Vía Francígena | Información

La Vía Francigena desde Lausanne (Suiza) nos proporciona la posibilidad de vivir una gran aventura, repleta de contrastes paisajísticos y culturales, a lo largo de 1.110 km. Entre sus tramos o momentos emblemáticos se cuentan el contorno del Lago Leman, el paso de los Alpes, el de los Apeninos, el recorrido por la Toscana o la llegada a Roma. Obviamente, para cubrir tan larga distancia, superior a la de la Vía de la Plata, se precisan unos 45-50 días, a los que sumar los desplazamientos de ida y vuelta, y las paradas para visitar las principales ciudades, o sea, ¡nada menos que entre 50 y 55 días!

Quien no disponga de tanto tiempo, todo un privilegio en el mundo en que vivimos, para hacer la ruta propuesta de un tirón, podrá bien parcelarla en diferentes períodos, o bien elegir solo algún tramo. Nuestro consejo, como sucede en el caso compostelano y para dotar de sentido el viaje, es que fijemos la meta en Roma.

Puede resultar chocante que una ruta de largo recorrido a Roma comience en la ciudad inglesa de Canterbury, más lejos todavía que Suiza. Pero ¿no decía el refrán que todos los caminos conducían a Roma? Entonces, ¿cuál es la causa de que solo uno tenga la primacía? Pues bien, en todo ello tiene mucho que ver el moderno diseño de rutas pedestres o ciclistas, que solo en parte fundado en la historia, define itinerarios culturales a partir de un hecho, en este caso la peregrinación en el s. X del arzobispo Sigerico, que a su regreso apuntó, era un tipo meticuloso, las 70 etapas realizadas.

Vía Francígena

A partir de 1991, a través de una asociación, varios municipios y provincias italianos comenzaron a preocuparse por la puesta en valor del itinerario medieval de Sigerico. Ese mismo año lo presentaron en la Bolsa Internacional de Turismo de Milano, y se publicó un documentado libro, de Renato Stopani, sobre el que se fundó la estrategia. En 2001 se creó la Asociación Europea de las Vías Francígenas (Fidenza), así en plural, cuyo objetivo no era recuperar la peregrinación tradicional a Roma, sino crear un producto turístico inspirado en ella de carácter cultural, experiencial y bajo la marca slow. Por supuesto, nada más apropiado y fácil, para lograrlo se inspiró en el modelo del Camino de Santiago, contemplado con envidia por haberse convertido en un referente de éxito. Las oficinas de esta asociación se sitúan en Fidenza, donde cada año se celebra el Francigena Fidenza Festival, y Piacenza.

Una de las primeras iniciativas fue la de crear un logo, en Italia conocido como Pellegrinetto, la puesta en marcha de una credencial y, a través de un convenio con la basílica de San Pedro, la entrega de un certificado, conocido como Testimonium, que aplica las mismas exigencias de la Compostela. Hasta aquí no fueron demasiado originales.

La Francígena ha renovado, en 2015, su candidatura para ser declarada por la Unesco Patrimonio Mundial, distinción que hasta ahora solo han alcanzado unas pocas rutas de peregrinación. Refrescamos la memoria: en España el Camino Francés y los Caminos del Norte, en Francia algunos tramos y monumentos de las cuatro grandes vías calixtinas, en Japón el Kumano Kodo. De conseguir el reconocimiento lo sumaría al del Itinerario Cultural Europeo, otorgado en 1994.

Sin embargo, un trayecto de más de 2.000 km entre Canterbury y Roma que atraviesa cinco estados, con la proyección sur italiana de casi otros 1.000 km hasta Santa María di Leuca (ruta jerosolimitana), es evidente que no resultaba operativo. Por fuerza se había de segmentar en itinerarios menores con sus áreas de sombra, tales los trayectos por Inglaterra (una etapa) y Francia. En la cara iluminada del satélite está la porción italiana norte (Gran San Bernardo-Roma), que es la que adquiere un mayor simbolismo entre los Alpes y la ciudad eterna, y también la mejor nutrida de servicios. Dentro de este camino, aún largo, destaca por su popularidad el sector de la Toscana y el Lazio, sobre todo a partir de Lucca. De hecho, los principales puntos de partida están siendo todos los italianos: Ivrea, Lucca, San Miniato, Piacenza, San Gimignano, Siena, Viterbo y, en Suiza, el Grand-Saint-Bernard —con el rol de Roncesvalles—, y Lausanne.

