Relato del Camino Inglés

Autor: 
Sofía
Fecha: 
Febrero de 2014

Reconozco que esto de marchar al Camino una vez al año como mínimo es una tradición a la que no te “acostumbras” del todo, será por ese leve mariposeo que sientes en el estómago en los días previos a la partida, un countdown en toda regla. En los dos meses anteriores se ha batido el litoral de Galicia por vendavales, sucesivas borrascas, ciclogénesis explosivas, cadena de temporales, olas que han marcado records, ríos desbordados, climatología adversa que aconsejaba prudencia a la hora de mirar hacia la provincia donde se inicia el Camino Inglés, la Coruña. Teniendo en cuenta que mi compañera de Camino de los últimos tres años no se amedrenta fácilmente, es más, lo considera un reto personal me convence contundentemente diciendo que para comodidades ya las tenemos en casa, no me deja ni un solo lugar a la duda, para allá que nos dirigimos, además ironizando sobre los nombres que les han puesto a las tormentas, tormentas tremendas, Stefani, Tini, Violeta, Ulla, que a pesar de nuestra condición de mediterráneas y no estar muy familiarizados a ver lluvia a diario, le intentaremos encontrar el encanto - seguro que lo tiene -a caminar bajo lo que nos suelten las nubes o el cielo, un día, otros, o los que nos acompañen.

El Camino Inglés, Irlandés, fue el que utilizaron los peregrinos que llegaban de ultramar en barcas desde Escandinavia, Islandia, de las islas Británicas, Holanda, desembarcaban en mayor cantidad en el puerto de la Coruña, en Ferrol y en otros puntos del litoral norte español.

 

Por penúltima vez

En una realidad que el Camino Inglés es uno de los menos transitados y a pesar de haberlo tenido en el pasado en mi lista por conocer y caminar, hasta este año 2014 parece que no llamó con fuerza a mi puerta… son catorce años de peregrina y bastantes caminos bajo mis botas, y si decido de una vez por todas hablar en serio diciendo por penúltima vez que:

- “este año cuelgo las botas” para dedicarme a otras cosas -, quizás este pueda servir como broche final a tantas sendas, trochas, sube bajas, penurias, alegrías, amaneceres, puestas de sol maravillosas sembradas de recuerdos imborrables.

Algunos lo han calificado como Camino silencioso, el gran desconocido, olvidado, de contrastes, interior, calmo, tranquilo, pausado, para caminarlo casi en silencio sin alborotos ni correrías en busca de albergue, a grandísima distancia de la masificación de otros que nos llevan también a Santiago. Pronto, nos tocará descubrirlo.

Ya estamos en vuelo….poco peso en las mochilas y algo de entrenamiento previo, contacto con la madre tierra, corriendo o caminado para olvidar tímidamente el asfalto pues somos seres urbanitas pero deseamos volver a formar parte de algo que nos atrae mucho, como el cielo, el mar, los ríos, las rías, puentes, más rías, más puentes antiguos, otros modernos, pequeñitos y otros interminables. Cruceiros, encrucijadas, charcos, riachuelos, subidas, fuentes, algún canto de pájaro de “bon matí”, una brisa que nos acaricia y nueva mente, nuevamente te integrasen cuerpo y alma con el paisaje sin alcanzar a ver el horizonte pues todavía aparece lejano.

Viaje desde Barcelona a Coruña y en tren hasta Ferrol. Casi nunca salen las cosas como uno las planea, he de admitir que tengo mucho que aprender, recibo esa lección, he de ser paciente y comprensiva con todo lo que devenga desde este mismo instante. He vivido demasiado acelerada los dos últimos meses y ahora el parar de golpe no es algo que se me dé demasiado bien, lo siento en estos primeros acontecimientos inesperados.

Serán tan solo cinco días andando más los dos de viaje para recorrer los ciento veintidós kilómetros que nos separan de Compostela una meta relativamente cercana y sin dificultades a priori, aunque ya se verá como nos acompaña el tiempo que puede ser posiblemente la mayor dificultad en este invierno tan duro y tempestuoso en el noroeste peninsular gallego.

