Camino de San Jacopo in Toscana | Información

170 km separan Firenze de Livorno, una distancia realmente corta para quien esté habituado a recorrer los caminos de Santiago. Y sin embargo, aquí habremos de habituarnos a la densidad para, evitando padecer la dolencia de espíritu que aquejó a Stendhal en 1817, digerir tanta historia y arte en un espacio comprimido.

Siete días para caminar, un número mágico, sobre un particular tablero de juego no de oca en oca, sino de catedral a catedral hacia poniente, o sea, siguiendo la trayectoria del sol y de la Vía Láctea hacia el mar. ¿No nos suena a algo conocido?

Aunque se puede leer una visión panorámica de primera mano en este artículo de Gronze, conviene aquí recordar que una de las razones de ser de este joven itinerario, por lo que atañe a su recuperación, es la presencia de una reliquia certificada de Santiago el Mayor, regalo del arzobispo compostelano al obispo local (s. XII), en Pistoia, ciudad que viene siendo denominada como «pequeña Compostela».

El itinerario, bastante llevadero pese a algunos dientes de sierra en su perfil, pero sin ningún puerto de montaña relevante, aprovecha el trazado de la romana vía Cassia, así como el de las calzadas mediceas del Gran Ducado de Toscana que conducían al puerto de Livorno.

La ciudad de Livorno es la meta, no por poseer un templo dedicado a San Jacopo junto al Mediterráneo, que también, sino por haber sido puerto de embarque, sobre todo desde el s. XVI, para los peregrinos italianos que se dirigían a Compostela vía Barcelona. Ahora se ha restituido, con la naviera Grimaldi, la posibilidad de viajar en camarote, con escala en Cerdeña, hasta la ciudad condal.

Estamos, por lo tanto, ante una ruta con clara vocación compostelana, pero seamos realistas, porque lo que va a funcionar es el corto recorrido de Firenze a Livorno o viceversa, ya que ha sido balizada en ambos sentidos: una semana de caminata entre ciudades de arte, burgos medievales, viñedos del Chianti, colinas boscosas, llanuras aluviales, junto a canales y por los pinares costeros.

Un tránsito por la adorada e idolatrada Toscana que, no obstante, también tiene, como todo Camino de Santiago que se precie y no haya caído en la tentación del senderismo preciosista, sus tramos ingratos: rosas y espinas, el día a día del peregrino.

Estamos persuadidos de que la buena accesibilidad en tren y en avión va a favorecer que el Camino toscano de San Jacopo adquiera una considerable popularidad. En el presente ya cuenta con unos miles de usuarios, los cuales disfrutan de un itinerario peregrino y espiritual homologable a los restantes jacobeos con su emblemática, credencial y certificados. A su vez se aproximan a la región Toscana de una forma diversa, paso a paso, lentamente, que es el sino de los tiempos para realizar un viaje a la vez introspectivo, cultural y de aprendizaje.

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Desde el momento en que se planteó la señalización de esta ruta existía, por parte de los promotores, la intención de que fuese una vía jacobea a Compostela: bien enlazando en Lucca con la Vía Francígena —que se dirige al norte hacia Pavía y los Alpes, pero con su variante por la costa ligur para enlazar con la Aurelia y la Vía de Arles—, bien prosiguiendo hasta Livorno, documentado puerto de embarque de peregrinos en la Edad Moderna.

La Vía Cassia, que aprovecha también la Francígena y comunicaba el puerto de Luni con Roma, proseguía de Lucca a Firenze. Sobre su traza permanecen topónimos alusivos a las mansiones, así como yacimientos arqueológicos o ruinas. Sobre esta base se fue reconociendo el territorio para crear un recorrido funcional para el peregrino del siglo XXI.