En Italia se considera que la Francígena, si bien funciona y tiene peregrinos todo el año, está siendo superada por el Camino de San Francesco en número de usuarios. Al carecer de estadísticas rigurosas en Roma, todo son conjeturas y aproximaciones fundadas en encuestas parciales. Estas revelan que el perfil de los peregrinos es similar al de los compostelanos en algunos aspectos: similar proporción de mujeres y hombres, y por edades con casi un 39% en la franja entre 45 y 65 años (un 22% de 55-64 años), aunque también con notable presencia de jóvenes (un 21% de 25-34 años). Sin embargo, en la VF todavía no se ha consagrado la dimensión internacional, y si bien están registradas 60 nacionalidades, la mayoría de los peregrinos son europeos, sobre todo y por este orden: italianos, franceses, suizos y alemanes. Comienzan a llegar también peregrinos de España, Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca, Bélgica y, fuera de Europa, de Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, China, Corea del Sur, Japón o Australia.

No por casualidad, sino por tendencia del contagio turístico, se da también el fenómeno de los 100 km, que se completan desde Montefiascone, junto al lago de Bolsena, ya en el Lazio; nada que ver, desde luego, con los emporios gallegos de Sarria o Tui. Eso sí, la VF también está afectada por la deriva del corto recorrido y el virus de la «certificaditis», y así el 49% de los usuarios solo pisa el Lazio, y un 31% solo la Toscana. Como dato curioso, y a la vez significativo, cabe señalar que ¡solo un 43% de los peregrinos concluye en Roma! Por algo no será raro escuchar, a lo largo de la Francígena, que «esto no es el Camino de Santiago» (los más optimistas añaden un… «por ahora»).

Los datos ofrecidos por la asociación de la VF, estimación de parte muy inflada, consideran que en 2019 unas 50.000 personas habían caminado, al menos, una semana por la ruta (aquí lo suman todo, peregrinos, excursionistas, senderistas, marchas promocionales, etc), y en 2021, pese a la pandemia, habrían sido unas 40.000. La cifra no casa con la expedición de credenciales, que en 2021 fue de 11.500. Cálculos más ponderados rebajan las expectativas, y estiman que los llegados a Roma no superarían los 15.000.

Las motivaciones expresadas también parecen diferir algo de las jacobeas: en primer lugar se menciona la convivencia con otras personas, seguida de las espirituales (siempre ambiguas), el turismo cultural y natural, las deportivas y, por último, las religiosas.

Un 55% de los peregrinos hace el Camino en grupo (entre ellos muchos excursionistas que lo parcelan en tramos o en períodos vacacionales cortos), un 32% en pareja y tan solo un 17% en solitario. En cuanto a los meses elegidos, los más frecuentados son agosto y septiembre.

Nuestra aportación, por fuerza somera ante el kilometraje del itinerario, con la dificultad de mantener al día la información práctica desde Suiza, sobre todo ante el cambiante panorama generado por el Covid, pretende ayudar a los peregrinos que afrontan la VF con un criterio similar al del Camino de Santiago. Por ahora centramos la información en el trayecto italiano, con la adenda de la subida a los Alpes por Suiza, eligiendo como punto de partida una ciudad emblemática y bien comunicada, Lausanne.

Ah, y ahora sí la última cuestión. Las guías contienen errores (todas) y con el paso del tiempo van quedando desactualizadas. Te agradecemos tu comprensión, y también tu ayuda opinando sobre los albergues (en su ficha) e informándonos de aquello que consideres relevante para mejorar la información de esta web. Bon Chemin! Buon Cammino!

Canterbury, sede primada de la iglesia anglicana, a su vez también meta de peregrinos medievales que se acercaban a venerar las reliquias de San Tomás Becket, es un punto de partida muy lejano. En su día fue elegido en base al viaje de su arzobispo Sigerico, que en 990 se fue a Roma para recibir el pallium (especie de estola) del papa, y al regreso tuvo a bien dejar testimonio de las 70 etapas recorridas de Roma a su sede: solo los topónimos, sin más comentarios. El documento se conserva en la Brithish Library.

Por lo tanto la ruta se ha fijado en base al itinerario de Sigerico, pero debe quedar claro que tan solo es una de las muchas posibilidades en la compleja trama medieval, en realidad un sistema viario, de las rutas denominadas francígenas, francescas o romeas, entre las que también se cuentan otras de largo recorrido como la Romea Germánica o la Strata Romea (de Austria y el Báltico), así como las ambivalentes, jacobeas y romeas, procedentes del sur de Francia. Estos caminos ad limina Petri, que en parte aprovechaban las calzadas romanas, estaban repletos de alberguerías u hospitales, entre ellas el Hospicio del Grand-Saint-Bernard, fundado en 1050, que el Códice Calixtino califica como una de las tres columnas de caridad en el continente.

