajo el que pasaremos para entrar al precioso parque fluvial de Pontiñas por el que caminaremos durante un buen rato. Además del Pontiñas, en el parque confluyen otros regatos que se van atravesando a través de diferentes puentes de madera, mientras a un lado vamos dejando también diferentes molinos en aparente buen estado de conservación. En el parque, incluso hay lugar para las vacas, que pastan tranquilas en el prado a nuestro paso. Las flechas nos acaban sacando del parque por un sendero  para llegar a una carretera que cruzamos para hasta desembocar por el Hotel Torre del Deza, que ya veíamos desde hace un rato a lo lejos.

Ya estamos en el polígono, que cruzaremos siguiendo en su mayor parte la calle principal, dejando la parte ajardinada a nuestra izquierda. En la entrada de una de las naves, en lo que parece un taller, se yergue un gigantesco neumático que llama nuestra atención y al que nos acercamos. En el tramo de césped entre las transitadas carreteras, se distingue un cruceiro que vemos a lo lejos, y más adelante, en una rotonda, una gran escultura representa el escudo de Lalín. Al final de la calle principal del polígono desembocamos en la autopista pasando bajo el túnel, en un paisaje que recuerdo perfectamente, ya que por segunda vez llego A Laxe caminando, en la anterior ocasión por la vía sanabresa, y ahora por este inolvidable Camino de Invierno que ya concluye.

Ya estamos en el albergue de A Laxe en la parroquia de Bendoiro, el bonito albergue en el que nos instalamos hasta que más tarde llegue la hospitalera para que nos inscriba y nos selle las credenciales. En el albergue hoy no estaremos sólos. Junto a nosotros, pasará la noche una simpática peregrina japonesa que desde Sevilla recorre sola la Vía de la Plata y ahora el Camino Sanabrés en este último tramo ya a escasos dos días de Santiago de Compostela. Cenaremos en el único bar del lugar, el Restaurante María José, a la que casualmente encontraremos dos días después en nuestra llegada a Santiago de Compostela, y antes de irnos a dormir, nuestra velada estará amenizada por un grupo de vecinos que panderetas en mano, ensayarán sus alegres canciones y ritmos en el albergue, quién sabe si de cara a las cada vez más cercanas fechas navideñas.

Aquí en A Laxe concluye el Camino de Invierno, que como he comentado, se superpone a la Vía Sanabresa para llegar por ese camino hasta Santiago. Un camino inolvidable, solitario, duro, virgen, espectacular a nivel paisajístico y sobretodo genuino, al igual que las gentes que nos hemos encontrado a lo largo del recorrido, que nos han ofrecido su ayuda de manera desinteresada sabedores de la dureza y del tipo de peregrino que se aventura a recorrerlo, y que esperamos continúe así por mucho tiempo, auténtico y fuera de la masificación que presentan otras caminos. El camino de invierno, sin duda, uno de aquellos caminos que deja un recuerdo imborrable y que aún conserva el auténtico espíritu de la peregrinación…

                                                                                                            Dani Hernández Crespo

                                                                                                  Castelldefels, 18 de Diciembre de 2016

                                                                                                         (daniarkansas@gmail.com)

Enlace al álbum de fotos:  https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10154668708714463.1073741932.6...

P.D. Dedico el relato de este Camino de Invierno que espero haya dejado un recuerdo imborrable en él como lo ha dejado en mí, en primer lugar, a Rubén, compañero de tantos caminos y aventuras, y que en esta ocasión, una vez más, se decidió a compartir este conmigo. Gracias Rubén por tu compañerismo, por tu apoyo y por  tu paciencia conmigo en este camino tan especial. Sin ti este camino no habría sido lo mismo. Y faltaría más, gracias a todas las personas que de una manera u otra nos han hecho más fácil este Camino de Invierno, ya desde el primer día. Gracias a Róger que nos facilitó importante información en la oficina de información del camino en Ponferrada;  gracias a Socorro y su acogida en Las Médulas; gracias a Asun, presidenta de la Asociación de Amigos do Camiño de Inverno por Valdeorras, que tan bien nos trató en su casa albergue; gracias a Lino de Bendilló por su simpatía y el agradable rato que pasamos con él y gracias a Máximo, en nuestra llegada a Monforte y la invitación a su bodega, y también a Aída Menéndez, presidenta de la Asociación de Camiños a Santiago pola Ribeira Sacra, a la que tuvimos la ocasión de conocer en Monforte de Lemos y con la que luego nos reencontraríamos en Santiago de Compostela. A ellos y a todos aquellos que nos atendieron y ayudaron durante este camino, mil gracias.