Tuvimos que buscar lugar donde dormir en la Coruña sobre las diez de la noche, ya que no cuentan con ningún tipo de albergue de peregrinos ni tampoco juvenil o turístico, algo decepcionante dado que la ciudad de a Coruña es una ciudad que sin querer meterme con ella, no acoge demasiado hospitalaria, incluso intentan engañamos con el precio del hostal, precio diferente al que nos dieron media hora antes por teléfono antes de presentarnos allí, frente al Corte Inglès, por lo que decidimos ir a una pensión muy básica junto la estación de tren, Renfe, estábamos sumamente cansadas, eran las diez de la noche y la intención era coger el primer tren a Ferrol a las 6,40 de la mañana prácticamente antes del amanecer.

El tren nos dejará en Ferrol en un viaje que por ser noche cerrada no tenemos oportunidad de ver nada, en apenas hora y media, la ciudad de los astilleros nos recibe lloviendo y apenas amanecida.

Después de un buen desayuno en la plaza España comenzamos a descubrir Ferrolterra dando los primeros pasos con el estómago asentado.

Los peregrinos marítimos imagino que llegarían en muy malas condiciones por el duro viaje, bastante peor que nosotras que pese a las vicisitudes de nuestro viaje hasta Coruña para poder finalmente llegar a Ferrol, doce horas después de lo previsto tuvimos que dormir en la Coruña en lugar de Ferrol (en el albergue de Covas como nos hubiera gustado), pero ahora frente a las aguas del puerto de Ferrol respiramos energía positiva y ganas de dejar la ciudad y comenzar nuestro Camino con ilusión. La ciudad de Ferrol que piso por vez primera me parece interesante con su pasado naval y militar. Las calles del casco histórico con sus ventanales acristalados, la iglesia de san Francisco, la concatedral y sin duda cantidad de rincones interesantes que visitar.

Ferrol - Pontedeume

Nos dirigimos al Puerto de Curuxeiras y ya en ese tramo empezamos a ver algún mojón que tendremos que seguir en dirección contraria poco después, encontraremos bastantes obras en toda esa zona. Algunas producidas por derrumbes en el casco histórico.

Parapetadas con la capa de agua y paraguas, Isa, compañera de Camino de los últimos tres años y buena amiga me mira con los ojos llenos de ilusión, está claro que tiene ganas de comerse el camino, y yo, creo que también.

En la oficina de Correos, único lugar con seres humanos a la vista antes de las nueve de la mañana nos dicen tajantemente que ellos no sellan credenciales. Pues vale. Me acuerdo de mi Caminho Português en marzo del 2004 en los correos portugueses de Barcelos, Portugal, me contestaron de la misma forma.

En la Oficina de Turismo parece que no saben poner el sello en nuestra credencial, emborronándola. En cambio en el Ayuntamiento de Ferrol, imponente, si que sellan en condiciones, son amables y nos despiden sonrientes. Preguntamos bastantes veces y a distintas personas para salir de la ciudad en el menor tiempo posible y sin equivocarnos. Nos disponemos a andar y apenas pasan unas horas ya batallamos con fuertes ventadas, donde el paraguas de Isa acaba muriendo maltratado por los vientos ártabros. Decido guardar el mío.

En Fene pararemos a tomar algo caliente ya que no es cuestión de enfrentarse al mal tiempo con el estómago mareado. Lo hacemos enfrente del Ayuntamiento donde nos dan amable conversación, algún usuario y funcionarios nos dan consejos varios sobre lo siguiente que nos espera. Tan solo un par de horitas nos dicen para llegar a Pontedeume. Sellamos y guardamos nuestra credencial con forma de librito y varias hojas que conseguí por correo. Decidimos continuar que el día no está para muchas paradas, en Galicia el clima es tan variable que no te puedes fiar si el cielo se torna unos minutos azul pues a la hora siguiente te has de guarecer bajo una cabaña pues la granizada es considerable. Y no una sino dos serán las granizadas con bolas de hielo del tamaño de una oliva que llegaban incluso a hacerte daño las que nos cayeron esa mañana, fue un comienzo durillo además que nos pillara con la guardia baja. Nos preguntamos, pero acaso ¿la dichosa ciclogènesis no se había marchado para no volver?

Pontedeume

Llegaremos a la primera playa, la de Cabanas y poco después pasearemos por otra playa adornada de pinares hasta la orilla, de la Magdalena, le pregunto a un chico que está corriendo la manera más rápida para llegar a Pontedeume y nos indica por la izquierda. La vista es impresionante, adornada de chalets frente al paseo de la playa que deben de ser de veraneo, el pueblo se divisa en lo alto a la derecha y estoy ansiosa por ver su largo e impactante puente.

