Papadopou
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Ideas peregrinas en un Camino desde Valencia

Salgo a caminar la Ruta de la lana. De Valencia hasta Burgos. El Camino de los rebaños.

Cañadas que en tiempos siguieron ríos de ovejas que cuando los fríos se instalaban en las sierras bajaban al mar o hacia cualesquiera otras tierras más templadas.

Cordeles por donde luego regresaban hacia las montañas cuando el frio menguaba y la marea ovina volvía a subir.

Sendas que cabalgó el famoso guerrero cuando partió, por la terrible estepa castellana -polvo, sudor y hierro-, al destierro con doce de los suyos.

Veredas que puede que coincidan, poco o mucho, con algunas que recorrió en la última de sus salidas, por lugares de cuyo nombre nadie quiere acordarse, aquel hidalgo de adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.

Rutas olvidadas, o casi. Como la lanza en el astillero de Maese Quijano, caballero al que la locura, o tal vez una lucidez diferente, convirtió en andante empujándolo a los caminos.

Tal vez la misma locura que transforma en peregrinos a los caminantes y que me lleva a mi a reseguir las huellas medio borradas de unos y otros por Caminos que también llevan al Apóstol.

Aunque vaya solo, espero que compañía no me falte.

JSMartos
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No andarás solo, Papadopou. Me engancho a tu mochila y camino contigo wink

¡¡¡Ultreia!!!

Ma Teresa
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Que el paisaje te inspire, que el viento te impulse y que las ovejas te acompañen en este nuevo Camino. 

Me voy contigo, si dejas!

Ma Tereeeeeeesa

Dandelion
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Recuerdo cuando de chiquitín  oía comentar en mi pueblo (Serranía de Cuenca), al llegar los fríos, que fulanito se iba con las ovejas al Reino, que menganito ya llevaba una semana en el Reino con las ovejas, que "X" echaba de menos a su padre porque éste estaba en el Reino.

Y cuando se acercaba el mes de junio oía decir que mengano había vuelto del Reino, que zutano acababa de llegar del Reino, etc.

Más tarde, alguien me dijo que ese Reino no era el que yo me imaginaba (Jauja, el País de Irás y no volverás, ...) sino que se trataba del Antiguo Reino de Valencia. Pero para mi seguía tratándose de "El Reino" y así lo ha seguido siendo. Hasta hoy, en que cuando bajo del Ave en la estación de Joaquín Sorolla siempre me digo: "ya estoy en El Reino".

¿Cómo vas a ir sólo por la Ruta de la Lana, Papadopou, si llevas una compañía de lujo: Don Quijote, El Cid, las Ovejas, las Cañadas, los Cordeles, los ríos, las sierras, los caminos? Y los Peregrinos, yo entre ellos.

Ultreia et Suseia

Buen Camino!

 

 

João Batista Campos
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Buen Camino compañero!!

Que sea un camino rico de experiencia y todo salga muy, muy bueno!!

Ultreia

Xavier Riera Luna
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Dale Papa! Yo también me apunto smiley

ARAMEO
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Mucha suerte, pásalo bien y cuentanos como ves el Camino

Papadopou
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Muchas gracias a todos. Ya sabía yo que mis compis no me iban a dejar solo en una caminata! Como decimos en casa: Com més siguem, més riurem!  Luego os cuento. ...

Indi
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Ey, que falto yo...y lo que daría por acompañarle en mi pollino si vuesa merced lo estimara menester. Mas no será posible, señor, que el trigo engorda bien este año, ya lo verá.

 

David Rod
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La lana es un camino espectacular, no irás solo, parece que mucho guiri aprovechando la primavera y huyendo del francés andan por la Lana.

Buen camino.

Papadopou
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Pues hoy no vi ninguno. Veremos en lo sucesivo. Saludos.

Dandelion
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¿Y por dónde andas ya? Cuéntanos de vez en cuando, porfa.

Papadopou
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Primera etapa, de Valencia a Cheste. Era 14 de abril.

El mar ofrecía un espejo bien liso para que el cielo pudiera contemplarse. Hoy se habia rasurado la barba nubosa y a esas horas todavía estaba entre negro y azul. Empezaba a romper la mañana y el sol pronto iba a asomarse.

De repente se desperezó y en el horizonte surgieron los primeros fulgores. La aurora, sorprendida, se ruborizó. Recogió con sus finos dedos rosáceos los primeros rayos y los depositó suavemente sobre las olas minúsculas que desfallecían en la orilla, cansadas ya de tanto ir y venir aunque fuera temprano.

Allí estaba yo, en el Cabanyal, sentado en la arena dormida, intuyendo más que contemplando el vaivén del mar. Cuando me cansé de no poder dormir y dar vueltas en la cama me escapé a la playa, casi cercana, para esperar la alborada.

El albergue esta noche ha sido el hogar de mis amigos valencianos. Nos conocimos hace ya casi diez años recorriendo el Camino desde Oviedo y a ellos pedí hospitalidad para alojarme en la ciudad. Nuestra amistad ha perdurado para contradecirme cuando suelo  afirmar aquello de que lo que surge en el Camino se queda en el Camino. A veces es cierto que la excepción confirma la regla.

Descalzo, con los talones clavados en la arena, miraba el agua con las plantas de los pies. Parecían, con los dedos a modo de minúsculos tentáculos, dos extraños caracoles que hubieran abandonado sus caparazones durante un rato para darse un baño desnudos, cubiertos solo de arena y sal. El agua se acercaba tímidamente a ellos una y otra vez, los salpicaba de espuma fría y se retiraba después de olisquearlos como haría un perrillo curioso.

Finalmente me levanté y recogí las botas que había dejado a un lado. Atendí a mis pies que reclamaban el calzado para ir en busca de los caminos que íbamos a recorrer los tres. Ellos dos y yo. Me pedían andar de nuevo. Andar y andar. La cabeza también me lo reclamaba. Andar y andar. El caminante quiere caminar. Tener el camino bajo sus pies. Su mundo en las botas.

Durante los próximos días adoptaré la apariencia de un peregrino. Suplantaré esa identidad e imitaré gestos y actitud, insuflando aire al alma errante que llevo por ahí dentro medio escondida. Aunque en mi fuero interno sea consciente de la impostura desearé que el juego de espejos me acabe confundiendo y que cuando abandone este hogar en el que me voy a refugiar fugazmente y regresé a mi casa ya no sea yo el impostor, sino que sea el peregrino quien usurpe mi melancólico lugar bajo el sol.

