Papadopou
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Ideas peregrinas en un Camino desde Sevilla (XIII)

He caminado por Galicia los últimos días y sentía que el paisaje me transmitía su fuerza. También estaba imbuido por la que me proporcionaba mi objetivo, alcanzar Compostela.

Al salir de Oseira había que trepar por el camino que ascendía por el monte. Atrás quedaban el valle, las casas del  lugar y el propio monasterio. Cuando llegué arriba se extendió ante mí un nuevo valle que cruzar. Subía y bajaba atravesando valles verdes y frescos de rocío y de niebla. Cualquier preocupación se me olvidaba al contemplarlos.  En el bosque las  frondas de robles me encerraban en un túnel de espesura que en muchos momentos casi me impedía ver el cielo. Allí, encajado por viejas corredoiras que antaño unían minúsculas aldeas aisladas en su soledad, me asaltaban las ideas más peregrinas que iluminan mi pensamiento como un fogonazo. Solo un instante y luego se apagan.

Transitaba por caminos solitarios atravesando esas aldeas en las que nadie se asomaba a verme pasar. Por bosques poblados de presencias que me observaban aunque yo no supiera verlas. Las plantas y los árboles susurraban a mi paso, ¡ahí va el chalado ese, camino de Santiago otra vez!  Solo las aguas de los arroyos me dirigían murmullos de comprensión. Ellas sí entendían ese continuo retorno a una fuente que, sin ser principio ni final, es el nacimiento de la travesía y, a la vez, el destino del viaje. Igual que el mar cubre de espuma la playa y rápidamente se retira, mis pasos se dirigen una y otra vez a Santiago y luego inmediatamente me devuelven a mi ordinaria vida cotidiana. Bendita normalidad.

Avanzo despacio. No quiero llegar. Por eso en lugar de seguir hasta A  Laxe (o Bendoiro, que no tengo claro cómo se llama el sitio) retrocedo ligeramente hacia Lalín. No lo sabía en ese momento pero iba a volver a quedarme solo. Quienes han ido coincidiendo últimamente conmigo al día siguiente decidieron apretar el paso para llegar un día antes a Santiago.

En Lalín por la mañana estaban montando el mercado semanal. Habían desplegado en las calles las verduras de las huertas próximas y ese verdor  se desparramaba por el pueblo. Salí caminando por un precioso entorno de ríos, molinos y arboledas. Recordé una canción mil veces escuchada en la voz de Amancio Prada con los versos de Rosalía:         "Adiós, ríos; adiós, fontes; adios, regatos pequenos; adios, vista dos meus ollos: non sei cando nos veremos”. Me sobrevino la melancolía que anticipaba la pena que sentiría porque muy pronto no vería ni valles, ni bosques, ni arroyos. Había sido una amanecida cubierta de nubes que llenaron de sombras grises el anodino azul del cielo. Promesas de lluvia. Promesas de llanto. Lágrimas por un Camino que va acabando. Nostalgia por un Camino que empezó muchos días atrás.

Mientras andaba ensimismado una mujer me alcanzó caminando vigorosamente. Hacía su ejercicio matinal. ¡Buenos días, buen Camino! ¿De dónde vienes?, preguntó. De lejos, señora, en Granada empecé a caminar. Pero ahora, pensándolo, veo que mi periplo me ha llevado desde allí hasta aquí recorriendo muchos kilómetros, pero también de Federico: “El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar hay un cielo hundido y una lluvia oscura de luceros fríos…”; a Rosalía: “…prados, ríos, arboredas, pinares que move o vento, paxariños piadores, casiña do meu contento…”  Y otra vez a Federico: “Chove en Santiago, meu doce amor. Camelia branca do ar brila entebrecida o sol”. Porque mañana lloverá en Santiago.

Al llegar a Prado junto a la carretera, con mucho tráfico y mucho ruido, encontré una carnicería, una farmacia, el estanco y una tentación para un caminante: una tienda de calzado con unas maravillosas y cómodas zapatillas de las de estar por casa que mis pies, aunque se les supone recuperados, o casi, de sus últimos problemas anhelaban calzar en lugar de las botas que llevaban. Resistí esa tentación pero allí mismo cedi ante la del bar abierto enfrente, aunque me tuve que jugar el físico para cruzar la dichosa carretera.

Durante los últimos días en las cenas acompañado descubrí que intentar argumentar por qué peregrinamos en un idioma que no es el propio y tras compartir un par, más o menos, de copas de vino, aunque el vino sea bueno, resulta tan incomprensible como hacerlo en mi propia lengua bebiendo cerveza sin alcohol. La única conclusión, al final, fue que el vino de la Ribeira Sacra me gustaba más que el que elaboraban en el monasterio de Oseira. Era inexplicable, al disponer el segundo de línea directa con la divinidad. Pero con Doña Mencía, que es una gran señora, hemos topado.

Qué llevadero sería un Camino sin sufrimiento. Qué bonita sería una vida sin dolor. Tantos días caminando doliente y ahora que se acaba voy recuperando mi plenitud. En la vida también se suceden períodos angustiosos y con preocupaciones. Luego las nubes se disipan, todo se inunda de luz y la vida vuelve a ser bella. Pero a veces no es tan sencillo.