Me encantan los puentes y este es una auténtica maravilla, muy antiguo que han ido remodelando con el paso del tiempo. Incluso contó con hospital para peregrinos en una de sus dependencias, una torre y capilla, de cualquier modo el que puede ver y atravesar el peregrino hoy en día sigue siendo una maravilla desde cualquier lugar que se observe, desde el muelle, desde la ladera del monte Breamo, desde el casco viejo, o desde lo alto de la torre de los Andrade, personaje al que apodaron el Bo (el Bueno) que pertenecía a la poderosa familia de los Andrade, de los Andrade de toda la vida. Señor medieval de casi todas las villas que recorre el camino inglés, gran benefactor del Camino y de los peregrinos según dice la leyenda construyó siete puentes, siete iglesias, siete monasterios y siete hospitales. Casi una fusión entre santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega, digo, si se me permite la broma, por la vena constructora de puentes y monasterios. Aunque le apodaron el Bueno, es evidente que no llegó a santo, fue un hombre poderoso de la élite de la época e imagino que buen guerrero. Dos jabalíes y un oso forman parte de su escudo que veremos en varios lugares.

El Torreón de los Andrade y su Puente, son la imagen de Pontedeume y forman una entrada magnífica.

Como ya es conocido que el albergue abre a partir de las cinco de la tarde, nos da algo de tiempo para buscar un lugar donde comer estilo casero y sellar en la oficina del Concello. Lo haremos en casa Luis, una comida sencilla y apetitosa. Cuando ya nos vamos nos ofrecen probar unos orejones, dulce típico que hacen para la temporada de Carnavales y que guardan en un enorme barreño de aluminio de los de lavar la ropa. Lo encuentro muy bueno, sin ser demasiado dulzón.

Hacemos tiempo en la Cafetería Capri donde tomamos café con magdalenas hasta que después de las cinco de la tarde aparezca el encargado del albergue. Se encuentra en los antiguos almacenes de Raxoi en unas lonjas de pescadores que datan del siglo XVIII en el puerto deportivo, en un lugar bastante bonito.

Nos piden la credencial, sellan, cobran y subimos al piso de arriba donde elegimos litera, no hay problema pues estamos las dos solas. Cuesta cinco euros, sin cocina, ni microondas lo cual hace imposible prepararse nada. No tiene calefacción a pesar del frio implacable, se aprecia muy pronto que la temperatura es más baja dentro del albergue que en el exterior. Está algo descuidado aunque las instalaciones están bien. Un funcionario del Ayuntamiento es el encargado de abrirnos, nos ofrece un par de mantas que sin duda se harán imprescindibles durante la noche. Más tarde aparecerá otro peregrino impactado por el tiempo que tuvimos tan duro y bastante tarde lo hará un inglés que es más que posible sea un correcaminos busca vidas pues dice que no es peregrino y que anda a su aire, aunque de muy buen aspecto.

Las vistas desde la parte alta del pueblo son arrebatadoras, sin duda es un lugar precioso, para mí uno de los pueblos más bonitos de toda Galicia. Aunque todavía me queda por conocer Betanzos, que no es poco.

Por la noche no hay más remedio que dormir muy abrigados, con calcetines y gorro en la cabeza. No costaría tanto disponer de un pequeño calefactor, no será porque no lo hemos pedido…

Al día siguiente volveremos a desayunar en la cafetería Capri donde abren temprano y nos trataron muy bien ayer por la tarde.

A las nueve de la mañana en punto pondremos la marcha primera a ritmo lento con rumbo a la segunda etapa. Nos despedimos de Pontedeume y su cruceiro, de la Iglesia de Santiago, del imponente Torreón de los Andrade.

Pontedeume - Betanzos

Para proseguir el Camino todas las calles son de fuerte subida, que, no por saberlo, resultan sorprendente, para allá vamos, y nos dirigirnos a otro lugar cargado de historia e historias, Betanzos. No resultará nada, pero nada fácil el día de hoy, si habría de ponerle un título sería “de subida”. Sube, sube, hasta las nubes.