Como apoyatura histórica se citan algunos itinerarios de peregrinos, entre ellos el del notario de Perugia, Fabrizio Ballarini, que en 1588 se embarcó en Livorno para proseguir hacia Galicia. Pero el viaje con más repercusión, y muy estudiado, es el de Cosimo III dei Médici, heredero del Gran Ducado de Toscana, en 1668, que con un cortejo partió de Firenze y también se dirigió a Livorno.

La vía marítima mediterránea constituyó un atajo similar al que ingleses, flamencos o nórdicos utilizaban a través del Atlántico, pero en este caso por un mar más amable, aunque tampoco exento de peligros. Obviamente, tras desembarcar en Barcelona proseguían por el Camino Catalán del Ebro, integrando dos santuarios marianos de gran ascendencia: Montserrat y el Pilar (Zaragoza); tres en uno. El profesor Paolo Caucci confirma que la ruta tuvo un uso «intenso a partir del siglo XVI».

Una segunda gran justificación del itinerario propuesto se localiza en Pistoia, principal centro italiano de la devoción jacobea. ¿La razón? Pues que su catedral acoge, en un bello altar de plata, la única reliquia certificada procedente del cuerpo de Santiago, ya que fue donada en el Medievo, hacia 1139, por Gelmírez al obispo Atto.

A Santiago Apóstol hemos de sumar, en un camino de fe jalonado por siete catedrales, iglesias, conventos, santuarios y ermitas, otros cuerpos santos al modo calixtino: ahí están los de San Zanobi en Firenze, San Ranieri y Santa Bona (Pisa) o Santa Giulia (Livorno), pero también reliquias marianas como el Sacro Cingolo de Prato, o una talla de tanta devoción en el pasado como el Volto Santo de la catedral luquesa.

Junto a las anteriores razones está también el ansia, como ha sucedido en España y Portugal, de conectar todos los grandes centros urbanos con la red jacobea y, en este caso, también romea. Firenze recupera así un protagonismo histórico que había perdido.

En la reciente recuperación de esta vía de peregrinos ha llevado todo el peso la Comunità Toscana Il Pellegrino, asociación compuesta por peregrinos jacobeos, estudiosos y entusiastas de la cultura toscana que se han volcado, para ponerlo en valor, en la experiencia del Camino de Santiago, la Vía Francígena, el Camino de San Francesco y otras rutas de senderismo italianas basadas en la historia. En tal sentido han elaborado una propuesta que se incardina en lo que estamos habituados a conocer en las rutas de peregrinación, tanto en la iconografía, con sus flechas amarillas, como en la expedición de una credencial para estampar los sellos y la emisión de dos certificados, el de paso en Pistoia y el de conclusión en Livorno.

La señalización fue completada en 2016 con el apoyo de municipios, otros colectivos locales y parte de la hostelería. Y por lo mucho y bien que han trabajado es de justicia reconocer los desvelos de Nedo Ferrari, presidente de la asociación, junto a Paolo Rindi y Alessandro Guerra.

Evidentemente, en el planteamiento de la ruta se siguieron criterios pragmáticos, huyendo de las llanuras urbanizadas, industriales y recorridas por grandes vías de comunicación para buscar el amparo de las colinas circundantes y los entornos rurales con sus tierras de cultivo y bosques, un entorno mucho más agradable para la marcha a pie.

En una segunda fase, los 17 municipios atravesados por el itinerario crearon una asociación, encabezada por Pistoia, para desarrollar una promoción continuada, instalar la señalización oficial e ir proveyendo mejoras en la infraestructura viaria y de acogida. Como primera entrega, en Pistoia ha sido dispuesto un mojón, regalo de la Xunta de Galicia, que marca 2.505 km a Santiago. El papa Francisco concedió a su catedral un jubileo, con apertura de su puerta santa, en coincidencia con el año santo compostelano de 2021-2022.

Los primeros peregrinos ya comenzaron a circular antes y después de la pandemia, contabilizándose entre 2.000 y 3.000 usuarios en 2019 y 2022. Su perfil encaja en el del viajero cultural atraído por la Toscana, pero también se constata la presencia de peregrinos que ya han ido a Santiago y quieren revivir en Italia su experiencia. Como ocurre también en Compostela, hacen este camino más mujeres que hombres.