Definido en gran medida por los lombardos, al ser conquistado dicho reino por Carlomagno (s. IX) el itinerario adquiere su dimensión europea como un camino mercantil y de fe, y ya en el siglo X se convierte en uno de los principales entre el norte de Europa y Roma. Ascendía el valle del Ródano para cruzar los Alpes por el Gran San Bernardo, y tras pasar por Pavia, que había sido la capital longobarda, y superar el río Po, cruzaba los Apeninos por el monte Bardone (Passo della Cisa), discurriendo próximo a la costa mediterránea hasta adentrarse en la Toscana y el Lazio, ya sin grandes obstáculos geográficos. La ruta servía también como tránsito hacia otros santuarios, entre ellos de San Miguel de Monte Gargano (Monte Sant’Angelo, Puglia) y hacia los puertos itálicos meridionales de Brindisi o Bari para proseguir a Tierra Santa.

A través de un fragmentado y cambiante mosaico de estados, hacia el año 1000 los peregrinos cruzaban el reino de la Alta Borgoña, el de Lombardía, la marca de Toscana y los Estados Pontificios, pero también comunas independientes como las de Piacenza, Lucca, Siena o Viterbo. El peregrinaje a Roma experimentó un gran crecimiento popular con la promulgación por el papa Bonifacio VIII del primer Jubileo romano (1300), al que sucedería el de 1350; pese a las falsificaciones, sabemos que el año santo compostelano fue una copia de éste. A finales del Medievo el panorama italiano había cambiado, y los peregrinos atravesaban los ducados de Saboya y Milán, las repúblicas de Lucca, Florencia y Siena, y los crecidos Estados Pontificios. No seguimos para no aburrir, pero basta tener en cuenta que la unificación de Italia no concluye, al menos en la parte que recorre la VF, hasta 1870.

Del mismo modo que en los caminos jacobeos por Francia o España, en la Francígena se fueron incardinando rutas devocionales y santuarios, entre ellos los que acogían notables reliquias. Este es el caso, en la abadía helvética de Saint-Maurice, con el cuerpo de San Mauricio y otros mártires de la legión tebana, y en Italia, por citar solo los principales, eran venerados San Eusebio (Vercelli), San Agustín (Pavia), el tebano San Antonino o San Savino (Piacenza), San Donnino (Fidenza), San Caprasio (Aulla), San Frediano y Santa Zita, además del célebre Volto Santo (Lucca), Santa Serafina (San Gimignano), Santa Rosa de Viterbo y, por supuesto, todos los de Roma, magno depósito de reliquias, con San Pedro y San Pablo a la cabeza.

Tomando Suiza como punto de partida, cabe señalar que pese a lo que pueda parecer, el verano en el lago Leman y el valle del Ródano es muy caluroso, con temperaturas medias de 26º en julio y agosto. Sin embargo, por tratarse de un área continental rodeada de montañas, el verano también resulta lluvioso, sobre todo en forma de intensas tormentas a última hora del día, siendo los meses con más precipitaciones octubre y septiembre.

Al igual que todas las montañas, los Alpes pueden resultar traicioneros, e incluso en verano las temperaturas pueden caer hasta cerca de 0º en la cumbre, lo que nos obligará a plantear con tino nuestro equipaje. Como ocurre con los Pirineos, la cara septentrional de esta montaña es más fría que la sur o italiana. Por encima de la cota de 1.500 m pueden darse nevadas incluso en fechas tardías como junio, o aparecer ya en octubre. Asimismo, las tormentas son habituales entre mayo y agosto. Por lo tanto, el paso de los Alpes no se recomienda, salvo en el caso de montañeros experimentados, entre octubre y abril.

La belleza del paisaje suizo es proverbial, y tendremos buenas muestras de ello rodeando el muy turístico lago Leman, en ocasiones entre terrazas vinateras, y en el ascenso a la cordillera alpina, que depara incomparables escenarios de bosques de coníferas, praderas y pueblos típicos.

Por lo que respecta a Italia, sabemos que la mayoría de los usuarios se concentra en los meses del verano, a los que siguen junio y mayo, lo mismo que ocurría en el Camino Francés hasta hace unos años. En el caso de que se pueda elegir, los italianos valoran septiembre como un mes muy recomendable, ya que suele ser poco lluvioso siempre y cuando no entre una inesperada gota fría, que suele ser cosa seria en el ámbito mediterráneo.

Lo mismo que hemos indicado de los Alpes suizos es válido para el Valle d’Aosta, donde el itinerario discurre varios días encajado entre altas montañas, si bien matizado por cierta influencia mediterránea, que se percibe en la vegetación y una mayor presencia del viñedo. Las localidades de la región están muy mimadas y los pequeños pueblos se suceden en el valle con sus casas de piedra, balconadas de madera y techos de pizarra.

El gran cambio llega con el arribo a la gran llanura padana, o sea, el valle regado por el río Po, principal río de Italia. Entre los peregrinos se suele establecer un paralelismo con la meseta castellano-leonesa, aunque aquí los cultivos predominantes son el maíz y, sobre todo, el arroz. Avanzar entre los arrozales, surcados de canales e inundados, no es una experiencia grata en verano, cuando estos amarillean y los mosquitos se convierten en un tormento. A medida que nos dirigimos hacia el sur se elevan las temperaturas, que en verano superan con facilidad los 30º. Las lluvias aquí se concentran en primavera y otoño, y el invierno es bastante frío. El patrimonio monumental de las ciudades y pueblos piamonteses, lombardos y de la Emilia-Romagna compensa la monotonía del paisaje.