Abandoné el arenal para dirigirme hacia el centro. Ya era hora de comenzar.

La ciudad se había  disfrazado. Estaba cubierta con un manto oscuro y perfumada con el olor de los naranjos en muchas calles. Además, aunque los semáforos no decían ni pio, los trinos de los pájaros mañaneros y el graznido de las cotorras llenaban el aire para crear la ilusión de estar en la naturaleza. Sin embargo el ruido de los motores más madrugadores no se podía ocultar del todo.

Fui en busca del antiguo cauce de un rio al que hace ya tiempo echaron de su hogar porque tenia por costumbre provocar desgracias y molestias en una urbe creciente y cada vez más llena de gente.

Iniciaba un Camino a Santiago por donde una vez discurrió un rio que fue desterrado de su lecho.

Un día en Burgos, mucho tiempo atrás, otros habían iniciado un camino junto a otro rio: hacia el destierro...

Buenos dias y muchas gracias.

 

Xavier Riera Luna
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Bon día Papa, da gusto leerte con el café en una mano y la pereza todavía pegada a los párpados smiley

Sofía
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Ahora no puedo leerlo con calma pero desearte un buen Camino y cuidado con el sol que ya pega fuerte. Saludos

Joseppb
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Bon dia Papadopou, tienes en mi un seguidor más. Espero no pesar en tu mochila y seguir disfrutando. Buen Camino y librate del sol.

Cristineta87
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Buenísimo Camino Papadopou, se intuye que lo vas a disfrutar :) siempre hace ilusión vestirse de peregrino, vivir otra vida diferente a la que estamos acostumbrados y habituados.

Aquí nos tienes, siguiendo tus pasos!

Papadopou
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.../...

El resplandor de unas fogatas titilaba en la orilla del Arlanzón. No estaba lejos el arco de Santa María, aunque creo que entonces todavía no lo llamaban así ni estaba tan magníficamente decorado como lo podemos contemplar hoy en día. Por aquella puerta de la muralla, bajo la mirada de la torre que amparaba la entrada, el guerrero había abandonado la ciudad con sus todavía escasos compañeros.  Acamparon esa primera noche allí cerca, una vez cruzado el puente de Yuso.

Tenía que partir por segunda vez al exilio. El rey debió sopesar los pros y los contras y, molesto como estaba con él, finalmente ordenó que ese verso suelto se apartara de su vista regia.

A Rodrigo probablemente tampoco le disgustara la ruptura. Entendía que la última  reconciliación había respondido solo a la necesidad del monarca. Los almorávides empujaban desde el sur y era preciso contar con caudillos competentes en el campo de batalla para enfrentar el nuevo poder que imperaba en al-Andalus. Pero ahora aspiraba a ser su propio señor. Necesitaba tener las manos libres y el cofre bien provisto de oro. Al fin y al cabo la guerra, entonces como ahora, no era nada personal sino solo negocios.

El peregrino se acercó al campamento y se dirigió al hombre grandote que estaba sentado a solas junto al rio, cavilando con los pies en el agua y la cruz de su espada clavada en el suelo, al alcance de la mano.

- As-salamu alaikum, Sidi Roderico -saludé... quiero decir, saludó -.

- Wa-alaikum as-salam. ¿Por qué saludas en la lengua de los sarracenos? ¿Acaso eres moro?  Más bien pareces de los que se dirigen al Locus Sancti Iacobi, aunque aún así tus ropas resultan bien extrañas. Cada vez venís más, de allende los Pirineos por el camino de los francos. Por lo demás yo ahora mismo no soy Señor de nada ni de nadie.

- Solo soy un viajero pobre y voy por dónde me llevan mis ocurrencias, y los pies. A vuestra pregunta respondo que no. Es cierto que mis últimos caminos fueron en el sur por sendas de la morería,  pero el saludo es lo único que conozco en esa lengua.

- ¡Vaya! -respondió-, pues lo pronuncias fatal.

- Vos seguro que la habláis perfectamente tras tanto tiempo sirviendo en la taifa de Zaragoza. Fuisteis señor de moros. ¿No eran mahometanos muchos en vuestras mesnadas?  

- ¿Cómo es que me conoces si nunca nos vimos antes de ahora?

- En esta historia me concedí ese don. También el de poder entendernos. Suelo tomarme bastantes libertades. Os aseguro que seréis recordado como Sidi, señor. Aunque lo pronunciarán diferente. Algo así como Cid.

- Si, ya veo. Esas licencias te pueden costar las orejas si te excedes -dijo mientras se levantaba y tomaba su espada... envainándola, a Dios gracias-.

- No os enojéis. Si así lo deseáis podéis venir conmigo.

- Claro, ¡cómo no! -se rió- ¿Y se puede saber hacia dónde partiremos? 

- Vos iréis a levante, a la Taifa de Valencia. ¿Ando errado? Balansiya dicen ellos. Yo vendré de allí y llegaré aquí más pronto que tarde -me miraba confundido, recelando-.  Dad por seguro que nos encontraremos durante mi viaje. Las canciones han ensalzado… ensalzaran vuestras gestas. Las pasadas y las que en breve afrontareis. Será como en la Canción de Rolando. ¿La habéis escuchado de algún juglar? Los hechos se adornan y adquieren tintes épicos y heroicos. Vos, como él, os convertiréis en leyenda. ¡El Cantar de Sidi Roderico! No, esperad, mejor: ¡El Cantar de… mío Cid! Dejad que me lo apunte, no se me vaya a olvidar. ¿Tenéis un boli…? No, claro.  Perdón,  no se en qué estoy pensando.

- Basta ya de historias -se impacientaba-. Si quieres pasar aquí la noche, ve a tumbarte junto al fuego con los demás. Voy a pensarme si por la mañana ordeno que te corten esa lengua que no cesa de parlotear.

-Si, será  mejor que me vaya a dormir. Os haré caso no sea que mi Camino acabe antes de empezar. Buenas noches y gracias por la hospitalidad.

Desde el otro lado del río llegaban los tañidos de la campana de la iglesia de Santa María, que sin estar terminada era sede episcopal. ¿Anunciaba las vísperas o ya seria completas?   A saber qué hora era. Se había hecho tarde y estaba oscuro otra vez. Inconvenientes de no llevar reloj.

.../...

Muchas gracias y buenas noches. 

