
Jue, 18/06/2020 - 12:06
Abrazo al Apóstol
A los que peregrinen y lleguen a Compostela que sepan que por ahora, no se podrá dar el abrazo a Santiago.
- Inicie sesión o regístrese para comentar
A los que peregrinen y lleguen a Compostela que sepan que por ahora, no se podrá dar el abrazo a Santiago.
Gracias por la información Sofía.
Es una pésima noticia.
Los españoles nos dirigimos a nuestro Patrono con un toque de familiaridad que no se da con ningún otro socio del club de santos. Nos dirigimos a él llamándole Señor Santiago
(Nada de San Santiago. Sería una redundancia, pero además es un tratamiento demasiado pretencioso para alguien tan próximo a nosotros)
Cuando los peregrinos llegamos ante el Patrono y le damos un abrazo, le reconocemos como el amigo por el que nos hemos dado un paseo, un poco largo, para verle. Y para abrazarle.
En ese momento, a la vez que nos apoyamos en su hombro descansando de la caminata, nuestro amigo nos transmite un "chute" de energía, que de repente desaparece la fatiga. Damos por buenas las cuítas de las cuatro últimas semanas.
Abrazar a nuestro Patrono es dar sentido a la peregrinación. Ya, ya sé que cada uno hace El Camino por un motivo diferente, y para muchos difícilmente explicable. Pero cuando abrazamos a Santiago dejamos de preguntarnos, y preguntarnos, y preguntarnos el por qué de 30 días de esfuerzo. Era por abrazarle. En ese momento lo entendemos.
Es el momento de decirle bajito, al oído: "gracias Santiago por tu amistad"
(Al día siguiente, volveremos a la duda existencial de El Camino)
En opinión de un ateo empedernido, una pésima noticia
Hola a tod@s. Hola Sofia, a nosotros no nos va a afectar mucho el tema, tenemos muchos abrazos dados y aunque solo sea por precaución, nos abstenemos gustosos.
Hola Isidro. Dices bien con lo de San Santiago, que además de redundancia, suena horrible. Yo le llamo, como otros muchos, Santi, sin más y como tú, que tampoco creo, tenga una buena relación con él. Cuando llego al Obradoiro y veo lo ocupado que está, bahhh, me digo, Santi lo entiende seguro, y raudo y veloz, me doy mi merecido homenaje marisquero, que como gallego que se precie, es una de las motivaciones más importantes a la hora de caminar. Hay que entender que los gallegos somos los únicos peregrinos del mundo mundial, que cuando hacemos el Camino, nos vamos para casa. Bien es cierto que al salir, también como otros muchos gallegos, "emigramos" unos cientos de kilómetros para empezar el Camino, pero bueno.....eso viene en el billete, y algún día en la Credencial, ¡¡¡quién sabe..!!!.
Bo Camiño.
El 11 de enero (2020), a eso de las 18:30 horas, accedí por la puerta de platerías por última vez.
Ya me sorprendió que no hubiera nadie más que el de seguridad en el acceso, y nadie por las inmediaciones, aunque siendo invierno no le di mayor importancia.
Tras el buenas tardes que mandan los buenos modales y la sorpresa porque el vigilante continuara trasteando el móvil sin hacerme apenas la radiografía de sospechoso, ya habitual, me quedé asombrado al comprobar que había que acceder al interior por un estrecho pasillo cuyas paredes eran chapas metálicas de obra y plásticos inmensos que prácticamente descendían desde lo más alto. Pensé que en algún momento terminaría el pasillo y podría por fin contemplar aunque fuera la zona del altar mayor, pero no, aquel pasillo no terminaba nunca, y como en un laberinto serpenteaba y zigzagueaba sin hallar la salida. Lo único que se escuchaba era algo parecido a un compresor, o un generador, y algún que otro lejano golpe seco y hueco. Aquello además de frustrante me parecía una tomadura de pelo.
Al fin se ensanchó un poco, justamente junto a la puerta por la que subimos a abrazar a Santi. Un poco mosqueado por la situación subí las escaleras, y una vez arriba, tras él, fui consciente de que era la primera vez que nos encontrábamos completamente solos, él y yo. Respiré profundamente para disipar cualquier pensamiento o preocupación y me empapé de aquél momento único. Charlé con él y pude pedirle algún favor que me habían encargado, pausadamente, para no olvidarme de nada; y por fin también pudimos saldar cuentas pendientes por algunas jugarretas del pasado. Fue un monólogo, claro, pero para mí que me escuchaba. Aquello no fue un abrazo. Aquello no sé cuánto tiempo duró, pero duró. Lo suficiente como para poder contemplarlo detalladamente, palpar su fisonomía, como si de un invidente se tratara. Lo suficiente como para derramar alguna lagrimilla también, con mi cabeza apoyada en su espalda. Duró tanto que terminó cuando yo lo decidí.
Sabía de sobra que era un pedazo de madera tallada y ricamente adornada. Y que seguramente ni sea "él" quien llena la urna que reposaba justamente bajo mis pies, y a quien también pude visitar tranquilamente aquella tarde. Pero ese sería otro tema. El de hoy va de Santi, y va de abrazos.
Aquél día, como en una premonición, Santi estaba confinado entre plásticos dentro de su casa. El escenario desde allí arriba era apocalíptico, pero los peregrinos podíamos acercarnos a él y abrazarlo. Ahora, dice Sofía que no se puede. No importa, pronto podremos no solo abrazarlo, sino contemplar por fin la restauración completa del interior de su casa, que va a quedar chulísima.
Jolin, vaya historias bonitas, preciosas,