Los versos de Rosalía son reflejo de una vía dolorosa pero, a pesar de ello, destilan tal belleza que puede iluminar la vida de los demás. Sin embargo cuando la vida te ha sumido en esa negra sombra que ella decía y todo es oscuridad a tu alrededor suenan vacías las palabras de consuelo y no eres capaz de ver esa luz que, se supone, puede proporcionar la belleza de unas hermosas palabras.

En Bandeira fui a desayunar al hotel donde hace unos meses nos alojamos al recorrer el Camino de invierno. Saludé al dueño, que evidentemente no me recordaba, y le pregunté por qué había un cartel para alquilar el local. Esa familia  ha recibido recientemente un mazazo terrible al fallecer su hijo en plena juventud. Ante esas dolorosas situaciones te quedas sin saber qué decir excepto que lamentas tan terrible pérdida, aunque pueda sonar hueco. Resulta abrumador pensar en los brutales giros que puede dar la vida.

Finalmente hoy me quedé a los pies del Pico Sacro. Carmiña al verme llegar a su albergue me espetó: ¡Tú ya estuviste aquí! Parece que ella sí que tiene buena memoria. Le expliqué de donde venia hoy y que no subí hasta arriba para ver las torres de la Catedral compostelana como en la última ocasión. Total estaba nublado y, de tanto en tanto, el cielo lloraba al verme porque mi camino toca a su fin. Que había caminado tranquilo y que había esquivado la lluvia casi todo el día. Aunque lo cierto es que cada vez que el viento sacudía los árboles me caía un pequeño aguacero que dejaba sitio arriba para el agua que traería el próximo chaparrón. Porque ella te lo pregunta todo. Y como quise comer me puso de comer y hasta se sentó conmigo un rato. Cuando por la noche, después de tomar algo en su bar, me despedí para acostarme me regaló una manita de Mocho. Es azul. A ver si mañana cambia de color en mis manos. Ya llevo otras dos colgadas en la mochila. No he tenido muchas ocasiones para regalarlas porque los encuentros han resultado más que efímeros.

Hoy no quise cruzar las puertas de Santiago y en el albergue voy a dormir solo. Mañana Dios dirá.

Muchas gracias y buenas noches.

joseluisbc
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Hola Papadopou.

Enhorabuena por tu magnífico Camino y por tu gran relato. Muchas gracias por compartir con tu esfuerzo esa experiencia que hace un efecto llamada a poder hacerlo algún día....desde Almería.

Papadopou
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Muchas gracias, joseluis. Ojalá sirva para eso. Saludos. 

jordisud
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De una cancion de Lluis Llac:

Si véns amb mi,
no demanis un camí planer,
ni estels d'argent,
ni un demà ple de promeses, sols
un poc de sort,
i que la vida ens doni un camí
ben llarg.

Traducido:

Si vienes conmigo,

no pidas un camino llano,

ni estrellas de plata,

ni un mañana lleno de promesas,

sólo un poco de suerte,

y que la vida nos dé un camino muy largo.

A mi, al llegar a Santiago, creo que el Camino me susurro estos versos al oido. Largos Caminos para ti durante una larga vida peregrino. Ultreia!

Papadopou
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Gracias Jordisud. Que Dios, o la instancia competente, te oiga. Saludos.

Indi
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No ha sido el colofón porque aún te queda trascender, pero me parece sublime este penúltimo relato. Melancolía, nostalgia; casi pareces gallego sin necesitar citar a Rosalía. 

Me reconozco en tí en ese sentimiento encontrado a las puertas de Santiago, casi más melancólico que alegre, bueno...sin casi.

Te felicito sinceramente por este Camino tan bonito que no dudo que dejará para siempre un poso del que se beneficiarán cuantos te rodean, como nosotros ya nos estamos beneficiando.

Muchas gracias, recuerdos a Santi!

 

Papadopou
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Gracias Indi. Creo que esa sensación es bastante común aunque en la plaza suelan verse risas, saltos y abrazos para las fotos.

Le doy al Apóstol recuerdos de tu parte. Previamente pasaré por la barbería. Lo que nace en el Camino se queda en el Camino. Incluidos los excesos pilosos que me permito mientras dura el camino. Saludos. 

Cristineta87
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Muy emocionante Papadopou... Unas palabras preciosas como siempre. Me encantó: Promesas de lluvia. Promesas de llanto. Lágrimas por un Camino que va acabando. Nostalgia por un Camino que empezó muchos días atrás.

Y tengo pendiente leer la llegada... Emoción asegurada. Te adelanto las gracias.

Muy buen Camino :)

Ma Teresa
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Enhorabuena por todo tu Camino. "Avanzo despacio. No quiero llegar". Me encandila. Creo que nos pasa a casi todos. No queremos que nuestra experiencia finalice, pero seguimos avanzando. Es "un vol i dol" que nos mantiene vivos.  Esperando tu última(?) crónica.

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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"Melancholia generosa" la llamaban con aprecio en la Edad media y renacimiento, aquella que en vez de hundirle a uno en la miseria, lo vuelve sensible a la belleza sutil y la sabiduria y lo hace creativo... y un poco galego wink

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