 

argitan2000
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Yo tb te seguiré peregrino. Y más ahora que he decidido hacerlo yo tb en octubre pero comenzando en Alicante. Buen Camino

Papadopou
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Pues muchas gracias. Estaré a tu disposición si puedo ayudarte con cualquier dato. A mi me resultaron muy útiles los vídeos que colgaba Lazaga cuando lo hizo en enero. Saludos.

Papadopou
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De nuevo las campanas. Soñar con ellas dicen que anuncia un despertar del espíritu. Por la mañana en Valencia repicaban cuando pasé junto a la Catedral. ¿Doblarían por mí? ¿Saludaban la marcha del peregrino?  Eran las ocho y domingo. Tras el forzado silencio nocturno volaban de nuevo para marcarle el ritmo a los ociosos.

La primera jornada me llevó hasta Cheste. Una pequeña paliza para ir habituando las piernas al esfuerzo de la caminata y acompasar el espíritu a la escasa compañía.

El Turia nace Guadalaviar  allí arriba en las sierras de Teruel, el rio blanco. Seguí su curso al salir de la ciudad. Aquí abajo su color ya no resultaba tan claro y, además están restaurando desmanes pasados. En Valencia lo desviaron y ajardinaron su cauce. Más allá, en esta orilla algunas huertas con naranjos pero con vistas muy muy urbanas hacia ambos lados, incluidos el cercano aeropuerto y varias autopistas.

A partir de Loriguilla el calor apretó y el aroma del azahar resultaba embriagador. A pesar de sus ramas vacías los naranjos todavía me obsequiaron con varios de sus jugosos frutos de oro. Y yo no me hice de rogar.

Al llegar a Cheste regresé a Valencia en tren para pasar allí la noche de nuevo.

Por cierto, en el camino una rama que había caída en el suelo me paró y pidió acompañarme. No pude negarme. Te llamaré Tizón y serás mi bordón, le dije. Mucha conversación no tiene pero al menos alguien me coge de la mano cuando ando, aunque parezca ser yo el que lo coja a él. Seguro que es el principio de una bonita amistad.

Buenos dias y muchas gracias. 

 

Indi
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Unos se encaminaron hacia allí, tiñendo de sangre y destrucción el Camino, creando una leyenda tras de sí. Otros, también creando leyenda, transportaron hasta allí la más preciada copa, esa que tal vez Perceval logró atisbar  sacralizada en una cueva en el Montsalvat, portada por mujeres y que ahora se oculta a la vista de todos. Caminos de ida sin vuelta, de exilios acabados en leyendas. 
¿Será leyenda tu Camino de ida sin vuelta? Mesta y balidos, mesnadas y Tizonas, caballeros y reliquias...buena Lana peregrino smiley

pregrino958
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Papadopou, sí te fuera de utilidad, escribeme un mail a peregrino958@outlook.es para algo relacionado con el tramo que estás andando. Un saludo

Papadopou
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Hola. Te lo acabo de enviar, saludos.

Papadopou
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Segunda etapa, hasta Bunyol. Era 15 de abril.

Por la mañana  tomé de nuevo el tren a primera hora para acercarme hasta Cheste y afrontar la siguiente jornada.

Fuera estaba oscuro todavía. Las luces del vagón convirtieron en espejos los cristales de las ventanas. El rítmico movimiento me acunaba y me vencía la modorra. El traqueteo del tren pareció ir subiendo de tono. Cuando pasábamos a la altura de algún lugar entre Mislata y  Cuart se había convertido en un alboroto atronador.

La carga de la caballería resonaba como una tormenta en medio del mar. En el fragor de la batalla el estruendo de los cascos de los caballos al galope se alzaba sobre el estrépito metálico de las armas y el griterío de los guerreros. La victoria del Cid  a las puertas de Valencia  había resultado aplastante.

- Sidi, este sujeto con pinta de…  con estas ropas extrañas se acercaba en medio de la pelea y pregunta por vos.

Él me miró (o sea, le miró) de hito en hito.

- Me acuerdo de ti. Fue hace algunos años junto al Arlanzón, cuando abandoné Burgos. Aquella mañana no amaneciste con los demás junto a las fogatas.

- Si, parece que  hubiera sido ayer.  Ya os lo dije, Valencia. ¿Cómo debo dirigirme a vos? No os tengo confianza para llamaros Rodrigo. Campeador estaría bien, está claro que vuestro fuerte son las batallas campales. Hoy le habéis dado una buena tunda al ejército almorávide. Fuisteis astuto saliendo inadvertidamente de la ciudad, amparado por la oscuridad, para atacar por la retaguardia el campamento enemigo. El botín será colosal. Aunque ya erais muy rico antes de hoy. Un magnate, un potentado, un príncipe. Prínceps Roderico. Tenéis los cofres repletos de oro, controláis un rico territorio y vuestros vástagos hubieran podido heredar los frutos de vuestros esfuerzos…  Lástima del destino.

- ¿Qué quieres decir? Se cuidadoso porque mi paciencia, aunque grande, tiene sus límites.

- Juego con cartas marcadas, no me hagáis caso. Ahora incluso el Rey deseará estar a buenas con vos. No es poca recompensa para el dolor y la muerte que habéis provocado con vuestras correrías, pillajes y despojos. Toda una vida dedicada a la guerra y la destrucción.

- ¿Pero qué dices? -se estaba enfadando…-. Haces que parezca algo vil. La guerra es la forma de vivir en la frontera. Hay que matar o morir en buena lid.

- Violencia y extorsión. Vuestro poder solo resulta ley porque sois el vencedor. No es vuestra culpa, supongo, sino los tiempos que os toco vivir. Ya os adelanto que en lo venidero nada cambiará en demasía. Los caminos se pueden recorrer apoyado en un bastón o blandiendo la espada. Mejor dar la paz que matar a hierro.

 

Sin darle tiempo para pestañear una mano enguantada de cuero y metal lo levantó un palmo del suelo y empezó a sacudirlo.

- ¿Con quién te crees que estás hablando? -ahora estaba enfadado-. ¿Tú vas a darme lecciones?

Con verbo florido lo puso verde o, como suele decirse, de vuelta y media. Se expresaba locuazmente con palabras que entonces se debían usar para tildarle a uno de rufián, zoquete, mentecato, patán, mequetrefe, zopenco, gañán o abrazafarolas, aunque estas últimas no se hubieran inventado todavía.

