Tenía ganas de hacer caminos menos transitados que el Francés o la Vía de la Plata. Así que elegí éste porque me apetecía andar entre olivos. Y en soledad. Dos cosas que se vieron cumplidas con creces. Al ser en plena Semana Santa, había más gente de la habitual... en los pueblos. Por la misma razón, había menos gente, nadie prácticamente, en el campo. Esto, para mi, era un plus.
A cambio, y puesto que la de los albergues es la parte más débil del Camino Mozárabe, encarecía el forzado alojamiento en pensiones y hostales.