Durante la mañana hemos ido siguiendo con la mayor atención los mojones y flechas amarillas y la verdad es que hasta ahora no hemos encontrado problemas con la señalización se nota que ha sido repasada no hace mucho tiempo lo que es de agradecer, teniendo en cuenta que el Camino Inglés debe de ser el menos frecuentado por peregrinos. Atravesamos el campo de golf de Martin Fadesa, la misma empresa que taló cientos de árboles en las inmediaciones de Arca do Pino en pleno tramo del Camino de Santiago francés,- en la teoría protegido de esas agresiones - , para la construcción de un polígono industrial que finalmente no se llevó a cabo. De nuevo nos adentramos en bosques agradables donde los pies descansan en una suave alfombra de tierra húmeda y hojarasca.

Puentes antiguos llenos de encanto como el medieval de Baxoi donde tan solo unos metros antes me doy un resbalón al pisar las losetas de piedra del área de descanso fluvial, hago una pequeña pirueta y doy con la rodilla izquierda en el suelo. No ha pasado nada grave ¡suerte que tengo los huesos duros!

He rogado al Sol que saliese y brillase al menos durante un rato y afortunadamente así ha sido por lo que el día se ilumina y el caminar resulta mucho más agradable. La luz se funde con las gotas de lluvia y el verde de la campiña. Nos acompañará intermitentemente.

Sendas de hojarasca, la autopista cercana nos recuerda y sitúa en una civilización que funciona a otro paso que el nuestro…. con aire fresco para disfrutar del día hasta que lleguemos a nuestra ansiado descanso en el turístico pueblo de Miño donde pararemos durante un buen rato en animada charla con la señora del bar Vidal.

El pueblo es muy bonito y dispone de albergue a pie de playa para el que desee organizar la etapa con final en Miño. En este momento que estoy escribiendo este relato cuando no hace ni una semana que estuvimos en el pueblo de las marismas, escucho en las noticias que una parte del paseo y varios apartamentos se han venido abajo desmoronándose, causado por la gran cantidad de lluvia de los últimos meses.

Nos fotografiaremos en una colorida pasarela. Sin duda el Ponte do Porco en la desembocadura del Lambre en la Ría de Ares son espacios naturales preciosos que bien valen hacer éste Camino Inglés tan solo por conocerlos.

Un día que nos resultó duro por los dos o tres repechones finales que restan hasta llegar a Betanzos, uno con curioso nombre: cuesta Matacabalos y que a pesar del cansancio, llegamos a disfrutarlo.

Betanzos

Betanzos es auténtica, historia medieval, arquitectura religiosa, plagada de edificios notables, quiscos de música llenos de encanto, indianos que aportaron mucho a su ciudad y un Parque temático sobre el pasatiempo (dicen que fue el primer parque temático del mundo) y por si fuera poco, lo más importante para los que caminamos, cuenta por fin con un albergue de peregrinos cercano al ayuntamiento de cinco conchitas atendido por Pepe un tipo amable, servicial con clase y buena conversación.

El albergue de la Xunta, de seis euros, está emplazado en una casona señorial gallega estupendamente restaurada, han mantenido la típica cocina gallega de piedra que es una maravilla. Tanto lujo incluso me parece excesivo.

Probaré la típica tortilla de patatas de Betanzos, según ellos, la mejor de España y por la noche cena ligerita en el albergue. Coincidiremos con un pequeño grupo de cuatro valencianos.

Me entretengo haciendo la colada, me gusta cambiarme varias veces al día los calcetines para evitar problemas, dos o tres veces, especialmente cuando los pies se mojan o caminas todo el día por el suelo húmedo o embarrado como está siendo hasta ahora. Además mi dedo pequeñín se queja por una ampolla que espero no me de la lata. Es cuestión de tiempo que aparezca otra.

Estoy durmiendo como un lirón en todos los albergues especialmente en este donde hay calefacción, menudo lujazo el de Betanzos en comparación con la atmósfera gélida que había en Pontedeume donde llegamos a pasar mucho frío incluso con mantas.

Betanzos – Hospital de Bruma

Mojón indicativo del Camino y un bonito caballo blanco al fondo que observa el paso de las dos peregrinas acercándose dócilmente a ellas.

Nos separan unos treinta kilómetros hasta Bruma con fuertes subidas y desniveles, con un único lugar donde poder parar a comer o tomar algo, separado de Betanzos en diez y ocho kilómetros, de modo que intentaremos quitárnoslos de encima cuanto antes para dejar la segunda parte del día, la más dura, para después de comer tranquilamente. Sin prisa pero sin pausa.