- ¡Mio Cid, qué modales! -consiguió balbucear-. Estaba claro que existían los caballeros, pero nadie había escrito todavía ningún código de caballería para que aprendieran a comportarse.

Mientras lo zarandeaba por los hombros abrió los ojos y medio cegado por la luz vio …

-Perdoné, ¿tiene que bajar en Loriguilla? -era el revisor-. Es que vi la mochila y pensé que era peregrino… como suelen apearse allí… Es la próxima estación. Tres minutos.

-¡Osti! -pude haber dicho córcholis, cáspita o caracoles, pero no-. Me dormí, supongo. Me bajo en Cheste, pero gracias.

Medio amodorrado todavía miré la mochila que, efectivamente, descansaba en el asiento de al lado. En cuánto bajáramos se auparía a mi espalda y ya no se iba a descolgar salvo en contados momentos. Una novia celosa de cuyo abrazo a veces desearía desembarazarme, aunque luego no dejara de soñar con ella cuando no estaba. ¿Qué sería el Camino sin esa carga? Un pasein. ¿Qué es el Camino con el peso de la mochila? Una imitación a la vida. Al principio no será mi única carga pero si espero que acabe siendo la más pesada y exigente cuando consiga librarme de otro tipo de excesos de equipaje y demás.

Cuando el tren arrancó de nuevo saludé con la mano al revisor desde el andén. No se si me vio desde el otro lado del espejo.

Esta mañana el cielo se mostró más clemente que el día anterior y a ratos envolvió al sol entre gasas para aligerarme de sus ardores. Durante el recorrido  la quietud iba y venía. Tras un recodo del camino la tranquilidad se extendía sobre el olor del azahar y del romero. En otros lados se dispersaba con el ajetreo. El de la relativa cercanía de la gran ciudad y la de pueblos de considerable tamaño. Cheste, Chiva, Bunyol. El del trajín de las ruidosas vías por las que circulan artefactos veloces que transportan vidas aceleradas. 

Con el transcurso de las jornadas se me irá desprendiendo la pátina del apremio, de la urgencia, de la inmediatez. Procuraré que se detenga el tiempo viajando despacio. Caminando para recuperar una lejana y casi olvidada sensación de sosiego. Se irá imponiendo el vacío y un sentimiento de insignificancia. La sofocante pequeñez ante la inmensidad. 

Muchas gracias y buenas noches.

 

Joseppb
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Papadopou, mucho cuidado con la historia y sus hacedores que en ocasiones gasta malas pasadas. Viaja despacio y sientete grande.yes

Buen Camino

Papadopou
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Tercera y cuarta etapas, hasta Requena. Era 16 y 17 de abril.

Cada ruta se inicia como una página en blanco. Ignoras qué te espera. La historia se irá desplegando a medida que los episodios de cada día se sucedan.

En ocasiones surgen imprevistos. El lunes tuve problemas con el alojamiento en Bunyol y después de comer en la posada tomé el tren para ir a pernoctar al albergue de Requena. Con la aprobación del hospitalero decidí quedarme allí las siguientes noches y utilizaré el tren para retroceder al inicio de las etapas.   

Desde que salí de Valencia no me he cruzado con ningún caminante, fuera o no peregrino. Gente corriente si, quiero decir de la que pasa corriendo a tu lado. Especialmente el domingo. También bastantes ciclistas. Ninguno dejó huella. No hay tiempo para ello si tan solo te cruzas fugazmente en su camino. Presumo que este viaje va a discurrir en soledad. Solo me acompañaran el viento y la tierra. Me dejaré aplastar por el silencio de las piedras, por un paisaje de colores terrosos y, cuando vaya llegando, por el verde inmenso de los campos peinados por el viento. Estos últimos días, además, me aplasta un sol sorpresivamente inclemente para la época en la que estamos.

Al caminar sin compañía la mirada revolotea entre el suelo y el cielo atendiendo a los pequeños prodigios que normalmente atraviesan inadvertidamente una conciencia atenta solo a las urgencias cotidianas. Despierta e inquieta como la abeja, la mariposa u otros bichitos de los que vuelan despreocupados  entre la colorida miríada de flores  humildes que adornan en primavera los márgenes de los caminos que he seguido para atravesar estos montes.

Se entra a Siete Aguas por el Pasaje del Molinillo. Habrá otras formas de hacerlo pero las flechas amarillas te llevan por ahí. Era una antigua puerta de la muralla que recibió ese nombre por una acequia a la que al parecer así llamaban y que pasaba por el lugar. Hoy ya no se escucha el murmullo del agua porque el canal ya no existe, pero otros sonidos me vinieron a la cabeza y de inmediato resonó el soniquete de la cancioncilla infantil… chocolate , molinillo, corre, corre que te pillo. Es lo que tiene la memoria, que va por libre.

En Siete Aguas si que podría decirse lo de esta agua no beberé, porque hay tantas fuentes como para no poder beber de todas en una vida de sed insaciable. No son siete fuentes sino ciento. Resulta curioso que de la más vistosa, la de los Siete Caños, nadie hasta ahora haya sugerido que al libar de todos sus chorros sucesivamente pudiera obtenerse alguna clase de beneficio como una buena vida que cien años no dure, o una mala salud de hierro, o una numerosa progenie, o suerte en el juego y desgracia en el amor o viceversa según el gusto del consumidor.

Se me podría haber ocurrido terminar el texto volviendo a mi reciente relación con el Cid. Tal vez haberme hecho el encontradizo con la comitiva que trasladó su  cadáver hacia su última morada en Burgos. En aquellos tiempos Siete Aguas era el límite del Reino de Valencia y la frontera con Castilla, que incluía Requena y su comarca. Por aquí tuvo que pasar, seguro. Sin embargo lo he descartado porque nunca se me ocurre nada que decir cuando tengo que transmitir las condolencias a los deudos de un fallecido. Así que deje pasar de largo la comitiva fúnebre.

Llegando a Requena algo olía mal. No a podrido como en la Dinamarca de Hamlet, sino a chamusquina, a cuerno quemado. Pero a cuerno de plástico . No se trataba de los avioncillos que continuamente realizaban pasadas ensayando despegues y aterrizajes en el cercano aeródromo que hay junto al Camino. El olor lo provocaba el incendió de una instalación industrial que compartió con los habitantes de los alrededores un humo negro, denso y desagradable y probablemente muy poco recomendable para la salud. Todo podía ser peor según fuera la dirección del viento.