Por cierto, la asociación espera y agradece que los peregrinos hagamos nuestras críticas y sugerencias, con las que contribuiremos a mejorar la definición de una traza todavía susceptible de pequeñas modificaciones y que se vayan cubriendo las necesidades más perentorias de los caminantes.

En la Toscana, máxime con los efectos cada vez más perceptibles del calentamiento global, el verano puede resultar sofocante para la práctica del senderismo. La situación se solventa en zonas boscosas con sombra, pero el calor resultará implacable en la llanura, esto es, en el tramo por las provincias de Lucca y Pisa. La brisa marina, y los pinares costeros, aportarán un pequeño alivio entre Marina di Pisa y Livorno.

Conviene recordar que en Firenze, con un clima mediterráneo con tendencia al continental, las temperaturas superan holgadamente los 30 ºC en verano, y lo mismo cabe decir de Prato, Lucca o Pisa, lo que propiciará jornadas realmente bochornosas si la humedad es alta.

La garantía del período estival es que suele ser bastante seco, aunque el campo no estará tan hermoso y presentará esos tonos amarillos característicos que a no todos placen. Pero lo peor de la canícula no será solo el calor, sino el abarrote de turistas, nacionales y extranjeros, que hacen subir considerablemente los precios al tiempo que se reduce la oferta. Es por ello recomendable, salvo que uno sea masoquista, evitar al menos agosto si no queremos vivir una experiencia poco peregrina en Firenze, Lucca, Pisa o la costa.

En cuanto a las precipitaciones, se concentran en primavera y, sobre todo, en otoño (octubre-noviembre), en ocasiones con carácter torrencial; si te pilla una de estas tormentas en el campo y sin protección, tienes un problema, por lo que conviene estar muy atento al parte meteorológico diario antes de partir. Pese a ello ambas estaciones resultan recomendables para realizar el CSJT. Tal vez los mejores meses son los de abril a junio, a partir de mayo con días muy largos para disfrutar del paisaje en su esplendor, y los de septiembre-octubre, aunque en el segundo mes la posibilidad de que llueva fuerte es mayor.

Por supuesto, el invierno tampoco es especialmente duro a estas cotas, ya que caminamos entre el nivel del mar y los 350 m de altura, por lo que puede ser otra alternativa, aunque las temperaturas bajarán considerablemente de noche.

A medida que se avanza hacia la costa el clima se va dulcificando, por lo que el itinerario parece haber sido diseñado para que nuestra experiencia mejore paso a paso. Gracias. De hecho, en Livorno no suele hacer un calor insoportable, siendo raro que se superen los 30 ºC, y aquí el verano es bastante más llevadero.

En el recorrido del CSJT no se atraviesan parques naturales, aunque la pineta a espaldas de Marina di Pisa, Tirrenia y Calambrone (Red Natura 2000) se puede considerar, en algunos aspectos, como una prolongación del Parque Regional de Migliarino-San Rossore-Massaciuccoli, situado al norte del Arno y colindante con el territorio de Marina di Pisa. La falta de protección como reservas naturales no implica que en la ruta no haya zonas rurales de singular belleza o bosques, si bien no se pueden comparar con los de otras vías, como el Camino de San Francesco, en las que la naturaleza tiene un protagonismo notorio.

Sin salirnos de la región Toscana vamos a recorrer las provincias de Firenze, Prato (la más joven, pues fue creada en 1992), Pistoia, Lucca, Pisa y Livorno.

Las principales ciudades, además de Firenze (349.296 habitantes), son Prato (181.820), Livorno (153.773), Lucca (81.748), Pisa (77.007) y Pistoia (73.832). Más modestas resultan Montecatini Terme (17.954) y Pescia (11.567). En realidad, y lo podremos comprobar a simple vista desde las colinas, de Firenze a Pistoia se puede hablar de una conurbación o área metropolitana continua. Lo mismo cabe decir del conglomerado urbano de Pisa-Livorno, que a través de parques industriales y aprovechamientos turísticos costeros también adquiere una alta densidad de población.

