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Pero...
¿por qué una ardilla
iba a querer bajar
de árbol en árbol
de los Pirineos a Cádiz?
Adherida a sus patas
el polen de muérdago
que el druida recogía con ahínco.
Ah el druida!
Subía éste 
Desde el sur
y en algún lugar
entre Guadalajara y Soria
-hoy sin duda hundido
bajo una presa hidroeléctrica- 
en un sabinar quizás
tuvo una epifanía
y dejó grabado en  metal
cuál era el equilibrio sutil
de luz y tierra, bosque y palabra
que el hombre de Iberia
necesita
 para vivir
en armonía consigo.
No se encontrará en gasolineras
ni en las proclamas de partidos de masas
no en vertederos industriales
ni en Internet.
No desde luego en campos de fútbol
ni en chiringuitos de playa.
En algún lugar
entre Guadalajara y Soria
habrá que esperar 
a que se esfumen las centrales hidroeléctricas
crezcan las antiguas sabinas
y a una ardilla se le ocurra
pasar por allí
de camino al sur
impregnadas sus patas
de polen de muérdago.
Quizá para entonces 
se hayan ya descifrado
las inscripciones celtíberas
y podamos leer
la epifanía del druida.
No se me ocurre
 qué otra cosa armónica
 podemos hacer,
por ahora
los hombres de Iberia.

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