Al llegar a la ciudad intenté conseguir un calzado adecuado para mi bordón. Buscaba una prótesis metálica y puntiaguda que mejorará sus prestaciones en los caminos y, en caso de extrema necesidad, le permitiera entablar conversación con los perros en un lenguaje que estos pudieran entender fácilmente. Tras recorrer las tres ferreterías que encontré, lo mejor que pude conseguir fue una punta de goma para evitar resbalones que mi Tizón se negó a llevar puesta.

Por último no quiero acabar hoy sin llamar la atención sobre una injusticia. ¿Dónde está escrito que en un restaurante hay que pedir la paella, u otras preparaciones de arroz, para un mínimo de dos comensales? ¿Por qué tenemos que sufrir los que viajamos solos esa discriminación, ese castigo?

 

Indi
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No cenes y mañana te comes la paella entera para dos, aunque pagues doble cheeky

O espera en la puerta a que llegue un comensal que vaya solo y le "entras", como cuando ligábamos en los 80 laugh

 

argitan2000
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Que buena idea lo del tren e ir repitiendo para dormir en un sitio. Me lo apunto por si se diera el caso. Ya sabes Papadou que en este mundo los restaurantes están preparados para dos. Así que haces lo que dice Indi o te llevas la paella restante en un tuper para comer al día siguiente. Buen Camino

Papadopou
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Pero solo te sirve entre Valencia y Requena (y Utiel si me apuras) porque circula la línea C3 de cercanías. En Alicante me parece que no encontrarás.

A mi lo que me pasó es que no reservé con tiempo en la Posada Venta Pilar de Buñol creyendo que como no era la tomatina les sobraría sitio . Error . Hay que ser más previsor. 

La posada parece estar muy bien y cobran 25 € (individual con baño compartido y desayuno). Además se come bien (menú 12€). Otro hotel me pidió 40 € (supongo que con baño privado).

Saludos.

argitan2000
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Gracias

pregrino958
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Argitan2000, si fueras tan amable escribeme a peregrino958@outlook.es por un tema de la ruta de la lana, por sí te pudiera servir. Un saludo

argitan2000
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Te escribo. Gracias

jmgaga
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Buen camino. Hice Cuenca -- Burgos en mayo de 2019 y es uno de los mejores caminos que he hecho. En primavera esta precioso.  Eso si, solo me encontre a un peregrino, ciclista. 

Que lo disfrutes.  Un abrazo

Papadopou
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Muchas gracias y un saludo.

Papadopou
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Quinta etapa, hasta Camporrobles. Era 18 de abril.

Al salir de Requena a la oscuridad de la noche, que no había acabado de irse aunque por la hora ya fuera por la mañana, se sumó otra profunda negrura que no podía verse todavía pero que podía percibirse. Era la desagradable pestilencia a chamusquina de una modernidad de carbonilla, quise decir de pacotilla.

Cuando el sol asomó se hizo patente la magnitud de la humareda que llevaba cuatro días esparciéndose colgada del cielo sobre la comarca circundante. Sólo el capricho del viento determinaba en qué dirección se extendería en las horas siguientes y a quién le tocaría tragarse el humo.

Tuve suerte porque el aire la llevó en dirección contraria a mi recorrido. Ella se alejaba de mí y yo de ella, evitando incomodarnos mutuamente. Aunque mi irrelevante presencia nada incomodaba, mientras que su  persistencia resultaba más que molesta.

En cuanto rebasé San Antonio ya tenía que girar la cabeza y volver la vista atrás para ver el humo. Así que al llegar a Utiel pude desayunar tranquilo bajo un cielo azul impoluto.

La ceguera piadosa ante los desastres y  las señales en el cielo. Para evitarnos afrontar el sufrimiento confiemos que el aire soplará en la dirección adecuada para que no nos afecten los inconvenientes.

Cuando un día llegue ese fin del mundo que anuncian los agoreros, probablemente empezará también con una nube negra como esa. Tal vez tampoco nadie se mostrará especialmente incomodado y todos continuaremos con nuestras ocupaciones cotidianas como si nada ocurriera. Así ha sucedido aquí estos días.

Claro que cuando el mundo acabé nada podrá continuar, ¿no? Se supone que esa es la definición de final. ¿Podríamos evitarlo realizando ofrendas al dios que tenga competencia en la materia como en los tiempos antiguos?

Pero, ¿quién ha visto nunca que se ofrezca basura a los dioses en lugar de víctimas propiciatorias puras y delicadas?

Quizás en ese incendio se redujeron a humo mis propios residuos. Los envases de alimentos que consumí, de objetos que deseché, quizás los neumáticos gastados de mi coche o las suelas que hice cambiar a mis botas. Tal vez tales ofrendas no satisfagan a los dioses.

De todo lo que me deshago, me olvido porque dejo de verlo. Por tanto no hay  problema alguno porque lo pierdo de vista. Hace falta una alfombra enorme para ocultarlo todo bajo ella. Lo malo es que cuando alguien la levanta, ni que sea un poco por una esquina, de debajo se escapan las negras nubes. Nubes que no son de tormenta sino que dibujan tenebrosos castillos en un horizonte que se atisba mucho mas dañino y peligroso.

En Camporrobles me esperaba mi alojamiento para esa noche. Llegué al pueblo entre viñedos, almendros,  algunos olivos y campos de cereal. Una vereda a través del bosque me había conducido a través de la Sierra de Bicuerca ofreciéndome amplias vistas antes de descender.  En lugar de pasar por Las Casas y Fuenterrobles, opté por  otra ruta que parecía más directa pasando por Los Corrales, localidad que dispone de un bar aunque cierra precisamente los jueves por descanso, desgraciadamente para mi porque me quedé sin cerveza fresca, aunque solo hasta que alcancé el final de la jornada.

Muchas gracias y buenas noches.

 

Papadopou
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Sexta etapa, hasta Mira. Era 19 de abril.

La etapa no iba a resultar larga a menos que me perdiera así que decidí dos cosas. Primero, no madrugar y la otra no perderme. Dejé el alojamiento en busca de un lugar donde desayunar y después me colé en el Ayuntamiento de Camporrobles, todavía cerrado al público, para pedir un sello  para mi credencial. Muchas gracias y buenos días, dije al salir, como un peregrino bien educado.

