Etapa 7: Tirrenia - Livorno | Al Loro

Distancia: 
15,8 km
Duración: 
4 h
Dificultad: 
1
Paisaje: 
2

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SOBRE LA ETAPA:

El recorrido es totalmente ciclable salvo algún punto concreto como las escaleras del Mercato del Pesce (Livorno).

Algunos, en vez de meterse por el pinar de Calambrone, preferirán seguir junto al mar hasta el canal de evacuación del río Arno.

A los 15 minutos de marcha por la pineta de Calambrone, nos encontramos un cruce sin señalización que resulta confuso respecto a la norma general de continuar al frente: aquí procede ir a la izquierda. 50 m después sucede lo mismo, pero entonces corregimos el sentido de la marcha yendo a la derecha.

Una barca, desde el puente de Calambrone, nos puede llevar hasta el centro de Livorno (Dársena Vecchia) sin tener que soportar el tránsito por la zona industrial. La cuestión es que funcione el día que nosotros pasamos, y además se necesita un grupo mínimo de reservas para que el precio sea asequible. El viaje dura poco menos de una hora. Telf. +039 340 561 7490.

Al llegar, en el puerto industrial y comercial de Livorno, a la Av. Leonardo da Vinci, hay que seguirla a la izquierda, atención, porque de otro modo acabaremos en un callejón sin salida en los muelles. Lo indicamos porque este giro va contra la orientación intuitiva.

En medio del polígono portuario y bajo los viaductos, el bar-restaurante Ivo es lo más parecido a un oasis. Frecuentado por transportistas, propone un menú de carne y otro de pescado (más caro) a precio contenido. Si lo que se desea es matar el mal trago industrial comiendo el mejor pescado, 100 m después el Camino pasa ente la Trattoria da Armandino, local muy popular por la calidad de su género y ajustado precio.

Una parada igualmente sugerente, en la zona industrial portuaria, es la pastelería y café In Cateratte, al final de la Av. da Vinci, que también ofrece económicos menús.

SOBRE LIVORNO:

Es una lástima que esta meta no cuente con un albergue de peregrinos, y ni siquiera con un hostel homologable. La carencia provoca que muchos de los que concluyen el Camino se marchen ya el mismo día de la ciudad.

Aunque el Camino plantea un buen recorrido junto a los canales, es aconsejable disfrutarlos a través de un paseo en barca (battello), muy romántico al atardecer por el quartiere de Nuova Venezia. El tour lo ofrecen varias empresas en la Dársena Vecchia, dura 40 minutos y cuesta 15 € (año 2023).

En el templo de San Jacopo in Acquaviva nos pondrán el último sello de la credencial y recibiremos el testimonium o certificado de haber completado la ruta desde Firenze, bautizado como Jacopea Iuxta Mare (basta con haber hecho 50 km de la ruta). En el caso de que estuviese cerrada o no se pudiese acceder a ella por cualquiero otro motivo, también se puede sellar en la oficina de turismo (Piazza del Municipio).

Para comer cacciucco y otras especialidades del mar como el pescado frito o el bacalao a la livornesa, hay muchos restaurantes en el centro, por ejemplo alrededor y en el propio interior del Mercato Centrale delle Vettovaglie, gran edificio del s. XIX. Al ser una ciudad menos turística que Pisa o Firenze, en Livorno se puede comer bien a buen precio.

Pese a que la ciudad fue duramente bombardeada por los aliados en la Segunda Guerra Mundial, sus monumentos fueron reedificados. De ellos sobresale la muralla de planta pentagonal, mandada construir por Cosimo I, concebida por Bernardo Buontalenti para resistir la artillería. El complejo defensivo portuario incluye las fortalezas Vecchia (1534), que englobó el castillo medieval, y Nuova (1594), de apariencia inexpugnable y rodeada de canales.

La iglesia de Santa Caterina, ante cuya fachada non finita discurre el Camino, data de 1755. En el interior, además de admirar su gran cúpula y los frescos del Vasari, es obligado visitar la capilla del Gesú della Pietà, de gran devoción entre los livorneses. El titular es un Ecce Homo flagelado en cuyo altar también aparecen la Piedad y el Santo Entierro; un sentimiento trágico consustancial al Barroco.

Arrasado durante la Segunda Guerra Mundial, el duomo di San Francesco  (1594-1606) fue reconstruido tal y como era. La nostalgia venció entonces a la modernidad.

De los muchos monumentos existentes en la ciudad nos quedamos con dos. Uno clásico, dedicado a Fernando I dei Medici (Giovanni Bandini, 1601) pero denominada dei Quattro Mori por los cuatro esclavos berberiscos que aparecen a sus pies encadenados (Pietro Tacca, 1621). Hoy resulta políticamente poco correcta (las tropas napoleónicas ya estuvieron a punto de destruirla por el mismo motivo), más o menos como el Santiago Matamoros.

La segunda escultura se sitúa en el Scoglio della Regina, balneario de 1846 así denominado por haberse bañado en aquel lugar la reina española María Luisa d’Etruria, esposa de Luis de Parma. Situada en el paseo marítimo junto al Viale Italia, se titula La Bagnante y es obra de Sandro Chia (2016). El artista representó a la reina como una mujer que se lanza al mar desde lo alto de un zigurat preexistente, situación que aporta a la escena un cierto contexto metafísico u onírico, a lo Giorgio de Chirico.

Iglesia de San Jacopo in Acquaviva. Una leyenda dice que en este lugar el Zebedeo, que se detuvo cuando viajaba de Jaffa con destino a Hispania, a donde se dirigía a predicar el evangelio, hizo manar una fuente (la acquaviva). Desde el s. IV existía un eremitorio agustiniano. La actual cripta, situada al nivel del mar, era el primitivo templo, y junto a ella se encontraron restos del antiguo hospital y cementerio de peregrinos. El actual templo superior data del s. XVI.

Auténtico distintivo de la ciudad y comarca, el cacciucco es una sopa (espesa, no líquida) de pescado y marisco que se puede degustar en la mayoría de los restaurantes.