Ruesta se cae a pedazos

Como en algún poema de Lorca, habría que comenzar con un quejido lastimero, un ¡ay! ante la crónica, larga crónica, de esta muerte repetidamente anunciada. Que un pueblo pertenezca desde 1965 a una Confederación Hidrográfica, y sea desde 1988 gestionado por un sindicato anarquista, no deja de ser un fenómeno curioso y digno de estudio. Pero que se desmorone sin remedio pese a encontrarse en el Camino Francés de Santiago (ramal aragonés), Patrimonio Mundial desde 1993, que ha sacado de la tumba, a lo ¡Lázaro levántate y anda!, a localidades como Foncebadón, y revitalizado otras muchas con pésimo diagnóstico o prácticamente moribundas, sorprende.

Sobre Ruesta y el valle del Aragón sobrevuela la fatalidad del pantano. Este monstruo concebido por el desarrollismo, a la manera de un Frankestein ha adquirido vida propia, e incómodo en su prisión ha decidido sublevarse y crecer.

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Peregrinos llegando a Ruesta
Peregrinos llegando a Ruesta

Cuando el paso de los años parecía dar una segunda oportunidad, de la mano del turismo y los servicios a él asociados, a los pueblos de origen y estampa medieval que, encaramados en espolones y mesetas, defendían la canal de Berdún escoltando el paso de los peregrinos, nuevas tensiones territoriales, y el apetito de una capital inmensa y lejana, han vuelto a abrir la caja de los truenos. Es así como la historia se vuelve a repetir en su versión bufa.

De todas las ruinas que rodean el embalse, y bien es cierto que las hay ilustres como Tiermas, con sus baños reales reaparecidos cada vez que la sequía se prolonga, o por pintorescas las de Escó, ante las que en su día plantaron unos cipreses con el regusto de la Toscana, acaso para evocar los yacimientos arqueológicos o, más nos tememos, la imagen de un cementerio clásico, las de Ruesta son las más descarnadas e impactantes.

Ha habido peregrinos foráneos, nietos de aquellos idealistas que formaron parte de las Brigadas Internacionales, que al pasar por Ruesta creyeron firmemente estar ante una segunda Belchite, ese escenario descrito por el abuelo cuando luchaba brazo con brazo junto a Durruti. En efecto, semeja Ruesta un escenario bélico, mantenido a propósito para que todos puedan aprender de aquellos horrores. Otros, menos informados, piensan en un devastador terremoto –temblor lo hubo, y provocó el desplome del Consistorio- que habría dejado el lugar, al igual que el lisboeta convento do Carmo, como testigo de la furia telúrica. Pero no, a la realidad le sobra romanticismo: al ser anegadas las mejores tierras no hubo más remedio que emigrar, y los 368 habitantes de Ruesta, previamente expropiados, fueron trasladados a pueblos de colonización, y parte de ellos emigraron a Zaragoza o Barcelona.

En 1988, por 50 años, el conjunto de ruinas fue cedido por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) a la también Confederación General del Trabajo (CGT), sindicato anarquista que ha intentado desarrollar experiencias de economía social y sostenible a través de la fórmula de una ecoaldea. El lento proceso de rehabilitación ha incluido un camping, ahora inviable con el recrecimiento, las casas rurales Valentín y Alfonso, el albergue de peregrinos y un bar-restaurante, gestionados en régimen de cooperativa. La última obra, de nueva planta, ha sido la Casa de Cultura “Ramón Acín”.

En la página negra se ha de citar la rapiña de sillares labrados y elementos singulares de varios edificios (palacios y casonas tardogóticas, renacentistas y barrocas como las de Pascual, Sánchez, Lacadena, Madé, Primo o de la Capellanía) o de la pila bautismal del templo. La ruina ha proseguido su avance año tras año, afectando a lienzos de la muralla y al propio castillo, que es el monumento más emblemático, y en los alrededores a la ermita románica de San Juan Bautista, en su día salvada de las aguas, manteniéndose en mejor estado la de Santiago.

La iglesia colapsa

El 27 de diciembre al mediodía le llegó el turno a la iglesia renacentista de Nuestra Señora de la Asunción; ya hace años se había desplomado su cúpula, y ahora una bóveda próxima a la fachada.