Al girar la primera esquina (igual fue la segunda) me encontré la calle del Apóstol Santiago. ¡Tate! Por ahí tiene que ser, seguro -pensé-. Flechas no había que así lo indicaran y al cabo de cinco minutos me percaté finalmente de que no, que esa calle no era. Reculé en busca de la dirección correcta y vi que me tenía que haber ido por la calle de San Isidro Labrador. ¿Qué resulta más incongruente, hacer pasar el Camino por la calle de San Isidro teniendo otra de Santiago, o nombrar de San Isidro la calle por donde transcurre el Camino pudiendo haberla dedicado al Apóstol?

Al final resolvieron el dilema del nomenclátor dejando de lado el santoral y poniendo un rótulo señalando Cañada de Mira. Efectivamente hacia ese pueblo me dirigía.

A un escaso kilómetro del pueblo tiene que abandonarse la carretera y tomar un camino de tierra. Eso es lo que marca la ruta sobre el mapa del teléfono y es lo que hubiera visto de haberlo consultado en ese momento. Sin embargo como no hay ninguna flecha, ni amarilla ni de otro color, ni ninguna otra indicación que advierta del desvío, pues me pasé de largo y no aprecié mi error hasta que, al cabo de un cuarto de hora, me extrañó no encontrar las correspondientes señales. Nada grave pero a ese ritmo no llegaría para comer.

Recuperado el camino correcto enseguida  aparecieron unos hitos azules de señalización que indicaban que dejé atrás El Reino y me adentraba en Cuenca.

Al punto la mañana se cubrió con un mantillo de nubes. Con el sol ocupado en desenredarse de ese envoltorio algodonoso que atenuada sus ardores, la caminata resultaba agradablemente fresca.

Los aires medicinales y los aromas balsámicos del romero y del tomillo eran un remedio para calmar la irritación que notaba en mi garganta. No se cuando empecé a sentirla. Dudo que se deba a las largas conversaciones que no mantengo con nadie, porque hablar lo que se dice hablar, no hay con quién hacerlo salvo con mi me conmigo mismo. En algún momento me habré quedado helado escuchándome y se me enfrió el cuello.

Lo que si que veía desde hacía varios días eran conejos corriendo por todos lados. Sin vergüenza alguna. No se alteraban lo más mínimo por ver aparecer a un caminante con sus inofensivo bastón.

Caminé plácidamente entre colinas y campos verdes. El cereal de poca talla y aún sin espigar se ondulaba con la brisa. Pero aquí no era un mar que alcanzará el horizonte. No me iba a ahogar en este verde aunque hubiera olvidado el salvavidas. Más bien conformaba un mosaico. Las cuadrículas de un ajedrez en el que iban alternándose viñas, cereales y almendros. Un armonioso casillero donde se esperaba que algún jugador realizara un primer movimiento. Mientras se producía el arranque de la partida yo era la única pieza en movimiento, un peón que avanzaba de casilla en casilla atravesando el tablero siempre adelante.

En Mira encontré un caserío arracimado bajo un cerro, donde dicen que hubo un castillo, aunque nada quedó de él salvo su dibujo en el escudo del pueblo. Calles empinadas de intricado trazado. Muy empinadas como comprobé a la mañana siguiente cuando abandoné el pueblo cargando la mochila. Una arquitectura escrita posiblemente  con los caracteres de la lengua de sus antiguos pobladores musulmanes. Aunque ninguna de aquellas casas blancas pareciera datar de los tiempos en que por allí se hablara en árabe.

El pueblo recibe hospitalariamente a los peregrinos y les acoge en su albergue gratuitamente. Cuando reparen el calentador del agua y esta vuelva a salir caliente en la ducha, será casi perfecto. Mientras tanto  con agua fría se revitalizara el cuerpo cansado después de la caminata.

Muchas gracias y buenas noches. 

 

Papadopou
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Séptima etapa, hasta Cardenete. Era 20 de abril.

Para salir de Mira, hay que subir una tremenda cuesta entre callejuelas retorcidas y bajo la luz de las farolas. El día empezaba a clarear y algunos perros ladraban. En cambio el gallo no cantaba ni mu.

Hasta Narboneta una buena pista me llevó entre tierras de cultivo y a partir de allí un buen camino me llevó entre inmensos pinares. Entraba en la serranía de Cuenca.

Caminando por los montes dejados de la mano de Dios, sin más compañía que los árboles y los pájaros que cantaban encaramados a sus ramas, se hizo patente la fragilidad de la fina línea que separa la habitual seguridad en nuestras vidas cotidianas de lo inesperado que pueda suceder tras un recodo del camino. Bajo el sol de una luminosa mañana de abril afloran todos los miedos. Te preguntas si el maravilloso concierto de cantos pajariles no podrías estar disfrutándolo en el parque de tu pueblo en lugar de aquí donde Cristo dio las tres voces. Nadie lo escuchó a él allí y nadie me oiría a mi si las doy en medio de este vacío. Pero supongo que a eso venía, a alejarme. A que no me encuentren los agobios y los problemas. Pero voy listo si no desconecto el teléfono. En el fondo lo se muy bien.

Estaba en el lugar adecuado si pretendía sentirme minúsculo. Un simple grano de arena en el inmenso camino que tantos han seguido durante tanto tiempo. No está mal sentirnos conectados a una cadena muy larga de personas que pasaron durante siglos por estos mismos lugares. ¿Será el tipo percepción espiritual que anunciaban las campanas de mi sueño el otro día?

Por el momento el único vestigio de las gentes que hubo por estos andurriales en otros tiempos son las ruinas de muchas majadas que antaño albergarian pastores y rebaños. Apriscos derruidos en medio de los prados que han quedado sembrado de las piedras caídas.

Para llegar a Villora hay que dar un gran rodeo para buscar el vado del río San Martin. Antiguamente supongo que sería la única opción para cruzarlo pero ahora se puede seguir el trazado de la carretera y pasar sobre el puente de la misma. No era que el rio llevara mucha agua, pero era una distancia menor (creo)  para poder llegar antes al bar (abierto, eso es importante) del pueblo donde poder encontrar la estrella del camino que iba yo buscando a esas horas. A buen entendedor pocas palabras bastan.

Por cierto, dicho bar se llama el Último Oasis… antes del desierto que suponen los diez kilómetros de carretera bajo el sol que hay que sufrir para llegar a Cardenete.

Iba yo en modo piloto automático, con el paraguas abierto en funcion parasol y me sorprendió el rio Cabriel, que afortunadamente no había que vadear. Pude contemplar sus aguas verdosas, cristalinas, desde encima del puente. Una maravilla de hipnótica frescura encajonada en la arboleda de color verde brillante.