Ya hemos advertido que el carácter de este camino es bastante urbano, y de hecho son las ciudades las que estructuran las etapas y definen el estilo del itinerario. No obstante, quien no guste de este ambiente podrá buscar alternativas intermedias, ya que entre las poblaciones mayores se intercalan no solo áreas residenciales dispersas, sino también pequeños pueblos históricos, el campo y las colinas boscosas.

La llegada al Mediterráneo, en Marina di Pisa, a través de pinares, supone introducirse en un área sumamente desarrollada para el turismo, aunque solo para el estival. Y en el tramo final tendremos que padecer las circunstancias propias de un gran puerto con sus industrias y almacenes; alguno renegará entonces del Camino, pero más vale tomárselo como una última prueba de resistencia, nunca como un castigo.

Como presentación cabe señalar que el CSJT, con una altura máxima de 351 m que puede resultar engañosa, no es tan fácil de recorrer como pudiera parecer a primera vista. Quienes han definido la ruta han procurado apartarse del lecho de los valles, densamente ocupados, optando por recorrer sus bordes siempre y cuando sea posible. Esto, que responde a la filosofía de los caminos antiguos, resulta más atractivo paisajísticamente, pero conlleva el tener que superar cuestas y pisar sendas no siempre en buen estado, por ejemplo antes de llegar a Prato.

Al revisar los perfiles entendemos que la primera etapa hasta Prato es fácil, que en las dos siguientes ya hay que subir y bajar algunas cuestas, y que tras Collodi, en la jornada de Pescia a Lucca, se sitúa el ascenso más exigente del itinerario. Sin embargo, a partir de San Colombano proseguiremos por una planicie similar al valle del Ebro o a la Meseta castellana, tan solo interrumpida por tres tachuelas después de Lucca.

Los inconvenientes no estriban solo en la pendiente acumulada, sino también en la distancia de las etapas, en este caso más largas de lo habitual, entre los 25 y 30 km. Se apartan de esta medida las dos últimas, que en realidad hemos dividido así para evitar un largo trayecto hasta Livorno. Además, dado el carácter eminentemente urbano, al final de cada jornada es previsible que realicemos largos paseos para conocer las ciudades, lo que redundará en sumar más metros en la cuenta diaria. ¡El esfuerzo valdrá la pena!

La abundancia de asfalto, considerable en algunos tramos y que impide el reconocimiento como GR, puede llegar a constituir un pesado tormento, por lo que conviene elegir bien el calzado, más ligero, flexible y ventilado que el propiamente de tierra. Y otro tanto cabe decir de esas llanuras, a priori llevaderas, cuando carecen de sombra y pega fuerte el sol, algo que suele suceder en las tres etapas finales.

Desde luego, como siempre indicamos, nuestras etapas son solo una propuesta convencional, y cada quien podrá redefinirlas según su criterio, aunque en este caso quizá resulten más rotundas por coincidir, salvo en Tirrenia, con cada una de las poblaciones con catedral del recorrido.

Por el momento no se han propuesto variantes, salvo en trayectos urbanos para atajar, por lo que no nos veremos obligados a tirar al aire continuamente la moneda. Todo es más fácil.

No tiene mucho sentido partir la ruta, que adquiere su plena lógica si la realizamos de un tirón. Quien no disponga de tiempo, al menos debería llegar en una primera atacada a Pistoia (2 etapas, 54 km), o mejor hasta Lucca (109 km).