De este modo llegamos a la dorsal de los Apeninos, unas montañas plenamente mediterráneas y cubiertas de bosques autóctonos o repoblados, y salpicadas de antiguos burgos. Encontramos aquí el mítico Passo della Cisa, que puede resultar tanto o más duro que el Gran San Bernardo. El clima es benigno de mayo a octubre, y la lluvia escasa salvo en otoño.

Por fin hemos alcanzado la Toscana, territorio mítico de los viajeros y ampliamente divulgado por la literatura y el cine, pleno de historia con sus colinas tapizadas de viñedos, olivos y cipreses, y salpicado de poblaciones de gran belleza. El clima es amable en las estaciones intermedias, pero con la canícula se puede convertir en un pequeño infierno para el caminante, y el invierno resulta frío. A evitar el mes más lluvioso: noviembre.

Alcanzamos por fin el Lazio, donde los extremos toscanos se incrementan en verano, siendo agosto un mes poco recomendable para hacer senderismo. La campiña mediterránea sigue estando presente, con una serie de lagos de origen volcánico en la etrusca Tuscia, así el de Bolzano, realmente delicioso.

La VF no atraviesa, como ocurre con las rutas de Le Puy o Arles, grandes parques naturales: en Suiza tan solo nos aproximamos, entre Montreux y Villeneuve, al de Gruyère-Pays d’Enhaut; lo mismo ocurre en Aosta, situada al pie del Gran Paradiso; y entre Châtillon y Verrès, en que tendremos a la vista el de Montavic; respectivamente, antes de entrar en Pavia y Piacenza se recorren los parques fluviales del Ticino y el Trebbia; lo mismo sucede entre Felegara y Fornovo di Taro con el del río Taro; nos acercamos de nuevo al Parque Nacional del Apenino Tosco-Emiliano entre Berceto y el Passo della Cisa; no volvemos a encontrar un espacio protegido hasta el parque regional de Sutri y las pequeñas cascadas de Monte Gelato; para concluir, llegamos a Roma a través de la reserva natural dell’Insugherata, auténtico alivio en la insufrible conurbación metropolitana.

En Suiza la VF recorre los cantones de Vaud y Valais, y en Italia las regiones de Valle d’Aosta, Piemonte, Lombardía, Emilia-Romagna, Toscana, Liguria, de nuevo la Toscana y Lazio, más el estado del Vaticano. Forman parte de las anteriores las áreas metropolitanas o provincias de Aosta, Torino, Biella, Vercelli, Pavia, Piacenza, Parma, Massa-Carrara, La Spezia, Lucca, Firenze, Pisa, Siena, Viterbo y Roma.

Las principales ciudades, con su población redondeada, son Lausanne (140.000), Montreux (26.000), Aosta (33.000), Ivrea (23.000), Vercelli (45.500), Pavia (71.000), Piacenza (103.000), Carrara (60.500), Massa (66.500), Sarzana (22.000), Lucca (89.000), Siena (54.000), Viterbo (60.000) y Roma (2.700.000). Por respeto a la familia de lenguas romance respetamos los topónimos originales en francés e italiano.

La ruta combina con bastante equilibrio el carácter rural y urbano, si bien hay largos tramos en que predomina el primero, así entre el valle del Po y el comienzo de la Toscana, o entre Lucca y Siena, consecuencia de un país tan densamente poblado como es Italia. Zonas altamente urbanizadas son el lago Leman, el Valle d’Aosta (más disperso), la franja marítima ligur-toscana y, por supuesto, la aproximación a las grandes ciudades, especialmente a Roma.

Según encuestas realizadas por la asociación de la VF en 2021, los principales puntos de partida son, en este orden: Siena, Lucca, el Col de Gran San Bernardo y Aosta.

Si llegamos a Lausanne en tren, autobús o avión (aeropuerto internacional de Genève, bien comunicado, a 50 min), podemos calcular que necesitaremos alrededor de 50 días para alcanzar Roma. Desde el Col de San Bernardo, al que sin embargo es más difícil acceder, sería una semana menos. Otro arrivo cómodo es a través del aeropuerto de Milano-Malpensa, desde donde hemos de trasladarnos hasta Pavia (1,30 h); de Pavia a Roma precisaremos unos 32 días. Lucca, bella ciudad, es uno de los lugares de partida más habituales; está bien comunicada desde el vecino aeropuerto de Pisa (1 h), y desde ella restan unas 18 jornadas a Roma. Comenzar en Siena, con apoyo en el aeropuerto de Pisa o el más próximo de Firenze (1,30 h), implica reducir la marcha a 12 días, aunque es recomendable partir de San Miniato, para así disfrutar de esta localidad y de San Gimignano (15 días). Por último, la opción menos atractiva es la de los 100 últimos km, que se sitúan en Montefiascone (a 1,30 min de la Stazione Termini de Roma), lo que supone andar cinco o seis días, siendo nuestro consejo que al menos se comience en Bolsena, un día más, ya que es una población encantadora en todos los sentidos.