Coincidimos con los cuatro valencianos que son familia y saltamos varios tramos con troncos cortados, arboles atravesados, caídos por las tormentas y los temporales de los pasados días. En algún bosque de eucaliptus los trabajadores tienen que parar su trabajo para que podamos pasar sin peligro para nosotros, coincide el momento en que vamos andando los seis juntos, aunque ellos llevan un ritmo endiablado que no es el nuestro.

Queremos disfrutar del Camino sin prisas y desde luego no nos marcamos hora alguna para llegar aunque nuestras paradas suelen ser bastante cortas.

Nos quedaremos a comer un buen menú en el restaurante Julia apodada “la Pequeñita” que al poco de llegar nosotras se llena por completo. No nos atrevemos con la fabada y optamos por una sopa de fideos y ya veremos que tal digerimos el bacalao en las subidas, subidas y más subidas que nos esperan, confiamos que no nos entre sed…. Algunos parroquianos del bar dicen que nos quedan hasta Bruma trece kilómetros desde la pequeña iglesia de san Paio de Vilacoba, donde está el restaurante Julia, mientras otros dicen que nueve. Mejor no preguntar.

Barrizales, y subidas, no queda otra que tomárselo con calma pero con decisión….Un par de horas después en una pequeña loma al borde del camino unos aserradores de troncos que son de la Europa del este, nos sueltan a modo de saludo en un grito:“solo os quedan veinte kilómetros”…. ¡Serán impertinentes los tíos esos!

-“Anda ya, tírate de la moto”, les suelta Isa. Yo me pongo a reír con ganas y ellos, evidentemente no entienden la contestación de mi compañera. Pero con los que tienen una aserradora eléctrica en la mano, pienso que mejor pocas bromas…. ha sido un encuentro gracioso y divertido, cuando crees en un desnivel considerable que sigue aumentando que te restan seis máximo o siete kilómetros y te sueltan que veinte,….¡alucina, vecina! Los últimos kilómetros resultan un poco heavies, el Camino Inglés puede resultar un poco heavy en el día de hoy todavía más cuando te dicen que esta etapa es de veintiocho y a ti te salen incluso más de treinta y tres. Además tanta subida resulta cansina y las ganas de soltarte y tirar las botas lejos de ti, aprietan.

Nos sorprende de repente la visión del cruceiro de Vizoño, en medio de la nada, resulta poco menos que inquietante por lo inesperado, seguro que encierra alguna historia interesante de la Galicia mágica.

Hospital de Bruma

El lugar de Bruma en Mesía, donde llegamos por fin al albergue de peregrinos público de la Xunta se encuentra en un lugar idílico junto a un río en una casona de gruesos muros de piedra. Bonito lugar.

A nuestra llegada vemos a los cuatro valencianos que están emparentados entre sí, que nos estaban esperando pues iban a comprar a dos o tres kilómetros de distancia del albergue y se ofrecieron por si necesitábamos algo, pues allí no te puedes abastecer ni hay pueblo. Les decimos que no hace falta, que como advertidas íbamos ya llevamos lo imprescindible para poder cenar y desayunar, del tipo sopa deshidratada de sobre que al hervirla se convierten en fideos al curry además bastante buenos y queso fresco. Tenemos también bolsas de té para el desayuno y galletas. Me gusta, nos gusta Bruma, nos ha costado llegar hasta allí por los fuertes desniveles, pero ahí estamos. Del antiguo hospital de peregrinos de Bruma se tiene noticia de antes del año 1200, de modo que la historia que atesora el lugar, es jacobea cien por cien.

La pareja de hospitaleros, primero conoceremos a Benigno y por la mañana a su mujer, son amables y atentos y dan cumplida información de todo. Más no se puede pedir. Una vez instaladas en el piso de arriba, dejamos a la familia en el piso de abajo, aparece algo más tarde el otro valenciano con quien hemos tenido buen trato pero que no le vimos en ningún momento en el día de ayer, que después de la experiencia congeladora en Pontedeume nos cuenta que decidió prescindir del alojamiento peregrino de lujo en Betanzos y se fue a dormir a un hotel para asegurarse, pues según nos dijo en Pontedeume no pudo pegar ojo ni un solo minuto en toda la noche debido al intenso frío. Es una pena pues se perdió uno de los mejores albergues en que he estado, al menos que recuerde últimamente.