Si calculamos un día para el viaje de ida, y otro para la vuelta, más una jornada completa en Firenze (¡qué menos!), y las seis o siete etapas, necesitaríamos unos 9-10 días para hacer este camino. Es cierto que las dos últimas etapas se podrían fundir en una, pero esto no nos dejaría mucho tiempo para conocer mínimamente Livorno, ciudad repleta de canales, fortalezas y con un gran puerto.

Ya hemos comentado que acceder al inicio del itinerario resulta muy fácil a través de los aeropuertos internacionales Amerigo Vespucci (Firenze) y Galileo Galilei (Pisa), y moverse por la ruta también sencillo con el tren, lo que facilita idas y vueltas, incluso dado el caso de no encontrar alojamiento en un final de etapa.

Se percibe que estamos ante una ruta todavía joven, carente por el momento de intervenciones públicas que mejoren los sectores más conflictivos, aunque hay algunas en cartera. Entre los tramos negros, que por su carácter anti-senderista nos recordarán el Camino de Santiago en los años 80, los peores son la llegada a Pisa y, desde luego, el atravesar los polígonos industriales y áreas portuarias que preceden a Livorno. En otros lugares complicados, los miembros de la asociación promotora han podido encontrar alternativas amables, por colinas, bosques o sobre los diques de algún canal, que ahora ya forman parte de la vía oficial y única, un esfuerzo que los caminantes agradecemos sobremanera.

Al tratarse el CSJT de un itinerario eminentemente urbano, vamos a disponer a diario de todo tipo de servicios, lo que evita que carguemos de más, incluidos víveres y agua. Si a ello sumamos la corta distancia del recorrido, tampoco será necesario llevar demasiada ropa, menos aún en verano. Con una mochila de 35 litros, y un peso no superior a 7-8 kg, sería suficiente.

Añadimos las recomendaciones habituales para quien se desplace por Europa, y más concretamente por Italia. En primer lugar no se debe olvidar la tarjeta sanitaria europea, so pena de tener que pagar los servicios sanitarios que podamos precisar.

Al igual que en los caminos jacobeos de España, Francia o Portugal, en todas las poblaciones encontraremos farmacias, por lo que no es necesario que llevemos a cuestas un botiquín. Bastará con un kit para ampollas (desinfectante, gasa, tiritas, aguja, hilo) y acaso aspirinas o paracetamol.

En todo momento hemos de tener presentes los teléfonos de emergencias, y sobre todo el 112 europeo, que conecta con los Carabinieri, o el específico de las urgencias sanitarias, que en Italia es el 118. Si os topáis con un incendio podéis avisar a los bomberos (115) o al Corpo Forestale dello Stato (1515), en el segundo caso también si os encontráis un animal herido.

En cuanto a los pagos, siempre es conveniente utilizar las tarjetas o Bizum, pero en bastantes casos, tanto en albergues como en otros alojamientos (B&B, affittacamere, agriturismo), no nos darán más opción que abonar la cuenta en metálico. Por fortuna, en Italia no hay ningún problema para utilizar los cajeros de Bancomat, red única para todo el país, ya que carecen de comisión y son muy abundantes.

Quienes dispongan de un contrato con tarifa plana de móvil no pagarán ningún suplemento en Italia para hacer llamadas en el propio país o al exterior, ya que el roaming ha desaparecido desde 2017 en la UE. Lo mismo cabe señalar sobre el uso de los datos del wifi. Si no se dispone de este servicio, el coste será el mismo que el de las llamadas nacionales, y por lo que respecta al wifi, habrá que estar pendientes de los lugares que lo ofrezcan, siendo la cobertura buena en todo el trayecto. Para llamar al país de origen se marca como habitualmente, y para Italia con el prefijo +39.

Estimamos que el gasto medio diario, máxime con la reciente deriva inflacionista, puede rondar los 60 € entre los que van a pie en solitario y realizan un peregrinaje austero. Compartiendo habitación se puede ahorrar considerablemente. Por lo tanto, la ruta resulta hasta un 30-35% más cara que el Camino de Santiago, y no tanto por el coste de la vida —parecido al español—, sino sobre todo por la ausencia, en determinados fines de etapa, de albergues o alojamientos económicos alternativos.