Las etapas tipo propuestas, si establecemos una media, serían de unos 21,3 km, que es la distancia habitual que se camina en la península ibérica. Desde luego, los peregrinos más experimentados podrán aumentar la media, sobre todo en etapas favorables como las del valle del Po.

En la propuesta de la guía se comprobará que hay algunas etapas más largas de lo habitual, siempre en función de la disponibilidad de servicios, y algunas también, por el mismo motivo, relativamente cortas. Todas ellas son meramente indicativas, para que cada uno las agrupe como considere.

La VF no cuenta con grandes variantes, y la señalización de las existentes tampoco se presta a confusión a partir de la traza principal, resultando ser opciones que precisan de un seguimiento a través nuestra aplicación. Comentaremos las principales.

El tema sanitario es importante en un viaje de este tipo, sobre todo si recorremos también Suiza, donde por no pertenecer a la U.E. de nada nos servirá la Tarjeta sanitaria europea. Podemos ir a pelo para ahorrarnos un dinero, cierto, o bien contratar un seguro médico por una semana.

Al igual que en los caminos jacobeos de España, Francia o Portugal, en todas las poblaciones encontraremos farmacias, por lo que no es necesario que llevemos a cuestas un botiquín. En los albergues también suelen disponer de un botiquín básico, y si no lo hay los responsables pueden ayudarnos en lo que precisemos. Bastará llevar un kit para ampollas (desinfectante, gasa, tiritas, aguja, hilo) y acaso aspirinas o paracetamol, estaremos bien servidos.

En cuanto a los pagos, siempre es conveniente utilizar las tarjetas o Bizum, pero en bastantes casos, tanto en albergues como en otros alojamientos (B&B, affittacamere, agriturismo), será obligatorio pagar en metálico. En Italia no hay ningún problema para usar los cajeros, sin comisión, pero en Suiza la cosa cambia, y además de la comisión se pierde en el cambio a los francos. Conviene prestar atención a la disposición de cajeros, pues hay largos tramos sin ellos.

Telefonía. Un problema, común a los ciudadanos de fuera de la U.E., lo es también para los europeos en Suiza, ya que no existe un convenio para librarnos del roaming. Hacer llamadas o, sobre todo, usar los datos del móvil puede suponer una auténtica sangría, ¡peligro! La solución pasa por usar todo lo que se pueda el wifi o, para los que quieran estar siempre comunicados, adquirir una tarjeta SIM de prepago (la de 5 GB de Holafly vale 37 € y tiene un mes de vigencia). Al llegar a Suiza, en cualquier quiosco, supermercado, oficina de Correos o en las estaciones de transporte también se pueden adquirir dichas tarjetas, así las emitidas por las compañías de las tres eses: Swisscom, Sunrise o Salt (la de 1 GB sobre 15 €). En Italia, quienes tengan una tarifa plana de móvil no pagarán ningún suplemento a su tarifa por hacer llamadas en el propio país o al exterior, ya que el roaming ha desaparecido desde 2017 en la U.E.; quien no la tenga, el coste será el mismo que el de las llamadas nacionales. Para llamar al país de origen se marca como habitualmente, y para Italia con el prefijo 0039 antes.

Se estima que el gasto medio diario es de 40/45 € entre los que van a pie, y que asciende a 60/65 € entre los que van en bicicleta. Por lo tanto, la ruta resulta hasta un 25/30% más cara que el Camino de Santiago, tanto por el coste de la vida (disparado en Suiza, algo más caro en Italia que en España y Portugal, y similar a Francia), como por la ausencia, en ciertas etapas, de una oferta de alojamiento con un precio estándar bajo.

Si quieres una guía en papel como complemento, las mejores son las de la editorial italiana Terre di Mezzo, realizadas por Roberta Ferraris, que se actualizan con cierta frecuencia:

- La Vía Francigena. 1000 km a piedi dal Gran San Bernardo a Roma.

- Guida alla Via Francigena in bicicletta.

- La Via Francigena in Toscana. Da Lucca a Siena e la Val d’Orcia.

A Sandy Brown se deben las guías de Cicerone Press, en inglés:

- Pilgrim Route. Walking the Via Francigena-Part 2. Lausanne and the Great St Bernard Pass to Lucca.

- Pilgrim Route. Walking the Via Francigena-Part 3. Lucca to Rome.

