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Pasamos por el mundo haciendo cosas, una detrás de otra, y se nos van como arena entre los dedos. No es raro llegar a cierta edad y pensar aquello de que la vida “no es más que una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a ser oído:  un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa” (*).

No ponemos atención en lo que está delante nuestro, no sabemos apreciar, saludar, agradecerlo mientras está, darle el espacio debido,  despedirlo como se merece, ni hacer cantos o leyendas para recordarlo y llevarlo en nuestra memoria.

Todo esto son rituales de aprecio, y ya se sabe que el hombre moderno “no cree” en los rituales…  así nos va:  la rapidez, la acumulación, el ruido, el caos, el deshecho… y a otra cosa.

Son éstas reflexiones de Domingo por la tarde, algo melancólicas quizá, pero sosegadas, con esa calma del que se para a ver el trayecto traído hasta aquí. Como alguien que ha estado caminando diez días por la meseta, llega a los montes de León, y a lo alto de Foncebadón echa por un momento la vista atrás, y se dice: “Uauh, y esto lo he andado yo!”, impresionado por la amplitud de la tierra llana de Castilla dejada a la espalda.

Para apreciar el valor de las cosas – de las personas, de las emociones, de los procesos – necesitamos pararnos un poco, “ritualizarnos” un poco, dejar que las cosas “emanen sus vapores”  y las contemplemos con la sorpresa y admiración de los ojos limpios de un chavalín.

Sí, hace falta de un espacio, un tiempo, un vacío alrededor, que como la caja de un violín o de una guitarra dé volumen al sonido de la cuerda. Una caja de resonancia. Es nuestra única posibilidad de apreciar el mundo que nos rodea y darle sentido.

¿ A qué viene que suelte yo estas parrafadas aquí, en el foro de Gronze, esta ultima tarde de Domingo de Junio del 2024? No será dificil adivinar que está relacionado con la desasosegante experiencia de esta semana, en vilo todos nosotros por la  amenaza del cierre del Foro.

Uno de los puntos que a mí más me ha llamado la atención estos días es la danza entre el hartazgo  de algo,  y el caer luego en la cuenta de que en realidad lo aprecias, y mucho. No es la cosa en sí lo que cambia, sino cómo se presenta y cómo se percibe.

Con la calma recobrada de que el foro sigue, olvidaremos pronto la desazón vivida. Pero no está de más pararse a pensar en algunos “movimientos de adjedrez” de estas jornadas.

¿Por qué la dirección de Gronze parecía tan hastiada en el momento del anuncio del cierre,  y tan reacia a explicar las razones? ¿Por qué entre ciertos foreros enseguida se empezó a echar piedras sobre el propio tejado, diciendo que este foro estaba agotado, que nos repetimos hasta la saciedad en los temas, etc?

Me atreveré a lanzar una hipótesis. No es nueva, a los que me han leído en el pasado ya les sonará: creo que hay un fallo estructural en el diseño del foro: todos los post colgados entran en la misma categoría, en un batiburrillo sin orden ni concierto, como un estómago que se estraga  porque tiene que digerir al mismo tiempo un pastel con nata y almendras, un puré de puerros, unas anchoas a la vinagreta, un donuts de chocolate, un caramelo de Eucaliptus, una Coca.cola y un Dom Perignon de 1984.

Hay aquí textos que tienen validez de día y medio, otros que sirven para la temporada de lluvias, gente pidiendo saber los urbanos que cruzan la zona industrial de León  y quien se lanza a divagaciones quijotiles con la fantasiosa pretensión de que perduren cinco siglos.

… Cada diez textos, la primera página del foro fagocita todo lo previo, sea inmediato o intemporal, chusco o sublime, trabajado o chapucero: llegados ahí  son iguales todos, como decía Manrique ante la guadaña de la muerte. Y bueno,  hay quizá una saludable limpieza en ello.

Pero esta mezcla de todo sin discernir, deja a la conciencia al tiempo hastiada e insatisfecha. Se prefiere repetir a matizar, y hay una engañosa sensación de que “pero si esto ya lo hemos dicho mil veces” cuando en realidad no hemos profundizado ni un milímetro en la cuestión, porque ésta solo está día y medio en la primera página, y enseguida se ve bombardeada por diez post sobre cómo llegar a S.Jean de pied de port, o si es mejor ir con una mochila o con una maleta subiendo a O Cebreiro.

“Prisas y hastío” podría titularse un tratado que retratase nuestra época, al menos desde “I can’t get no, satisfaction” de los Rolling Stones. ¿No nos debería enseñar precisamente el Camino de Santiago a acercarnos con otro tempo a las cosas? A ralentizar, a apreciar lo poco, a madurar la jugada, a despejar el espacio para apreciar mejor la resonancia de cada cosa, de forma más tranquila y profunda, para que coja más raíz y solera  en nuestra conciencia?

… y esto, ¿cómo se traduce a la práctica del foro? Yo ya lo dije varias veces hace tiempo – “canso que  es el tío!”  dirá alguno -: creando secciones distintas, según temáticas quizá, o según formatos de texto: más telegráfico o más “cervantino”.

Parecerá una minucia técnica, pero estoy casi convencido que provocaría cambios profundos en nuestra querida web: seguiría habiendo rápidos arroyos de montaña, y ríos turbulentos, pero también prístinos lagos, calmados y profundos, y uno sabría dónde mete el pie, si quiere refrescarse, si quiere nadar, o zambullirse en profundidades… o  prefiere, por qué no, ahogarse, como ese directivo de Antena 3 que se ha paseado por aquí este finde. Con el totum revolutum de ahora mismo, se te puede astragar el estómago con solo mirar el agua desde la orilla.

Cambiaría la percepción con la que los lectores se acercan al foro e interactuan con los textos, y a la larga cambiaría también cómo se escribe aquí, por el juego y contraste de las expectativas (Quiero pensar que cambiaría... para bien jeje!, porque en este mundo nunca se acaba de saber las vueltas y derivas de nuestras mejores intenciones).

En fin, creo que con esta idea podríamos superar esa “náusea del eterno retorno” de la que hablaba  Nietzsche y que creí percibir  en las posturas de ambas orillas de este foro que nos une: ese caos, ruido y furia con los que te da ganas de mandar todo al carajo.

(*) W.Shakespeare, Macbeth.

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