La única por ahora existente es la de Nedo Ferrari (Il Cammino di San Jacopo in Toscana), presidente de la asociación que la ha recuperado. Editada por Nuove Esperienze (Pistoia), la cortedad de las tiradas permite que sea actualizada frecuentemente, por lo que siempre tendréis que solicitar la última edición. Su precio es de 18 € (en 2023), está en italiano y es muy ligera por utilizar papel reciclado fino. Resulta muy útil por incorporar excelente cartografía del itinerario y plantas de las ciudades con el recorrido, tablas actualizadas con reseña de todos los templos con su sello, alojamientos y restaurantes concertados, una pormenorizada descripción del trazado y una completa ambientación cultural en sentido amplio (historia, arte, paisaje, leyendas, gastronomía, etc). Puede ser adquirida en las siguientes webs:

- Comunità Toscana il Pellegrino
- Il Cammino si San Jacopo in Toscana
- Nuove Esperienze Editore

Concluida en 2016, la señalización utiliza una serie de iconos y elementos con los que pronto nos familiarizaremos. Aunque se ven algunos marcos, postes y carteles, el grueso de las señales son de pintura, dispuestas en edificios, muros, piedras o troncos de árboles, o impresas en pegatinas, más aptas para situar en farolas o postes con señales de tráfico. Las primeras muestran varios formatos: marcas como de un GR en naranja y amarillo, flechas amarillas o naranjas según el sentido e incluso dibujos de la estilizada concha de venera del Consejo de Europa. Las pegatinas, sobre un fondo blanco y rojo como la bandera de Austria, incluyen el nombre del itinerario en azul con la concha amarilla estilizada, la representación de un peregrino medieval con su bastón y una flecha de dirección, amarilla o naranja, indicando el sentido.

El sol puede haber desgastado los colores de las pegatinas y jugar una mala pasada al peregrino, ya que el camino, como hemos apuntado, está balizado en ambas direcciones.

Asimismo, en los lugares de convergencia con otros itinerarios históricos que recorren la zona (vías Francígena, Romea Strata, Ghibellina, etc), es preciso no confundirse y seguir, siempre hacia el oeste, el nuestro.

El camino puede realizarse en bicicleta sin grandes problemas, aunque en algunos casos con alternativas que iremos describiendo en cada etapa y tramo. A la hora de elegir una bicicleta, dado el caso, no sería imprescindible una BTT, y sería suficiente con una de cicloturismo con cubiertas reforzadas. Alquilarla en Firenze, donde encontraremos una completa oferta, es la mejor opción.

Pedaleando resulta factible completar la ruta, dedicando parte de la tarde a visitar las ciudades de llegada, en cuatro etapas: Firenze-Pistoia, Pistoia-Lucca, Lucca-Pisa y Pisa-Livorno. Sin parar casi nada en las ciudades, peccato, se podría hacer la ruta en tres etapas, a unos 60 km al día.

Sin embargo, y los datos del Camino de Santiago son rotundos al respecto en 2022 (95% a pie y solo un 5% en bicicleta), cada día que pasa todos estamos más convencidos de que la experiencia del bicigrino, mediatizada por cuestiones técnicas, deportivas y referidas al tráfico, poco o nada tiene que ver con la del peregrino a pie, que aprovecha mucho mejor su fusión con el territorio a cámara lenta.

Estamos en un camino joven, por lo que los albergues, a año de 2023, son escasos, y los existentes no están orientados a los peregrinos, hecha la excepción del entrañable Spedale de Sant’Andrea de Pistoia —icónico de la ruta y gestionado por la siempre acogedora Confraternita de San Jacopo de Perugia—, y del parroquial de Montemurlo. También en Lucca, por ser encrucijada por la que también transita la Vía Francígena, hay albergues para los peregrinos.