Aunque no se trata de una guía, sino de un relato de peregrinación en formato de diario (en realidad una especie de autoanálisis psicológico repleto de confesiones sentimentales), sirve para ambientarse, en castellano, el autoeditado por la zaragozana Carlota Salazar:

- Mi paso a paso por la Via Francigena. Zaragoza, 2021.

Desde hace dos décadas la ruta está señalizada. Se partió de la base de los GR, combinando las clásicas señales blancas y rojas de las rutas de largo recorrido con el emblema propio de la Francígena, el pellegrinetto. También han sido instalados carteles marrones, sostenidos por postes, en algunos cruces. Por su parte, municipios y asociaciones han creado otros modelos a partir del diseño oficial, sea con pintura, cartelería rústica, flechas, marcos, etc. En Suiza o el Val de Aosta se optó por su propia señalética en amarillo, con el recurso de postes con tiempos de marcha y pintura en rombos tumbados en la propia vía.

El balizado es desigual, y si en algunas zonas es correcto y hasta abundante (por ejemplo en la zona de Ivrea), en otras resulta deficiente (sobre todo en Lombardía y Emilia-Romagna).

La traza no es cien por cien la de Sigerico, que solo nos dejó las cuentas del rosario, ni la de los caminos históricos medievales, y ha habido alguna controversia entre asociaciones de amigos del Camino y la de la Vía Francígena, lo que ha generado algunas variantes. La falta de lógica caminera se percibe cuando nos vemos obligados a dar ciertos rodeos forzados, por ejemplo en la llegada a San Miniato (Toscana). Al igual que en los caminos de Francia se ha pretendido, más que una suma historicidad al modo de España o Portugal, buscar trazas amables sobre firme de tierra, aunque no siempre se ha conseguido.

Cierto que en bicicleta encontraremos muchos tramos fáciles, como los del valle del Po o la mayor parte de la Toscana, que discurren por pistas agrarias o forestales de tierra (sterrato), pero también otros más complejos, con estrechas sendas de montaña, pedregosas o con escalones que, suele suceder, coinciden con los tramos más bellos.

A diferencia de otras rutas de peregrinación, en la VF se diferenció desde un principio la ruta pedestre (marcas rojas y blancas) de la de bicicletas (marcas azules y blancas), aunque no en Suiza y el Val de Aosta. El problema es que las señales para los ciclistas son escasas, y resulta fácil que el sol haya comido el color de las pegatinas o que en un cruce nos las pasemos de largo si vamos rápido o despistados. Por lo tanto, se torna imprescindible hacer un seguimiento permanente de la app y programar las jornadas.

La propuesta ciclable oficial evita algunos de los tramos de montaña de más belleza, proponiendo carreteras próximas, lo que facilita el avanzar rápido. Por lo tanto, os aconsejamos que sigáis siempre la ruta que los peatones, sabedores de que en ciertos momentos habrá que poner pie a tierra, no vamos a perder ningún campeonato por ello. En cada etapa comentaremos los tramos más problemáticos para quien desee evitarlos por la «ruta azul».

A la pregunta de si vale la pena hacer esta ruta en bicicleta, nuestra opinión es bastante negativa. No obstante, la presencia de ciclistas en la VF (20% del total) es por ahora bastante superior a la del Camino de Santiago.

Si en Suiza tenemos los auberge de jeunesse y alguna gîte o accueil pèlerin, en Italia la palabra albergo se refiere a un hotel tradicional o posada, y nuestros albergues son denominados ostello.

Una cosa que nos va a sorprender, y que coincide con una fase de desarrollo aún incipiente del itinerario, es que la oferta privada aún no tiene apenas presencia por la falta de peregrinos y, por ende, de rentabilidad. Por lo tanto el peso de la acogida es prestado, en gran medida, por parte de la Iglesia —tanto de la católica como, en Suiza, de otras confesiones cristianas—. Conoceremos albergues parroquiales de todo tipo, desde los acondicionados bastante en precario hasta los perfectamente instalados, pero la mayoría sin hospitalero fijo, tan solo con un responsable que nos da la llave, que a veces se recoge en un determinado lugar; los precios varían, del donativo a una cantidad incluso elevada. También hay que citar los albergues diocesanos, que aprovechan los grandes edificios semivacíos de los seminarios, y a las congregaciones religiosas, sobre todo en conventos femeninos, que acogen peregrinos como un complemento de los ingresos de la casa. En general suelen estar bien atendidos, con mayor profusión de camas que de literas, y en algunos también ofrecen la cena y el desayuno, un régimen de media pensión a un precio más que razonable.

En segundo lugar cabe citar los albergues comunales (dependientes de los municipios), que no son tantos, pero suelen estar bien organizados y tener más capacidad que los parroquiales, aunque su precio también suele ser mayor.