A partir de ahí otros cuatro kilómetros de asfalto caliente en subida hasta Cardenete, donde te reciben hospitalariamente y facilitan al caminante alojamiento gratuito en su albergue.

Buenas tardes y muchas gracias.

 

Joseppb
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Papadopou que solitario vas, aunque para mi eso supone disfrutar más del Camino, de lo que encuentro y de lo que veo. Muchos ánimos y que no te falte la estrella (es como la de Belén, ilumina el camino). Mucha suerte y que no falten las tardes.

Buen Camino

Papadopou
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Aquí, una antes de Cuenca, más solo que la una. Ayer coincidí en el alojamiento con un bicicrino que venía de Alicante pero, claro, ha sido visto y no visto porque hoy él iba hoy hasta Cuenca. Si faltan Estrellas en este Camino tiraremos de Mau, que lleva 5. La pega es que no abundan los surtidores. Saludos laugh

Indi
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Te sigo cool

Papadopou
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Gracias por la compañía  heart

Papadopou
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Octava etapa, hasta Monteagudo de las Salinas. Era 21 de abril.

Entré en el bar del Centro Social de Cardenete mientras sonaban las campanas, a las siete. Últimamente me da por pensar que el repique podría ir por mí. ¡Buenos días peregrino! Saludaban desde la torre de la iglesia. Buenos días señor del bar, saludé yo una vez dentro, por favor un café con leche bien caliente y ya puestos me pone también unas tostadas. A ver si entro en calor en esta mañana conquense, que hace un frio que pela. Cuando acabé, ya con el día claro, me puse en marcha. Era buena hora para ver bien el camino.

Al poco rato mi pobre Tizón el bordón dijo  basta. Se quebró mi bastón al enredarse entre mis pies y, en la caída, sufrir una fea fractura al golpearse con una piedra. Los médicos lo desahuciaron porque la herida resultaba inoperable, quiero decir irreparable. Requiescat in pace. 

Pensaba que no encontraría otro como él. Pero el camino provee. Un poquito más arriba junto a una majada arruinada y sin ovejas me esperaba su sucesor. Un nudoso y recio palo de pastor que alguien había dejado allí. Eso sí, estaba hecho para unas manos menos delicadas que las mías. Busqué una piedra para desbastarlo en lo posible y evitar clavarme alguna astilla. Cuando estuvo listo le puse nombre.  Tizón, el segundo de su nombre. Ahora viaja conmigo cogido de la mano.

Pronto nos esperaba nuestra primera aventurilla. Antes de llegar a Yémeda encontré las primeras ovejas de este Camino. Estaban dentro de su redil, separadas del camino por una fina valla metálica. Todo estaba en silencio hasta que las muy pécoras empezaron a moverse y hacer ruido. Evidentemente por algún lado estarían sus guardias. Esperaba que estuvieran dentro con ellas.  Pero no hubo suerte. Estaban fuera y me dieron una sonora bienvenida en cuanto me vieron, acompañándome a la salida. Afortunadamente la cosa no fue más allá, solo un sobresalto en un camino en el que, por supuesto, los eternos compañeros de las ovejas son los perros.

El Camino remonta durante un trecho el curso del río Guadazaón, nombre de sonoridades musulmanas, que habrá que vadear un par de veces. Esperaba que, con un poco de fortuna, no llevaría agua suficiente como para mojarme los pies.

En la sierra la montaña juega al piedra papel o tijera con el agua del río. Nunca consigue ganar. Si el papel envuelve la piedra, el agua, que es más poderosa, la deshace. Con su eterna e infinita paciencia le gana todas las partidas y le separa las carnes para poder pasar. Montañas abiertas en canal. Roques rojizos como sangre. El fondo lo cubren verdes brezos y bosques espléndidos.

El rio, ufano, se deleita dibujando elegantes hoces por las que se desliza risueño cuando el agua abunda. Ahora no es que sobrara pero por el cañón bajaba cantarina. Así que para cruzar tuve que pagar el óbolo al barquero inexistente y, descalzándome las botas pasé la fría corriente con el agua por las pantorrillas.

En su partida perdida contra el agua quedan al descubierto enormes vigías rocosos al borde del camino, que dormitan mientras van contando el número de caminantes que atraviesan la senda. Entre uno y otro pueden disfrutar de largas siestas.

Una prolongada subida me llevó hasta un balcón sobre el cañón  en lo alto del valle. Luego sólo tuve que dejarme caer hasta Monteagudo.

A falta de flechas las flores amarillas de las retamas (aunque dudo si en realidad lo eran o se trataba de piornos o aliagas) señalaban el camino y marcaban la dirección a seguir a través del bosque. A pesar del predominio de los pinos, prosperan también bellas sabinas, protegidas aquí de raptores y también de las motosierras.

Cerca de Monteagudo, en el paraje donde en tiempos se encontraban las salinas, confluyen los dos ramales de La Lana que en lo sucesivo avanzan reunidos. Por el de Alicante llegó el primer peregrino que he encontrado. Pero como usa bicicleta su compañía resultará efímera.

Muchas gracias y buenas noches.

 

Ma Teresa
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Hola. Aqui sigo! Leyendo y disfrutando de pueblos, campanas  y paisajes

abrazo

Papadopou
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Gracias. Abrazos. 

Indi
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Yo a eso lo llamo aliagas, pero no sé si lo son. Mis conocimientos de botánica, como de tantas otras cosas, son limitados pese a vivir en plena naturaleza. 

Tizón, el segundo de su nombre, es un buen nombre si hace honra al legado del primero. Nadie aspira a consagrarse Rey de nombre inmundo, salvo que lo apellide Magno, Sabio, Bueno o Humano, en cuyo caso deberá ganárselo. El anterior podría pasar a la historia como Tizón, el breve. 

Buen Camino!

Papadopou
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Tizón el Breve. Me gusta. La verdad que no me ha durado mucho. Una semana escasa. Pobret.  Abrazos laugh

Papadopou
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Novena etapa, hasta Fuentes. Era 22 de abril.

El pueblo recuerda, con una sencilla cruz de Santiago sobre un pedestal, que en 1624 Francisco Patiño, su esposa María de Francis y Sebastián de la Huerta, iniciaron su peregrinación al Santo desde Monteagudo  (por entonces todavía no tenía apellidos).