En Firenze, Pisa o Lucca, que son plazas muy turísticas, existe un amplio repertorio de hostels urbanos de estilo internacional, pero por lo general con un estilo y ambiente, y también precio, que nada tiene que ver con los albergues de peregrinos. En cualquier caso, pueden ser una alternativa económica para alojarse en una habitación compartida.

Un lugar problemático en verano es Tirrenia, que durante el ferragosto suele colgar el cartel de completo en todos sus hoteles y apartamentos de playa. Lo mismo suele suceder con muchos alojamientos de agriturismo, B&B y affittacamere rurales, que por su escasa capacidad pueden estar llenos en períodos vacacionales y fines de semana. Por el contrario, en fines de etapa como Prato, Pescia o Livorno, y en lugares como Montecatini Terme, no suele haber tantos problemas para encontrar alojamiento, y tampoco en las restantes ciudades por la gran oferta de la que disponen.

Si uno camina solo resulta aconsejable hacer amigos de ruta, en el caso de que sea posible, para compartir habitación entre dos o tres. Es el mejor modo para ahorrar gastos.

Otro consejo, en temporada alta, es planificar el recorrido haciendo las reservas con cierta antelación. De este modo se evitarán sorpresas desagradables, como tener que pillar un tren, bus o taxi por la tarde para desplazarse hasta una localidad apartada del Camino.

La asociación promotora mantiene actualizado un listado de los alojamientos en los que se ofrece un descuento a los peregrinos (siempre en relación con la temporada y la disposición), y la totalidad de los que colaboran con el proyecto.

Recordamos una vez más, no nos llevemos a engaño, que en Italia la palabra albergo alude a un hotel tradicional o posada, y nuestros albergues son denominados ostello.

Para comer sobre la marcha podemos acudir a tiendas y supermercados, abundantes en toda la ruta para abastecernos (sobre todo en el fin/comienzo de etapa), y también a panaderías y pastelerías, en las que adquirir los socorridos panini y, por supuesto, porciones de pizza o focaccia (también en las pizzerías d’asporto al taglio). La fruta suele ser más cara que en España en supermercados y tiendas, pero en las ciudades hay almacenes y fruterías que la venden a buen precio.

El menú del día, tan habitual en España o Portugal, no lo es tanto en Italia, y cuando se ofrece suele constar de un antipasto (primer plato) y segundo, ambos a elegir entre varios, con la bebida incluida, pero no el postre. De media su precio ronda los 18-20 €, pero puede aumentar en los lugares más turísticos. En una pizzería no sale mucho más barato comer, porque por lo común se pide una pizza por persona, es lo habitual en Italia, más la bebida y, acaso, el postre o un café.

Cafés y bares. En Italia ya se sabe que el café es de buena calidad y asequible, con especialidades como el cappuccino o el macchiato. La cerveza se ofrece en tamaños estándar de 33 cl, 50 cl y 66 cl, y se suele retirar de máquinas frigoríficas presentes en los bares con sus precios a la vista, que no resultan excesivos salvo en puntos muy turísticos. Mayor coste tiene el vino, de denominaciones diversas como el Chianti toscano, a partir de 3 o 4 € la copa.

Agua. En los pueblos, no así a lo largo del camino, hay fuentes, y también se puede beber en los grifos de todo el recorrido. A veces nos encontramos con casetas de agua que por 5 céntimos permiten rellenar un bidón de un litro con agua refrigerada, y además puede ser frizzante (con gas).

Cocinar. Preparar la comida en los albergues donde no se ofrece la cena comunitaria (la única excepción es Pistoia), siempre mejor compartiendo gastos con otros peregrinos, puede ser una buena idea para ahorrar. Si son italianos harán a diario la pasta, no os quepa duda; dejaos llevar por ellos y no se os ocurra decirles nada, y menos aún que vuestra madre usa tal o cual truco, puede ser casus belli.