Los gruesos muros de piedra del albergue impiden que se pueda llamar por teléfono pues no hay cobertura. Hay que irse afuera o enviar un mensaje rápido, para que nuestras respectivas familias sepan que estamos bien. La tarde es muy lluviosa y fría, cargada de humedad por la proximidad del río. Cena comunitaria pero cada uno a su aire, no se comparte y eso le resta encanto. Es evidente que prefiero otro tipo de cenas en los albergues, pero es que lo que hay, además para todos ellos es su primer camino excepto para Isa y para mí. Hubiéramos podido montar una cenita en grupo cuando nos ofrecieron ir comprar al pueblo, pero la verdad es que debíamos gastar lo que nosotras ya llevábamos en la mochila. Por la noche hablaremos un poco sobre lo que nos espera al día siguiente y después de sopesar varias posibilidades donde acabar. Isa y yo decidimos prescindir del pueblo de Sigüeiro donde no hay albergue público ni intenciones de ponerlo, únicamente se dispone de una pensión poco apetecible por lo que he leído en internet y en los foros del camino. En el Ayuntamiento solo ofrecen el polideportivo en verano y a grupos, según parece últimamente ya ni eso. Decidimos que buscaremos algo en Deixebre, a veintiún kilómetros de Bruma de ese modo quedarán las dos etapas restantes más equilibradas. En el hostal Las Delicias pese a nuestra insistencia no contestan al teléfono, antes llamado Parrillada a reventar y antiguo Os Carballos, multitud de nombres y cambios de propietario o arrendatarios, según parece ha cerrado hace tan solo un par de semanas….el caso es que cuando hace poco hablé con ellos por teléfono no me pusieron pegas ni menos me advirtieron de que cerrasen en breve, al menos se podrían haber molestado en avisarme por teléfono.

Hospital de Bruma - Deixebre

Por la mañana salimos sin ninguna prisa del albergue de Bruma, son cerca de las diez de la mañana, no recuerdo el motivo ni el porqué pero nos relajamos bastante.

Ha dado tiempo a que se sequen mis botas envueltas con papel de periódico por dentro y por fuera. No quise llevarme las de gore tex del año pasado pues me dieron problemas, éstas me van mejor aunque no son impermeables.

Nos acompaña el valenciano que anda solo, que después de llamar al hotel san Vicente (unos kilómetros más adelante ya pasado Sigüeiro), donde lleva intención de quedarse pero le avisan que está cerrado, nos dice que llegará a donde nosotras terminemos. La familia valenciana parece no tener planes, según vean, creo que intentarán quedarse en el polideportivo de Sigüeiro, aunque ya se ha comentado que actualmente ya no lo permiten.

A escasos ocho kilómetros de Bruma en un bar a mano izquierda nos pararemos a desayunar en condiciones, en las inmediaciones de Buscás. Tostadas con queso gallego, es lo que Isa y yo pedimos casi a diario. El valenciano come como un adolescente, donuts y bollería por el estilo, se llevará patatas fritas y ganchitos. Isa y yo en esto estamos en sintonía, en comer sano y tanto si comemos mucho o poco, siempre intentamos que sea algo saludable.

La mañana de hoy no resulta nada especial, carreteritas o sendas asfaltadas, nos hemos podido fotografiar juntas en un hórreo bastante grande y vemos unas curiosas figuras talladas a pie de camino. Un Santiago gigantesco.

Isa lleva un par de días batallando con el teléfono que no le funciona y anda pendiente de su facebook y del was ap. Reconozco que también utilizo el móvil en el Camino pero siento que hay que intentar liberarse, estamos viviendo algo diferente a lo que hacemos en nuestra vida diaria y mi opinión es que hay que trastearlo lo imprescindible, aunque está claro que cada cual sabe lo que le apetece hacer en cada momento. Lejanos tiempos aquellos en que te miraban mal si sacabas el teléfono en el Camino, o incluso te prohibían usarlo en los albergues, todavía más cargarlo en los enchufes. Podría poner algún nombre que recuerdo pero no lo haré, además suena un poco prehistórico, de modo que ¿debemos estar conectados permanentemente, ósea “conectados” o contrariamente deberíamos saber “desconectar” no tan solo del móvil en el Camino? Nuestro compañero en el día de hoy creo que es ejecutivo de una compañía telefónica de modo que a él no se lo plantearé, además solo le veo consultarlo para buscar información.