Un tercer tipo es el de los albergues, por ahora pocos pero imprescindibles para vivir el espíritu del Camino, que cuentan con hospitaleros voluntarios, todos ellos de donativo: ahí están Vercelli, Pietrasanta, Valpromaro, San Gimignano, Radicofani o Roma.

Poco a poco van surgiendo algunos albergues privados orientados a los peregrinos, pero que también trabajan con turistas. En Suiza podemos recurrir a los juveniles; su precio es realmente alto en la zona del Lago Leman (sobre 50 €), pero los servicios buenos, incluido un completo desayuno y una tarjeta de transporte para moverse con total libertad por el municipio.

A propósito de la hostelería convencional alternativa, en Suiza se disparan los precios, pero en Italia se pueden encontrar habitaciones a un coste razonable en los affittacamere, y también en algunos B&B, agriturismo u hoteles que hacen precios especiales a los peregrinos. Todos ellos figuran en nuestra selección de alojamientos.

Y atención a la forma de planificar el día a día de la VF, pues dado que los albergues tienen en muchos casos un reducido número de plazas, las reservas se hacen casi imprescindibles, a veces incluso obligatorias, pues puede darse la circunstancia de que al llegar nadie os espere y resulte difícil encontrar a la persona responsable para que os abra. Recordad que siempre habrá que contar con efectivo, pues en muchos albergues el pago con tarjeta no es posible.

Para comer sobre la marcha podemos acudir a tiendas y supermercados, abundantes en toda la ruta para abastecernos, y también a panaderías y pastelerías, en las que adquirir pasteles rellenos de carne o verduras o bocadillos, aunque sin tanto surtido como, por ejemplo, en Francia.

El recurso al menú del día, tan habitual en España o Portugal, en Suiza resulta bastante caro, sobre todo en la exquisita zona del lago Leman, con unos precios algo más bajos entre Aigle y los Alpes, aunque suelen superar los 18 o 20 €, y no suelen ser ofrecidos por la noche. Opción más económica es la de las pequeñas pizzerías o kebabs.

En Italia sí hay menús, y en los tramos más frecuentadas de la VF también con precios concertados para peregrinos. Suelen incluir un antipasto (primer plato) y segundo, ambos a elegir, con la bebida incluida, pero no el postre. De media su precio ronda los 15 €, y suben a 18 € en los lugares más turísticos. En una pizzería no sale mucho más barato comer, porque por lo común se pide una pizza por persona, es lo habitual en Italia, más la bebida y el postre. Al igual que en Suiza se puede ahorrar acudiendo a los kebabs y pizzerías take away, que suelen disponer de algunas mesas, casi todos regentados por emigrantes de diferentes países. La oferta más económica, a la que acuden los jóvenes, está formada por las pizzerías al taglio, que venden porciones de pizza y otras raciones de comida rápida preparada, y las paninotecas (bocadillos).

Cafés y bares. En Suiza, de nuevo, resultan prohibitivos, tanto un simple café como el alcohol, aunque sea cerveza local. En Italia ya se sabe que el café es muy bueno y asequible, con especialidades como el cappuccino o el macchiato. La cerveza se ofrece en tamaños estándar de 33 cl, 50 cl y la super de 66 cl, y se suele retirar de máquinas frigoríficas presentes en los bares con sus precios a la vista, que no resultan excesivos salvo en puntos muy turísticos. Mayor coste tiene el vino, de denominaciones muy diversas, rondando los 4 € la copa. En el norte de Italia se ha puesto de moda el aperitivo, que se sirve antes de la cena, más o menos entre las 17:00 y 19:00, junto a la bebida; se paga más por ésta, pero viene acompañada de un surtido de pinchos de cortesía (focaccia, pizza, queso, jamón o embutido, vegetales) que casi llega para cenar.

Fuentes. ¡Atención al agua!, porque nos encontraremos largos tramos sin acceso a ella. En Suiza y el Valle d’Aosta todas las fuentes, a no ser que se diga lo contrario, son potables y con agua de manantial. Cuando se indica que el agua no está tratada, no quiere decir que no se pueda beber: la mejor receta es consultar a los vecinos, malo será que nos toque uno malvado. En Italia sorprende ver numerosas casetas del agua, que por una cantidad irrisoria (5 cts) permiten rellenar un bidón de un litro con agua refrigerada, que además puede ser frizzante (con gas).

Supermercados y tiendas. En Suiza hemos aprendido a buscar las ofertas, y un bocadillo siempre se puede preparar por unos 5-6 €; la fruta es muy cara. En Italia los precios están más o menos como en Francia. Cocinar en los albergues, mejor compartiendo gastos con otros peregrinos, puede ser una buena idea. Si son italianos harán a diario la pasta, no os quepa duda; dejaos llevar por ellos y no se os ocurra decirles nada, y menos aún que vuestra madre usa tal o cual truco, puede ser casus belli.