En un principio, el emblema de este Camino debería ser el mismo que en cualquier itinerario jacobeo, o sea, la concha de vieira. Conviene, eso sí, llevarla de casa, pues en Italia no resulta fácil obtenerlas.

Existe una credencial, diseñada por la Comunità Toscana Il Pellegrino, que puede ser solicitada tiempo antes de la partida a través de su web. También se puede recoger en el monasterio della Badia Fiorentina (Via del Proconsolo, Firenze), pero es más arriesgado. Además del espacio para incluir los datos personales y los sellos (timbri), tiene estampados unos mapas sintéticos de los caminos jacobeos en Europa, Italia y Toscana, y en la contraportada el reconocimiento de la Oficina de Acogida al Peregrino de la Catedral de Santiago, con el recuerdo, por si alguien se despista en Pistoia o Livorno, que la meta de la peregrinación es el sepulcro del apóstol Santiago. Dicho queda.

También es válido el uso de cualquier otra credencial jacobea, por ejemplo la italiana que expide la Confraternita di San Jacopo di Compostella, y por supuesto las de la catedral de Santiago o de la Federación Española de Asociaciones Jacobeas.

Solo si estamos en posesión de la credencial podremos utilizar los albergues de peregrinos, y si la sellamos como Dios manda, al menos un timbro por día, podremos obtener en Pistoia el certificado de la Jacopea (en el Battistero de San Giovanni, junto al duomo) y el Livorno el Testimonium (en la iglesia de San Jacopo in Acquaviva).

La riqueza y variedad patrimonial de este itinerario, que recorre algunas de las ciudades de historia y arte más famosas del norte de la Toscana, es inmensa. Baste recordar que presume de sus siete catedrales, que son las de Firenze, Prato, Pistoia, Pescia, Lucca, Pisa y Livorno.

El Patrimonio Mundial de la Unesco está representado por el magnífico casco histórico de Firenze (inscrito en 1982), las villas mediceas del entorno con sus jardines (2013), ante alguna de la cual discurre el Camino, la Piazza del Duomo de Pisa (1987) y, como última incorporación en 2021, el centro de Montecatini Terme, que forma parte de las Grandes Ciudades Termales de Europa.

Pistoia asombrará a quien no la conozca, y no solo por su catedral, que custodia la magnífica pala argéntea gótica de San Jacopo, epicentro del culto santiaguista en Italia, sino también por su casco antiguo, en el que sobresale el edificio renacentista del Ospedale del Ceppo, decorado por el taller della Robbia con frisos cerámicos en los que, entre otras obras de Misericordia, se representa con todo lujo de detalles la acogida de los peregrinos.

También constituye una grata sorpresa, siempre ocluida por la cercanía de Firenze, la ciudad de Prato. Otros lugares con personalidad son Montecatini Terme, fiel al espíritu balnear, algunos pueblos fortificados con su rocca o castillo como Calenzano, Montemurlo o Serravalle y, por su vínculo con Pinocho, Collodi. Asimismo, conoceremos templos medievales de tanto interés como el monasterio de San Salvatore in Agna o las pieves de San Michele de Groppoli y San Piero a Grado.

La borrachera artística, que nos mantendrá en un permanente síndrome de Stendhal a partir de Firenze, dejará boquiabiertos a los peregrinos con un mínimo de sensibilidad patrimonial. Lucca es una de las ciudades más bellas e impresionantes de la Toscana. Y qué decir de Pisa, mundialmente conocida por el conjunto formado por su duomo, baptisterio y torre inclinada. En cuanto a Livorno, constituirá una sorpresa para quien no la conozca, con su gran puerto de cruceros y ferris, canales y fortalezas mediceas.También el patrimonio gastronómico toscano constituye otro gran aliciente.

A los ritos religiosos o culturales se han ido sumando otros recientes, como darse un baño al llegar al Mediterráneo, en Marina di Pisa, o, en Livorno, degustar el cacciucco, una sopa seca de pescado y marisco.