Las carreteritas rurales y las aldeas se combinan con sendas donde los pies agradecen escapar del asfalto, a pesar de que no ha habido mucho en el día de hoy me duelen los pies, los tengo demasiado presentes y diferencio lo cómodo que me resultan las sendas donde las articulaciones amortiguan mejor con los pasos de tierra con hojas, el suelo húmedo está muy blando y es muy bueno para caminar.

Cuando llevamos varias horas más andando en una parada de autobús de niños que llegan del colegio disfrazados por las fiesta de los carnavales, preguntamos a dos mujeres protegidas con paraguas y que son madre e hija, por el alojamiento que hay en Deixebre. Comienza a llover con fuerza. Nos dan cumplida información pues fueron hosteleros anteriormente y nos aconsejan quedarnos en el hostal o pensión la Ruta, les llaman con nuestro teléfono, les preguntamos el precio y para allí que nos acompañan. Una maravilla. Ángeles custodios de los peregrinos, todavía existen.

Deixebre

Al rato estamos ya dispuestas a descansar en nuestra habitación, quedamos para que a media tarde nos preparen una tortilla de patatas tipo merienda cena. Estamos genial, buena temperatura con calefacción, Isa y yo pagaremos 30 euros por la doble y la individual creo que eran 20 euros. Además la etapa hasta aquí ha sido algo más corta que los 26 kilómetros que hay desde Bruma a Sigueiro y por lo tanto se ha quedado de Bruma a Deixebre en 21 kilómetros.

Creo que hemos acertado viniendo aquí y no sabemos qué suerte habrán tenido con el alcalde de Sigüeiro el grupo de valensianets, de cualquier modo no me apetece para nada dormir en el suelo de un polideportivo y con un frio invernal de tres pares de narices. Con o sin colchonetas. Me estremezco con solo pensarlo.

En cambio podré lavar los dos o tres calcetines que necesito al día y se podrán secar en el radiador al que estoy pegada como una lapa.

Además, ¡¡con el pelo limpito para entrar mañana guapa en Santiago!!

Deixebre - Santiago

Nos levantaremos muy temprano, hoy toca llegar a Santiago. Isa y yo ya llegamos juntas hace tres años, hace dos hicimos un tramo del camino de la Plata comenzando en Sevilla y el pasado año fuimos de Santiago hasta Muxía con final en Finisterre también por estas fechas de invierno. Para el peregrino valenciano será su primera vez pues se estrena en el camino.

En Galicia amanece algo más tarde por lo hoy que nos tocará esperar a ver la luz del día. Los pies no me duelen tanto como ayer pero la ampolla me fastidia todavía un poco. Me siento bien.

Caminaremos casi en silencio y después de un buen desayuno en el bar café el Polígono de Tambre a pie de camino, nos disponemos a recorrer lo que nos resta para llegar a Santiago.

Ya sentimos cercana la ciudad santa, casi se puede intuir después del último tramo del polígono. Seguimos con atención las últimas flechas que nos quedan para llegar a Compostela, no es cuestión ahora de despistarse o perderse algo tan corriente cuando atraviesas o entras a las ciudades en el Camino.

Santiago

Es sábado y apenas vemos gente, lo encuentro extrañamente solitario.

El cuerpo me lo pide o quizás fuese la mente o el espíritu, no lo sé muy bien, que vaya un poco hacia dentro dando menos importancia a lo de afuera y me pongo a rezar, a mi manera…… alguna plegaria, algún rezo, no pidas para ti, acuérdate de todos los que necesitan ayuda. De los que ya no están. También llegas por ellos.

Será para compensar que no hemos podido visitar ninguna iglesia ni ermita, prácticamente todas cerradas, ha sido una lástima.

No quiero perderme esta nueva entrada para mí, la entrada a Santiago del Camino Inglés por la porta da Pena, la entrada de los peregrinos que arribaban desde los puertos de Ferrol o Coruña y antes a través del mar con sus barcas medievales. Llegaremos hasta San Martin Pinario y a la Plaza do Obradoiro donde nos damos un sentido abrazo.

Después de los trámites en la Oficina del peregrino, en un nuevo local, tan solo unos números más abajo pero en la misma calle, es evidente que la atención a cambiado a mucho mejor, algo que se debe decir. El oír: “Bienvenidos”, es de agradecer, más cuando notas que es sincero.