Patiño le debía un par de favores al Apóstol, lque había intercedido milagrosamente para que salvará la vida en sendas ocasiones de gran apuro. Así en la primavera de dicho año se pusieron en marcha quedando en la Catedral compostelana testimonio documental de dicho viaje al haberse investigado la participación milagrosa del Apóstol en las vicisitudes de Patiño.

Lo primero que se me ocurrió al saber todo esto es que si yo hubiera pasado por aquí hace justo cuatrocientos años tal vez hubiera podido acompañarles en lugar de ir solo conmigo mismo.

Pasado Monteagudo la pista, ancha y polvorienta, se adentraba por un bosque que parecía extenderse hasta donde alcanzaba la vista. Incluso si me hubiera subido a la torre de los guardabosques que había allí, supongo que solo hubiera visto árboles mirase a donde mirara. Según avanzaba caminando a buen paso hacia mi venía una enorme nube de polvo. Tenía la ilusión de ver aparecer un gran rebaño de ovejas, pero no parecía el mejor sitio para encontrarlas en medio de la arboleda. Tal vez fuera un ejército de malandrines que se aproximaba. Pero lo que surgía  entre el polvo, o al menos  así me lo pareció durante unos instantes, fue la silueta enorme de un dragón de amarillos brillos metálicos. ¡Anda ya!  Pues aún falta lo mejor. En aquel mismo instante el compañero ciclista de la última noche se acercaba también cabalgando en su rocín eléctrico. Lo vi aparecer como un quijotesco jinete enfundado en colores chillones y me apeteció figurarme que pretendía embestir al monstruo, aunque no empuñara lanza y cabalgara sin ningún estilo, pues conducía su corcel     sujetándolo por las orejas. Me dispuse, cual buen amigo Sancho, a advertirle que puede que no fueran malandrines los que nos atacaban sino solo carneros cuando de pronto se desmoronó el castillo de polvo. Ni ovejas ni bellacos. El gigante metálico de color amarillo era un monstruoso camión volquete que ocupaba todo el ancho de la pista. Desde su atalaya el conductor nos había visto y aminoró la marcha al llegar a nuestra altura para permitirnos pasar. Resultó una aparición absurda, como si me hubiera encontrado un vendedor de corbatas en medio del desierto. Tras un leve saludo con la mano desde su cubículo, volvió a acelerar de nuevo y se ocultó en su nube polvorienta. Se alejó dejándome intrigado por saber de dónde venía y adónde iba semejante armatoste por esos bosques. Luego me despedí del compañero ciclista deseándole un buen camino, perdiéndolo enseguida  de vista.

El final de la etapa estaba en Fuentes. Hacía allí bajé por un valle que riegan varios regatos que a partir de la localidad toman el nombre de rio Moscas. El verde de los trigos (o cebadas, o lo que fuera) allí resultaba un deleite para los ojos. Aunque los campos no resulten infinitos como en el océano de la meseta castellana, el viento consigue recrear el mar en la hierba haciendo que los tallos se cimbreen y ondulando su superficie  al ritmo de sus olas de brisa. Al cerrar los ojos puedes incluso ver reflejado el cielo con sus nubes. Despliegas las velas y surcas el camino que llevará tu singladura hasta el próximo puerto. Y, como dije antes, este era Fuentes, donde arribé a buena hora para la comida. Es más, llegué antes de la hora de comer. Allí acogen al peregrino junto a la ermita dedicada a la Virgen (de Gracia) en un sencillo refugio al que acaban de realizar una puesta a punto y proporcionan alojamiento gratuitamente.

Muchas gracias y buenas noches.

 

Joseppb
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Te sigo con interés y sigo disfrutando de tus aventuras. No estás solo aunque no nos veas. Cuidado con los monstruos mecánicos.

Saludos

Papadopou
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Tú sígueme y si ves que me pierdo me avisas wink  Muchas gracias y un saludo.

Papadopou
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Décima etapa, hasta Cuenca. Era 23 de abril.

Al día siguiente salí al Camino en una mañana gélida. El invierno había regresado, pero solo a media jornada, por las mañanas. Cosas de la precariedad laboral.

El sol  no llegaba a calentar el aire frio que me pellizcaba las mejillas, como si fuera una tía amorosa con los sonrosados mofletes de su único sobrino. La intensa luz arrancaba brillos resplandecientes de unas rocas blancas que se amontonaban al lado del  camino. Como si fuera una urraca no pude resistirme al fulgor de las piedras y me encontré que era yeso cristalizado que refulgia  con el sol. El lapis specularis que extraían los romanos de estas tierras para cubrir las ventanas de sus casas.

Volví a agradecer el sol y también la ausencia de lluvia, porque los últimos kilómetros del camino antes de llegar a Cuenca son muy arcillosos. Los días lluviosos se obra el milagro al por mayor cuando se mezcla esa arcilla con el agua caída del cielo, dejando la vía impracticable y convertida en un cenagal.  Pero afortunadamente no fue el caso y seguí el itinerario subiendo y bajando las lomas entre los trigales.

Cuando enfilé la bajada. ¿Eso es la ciudad?  Si pero no es como la recordaba. Esperaba  ver las casas colgadas y me encontré grandes bloques de viviendas que avanzaban imparables hacia los montes de las afueras.

No tardé mucho en encontrarme el rio chico, el Huecar. Cantarín bajaba de puro contento, brillante bajo el sol de mediodía. Con todo el tiempo del mundo había labrado una estilosa hoz que alcanzaba hasta los cerros sobre los que la ciudad se asienta. La urbe se mira en el abismo mientras levanta sobre el cortado de paredes verticales sus edificios hacia el cielo. Se engalana con sus mejores joyas, colgadas de los filos desafiando el vértigo que provoca el vacío.

Al otro lado del risco me llamaba el rio grande, el Júcar, que también hacía valer sus méritos. Había moldeado las peñas con formas caprichosas y sus aguas verdes serpenteaban plácidamente tras abrir un tajo profundo. Los árboles y los edificios escapan de la angostura elevándose hacia las nubes del cielo.

Los dos ríos se volvieron la espalda al llegar a la ciudad. Enfrentados  compararon sus habilidades para cincelar la piedra y tallar las gemas más preciadas. Pero finalmente se fundieron en un abrazo y juntos cruzaron el puente de San Antón despidiéndose de Cuenca. 

Mientras ellos proseguían reunidos su viaje aguas abajo yo me quedé en la ciudad para tomarme un día de descanso y darle fiesta a la mochila.

Muchas gracias y buenas noches.