Armando Soria, alcalde de Urriés, término al que pertenece Ruesta, recuerda que en el templo se filmaron escenas de “La Vaquilla”, película de Luís García Berlanga (1985) protagonizada por José Sacristán y Alfredo Landa. En su opinión, el culpable de esta situación es la CHE, que pese a sus promesas de rehabilitar el edificio desde 2009, se limitó a enviar a un técnico cuyo informe descartaba, en octubre, una ruina inminente. En realidad “estaban deseando que llegara este momento para que no hubiera marcha atrás”.

Asimismo, recuerda que otras instituciones como Patrimonio, Vertebración del Territorio y Urbanismo del Gobierno de Aragón, la Diputación Provincial de Zaragoza, la Comarca Cinco Villas, la CGT o el propio ayuntamiento de Urriés han realizado gestiones que han chocado contra el muro de la CHE. Su conclusión es rotunda pero atinada: -“¿Habrá que esperar a que la víctima sea un caminante [léase peregrino] para que esta situación cambie?”

Hemos hablado con Vicente, portavoz de la CGT, y nos ha confesado que la conservación de Ruesta sobrepasa sus posibilidades, y que hasta ahora las administraciones no han respondido. Valora como muy positivo el cambio del ayuntamiento de Urriés, que ha comenzado a actuar, y también el nuevo talante del Gobierno de Aragón. Pero el “gran actor” es el Estado a través de la CHE, y hasta hoy no se ha movido. La caída de la bóveda ha permitido crear un frente común y la actuación es inaplazable, no valen más disculpas.

Al manifestarse radicalmente en contra del recrecimiento, el sindicato CGT se ha convertido en un gestor incómodo, y el diálogo se ha cortado. El Patrimonio ha sido subsidiario de los intereses económicos asociados al pantano, obra controvertida que ahora se enfrenta a un complejo llenado por el problema de sujeción de las laderas y la cada vez mayor contestación social.

Ruesta no ha tenido la suerte de Tiermas, que ha sido vendida al ayuntamiento de Sigüés, y su futuro pasa por el Plan General de Urriés y el parcial del núcleo.

En cuanto al castillo, en su día fue vendido a unos empresarios que lo cedieron a una asociación cultural, también sin recursos, de antiguos vecinos. Vicente considera que la cesión o venta del castillo al ayuntamiento sería la mejor solución, dado que actualmente resulta jurídicamente muy complejo actuar en el pueblo por tratarse de un Bien de Interés Cultural. “Ruesta es un núcleo medieval que, de ser rehabilitado, se podría convertir en un auténtico diamante”.

Por su parte Francho, responsable de la asociación Sierra Musera, a quien la CGT ha arrendado la gestión del albergue de peregrinos en 2017, constata que padecen una deficitaria promoción del Camino Francés en Aragón, que por el momento carece de una visión global. En su opinión, el principal y más urgente problema de Ruesta es la seguridad, siendo imperiosa la necesidad de consolidar las ruinas. El gran freno es que la iniciativa privada tiene vetado el acceso a poder comprar y rehabilitar.

Las cifras del albergue ya eran modestas antes, pues no se superaban las 2.000-3.000 pernoctas anuales, pero en 2017 han caído a 1.500. Aun disponiendo de 60 plazas, la media del verano ha sido de 10-12 peregrinos diarios. Con el recrecimiento, además, se van a modificar varios kilómetros del trazado del Camino, y las obras todavía van a disuadir a más peregrinos.

¿Soluciones? “Pues entre tanto que de Jaca para arriba no haya albergues específicos de peregrinos, sino que se prime al esquiador, resultará muy difícil crear una marca del Camino Aragonés. Y además de la red de albergues sería imprescindible instalar fuentes y áreas de descanso, y que la iniciativa privada pueda ver rentable una inversión en la ruta”.

Queremos soñar un futuro esperanzador para Ruesta, pero por ahora los carteles advierten de peligros y desvíos, ya que otro edificio está a punto de caer.

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La iglesia de Ruesta hace años, antes de los desplomes de cúpula y bóveda
La iglesia de Ruesta hace años, antes de los desplomes de cúpula y bóveda

Periodista especializado en el Camino de Santiago e historiador