Credencial. Si deseas tenerla antes de partir, en la página oficial de la VF se puede obtener por 5 €, más gastos de envío, que para fuera de Italia son muy elevados. Es por ello que conviene conseguirla en los puntos de expedición, pues seguro que existe alguno en el lugar que hayamos elegido para el comienzo; el listado se puede consultar en punti di distribuzione, y los más comunes se sitúan en Lausanne (Editions Fabre), Gran-Saint-Bernard (Hospice), Aosta (Oficina de Turismo), Ivrea (Amigos del Camino), Piacenza (Oficina de Turismo, Ostello del Teatro o Musei Civici), Lucca (oficinas de Turismo), San Gimignano (Asoc. Pro Loco San Gimignano), Siena (Bookshop de Sta. María della Scala, librerías Senese y Catechistica) o Viterbo (Oficina de Turismo), siendo Roma el lugar con más dificultad (Bottega Barbara Medori, Via del Fiume, 10a, entre Piazza del Popolo y el Ara Pacis). La credencial ofrece descuentos del 10% en Trenitalia (on-line, pinchando en altre offerte) y Trenord (en Lombardía, con registro previo).

También es válida, aunque no sea la oficial, la credencial de la Confraternita di San Jacopo en Perugia, de donativo.

Si no te importa la calidad, aunque será mejor recurrir a una impresora profesional con cartulina, puedes descargarla desde la web de la asociación de la VF en España, la cual ofrece otras informaciones, por ejemplo listados de albergues, pero cobrando.

El uso es similar a la credencial jacobea, incluyendo los datos personales y colocando sellos, en este caso llega uno por etapa. Solo con ella podremos utilizar los albergues exclusivos para peregrinos.

El testimonium es un bonito certificado de fin de ruta para quienes peregrinan por motivaciones religiosas (a diferencia de Santiago, nadie os preguntará por ellas), que se entrega en la sacristía de la basílica de San Pietro in Vaticano (a diario de 8:30 a 12:30, salvo miércoles y domingo). También se concede un documento, de menor interés, en las oficinas de la Opera Romana Pellegrinaggi, situada en la plaza Pio XII, 9, que precede a la circular de San Pietro (de lunes a sábado de 9:30 a 16:30).

La riqueza patrimonial de este itinerario es inmensa, tanta que posiblemente estemos hablando del más rico y variado de todos los caminos de peregrinación por Europa.

Por citar los monumentos y sitios catalogados como Patrimonio Mundial por la Unesco, recordamos que en Suiza lo son los viñedos en terrazas de Lavaux (2007), entre Lausanne y Montreux, y como patrimonio intangible la Fiesta de los Vendimiadores en Vevey (2016), que solo se celebra cinco veces cada siglo, una por cada generación. En Italia: el complejo industrial del s. XIX de Olivetti, en Ivrea (2018), la ciudad antigua de Siena (1995), San Gimignano (1990), el Val d’Orcia (2004), como ejemplo de ordenación territorial del Renacimiento, y el centro histórico de Roma y el Vaticano (1980/1990).

Grandes referentes para disfrutar de la naturaleza y el paisaje son el ascenso al Gran San Bernardo (paso de los Alpes), el tránsito por el Valle d’Aosta y el Passo della Cisa, en los Apeninos. Entre las ciudades sin duda Lucca, una joya poco conocida, y por supuesto Siena, San Gimignano o Roma, que están en el top del turismo de Italia. Pero también os sorprenderán por su patrimonio otras urbes como las suizas Lausanne, Vevey y Montreux, y ya en Italia Aosta, Vercelli, Pavia, Piacenza o Viterbo. Y desde luego las innumerables poblaciones con sus históricos borgos, que se multiplican en Italia, tales Belgioioso, Fidenza, Berceto, Pontremoli, Sarzana, Massa, Pietrasanta, Camaiore, San Miniato, Monteriggioni, San Quirico d’Orcia, Radicofani, Bolsena, Montefiascone, Sutri o Capranica. 

El Camino, para quien disponga de tiempo y no quiera desaprovechar la oportunidad, está asimismo repleto de desvíos tentadores, entre los más relevantes indicando el tiempo en transporte público: Genève (a 40 min de Lausanne), Torino (a 30 min de Santhià y 45 min. de Ivrea), Milano (a 40 min. de Pavia), Cremona (a 40 min. de Piacenza), Parma (a sólo 11 min de Fidenza), Cinque Terre (a 30 min. de Sarzana), Pisa (a 30 min. de Lucca), Pistoia (a 40 min. de Lucca, como centro de culto jacobeo), el Mediterráneo (a 20 min. de Lucca se sitúa el centro balnear de Viareggio, y el mar y sus playas también están a un paso de Sarzana, Avenza, Massa o Pietrasanta), Firenze (a poco más de 1 h desde Lucca, San Miniato o Siena) u Orvieto (a 45 min. de Bolsena). ¡De locos!