Nos separaremos del valenciano quedando para vernos unas horas más tarde. Es su primer Camino y llega por primera vez a Santiago.

Estamos ilusionadas en conseguir la comida gratuita como se les daba a los antiguos peregrinos tiempo atrás en el Hostal de los Reyes Católicos, adonde llegaban enfermos, hambrientos y hechos unos zorros, y¡ sorpresa para nosotras! lo conseguiremos. Esperamos un ratito a pesar de estar caladas por la humedad y el frio. Seguimos obedientes al conserje por la puerta lateral y atravesamos dos patios de los históricos claustros del antiguo Hospital de Peregrinos, mandado construir por los Reyes Católicos y allí nos pondremos a dar buena cuenta de un puré de verdura de color calabaza y un entrecot que lo hace en la plancha el cocinero delante nuestro mientras esperamos y elegimos unas pocas verduras para acompañarlo. De postre un yogur de soja, una botella de agua y si queremos un cuartillo de vino blanco que acepto pues tengo mucho frio en el cuerpo. Es la misma comida que dan a los empleados del lujoso hotel cinco estrellas gran lujo, de hecho estuvimos junto a un par de ellos bandeja en mano mientras nos servíamos.

Nos dirigimos a una sala para tal efecto con un bonito letrero en la puerta que indica “Comedor de Peregrinos”.

Es la única vez que se me ha ocurrido ir a pedir la comida gratuita que ofrecen en el Hostal de los Reyes Católicos (a los diez primeros peregrinos que lleguen) si muestras la Compostela, prueba de haber realizado el Camino de Santiago y la verdad que ha sido genial. Supongo que en otra temporada con colas y masificación resultará del todo imposible, pero hemos estado de cara o con suerte, las dos solitas, con nosotras mismas, en ese comedor medio escondido en las tripas del antiguo Hospital y me imagino, que con muchas huellas de peregrinos de todo el mundo que habrán comido o cenado allí. La verdad es que hasta ahora, no había tenido ningún interés en hacerlo, aunque sin duda es una tradición muy bonita y desde luego de agradecer, pero es que en Santiago se puede comer y tapear de maravilla, pero ha sido sin duda especial y una nueva y bonita experiencia para mí.

Iremos a descansar a la pensión, una de esas con encanto, para callejear casi de inmediato por los preciosos y ya familiares rincones compostelanos donde me siento tan a gusto y casi siempre feliz. No nos separaremos de la capa de agua, a mi paraguas lo doy por muerto definitivamente, lo dejaré tirado en un rincón en la plaza do Toural.

Hemos encontrado Santiago más tranquilo de lo acostumbrado, bastantes tiendas cerradas según dicen por ser temporada baja, pero que en otras ocasiones por estas mismas fechas estaban abiertas. Inmersos en los preparativos para las fiestas que se suelen celebrar por el casco histórico en carnavales.

Me compraré una pulsera de azabache de formas como geométricas que la prefiero a las que tienen bolas redondas, hace tiempo que me rondaba en la cabeza, el azabache no es precisamente barato, pero me pregunto convencida ¿es que acaso no me lo merezco?

No tengo claro cuando volveré a Compostela, si lo haré o no como caminante, cuando lo visitas como turista no es ni lejanamente parecido aunque sea también emocionante, lo que representan sus calles tan vinculadas al Camino, a la Historia, a su Catedral, al descubrimiento de la tumba del Apóstol. Rememoras lo que has ido viviendo durante los días pasados para llegar hasta aquí, postrarte ante la urna de plata que es posible contenga los huesos del Santo. Y el abrazo a Santiago. Aunque lo hayas hecho en otras ocasiones, siempre es especial.

Como peregrina ya he dicho que me gustaría retirarme de las sendas camineras aunque mi condición espero no perderla, lo dejo incluso por escrito. De hecho todavía me duelen los pies escribiendo estas líneas, pero ya mismo me calzo de nuevo las botas, luce el sol, Xana mi perra tiene ganas de marcha y me pide andar por lo que nos iremos a caminar por el campo un par de horitas, aunque no sea lo mismo.

No, sin duda alguna no será lo mismo.

Bye, bye, English Way

 

Sofía, Vieira do Miño

A principios de marzo, 2014